domingo, 13 de octubre de 2019

Besos robados



Entraron en el Novedades, a disfrutar de aquellas sesiones dobles, cuando la película estaba comenzada. No había cosa que más rabia le diera a Regino, que ir al cine y entrar en la sala con el film comenzado. Odiaba llegar tarde a la sesión, acomodarse de prisa y corriendo, y no poder abrir feliz su paquete de palomitas.
Obviando, incluso los rótulos de los créditos y secuencias con los protagonistas, extraviando el hilo en la costura inicial, que es cuando comienza en la mayoría de películas el argumento. Perdiendo la trama de la película, que en ocasiones, llega a afectar al desenlace de la historia. 

Dispensaba cortés, las localidades al encargado del acceso a la sala, para que además de comprobarlas, les acompañara a él y a Judith, a sus respectivas butacas, alumbrándoles con la linterna, para evitar ocupar espacio no controlado. La iluminación ya estaba totalmente apagada y la sala a oscuras. La película que proyectaban era «Volver a Empezar», popularmente aquel film, por mor de la concesión del Oscar de Hollywood, se dispensaba en el barrio y las entradas en aquella ocasión no eran numeradas. 

Con lo cual, los dos últimos asistentes, deberían entrar solos y buscar acomodo donde mejor se encontraran, pero un billete azulado, que le enseñó Regino al acomodador, hizo que aquella circunstancia cambiara de inmediato.
Siendo escoltados Judith y Regino, hasta un lugar donde habían butacas alternas desocupadas. Cuando Regino, se volvía en un «santiamén» para darle aquel billete prometido, como propina al amable empleado, perdiendo de vista a Judith que ocupó un asiento, sin esperar ni hacerle señales a Regino, para indicarle que se sentara a su lado. En el momento que giró la cabeza Regino, algo despistado, intentando descubrir donde se había sentado su acompañante, bajó la iluminación de la pantalla, quedando casi sin visión, dudando un segundo, si a derecha o izquierda. Creyó verla y la descubrió por el chal rojo que llevaba sobre los hombros y se acercó pidiendo disculpas a los ya residentes, hasta llegar a la altura de aquella mujer que volvió la cabeza, al notar que llegaba.

¿Estás cómoda?—pregunto Regino y la mujer contestó con una afirmación muy femenina, hecha al mover la cabeza con delicadeza extrema—Dando por entendido Regino, que estaba satisfecha, ocupando la plaza libre junto a ella.
A renglón seguido y una vez bien asentado aquel caballero, en su butaca, pasó el brazo por encima del hombro de la mujer y esta se giró, para recibir el beso en los labios que Regino le daba. Notando una cierta diferencia en el perfume de Judith, pero no le dio la más mínima importancia, ya que igual, era más seductor que el que normalmente usaba. Volvió a repetir el «morreo», pero este, fue con mucha fragilidad. Más intenso y mucho más erótico que el primero al participar ella, con ahínco. Demostrando su apasionamiento y rodeándole con sus brazos el cuello a Regino, impidiéndole casi que pudiera respirar con normalidad.
Era una maravilla—pensó dubitativo Regino—vivir aquel momento con Judith, que jamás había estado tan libidinosa, y ferozmente sensual. 

Admitiendo seguir con aquel jubileo de amor, aún y permitiendo perderse la atención del estreno que se proyectaba en la sala Novedades.
Permutando la trama de «Volver a Empezar» por la hemorragia hermosa de aquellas carantoñas zalameras, no faltas de arrumacos y tocamientos corporales, que cuanto mas se repetían y repetían, mejor y más disfrutaba Regino.
Aquella sensación tan sensual, e inesperada, regalada por aquella mujer, le demostraba que Judith, no necesitaba de nadie que le diera instrucción, por lo menos en el arte del roce labial y en el delicioso abordaje de avalancha y aluvión a zonas sensibles.
La película «Begin The Beguine», osea «Volver a Empezar», Finalizó y las luces de la sala se encendieron, en un mínimo descanso para visitar los lavabos.

Para dar en breve paso a la segunda película «El beso de la mujer Araña», entonces Regino vio que le hacían gestos ostensibles desde tres filas por delante de la que él, estaba ocupando.
Era Judith, demacrada, que estaba a lo lejos, y se le veía exasperada, que le llamaba bastante compungida y molesta, para que ocupara el asiento libre que le guardaba, desde que habían llegado y que Regino, no ocupó. Perdido de su vista cuando le daba la propina al acomodador.
Regino miró a su derecha y allí estaba sentada una señora, guapísima, madura, con empaque y donosura, que le miraba con una sonrisa descarada y a la vez planteándole una interrogación, que preguntaba sin palabras, mirándole fijamente a los ojos— ¿Te vas o te quedas?
No fue necesario respuesta por parte de Regino, que con un soslayo respondió.
Se levantó sin rechistar, y delicadamente con una reverencia, tan solo pidió perdón a la dama, sin saber demasiado que pronunciaba—Ha sido un placer—le dijo Regino y salió huyendo hacia la izquierda, buscando el pasillo, para llegar a la altura de Judith. Al llegar no pudo dar explicaciones inmediatas, ocupando la butaca vacía, que debió ocupar al principio de la sesión. Mientras ideaba la excusa que le daría a su joven amiga, y a poder ser, ver con tranquilidad «El beso de la mujer Araña», que era la película que cerraba la sesión continua del cine Novedades











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