Era muy
raro, que cada día a la misma hora le llamaran al móvil y en cuanto admitías la
llamada, cancelaban la comunicación.
Estaba de
ese proceder hasta las médulas, y como se conocía el número emisor, por
recalcitrante. A veces ni les atendía.
Detalle que
no le interesaba, pues no atender o pasar de quien llama, podía acarrear, el no
estar a la mira de urgencias médicas, o temas familiares de los hijos o de
amigos, que pudieran quedar al margen.
Sumado al otro
sacrificio, que es contestar a horas inesperadas a la ola de comerciales de la
red, existentes.
Tratando de
cambiarte, de razón social, porque a ellos se les mete en los pantalones, hacer
un cambio de compañía eléctrica, o de agrupación telefónica, o tan solo
pretenden sacar información para después venderla, o usarla en sus clanes de
bandolerismo, o asociaciones clandestinas que son ilegales.
Usanza que
nadie le mete mano, y somos los abonados los que pagamos sus engaños, embustes,
e inclemencias.
Aquel día de
nuevo y para no perder la costumbre, a la misma hora, sonó el susurro del micrófono.
Iba
conduciendo y el “manos libres” saltó a lo que Jeremy preguntó amablemente.
__Si, quien
es, y esperó unos segundos respuesta.
Cosa, esa de
esperar, que no hacía normalmente, Porque no tenía paciencia.
Desde el
punto originario de la comunicación nadie contestaba, y cuando se le escapó un
insulto irrepetible y desagradable__ ¡Panda de embaucadores!
Apareció el
sonido lejano de una voz femenina, con acento hispano, que le saludaba por su
nombre de pila, meloso y falsario, como suelen ser los detalles impuestos.
__Hola muy
buenas tardes, te saludo Jeremy Censuro, soy Luz de Albor, colaboradora de
Holiday West, y quisiera informarle de nuestros…
__ ¡Un
momento!, por favor, Luz de Albor, así es como dices que te llamas, ¿verdad? Quien
te ha dado mi numero de teléfono, para que estés atosigando, mañana, tarde y
noche.
Me respondes
a la pregunta, y luego te atiendo muy gustoso, ¡Anda dime!
Sin más
palabras, ni explicación se escucharon los tonos, de fin de llamada, o
comunicación interrumpida.
No contestó,
la señorita Luz de Albor o, como ¡Coño se llame! Sin miramiento y dejando al
amigo Jeremy, con la palabra en la boca y el sabido “tu tú y tú”, musiquilla
muy conocida por todos los melómanos del globo, que usan telefonino.
Siguió su
trayecto en aquel automóvil utilitario, cuando comenzaban las curvas de aquella
carretera infernal. Poniendo tacto en ella, porque el trazado se las traía.
No había transcurrido más de media hora y
volvió a sonar el cacharrito del receptor que, insertado en el coche, y con
opción de contestación automática, se disparó, gracias a la tecnología, sin
mediar.
Obcecado
Jeremy, por la última intervención, y sin saber quién intentaba hablar, se le
subieron al cielo los humores y perdiendo toda clase de educación comenzó a
bramar como un desaforado, para que le oyera limpiamente, al otro lado de la
línea, con o sin aparato.
__ Luz de
Albor, vete donde pican los pollos, y no me toques más los melindros que no
tengo humor. No me interesa nada.
El teléfono seguía
en comunicación y cuando acabó sus gritos, puso oído por saber si aún se
sostenía, la luz prendida, en el albor de aquella mañana. Escuchándose una voz
también femenina, que preguntaba descarada.
__ Hablo con
Jeremy Censuro, o quizás este no es su teléfono.
__ Mire por Dios,
quienes son ustedes, que me tienen destrozado, cada día llamando y colgando ¡No
les da vergüenza!
__ ¡Oiga usted
¡Caballero ¡No me confunda!, que no tengo tiempo para perderlo, con
desbordados, ¡como usted!
__ Soy Nancy,
la enfermera del Ambulatorio de Vinyets, y quiero comunicarle, que estando
usted en la franja de edad de ochenta a noventa y tantos años. Ha de venir
cuanto antes al dispensario, que le pondremos la vacuna del Covit-19.
Además, le
daremos un tranquilizante para que pueda resolver sus problemas con esa Luz de
Albor, que tan frenético le pone.