martes, 30 de abril de 2013

Bocanada de humo




Había acabado un Máster de venta directa, de esos que enseñan a vender como sea y lo que sea. Usando si es preciso el ingenio de la premura y de los regates, de las informaciones a medias, de las estupendas ventajas ilusorias o;  las clásicas técnicas que llevan a la compra sin paliativos, con aquel ingenio que saben inducirle. 

Estaba sentado en la recepción, esperando el comienzo de la entrega de diplomas y reconocimientos a los participantes del finalizado preparatorio, una de esas reuniones educativas y que magistrales conducía e impartía el ponente, Fidel Campano, un directivo aventajado de la compañía, que también había salido del criadero de la empresa y que con ese don que algunos poseen para la venta, les hacen facturar en un plazo corto de tiempo, cantidad ingente de producto y relucen como la misma estrella boreal, consiguiendo esa condición de líder indiscutible y exponente para las nuevas generaciones. 

Jenaro, pensaba que igual aquello no era para él, probar nuevas experiencias para ganar algo más de dinero, haciendo más horas, teniendo además de su ocupación de siempre, la habitual, otra que le proporcionara lo que buscaba. Venido de otra vertiente de la industria y que debido al momento presente, debía engancharse a lo que fuera con tal de llevar el pan fijo a su casa. Su empresa, donde había trabajado desde que salió de escuela, estaba sufriendo uno de esos expedientes los famosos “Eres”, que tanto surten por desgracia en nuestro suelo.

Cuando la necesidad obliga todo es lícito dentro de unas normas, sin embargo Jenaro, sabía que en el sofá de su casa o en el bar de la esquina, poco se podía conseguir que paliara, aquella falta de liquidez de su hogar. 

 

En aquel instante entró un caballero al vestíbulo de visitas, la clásica sala de espera sombría, donde poca ciencia se encierra por ser esperas cortas y rápidas esperando ser atendido. Aquel hombre, muy elegante y decidido, con una presencia de ganador innata y  estampa de líder, bien pertrechado y abrigado con una prenda de lana que le hacía algo más rechoncho, se aposentó mínimamente. No parecía tener prisa y se sentó casi inspeccionando en una de las butacas de la sala. Frente a Jenaro, éste le miro directamente a los ojos y sin pensarlo dos veces se presentó al recién llegado. 

_ Buenos días; me llamo Jenaro Gándara y pertenezco al equipo comercial de esta casa, ¿igual usted ha venido para recabar alguna información?, que igual yo podría facilitar de buen grado_. Mientras le hablaba sin dejar de mirarle fijamente a los ojos, le había alargado el brazo para estrechar su mano derecha, extremidad que una vez acoplada recibió un sentimiento, con una presión que invitaba a por lo menos ser oído. 

_ Mucho gusto y encantado_ dijo el caballero, mirando su rostro sin sutileza_,  y sonriendo abiertamente como esperando que Jenaro, prosiguiese con aquella supuesta información que le ofrecía de buen talante,  sin haberla solicitado_. No he venido por una cuestión exacta, pero ya que usted es tan vehemente, sí que me interesaría conocer el producto que usted representa. Soy Gaspar Manrique y ahora…  todo oídos_. Le rogó continuara en la palabra con innegable atención. Volviendo a insinuar  mientras se despojaba de su abrigo, que no disponía del tiempo necesario para ninguna decisión pero, que prosiguiera, por ser sorpresiva e inusual. 

Ambos se sentaron y Jenaro le hizo un despliegue conciso del confort de disfrutar de una propiedad cerca de la playa y de la ciudad, de las fincas y departamentos tan perfectamente equipados y en tan favorecida situación, ubicado en el mejor lugar, alrededor de la estación de los ferrocarriles y del estupendo clima. Incluso para residir como vivienda habitual. Gracia además, por el tan corto espacio de tiempo, que se usa en llegar al centro de cualquier urbe, mostrándole todas las garantías y formas de pago, cómodas y perfectamente asequibles para el ciudadano medio.  

Jenaro, se había soltado y mostraba tranquilidad y decisión, imaginando para sí; las ganas y la preparación innata de su buen hacer, de su necesidad de venderle y el convencimiento, de que ese contenido, le iba a interesar a Gaspar_ Sería bueno Don Gaspar_, le recomendó Jenaro vivamente_, me recibiera una tarde de estas, cuando mejor le venga, para concretar de forma más directa y con unos precios ajustados a sus necesidades, y porque no decirle, con alguna que otra sorpresa, con que puedo sorprenderle.
 

_ ¡Sí! No sería mala opción_, siguió hablando precipitadamente Gaspar, levantándose del asiento_, podría venir a mi despacho y hablaríamos con más tranquilidad, créame que lo que me ha ofertado, no deja de interesarme y la forma como lo ha hecho. Solo le ha faltado cerrar negocio, me alegro de haber tropezado con usted, ¿Jenaro, me dijo se llama?_,  asintió con la cabeza el comerciante, viendo como se ponía al galope el abrigo y sentenciaba_: acabaremos de matizar.

Gaspar Manrique, sacó de su cartera una tarjeta_, que Jenaro, ni siquiera miró, guardándola en su bolsillo, y acto seguido aquel individuo, le estrechó la mano y se despidió con mucha prisa, saliendo de la sala, por donde había llegado. 

 

 

Las puertas del aula se abrieron de par en par, y el profesor, Fidel Campano, saludaba a los alumnos, al entrar uno a uno. Todos ellos merecedores del diploma crediticio del buen aprovechamiento del máster, intensivo de cinco días que habían disfrutado y que en aquel instante, recibirían sus credenciales. Tarde aquella, de final de adiestramientos y comienzo de producción, derivada de sus ventas.  

Todos entraron y tomaron asiento en las localidades habituales, esperando que Fidel, tomara el timón de la clase, y una vez concluida y acreditados, aquellos discípulos tendrían las puertas y los permisos de aquella empresa para buscar a sus clientes, afrontar sus negocios y ganarse las cuantiosas comisiones , según las transacciones conseguidas.
 

_ ¡Señores! _. Dijo Fidel_, como primer orden del día, vamos a recibir con un aplauso estruendoso, al Presidente de la “Empresa Gassman”,  la firma que les da la posibilidad de hacerse millonarios, según su esfuerzo y dedicación, la que a la vez les ha preparado para ello, con este intensivo que hoy finiquita. Don Gaspar Manrique, que él en persona, entregará los nombramientos a los merecedores de este seminario.
 

