Entraron
en el Novedades, a disfrutar de aquellas sesiones dobles, cuando la
película estaba comenzada. No había cosa que más rabia le diera a
Regino, que ir al cine y entrar en la sala con el film comenzado.
Odiaba llegar tarde a la sesión, acomodarse de prisa y corriendo, y
no poder abrir feliz su paquete de palomitas.
Obviando,
incluso los rótulos de los créditos y secuencias con los
protagonistas, extraviando el hilo en la costura inicial, que es
cuando comienza en la mayoría de películas el argumento. Perdiendo
la trama de la película, que en ocasiones, llega a afectar al
desenlace de la historia.
Dispensaba
cortés, las localidades al encargado del acceso a la sala, para que
además de comprobarlas, les acompañara a él y a Judith, a sus
respectivas butacas, alumbrándoles con la linterna, para evitar
ocupar espacio no controlado. La iluminación ya estaba totalmente
apagada y la sala a oscuras. La película que proyectaban era
«Volver
a Empezar»,
popularmente aquel film, por mor de la concesión del Oscar de
Hollywood, se dispensaba en el barrio y las entradas en aquella
ocasión no eran numeradas.
Con
lo cual, los dos últimos asistentes, deberían entrar solos y buscar
acomodo donde mejor se encontraran, pero un billete azulado, que le
enseñó Regino al acomodador, hizo que aquella circunstancia
cambiara de inmediato.
Siendo
escoltados Judith y Regino, hasta un lugar donde habían butacas
alternas desocupadas. Cuando Regino, se volvía en un «santiamén»
para darle aquel billete prometido, como propina al amable empleado,
perdiendo de vista a Judith que ocupó un asiento, sin esperar ni
hacerle señales a Regino, para indicarle que se sentara a su lado.
En el momento que giró la cabeza Regino, algo despistado, intentando
descubrir donde se había sentado su acompañante, bajó la
iluminación de la pantalla, quedando casi sin visión, dudando un
segundo, si a derecha o izquierda. Creyó verla y la descubrió por
el chal rojo que llevaba sobre los hombros y se acercó pidiendo
disculpas a los ya residentes, hasta llegar a la altura de aquella
mujer que volvió la cabeza, al notar que llegaba.
—¿Estás
cómoda?—pregunto Regino y la mujer contestó con una afirmación
muy femenina, hecha al mover la cabeza con delicadeza extrema—Dando
por entendido Regino, que estaba satisfecha, ocupando la plaza libre
junto a ella.
A
renglón seguido y una vez bien asentado aquel caballero, en su
butaca, pasó el brazo por encima del hombro de la mujer y esta se
giró, para recibir el beso en los labios que Regino le daba. Notando
una cierta diferencia en el perfume de Judith, pero no le dio la más
mínima importancia, ya que igual, era más seductor que el que
normalmente usaba. Volvió a repetir el «morreo», pero este, fue
con mucha fragilidad. Más intenso y mucho más erótico que el
primero al participar ella, con ahínco. Demostrando su
apasionamiento y rodeándole con sus brazos el cuello a Regino,
impidiéndole casi que pudiera respirar con normalidad.
Era
una maravilla—pensó dubitativo Regino—vivir aquel momento con
Judith, que jamás había estado tan libidinosa, y ferozmente
sensual.
Admitiendo
seguir con aquel jubileo de amor, aún y permitiendo perderse la
atención del estreno que se proyectaba en la sala Novedades.
Permutando
la trama de «Volver
a Empezar»
por la hemorragia hermosa de aquellas carantoñas zalameras, no
faltas de arrumacos y tocamientos corporales, que cuanto mas se
repetían y repetían, mejor y más disfrutaba Regino.
Aquella
sensación tan sensual, e inesperada, regalada por aquella mujer, le
demostraba que Judith, no necesitaba de nadie que le diera
instrucción, por lo menos en el arte del roce labial y en el
delicioso abordaje de avalancha y aluvión a zonas sensibles.
La
película «Begin The Beguine», osea «Volver
a Empezar»,
Finalizó y las luces de la sala se encendieron, en un mínimo
descanso para visitar los lavabos.
Para
dar en breve paso a la segunda película «El
beso de la mujer Araña»,
entonces Regino vio que le hacían gestos ostensibles desde tres
filas por delante de la que él, estaba ocupando.
Era
Judith, demacrada, que estaba a lo lejos, y se le veía exasperada,
que le llamaba bastante compungida y molesta, para que ocupara el
asiento libre que le guardaba, desde que habían llegado y que
Regino, no ocupó. Perdido de su vista cuando le daba la propina al
acomodador.
Regino
miró a su derecha y allí estaba sentada una señora, guapísima,
madura, con empaque y donosura, que le miraba con una sonrisa
descarada y a la vez planteándole una interrogación, que preguntaba
sin palabras, mirándole fijamente a los ojos— ¿Te vas o te
quedas?
No
fue necesario respuesta por parte de Regino, que con un soslayo
respondió.
Se
levantó sin rechistar, y delicadamente con una reverencia, tan solo
pidió perdón a la dama, sin saber demasiado que pronunciaba—Ha
sido un placer—le dijo Regino y salió huyendo hacia la izquierda,
buscando el pasillo, para llegar a la altura de Judith. Al llegar no
pudo dar explicaciones inmediatas, ocupando la butaca vacía, que
debió ocupar al principio de la sesión. Mientras ideaba la excusa
que le daría a su joven amiga, y a poder ser, ver con tranquilidad
«El
beso de la mujer Araña»,
que era la película que cerraba la sesión continua del cine
Novedades
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