Entró a la amplia estancia, Gaspar Manrique, con una sonrisa sobrenatural y dimensionada, parándose a saludar personalmente a Jenaro Gándara, antes de subir al estrado_. Diciéndole casi en el oído a Jenaro_, le espero la semana próxima. ¡Llámeme!  Venderemos humo.

 

sábado, 27 de abril de 2013

Concha salada




El día del libro, me contaba mi amigo Arnaldo, apoltronados ambos, en una mesa de la tasca del pueblo, con un café americano para mi, y su trago fuerte habitual; su aventura de hace ya, unos pocos años. Cuando fue marinero de aguas imaginadas y turbulentas.  La conoció cuando el barco ficticio de piratas, asedió la Guajira, en una incursión mental que arrasó casi la península al completo.
Al abordaje en su playa quedaron sin prenda puesta, Arnaldo y la guajira, quisieron celebrar su exhibición secreta. Mostrando su desnudez,  color prieto de la indígena y la blanca paciencia que da la experiencia. La piel de matiz marino, casi parda, la de ella, con los reflejos de la luz de luna, se arrollaron en la arena, quedando así tan fundidos los cuerpos del blanco y la negra.
 

Ojos de sensación de miedo. Les unieron sin prebendas tan dentro como los deseos se transformaron en consecuencias. Mientras los bucaneros asaltaban el pueblo, ellos encajan, los cuerpos sedientos de tanta naturaleza. 

Venía de tribu autóctona. Los Wayúu, su raza, su etnia, preciosa mujer donde las haya, íntima morena de blanca playa, serena y adonis cuando desmaya y armónica y jugosa al ser de nácar.

 Sabía la lengua, la castellana, por esos llamados, descubridores que hace siglos, les acaudillaran, cuando llegaron a las Américas y sus conquistas asolaran, con rastros y cicatrices que dolorosas dejaban.

  La enamoró con los signos de su distancia, con el arqueo de sus cejas, con la espalda mojada, con el rostro colorado, y el vello del pecho chorreando grasa. Su voz engañosa y aguda, susurrando poesía al alba.

Cuando comprendió que jamás volvería a desembarcar en semejante playa, ni en su almena, ni en su cuerpo, ni en su bajo vientre, ni entre su vagina salada.

 
Aquel bucanero volvió de nuevo a su tierra, a sus juergas, a perseguir a las mismas mujeres cansadas de su arrogancia, de su mezquindad y de la propia hacienda desolada.


La guajira quedó allí postrada, en aquel río, en aquella vaguada, donde bifurcan las playas, cerca del Cabo de Vela, en la Guajira Colombiana. Desde donde partió su barco de papel y tinta colorada, una vez había destrozado cuanto soñaba. Dejándola sola, sin equilibrio, sin aquel amor prometido, y con la total ausencia que proporciona, la nada.


Distintos paisajes, diversas fatalidades, llevaron al olvido y aquella pareja, quedó en el recuerdo, otra vez en nada.   

El bárbaro después de haber disfrutado de un encuentro de novela, de haber llevado a la guajira con su imaginación desmesurada a su cama; dudaba si era cierto o había sido una soñada, que en noche de ardores, le hicieron vivir aquellas layas.


Viviendo en la distancia Arnaldo recuerda a su Bunica, la bella Yonithis, la wayuu de la playa, la indígena morena del mar Caribe, ubicada en el delta del río Ranchería, aquella que ganó su corazón en la desbandada de piratas.

 La princesa congeló todo aquel amor como prenda, como recuerdo dejó su mechón en el umbral de una portilla, donde se despidieron para siempre, en la plaza, junto a la iglesia de Riohacha, en la bancada, esperando celebrar cada aniversario en la memoria, sin la presencia del corsario, y sin pedirle nada. Únicamente con el pensamiento y los deseos sería felicitada.


Tan solo un mensaje, un original recado en el recuerdo, sin papel, sin testigos, sin nada. Para sus mentes olvidadas, que Arnaldo, confesó recordando batallas, dichas al contador de estas letras, para que perdurara, aquella tarde de secretos, en el bar de la plaza, llorando amargamente, pero comprendiendo que la vida es rara. Por ello recitó ese poema, que a ustedes alcanza, es mí amigo un marinero de barriada, que le cantaba esta balada a su amiga la Guajira de la playa: 

Consuelo tiene el deseo
cuando les hace sentir.
Deseo lleva el consuelo,
el que suelo referir. 

Al abordaje de su playa
de mañana se encontró.
Una guayaba guajira
que en su mente se quedó. 

Su cara hecha un poema
por tanta satisfacción.
Quedó prendada la hora,
tal y como llegó; marchó 

Desnudos cuerpos rozando,
amándose con pasión.
Será que el tiempo apremia.
Llevan prisa, con razón 

Bloqueo dejó en su mente
por ser distancia imposible
y ser distintos los rasgos.
caracteres insostenibles 

Arnaldo rompió la copa
el vino se difundió
encima de su camisa
con la sangre se mezcló. 

Sangrantes labios amargos
mordiendo la taza; cortó.
No le dolían heridas,
el recuerdo,  desangró

 

jueves, 25 de abril de 2013

Picardía por el Wasap


Aquel hombre, acostumbraba a querer destacar por encima de sus semejantes, necesitaba saberse dentro del centro de ebullición de cuanto tocaba.  

A pesar de saber que no le habían ido las cosas tan mal, necesitaba más, como si el artífice no pudiese vivir sin su público y por ello y a pesar de las circunstancias adversas, quisiera continuar, sin poder.

Sería porque en su niñez le faltó aquel cariño, que sus padres, no supieron darle y lo buscaba de forma exagerada aún y sin darse cuenta. Quizás por ese afán de preponderancia, ese querer resurgir en primera persona,  ese necesitar que le brindaran aquellos piropos sin palabras. O, sencillamente por engreído y presuntuoso, siendo de una clase de tipo original, abyecto y depravado. 

Vivía sin percatarse que los cincuenta los dejaba atrás, le costaba creerlo, pero en esos días, las muchachas activas en erotismo, las jóvenes y verdes mujeres fecundas, necesitadas de ternuras, de frases calientes, de gestos obscenos, no le tuteaban ya. Le llamaban de usted y le veían como si  fuese una persona, no vieja aún, pero sí mayor y caducada; para poder llevar a cabo una aventura sexual, sin levantar polémica en su entorno.  

Jamás se hubiese mostrado de acuerdo, con estos conceptos. Era demasiado pedante y orgulloso, sin embargo con algún tropiezo debió colisionar, que miró alrededor de sí y se percató, que ese tren se había marchado hacía tiempo de su estación. Alguien capaz igual  pudo hacerle una demostración y quiso corregir esa desmesurada obsesión por no ser viejo.  

A pesar de cuantos obstáculos hubiesen, había luchado para conseguir ser un líder dentro de su entorno, y siempre controlar el último suspiro y el primer gesto de gloria. Su creencia, era que sin él, nada funcionaría. Un presumido disminuido y vulgar. 

Tenía un oficio remunerado, en el cual había conseguido un status y,  ganado muchos escalafones, después de dar numerosos codazos, y dejar fuera de combate a todo aquel que quisiera hacerle sombras. Los mismos que él iba recibiendo de sus compañeros, en la jungla aquella, que transcendía el más fuerte y el más depravado de todos ellos. Lo que ahora se llama vulgarmente compañerismo óptimo, derivado de la competitividad. 

Comprendía que no podía estar orgulloso de parte de su trayectoria, ya que a pesar de sus modales fingidos, de sus formas y urbanidad pomposas y ensayadas, había impedido que nadie, ninguno de sus colegas le hiciera nube, ni siquiera supo adoptar un consejo de ellos, que inclusive a veces, no le hubieran ido nada mal, dados los momentos raquíticos, que a veces había tenido que soportar. 

Tan determinado y suficiente como de costumbre, había osado ejercer su gestión, en la sombra, a escondidas, sin taquígrafos ni luces. De los más viles y detestables confidentes, ahora mejor denominados… chivatos,  para dejar a cuantos le molestasen, en la más clarividente evidencia fuera de toda credibilidad, usando el deterioro de la crítica inapelable y engañosa  y colocando pruebas falsas para que las recogieran aquellos que podían manejarlas en su activo y perpetrar fraudulentas maneras y pruebas, dejándoles, a sus detractores, fuera de toda posibilidad frente a sus directores y mandatarios. Las artes del soplón, ese tirar la piedra y esconder la mano, que tan bien se practica en el mercadeo de la propia existencia.
 

No dejaba de pensar, que aquellas artes, no eran legales, pero estaba en un globo, en este mundo mal parido, que no hay nada legal, a pesar de parecerlo.
Consecuentemente, sabía que sus actuaciones eran punibles, que no estaban dentro de la licitud, de la honradez de las personas, pero esas prácticas eran mucho más fuertes que todas sus creencias, y que simulando que no era demasiado grave, lo llevaba al pie de la letra, practicándolo y perfeccionado ese comportamiento incivil. 

Esas labores, y ensayos que había practicado toda su vida, desde la niñez, le habían procurado de un escudo indoloro, propuesto de un clima de tranquilidad y de una profesionalidad que a pesar de poder mejorarse, a él le venía como anillo al dedo. 

Pocos amigos le abrigaban, contados y jamás dando pruebas y señales de descuido, nunca contando un secreto por nimio que fuera, siempre aparentando su leonina carga de organizador, de conservador y de saber hacer en cada momento lo que procedía. Con la esencia de querer saber de todas las miserias, de cuantos le rodeaban, hurgar en sus alcobas, saber de las faltas de sus esposas, de los caprichos y vicios de todas ellas, para socavar el máximo provecho, y siempre tenerlo a mano por si hubiere de usarlo.
 

Una mañana buscando aquel disfrute oculto, aquella maldad irracional, aquel desvío de personalidad tan acusado, aquella falta de honestidad, sin perder de vista a su familia, y sin querer hacer daño, para no tener que dar explicaciones, ni perder todo lo que había conseguido después de tantos años de soportar, emprendió una búsqueda de algo que no sabía pudiera hallar, de experiencias que le llevaran en silencio a gozar de los tormentos del prójimo. De cualquier detalle, que le permitiera volver a delinquir a escondidas de sus conceptos, de sus pensamientos religiosos, de sus hijos y de todo cuanto estuviera reglado como legal. Que no mancillara toda la trayectoria falsa de su buen nombre, buen padre y marido.
 
Vislumbraba que el final estaba próximo,  que sus dotes de varón macho, se iban quedando en el camino a medida que los meses pasaban. Era imposible detener la marcha de la vida, aquel tren que se escapaba y que tanto costaba de comprender, aquellos días de fuerza sensual, que se diluían como un azucarillo en taza de café, removido y ardiente.  

Sospechaba en su mente enfermiza y febril que con su mujer las cosas no eran como habían sido, se habían apaciguado aquellas flamas de pasión, ya no la miraba igual. Se distanciaban cada día un poco más, la observaba y no comprendía el porqué de las cosas más normales, pretendía seguir siendo el centro de atracción de la familia y sabía que ese título lo perdía a raudales 

Su cónyuge lo observaba, y dispensaba, a cambio de otras consecuciones y del crédito amplio que tenía en sus desorbitados gastos, de la permisibilidad en el consumo y de las relaciones que ella gozaba sin que su marido supiese, ni imaginase.

Él, que hacía tiempo, ya comenzaba a percatarse de las verrugas y manchas de la cara de la esposa, creyó que no debía preocuparse por el mantenimiento de la pareja en la alcoba, que aquella mujer, ya no necesitaba de sus encuentros, que ya no tenía apetencias sensuales, que solo estaba atraída por conservar su tez estilizada y brillante con las cremas nutritivas que usaba con destreza, para alargar lo más posible la juventud.  

El tiempo había desganado trazas de vejez en las carnes de su pareja y creía que en otras mujeres encontraría nuevas sílfides y un placer lleno de riquezas, sin menoscabo y que le llenara sus vicios ocultos y poco dados a la publicidad. Sin tener que cumplir ni bien ni mal, usando el material nuevo sin reservar el periodo de caducidad, solo de pronto uso y desarmado parcial.  

Estos contactos irreales de las redes, apetecibles por lo fácil y sin conflicto, sin ataduras ni sujeciones, de cualquier parte del mundo, unívoco y preferentemente féminas, chicas nuevas y carentes de amor, de gusto, de recato, le regalarían la clase de sometimiento al que estaba acostumbrado. En cuanto abriera la boca y pidiera algo, sin más lo tendría al punto, pensando en que todas las mujeres de esta tierra, estaban esperando que les bajara las faldas y las tomara, como aquel que disfruta de un helado y al final, tira y desprecia el envoltorio.
 

Todo lo quería recibir y, exigir a cambio de nada, sin él ofrecer compromiso, con nada ni con nadie, meramente deseaba un pasatiempo, dar señales de apariencia comedida a cambio, de conseguir excitaciones baratas, que le hicieran resurgir de sus vicios. Completamente a escondidas y de forma cobarde y vil, buscaba una clase de licencia con mujeres, que le perturbara en su sexo, que le proporcionara momentos de placer inimaginables, para engreír aún mas su ego.

Necesitaba de ese amor exprés, sujeto a un encanto inexplicable, con mujer distinta cada vez, engañándolas para que creyeran en su astucia de buena persona, de hombre cabal, carente de suerte y abandonado por la estrella de este universo y estas apasionadas señoras, entretenidas algunas, tras Las conversaciones virtuales, sin más tarea que el estar horas y horas frente al ordenador intentando arreglar el mundo o buscando como él, historias plácidas, con amas de casa, empleadas del hogar, dirigentes de empresa, artistas de medio pelo, no importando la procedencia ni la cuna, hablaran de sus deseos, contaran gimieran de sus necesidades más acuciantes.  

Una mañana de domingo a hurtadillas llegó a sus manos un escrito de una revista local, donde se publicitaban chicas, para la limpieza, alterne, amistad, concurso, propaganda, entrenamiento como vendedoras, bailarinas con pareja, con toda clase de posibilidades y formas, encuentros, por carta, teléfono, de todas las edades, citas, llamamientos generales y privados. La revista: Mete la mano y sácala llena, le reavivó aquel desespero de encontrar algo que le satisficiera. 

Mientras su mujer, se pintaba los labios y arreglaba las cejas para salir ambos a misa de doce, juntarse con los vecinos de la parroquia y darse golpes en el pecho de feligrés sumiso, como unos verdaderos devotos. Ramiro, leyó el cuerpo del mensaje y observó que había una dama, Longoria, que necesitaba consejo y amistad desinteresada de persona indistinta, que pudiera aconsejarle en unos dilemas de legado.

No tuvo más que escribir un mensaje corto, vía teléfono a la dirección expuesta y esperar respuesta de aquella infeliz, que necesitaba consejos íntimos y amistad de alcoba funcional, a cambio de nada que no fuese cordialidad compartida. 

A los pocos minutos salían del brazo el matrimonio, bien avenido por la calle plana camino de la iglesia del barrio, saludando a diestro y siniestro a todos aquellos vecinos que recorrían también aquella ruta para recibir la justa palabra. 

La esposa, Frangí; una mujer llena de cordialidad y eufemismo. Tanto que hasta a su propio nombre, lo había derivado de entonación, abatiendo Fernanda al tornadizo y diminutivo de Frangí. Ésta, iba con una sonrisa hermosa, dando los parabienes a cuantos la miraban, una estatura media, repleta en carnes bien dispuestas, y bien ajustada con una faja que le sisaba de debajo de los pechos hasta el contorno de los glúteos posaderos, haciéndole más eficaz en su figura y más alargada en su silueta. 

Nadie podía sospechar tampoco que aquella dama, no estaba complacida en modo alguno por su marido, el que con asiduidad la menospreciaba y vilipendiaba con sus gracias de inadaptado y soez. Se buscaba la vida, fuera de su casa, de forma disimulada, sin alertar a sus allegados y con la convicción de hallar aquello que no encontraba dentro de su domicilio. Con el disimulo que ofrecen las cosas cuando no se imaginan.  

Mientras estaba en el confesionario Frangí, la respuesta al mensaje dejado por Ramiro, dio sus frutos, disimuladamente se echó mano al bolsillo interior de la americana y leyó desde su inalámbrico el mensaje: Hola, soy Longoria, claro es un apodo, vivo en la ciudad, estoy casada y busco distracción, tampoco me urge, tengo diversión, pero me aburro a menudo y necesito amigos interesantes que cambien el tedio por alegría.

Ramiro, ausentándose de forma rígida de la fila de la eucaristía, se mezcló con aquellos que volvían a sus bancos para poder concretar de forma ordenada aquel sacramento, sin que él, ni siquiera lo hubiere tomado. Se desvió dentro de aquella iglesia, a la izquierda, donde intentaba observar a su mujer, como confesaba, sin suerte por no estar ya, en aquellos amplios confesionarios acomodados a los feligreses de aquella Parroquia. Supuso que ya estaría en la secuencia de aquella ordenada fila y él, aprovechó para de forma rápida enviar respuesta al wasap que había recibido hacia unos instantes. Sus dedos salpicaban de forma estrepitosa las teclas del móvil, que en breve tuvo dispuesta para darle salida expedita, dejando el mensaje en los canales de las redes.  

La réplica, ya volaba hacia el Smartfone de Longoria, con el saludo de Ramiro, queriendo quedar como un señor educado, y con cierto misticismo religioso, como intentando dar de sí, una imagen de fiabilidad.  

Puedes llamarme Fátimo, también como tú tengo esposa, lo cual no es excusa para que mi vida se realice libremente y me gustaría conocerte, para entablar solo una buena amistad, sin engañar a nadie, como tú dices, una distracción, que nos haga la vida más llevadera. Vivo en esta ciudad, en el centro, y me dedico a la industria. Espero haya nacido una buena y creciente amistad.
 

Longoria, mujer astuta y resolutiva, sin pretensiones en vivir historias faltas de pasión ni despilfarro, recibió al punto la respuesta quedando silenciada en el buzón para ser leída en cuanto dispusiese, no sabiendo de la prisa y la fogosidad de  aquel pretendiente tan excitado, que desde la iglesia, entre rezos, oraciones y cánticos, iniciaba.
 

Tras la vuelta a la fila de los congregados, camino ya de aceptar la santa comunión, y con el éxtasis que todo aquello provocaba en su motricidad, buscó con la vista a Frangí, que desde que se ausentó para ir a confesar sus pecados no veía. A lo lejos en la distancia, volvía ella, muy concentrada portando la comunión en el paladar, arrodillándose en el enjuto banco de madera, esperando cristianamente a su esposo, para implorar juntos, desde sus internos deseos, las buenaventuras que el cielo les dispensase.
 

En la plaza el reloj del campanario, tocaba las doce y media y el sol, resplandecía tanto que cegaba la vista, incluso a los más serenos y justos.

Paseando atados de la mano, por la acera, sin acelerar el paso, la pareja disfrutaba del buen tiempo, y como de costumbre se iban acercando al bar de los soportales a tomar ese vermut tan rico que prepara la tía Engracia, con esa aceituna y ese trocito de lima que coloca en el mismo vaso.

Sin dirigirse la palabra, sin el más mínimo detalle de complicidad, sin ese deseo de estar solos que suelen tener los que atraídos buscan para sí y para sus fantasías sexuales. 

Caía la tarde en aquella casa, serena, tranquila y falta de vicios normales, aquellos que son generados por el cariño, el contacto y el amor. Emplazados por otras maldades más inmorales y selectas, como son el distanciamiento, el desdén y la poca atracción.

Les había desplazado a cada uno a sus interioridades, quedando Frangí, sentada en el salón, desvaída, desatada y medio desnuda de la opresión de aquella faja salvaje, acalorada por sus efluvios sexuales, no satisfechos y con su última distracción favorita. El curso de cocina practica realizado por el Instituto de Ciencias Laborales, que imparten vía redes, y a la vez;  las relaciones con sus contactos desde una de las aplicaciones de internet. El wasap de la dama, dio recuerdo de mensaje pendiente que despreció para leerlo con más calma y atención en otro instante.

Ramiro, por su parte, en el mismo recinto, distanciado en deseos y en metros de su mujer, atendiendo a su futbol y sus distracciones sexuales, esos programas que llegadas las tantas de la madrugada, emiten por televisión, los cuales se graba en su memoria drive, para pasárselos a su ordenador portátil y poder disfrutarlos en la soledad de los mirones desgraciados y;  el acceso a nuevas fórmulas practicadas recientemente, a las que le lleva a conocer a nuevas amistades. 

Frangí, excitada, por el tedio y la poca flexibilidad de las tardes de los domingos, tomó su celular y leyó, el mensaje que tenía pendiente. Un hombre de la misma ciudad, atento le ponía las cosas en franquicia, para entablar una relación a la medida que a ella le interesase. Con todo lujo de detalles, direcciones de mail, y formas para que pudieren encontrarse. Lo que ella, aprovechando aquel momento de turbación y que su amado esposo estaba, en lo suyo, aprovechó, para contestar a ese aviso, tan sugerente, desde el mensajero de su teléfono.

 

Longoria dice
 
¿Estás ahí? 

Dejando el aviso en standby, y creyendo que no iba a recibir respuesta rápida, siguió con el cocinado de las cangrejas al punto de New York.

No se hizo esperar la alerta de Frangí, cuando al momento, parpadeó el tono de su aparato.

 

Fátimo

Longoria, es nombre o apellido. Me suena a

 no ser tu nombre real

Longoria dice

¿Te conozco? Me suenas, ese nombre lo has

usado alguna otra vez, ¿Cuál es tu nombre?

Fátimo

De momento lo dejamos en Fátimo,

o es que Longoria, viene por ser una artista conocida.

Longoria dice

¿Estás solo?

Fátimo

Por ahí andan el resto de la familia

Longoria dice

Y ese resto, es de serie, o es para la fantasía

Fátimo

Cuéntame cosas de ti, estoy deseando saber

como eres, y que prefieres, para poder ayudarte

Longoria dice

Eres tímido, o lo quieres parecer.

Fíjate, que el nombre de Fátimo, lo he

escuchado a alguien y no se ahora mismo a quien

Fátimo

Como no se lo hayas escuchado a mí

“Mujer”  no sé yo.

Longoria dice

Porque, se lo habría de haber oído a ella,

ni la conozco, ni me apetece nada.

Fátimo

Porque su jefe y el que la seduce,

le paga sus vicios, así se llama.

Longoria dice

Háblame de ella, es ¿cariñosa?

Fátimo

Seguro que menos que tú

Longoria dice

¿Estás con ella ahora?

Fátimo

Ya te digo, está en su curso de cocina

luego se pone a freír un huevo y ni te cuento

Longoria dice

Ya me acuerdo, de donde viene el

nombre de Fátimo, espera un segundo.

Fátimo

No me dejes solo, que después no

vuelves, antes dame tus señas

Longoria dice

Espera cariño, que enseguida

te voy a señalar para siempre.

 

miércoles, 24 de abril de 2013

En voz baja: El Mico.


En voz baja: El Mico
Hoy quiero plantar una nueva dimensión, una nueva experiencia en este mi blog. Creo será interesante, para aquellos, que no pensando que marcan la pauta en su tarea diaria, no son importantes, nadie les observa, ni valoran su esfuerzo, hacen que sus días, sean por lo menos, más llevaderos para los que les rodean.

Interesantes dedicaciones y esfuerzos, a su vez para todos aquellos, que estando lejos, viviendo en otros mundos, en diferentes países, con condiciones semejantes o disparejas, vean que también en el mundo, hay personas sencillas, que viviendo alejadas de la fama, de la publicidad y los grandes boatos y ruidos televisivos, también son actores dignos y estas sencillas gentes hacen vía en sus pueblos, en sus lugares de procedencia, en sus trabajos y comparten quizás más cosas de las que podemos imaginar. 

Esos paisanos desconocidos, que contamos con ellos, tantas veces sin precisar, nos favorecen sin forzar en qué lo están haciendo, nos regalan a diario su agrado, su constancia y su aspecto.
 
 

En ciertos escenarios habituales, nos cruzamos con ellos, y nos saludarnos en la calle, porque alguno de ellos son los que nos venden la fruta, otros nos dispensan el servicio en la cafetería, nos atienden en la ferretería, aquellos nos atienden en la consulta de la farmacia, el amigo que nos vende las papeletas del sorteo diario. Esas personas conocidas que están ahí y que tantas veces hemos contado con ellos para todo, ¡Sí para todo, aunque lo hayamos pasado por alto! 

Gente sencilla, que igual no han tenido un minuto de gloria, que no ha habido oportunidad para hablar de ellos, por gestionar su trabajo de forma impalpable en tono positivo, que nunca creyeron que algún enlazador de reflexiones y palabras, se fijaría en ellos, en sus milagros diarios, en sus gracias personales, sus ademanes, sus tendencias, para llevar sus improntas frescas y humildes a que otros amigos, de lugares ignotos, las pudieran compartir, o por lo menos conocer. 

Dado que los honrados, los hacendosos, los que no delinquen, las buenas gentes de los pueblos, si no dan de que hablar pasan desapercibidos, y nadie se preocupa en sus pretensiones, sus gustos, sus deseos, ni sus imaginaciones. Ignoramos que están ahí, en la esquina de la calle Mayor, en el puente de hierro o en el de piedra, en los soportales del Ayuntamiento, o en el bar de la plaza. 

Seamos distintos y traigamos a la realidad el día a día. Incluyamos en las noticias a estos amigos, que en silencio cumplen y nadie les valora,  ninguno de los sucesos habidos, que pasan por su lado les distingue.

¡Basta ya!  ¡Esto se ha acabado!  

De ahí nacen estas conversaciones en el café, en la esquina, en la cuneta del huerto, en la butaca del cine, en la frutería, que a poco que pueda os iré trayendo figuras de la calle, contadas en “voz baja” y siempre buscando vuestro interés y pretendiendo dar una noción de algo simple y habitual. 

El primero de los personajes que traemos a: “Disme”, es un amigo, que normalmente, tropiezo con él, todos los días, sentadito en el puente de piedra, o a la entradita de la perfumería papelería de casa Ortiz. Son las cuatro de la tarde del día 6 de abril de 2013, la Semana Santa, justo ha finalizado, con todo lo que conlleva de aparato y de fervor. Habíamos quedado previamente en vernos para charlar y tomarnos un café en el Pipins de la plaza Cortes de Aragón. “Lo Mico”  Enrique es el vendedor del número de la Organización de Ciegos, que hacía meses quería departir con él, por disfrutar de alguna de esas historias que alguna vez, me había sugerido.

Soplaba un aire molesto y la temperatura de 7º, no invitaba a estar a la intemperie.

Entramos en Pipins y ocupamos una mesa, junto a uno de los ventanales de la parte trasera del bar. Tranquilos, pedidos unos cortados y comenzó la charla desenfadada, entre risas y cuidados, por cómo se iba a desarrollar el transcurso e importancia de las preguntas.

 

_ ¿Tu nombre completo cual es?_. Enrique Laborda Segurana _. Dijo seguro, mirando alrededor, por si alguien le observaba, sin que él, hubiese detectado al entrar. 

_ ¿Eres de aquí? _ ¡Sí!_. Nací aquí nací, el día de la patrona de las mujeres; el cinco de febrero de un año.  

_ ¿Cuál es vuestro mote?_  Lo Mico, “ens diuen al poble”_, con cara seria y observando como la grabadora hacía su registro, sin saber muy bien, si levantarse de la mesa o seguir disfrutando del cortado. 

_ Ahora, eres vendedor de ilusiones, pero ¿a qué te dedicabas antes? _. La obra, era albañil, paleta, _ ¿Te has dedicado a algo más?_, ríe antes de hablar_, he hecho de todo también he repartido butano, recados, de todo he trabajado de todo.
 

_ ¿Camarero, has sido camarero?_ ¡No!  ¡Eso no!, porque no me ha gustado nunca. Mejor estaba en la granja, mis padres tenían una granja y ayudaba. 

_ ¿Tienes hermanos?_ ¡Sí!   …Cuatro, dos hembras y dos varones.
 

_ Imagino que ibas al colegio del pueblo_  ¡Sí! …A este de aquí cerca_, indicó marcando con el dedo índice de su mano derecha, mientras con la siniestra, agarraba las tiras de números de la suerte, aún por vender.
 
_ ¿Te castigaba el maestro?_ ¡Bastante!_, estalla de risa con ese deje de tranquilidad, que se usa cuando se está cómodo y relajado. 

_ ¿Que querías ser de mayor?_ ¡Ah…!  Paleta, lo fui hasta que la artrosis degenerativa de las articulaciones, me lo impidió_. El recuerdo de lo que le produjo aquella interrogación, le hizo cambiar el semblante para quedarse en serio y dolido.
 

_ ¿Cuál es el recuerdo más antiguo de tu infancia?_ Como más antiguo, no sabría decir, los recuerdos son muchos. ¡Va...!   ¡Muchas cosas recuerdo! _, vuelve a sonreír, nervioso_, de pequeño recuerdo que íbamos por las eras a recoger de todo y encendimos un pajar a base de bien_, le sobreviene de nuevo la risotada nerviosa inconfundible. Como volviendo a imaginar aquel día y la dimensión de la trastada.
 

_ ¿Hubieron palos? _ ¡Ay y fuertes!  Entonces, como no había “perras”, mi padre lo tuvo que reponer todo. Íbamos tres “Baltasaret”, Fernando el albañil. Este que tiene ahora la grúa plantada en la calle plana y yo. Lo encendimos y ardió bien; nos pillaron y entonces nuestros padres, les tuvieron que llevar unas cuantas carretadas de paja, porque ¡claro! el hombre, me refiero al dueño del pajar, entonces no tenía para darle de comer al asno. Y venga viajes con la carreta hasta arriba de paja, para que el vecino pudiera darle de comer al animal. 

_ Mejor no te pregunto, por el nombre de aquel vecino y si no quieres no lo nombres_. Mejor, que se quede ahí, y no levantemos más polvo, que han pasado muchos años.
 

_ ¿Echaste a faltar algo en tu juventud? _ ¡Hombre!   …para de hablar y piensa, con un gesto cariacontecido responde: ¡Nooo!  _. Una negación extendida, como no queriendo implicar más comentario_. Con lo que teníamos habíamos de pasar y lo pasamos bien, yo incluso diría muy bien.
 

_ ¿Cómo te llevabas con tus padres? _. ¡Ah bien!  ¡Muy bien!  sin dudas contesta, mirando por el trasluz del gran ventanal, con algo de nostalgia. Entonces íbamos a trabajar y dábamos todas las perras en casa… ¡Todas, todas!
 

¿Cuál fue tu mayor castigo? _. A ver si me acuerdo, han habido tantos, que no recuerdo bien, no ves que hacíamos una tras de otra, yo aún me escapaba alguna vez, porque mi hermano era mayor y mucho más travieso, y él recibía muchas más púas.
 

_ Explícame alguna historia que te hubiese contado tu padre._ ¡Ah! él se quedó huérfano muy jovencito a los 12 años, ya no tenía ni padre ni madre y además era muy travieso y me contaba que una vez le quemó la falda en el fuego a una hermana suya_, vuelve a reír a mandíbula batiente y con ganas.

Y como reaccionó la hermana_, pues dándome un buen palo en las costillas. Ahora recuerdo, que hacían también, para cazar jabalíes, ponían una puerta levantada con cuatro palos y cuando el jabalí entraba en aquel recinto, hacían que esa puerta grandiosa, cargada de mucho peso, cayese sobre el jabalí, quedando atabornado y allí le mataban entre todos para después comerlo. Si no era muy grande, lo cazaban vivo y le daban matarile.

_ ¿Sin escopeta, lo cazabais? _. No teníamos escopeta, hacíamos un circulo algo profundo, le ponía os comida y esperábamos que llegara, entonces, le dejábamos caer todo el peso de la puerta, que sobre ella, llevaba piedras grandes y mucho peso y allí entre todos le dábamos muerte. ¡Hombre! Si era grande no hacíamos nada, pero normalmente, cazábamos de los mas menudos.  

Tu madre, te explicó algún suceso_, al nacer mi madre, mi abuela murió y mi madre, fue criada por la madrastra, esta mujer, no se portó demasiado bien, la hacían pasar mucho, la hacía trabajar muchísimo y no la tenían como una hija. Mi abuelo y esta señora tuvieron tres hijos mas y nunca la tuvieron como hija. Siempre fue la oveja negra, mi madre fue una buenísima persona, para todos. Como se lo habían hecho pasar tan mal, ella era una mujer estupenda. Josefina, se llamaba. A su padre, es el que le llamaban El mico, de ahí viene el apodo.

El apodo de mi padre, era el de les casetas. Antolino el de las Casetas. Llevaban la masía que está por debajo del pantano
 

_ ¿Conociste a tus yayos? _. A mi yayo ¡sí!  A mi yaya no. Era mi abuelo y por parte de madre, era rebelde, no se arrugaba, no nos dio consejos, solo nos renegaba, y le pasó una de muy gorda_, recuerda al momento, se le abrieron los ojos y contó sin más_. Cuando se casó mi tía nosotros jugábamos por debajo de la entrada y con las cosas de la boda, pues mi abuelo estaba algo despistado. Antes no era como ahora, que hay váter en todas las casas, existía un pozo, una especie de comuna, que le llamaban y estaban donde están las caballerías, en las cuadras.

Nosotros menudos y chiquitos, jugando y haciendo malezas, a uno de los críos_, ve a saber quien fue_, de todos los que estábamos. Le agarró ganas de hacer de vientre y en lugar de hacerlo dentro, se cagó al lado de aquella comuna. Dejando la porquería esparcida por el habitáculo.

Imagino sería en el sitial que sirve para posar las nalgas. Así que mi abuelo, ese mismo día en que se casaba la tía quiso ir al váter, no se dio cuenta y se puso de mierda hasta las cejas, ensuciándose entero.  ¡Ay…, ay!  Los alaridos que lanzaba aquel hombre, por lo que le había pasado, unos reniegos, unas palabrotas_, que llegaban al cielo, mientras nosotros andábamos escondidos_. En cuanto a eso de las palabrotas, es ahora y aún mi mujer, pregunta: a quien te asemejas de mal hablado_, ¡pues a mi abuelo!

Fue a la boda, pero aquel traje lo tuvieron que limpiar y fue de aquella manera_ Yo siempre lo he sentido decir en casa y siempre nos ha arrancado unas carcajadas grandes.
 

¿Cuál fue la primera ciudad, que visitaste? _ ¡Barcelona! _. Sin más responde y vuelve a mirar al cielo_. Cuando tenía catorce o quince años, fui a recolectar uvas a Cataluña y un domingo bajamos de fiesta al centro, había un chaval con nosotros que había trabajado trece años en la ciudad, y dijo: ya que estamos aquí nos acercaremos a Barcelona y así la conocemos. Recuerdo que estábamos cosechando, lo que aquí le llamamos “Bremar” la uva, cerca del  Arbós, que era la única manera de ganar algún dinero.
 

_ Siempre has vivido en el pueblo._ ¡Sí!  ¡Siempre! 

_  ¿Cuál fue la primera película que viste?_.  ¡No me acuerdo! He visto muchas… 

_ ¿No te gusta el cine? _ Sí;  que me gusta, pero no me acuerdo, ¡u y!  

_ ¿Con que niña bailaste por primera vez? _ Ohm…  no me acuerdo.
 

_ ¿Debería ser la que ahora es tu mujer?   ¡No!  Mi mujer es de fuera del pueblo y bailé con muchas chicas antes_. Se hace de rogar, y ¡sí!  Recordaba quien era, pero no lo soltaba, cuando ya al final…. dijo con una voz suave y sin levantar el cuello dijo: Cristina. Fue Cristina, dejando la voz apagar en la ultima vocal.
 

¿Has pertenecido a alguna Peña? _ ¡Sí!  A la Peña Aragón 

¿Qué música te gusta? _  ¡Toda! 

_ ¿Cuál es tu mejor artista o deportista? _ Artistas no puedo decirte, yo soy más de deporte;  de motos o de coches, Alonso, es el mejor para mí. 

_ ¿Alguna historia contada por los abuelos? _.  Nada, ellos no estaban en casa, en el pueblo, vivían con mi tía y estaban en casa de mi tía, cuando se murió el yayo, recuerdo que tenía cinco o seis años. No me contó nada. 

_ ¿Historia de la infancia que tengas fresca? _ En la casa del mil home. Íbamos todos los amigos a jugar, caminábamos a aquella casa y jugábamos al “Tello”_, el Tello es un juego basado en un trozo de hierro, lanzado para sacar de un receptáculo dibujado en el suelo, algo que se guarda, normalmente cromos_,  y cuando no sabíamos a que jugar, nos quitábamos el aburrimiento a tortazo limpio.

En aquella casa, vivían unas personas y hacia pelotas de futbol. Una vivienda muy oscura, siempre me daba golpes por las paredes. Aquellas mujeres hacia balones, marcharon a vivir al arrabal, les venía el nombre del “Mas de mil home”, al lado de la “masía” de la Pardina, muy cerca. Saliendo dirección al cementerio; uno va a los Santos y otro al “Mas de mil Home”, por la Segarra arriba. 

_ ¿De qué quinta eres?_  ¡del 62! No fui a la mili, fui excedente de cupo, pero hice todas las cosas que hacen los mozos de mi quinta. 

_ ¿Has bailado con la Reina en las Fiestas? - La reina aquel año fue la hermana de Toño Abella, aquella chica ya es difunta_. Repuso, con tristeza, alzando la mirada hacia el cielo raso del bar Pipins, que nos resguardaba de aquel viento del garbí helado y sonoro. 

_ ¿Cómo conociste a tu esposa?  Ella venia de Peñarroya de Tastavins, la conocí de verla por el pueblo. Ella trabajaba en la fonda Angeleta, íbamos todos en colla y me gustó. Nos hicimos novios. 

¿Cuántos hijos tienes? –.  Dos hijos, varones. 

¿Qué te hubiera gustado conseguir en la juventud? _. Me conformé con lo que me rodeaba. El campo, la faena. Tenía trabajo, de dinero poco, pero trabajo no me faltó, salud había, ¿Más ya no cabía? No se necesita tanto, para comer. 

_ ¿Cómo conseguiste el trabajo de la ONCE?_ Al salirme esta enfermedad, estuve dos años que no trabajé, fui al psicólogo, por necesidad, soy de una manera que no podía estar sin trabajar, se me puso mal carácter. No me aguantaba casi nadie.

Dos años en paro, agarré depresión, y tuve que tratarme. No podía estar sin hacer nada, era activo, parece que no sea nervioso pero lo soy y llegaba a casa con mal carácter, comenzaba a desvariar, no podía ser.

Al final fui al doctor y me dijo que debía trabajar en un trabajo que pudiera hacer, una faena adecuada, para mi enfermedad.

Pasaron los de la Social y les dije que yo no podía estar  parado. Les expliqué, que no tenia faena y me va consumiendo los nervios, les dije que me gustaría buscaran alguna cosa.

Aquellas chicas que me atendieron, me prometieron que la primera labor que fuera adecuada y que supieran fuera adaptada, sería para mí.

Les dije que estaría muy agradecido, pasó un tiempo y al final me llamaron que me habían encontrado el trabajo de la ONCE, que debía ir a Zaragoza a hacer un cursillo.

Al mismo tiempo me ofrecieron una portería en Alcañiz, por medio de la Diputación, pero como ya había hecho el cursillo de la Once, estaba integrado en la distribución, pues me quede en la Organización.

Mi horario, es amplio, he de hacer  ocho o nueve horas todos los días, me envían los números del sorteo mediante el banco Santander, los jueves.

Estos amigos de la ONCE,  se han portado maravillosamente, me tienen un aprecio bonito, parece que les siento cerca, y estoy tan agradecido, y muy contento. Lo primero que me dijeron fue…   _.  No es una ONG has de trabajar y ganarte la vida.

_ Es lo que quiero_. Pues si lo quieres así, _dijeron_  que te jubilaras en la Once_ a lo que les dije: es lo que quiero, jubilarme en la ONCE.
 

_ ¿Historia o momento más triste, que recuerdas?_. Cuando se murió mi madre. Los ojos, quedaron algo humedecidos, y la voz palideció de forma notoria, siguiendo en su charla bajo mínimos_, Hace mucho, aunque no lo parezca, ya han pasado por lo menos 7 o 8 años 

_ ¿Momento más gracioso?_. Muchos he tenido, pero el que recuerdo fue por librarme de la mili, creo que fue el mejor. Que dicen algunos que aprenden muchas cosas en la mili, pero yo creo que aprendo más estando con la gente cercana, que tan lejos de casa. 

_ ¿Tienes amigos íntimos? _. Pues los he ido perdiendo, quizás por las envidias. Igual no los tengo, en los pueblos aunque no lo parezca, hay muchas “denteras”, incluso por la faena, los amigos íbamos todos unidos y bien, pero cuando comencé a estar enfermo aún los conservaba, pero cuando empecé a sacar la cabeza, comenzamos a dejar de tratarnos. Me gusta la gente, charrar, en fin no sé, pero ellos, van así. Soy sincero, las cosas las digo y ya no me importan las repercusiones. Un amigo es para cuando te ve en un momento ruin y te ayuda. 

_ ¿Un deseo?_. Entregar un premio gordo, un buen premio uno de esos de un montón de millones de euros. 

_ ¿Tienes sueños en la noche? _. A penas sueño. Tengo de buenos y de malos, antes cuando era joven si los tenia, ¡barbaridad!, pero ahora nada 

_ ¿Eres Feliz?_. ¡Sí!  _. Contesta sin dudarlo un ápice y sigue: ¡tengo bastante!

 

_ Que dirías para acabar, que no te haya preguntado_. Ahora las gentes del pueblo nos pensamos que somos todos ricos_, mirándome a los ojos, me hablaba con la seguridad de una persona centrada y honesta_, nos hemos vuelto muy orgullosos, y este orgullo se ha de perder, porque seriamos más felices. Antes se salía a la calle, paseando por la vila, te encontrabas con aquel, con este, saludos, te parabas, preguntabas, en una palabra te interesabas. Llegabas al bar de los porches, todo eran saludos y afecto, se jugaba a las cartas. Como no había más, parece que apreciábamos lo poco que teníamos. Ahora es al revés, que te enteras de aquello porque te lo han dicho pero…  para que no lo cuentes, y…   fulanito ha hecho esto, aquello y todo se critica, es otra vida.

 

 

Gracias, en breve os traeremos a este nuevo apartado llamado   DISME,

otro personaje para que sepamos sus revelaciones.