miércoles, 31 de julio de 2013

Lilí... la Luna


A mi amiga Lilí Alborada, no se le puede negar absolutamente nada, y darle de beber, si es posible en la palma de la mano. Es una sensación positiva, persuasiva y convincente, aparece y desaparece como su propio nombre indica.

La forma o el efecto  boreal, me atrapa… __ por favor señores, mantengan la cordura, no hablen demasiado fuerte, pues: podría despertarse y pretendo que siga descansando.

Es por eso, que la música la han de mantener en tono bajo, ¡sí!,  por favor esa pieza, que estoy escuchando, que sea sólo para el narrador de la historia, y para Max, el protagonista irreal, confesando con la imaginación__. Gracias, a todos por su comprensión, dijo el propio Max volviendo a su mundo.

Cuando ella, lea esta presencia, se habrá pasado toda sensación musical, y los destellos de la melodía se habrán transformado, como la mariposa, en su devenir de metamorfosis.

Ha ocurrido tan sólo hace unas horas, ¡sí!, realmente fue este pasado fin de semana, o quizás sea el próximo viniente...  ¡No me hagas caso, estoy en duda!

Amanecía el sábado, luminoso despuntar, casi de día en mi ciudad de adopción que es donde paso las vacaciones estivales. ¡Por Dios!,  qué maravilla de naturaleza, las calles huelen a piedras milenarias, que bendita costumbre, los ciudadanos de este rincón de la tierra, disfrutan en silencio  de estos instantes del temprano. Muchos de ellos, sin apreciar lo que poseen.

La suerte que tenemos de vivir estos instantes, absorber estos olores, entre minerales y vegetales perfumes.

Ha llovido en la noche, algo de tormenta cayó, pero ahora el sol, nos regala sus rayos, y ese calorcito que abre las esperanzas de las gentes.

Los guapos porque carecen de problemas, y los feos, porque esa luz nos beneficia, en su fuero interno nos vemos agradables, y sensitivos_ seguía pensando Max, mientras aspiraba y caminaba en solitario.

Había comprado la prensa en la esquina de la carretera, además el tiempo invitaba a pasear a ritmo cadencioso, como si de un fox trop, se bailara en esa calle tan pendiente, que tiene nombre de Virgen, en la que ahora las señoras Asunción y Carmen parten almendras, mientras ven pasear, mejor dicho: casi bailar a la gente que deambula frente a su portal, buscando la iglesia, o el castillo.

Se detuvo a saludar y a preguntar por sus hijos_ Doña Asunción contesta_: este fin de semana no vienen, se han ido a Ámsterdam, a pasar un par de días solos.

En la forma que lo dice es que algo pasa entre ellos, su mirada no es tan brillante como en otras ocasiones, su pena calla y su comentario lo explica el lenguaje de su cuerpo de anciana.

 Distraído pudo ver pasar bailando a una muchacha, vecina; muy consumidita, y con poco apetito de agradarse a ella misma, derrotada ¿Quién sabe por qué?

¡Ah perdón!  Suena el móvil, ¡Sí!,  preguntan por él,   …pero decide no estar, y así lo aplica, deja que la alerta del aparato declame al aire, y en el ruido de ese timbre excitante la gente advertía que estaban tratando de ponerse en contacto con su persona, y con claridad estaba pasando de ellos.

_ No será urgente, ni preciso_. Pensó mirándole con desprecio un traficante de baratijas, un turista de esos que parecen saberlo casi todo, que resbalaba por la calle.

En la esquina, se detuvo a saludar a una persona, que hacía un mundo no veía, y le cuenta sólo desgracias y penas, ¡claro!, así le va a ella, con esa actitud,… le apunta, muy afable, con tono suave, para que no se derrita_: el día en que dediques algo más de tiempo en tu cuidado las cosas, te irán mejor.

 Va esa mujer descentrada por el mundo, con una expectativa negativa y en realidad, solo le falta amor, cariño, dedicación y que alguien se preocupe por sus comentarios, que le escuchen, que le discutan el punto de vista de esos pensamientos agrios que lleva.

Sabes que le pasa_ le explico_, pues muy sencillo, no eres feliz. Queda pensando en las últimas palabras que ha oído y no dice ni media. ¿Será que lo acepta?

Se le nota a la legua.  Lo advertí porque dos o tres veces, que se le fue la vista a sitios indistintos muy sensuales y hablaba su lenguaje corporal, pedía a gritos, roces, relaciones íntimas, mimos, raspes, beses, y eso que no digo y que piensas.

Está como un trueno su cuerpo, un estrépito sin explosionar, que a la más mínima será un estruendo espectacular, para ella misma. Será cuando ya no aguante más esa comedia con la que actúa.

Recordó Max,  la estrofa de aquella canción que dice: “El poeta que deja de cantar, disipa su reír y se satura de tristeza.” Pues casi es adaptable a esta chavala de cincuenta y muchos, porque no deja de ser eso… una autentica chiquilla falta de amor.

La que fue ninfa, en otro tiempo, (quien la ha visto, y quien la ve).

Hizo un comentario mirando con frescura y pidiendo a gritos incítame al pecado _: siempre te veo alegre, nunca he notado una tristeza en tu cara, veo que lo tienes todo, estás fenomenal, me das envidia sana, ¡Quien te pillara y nadie pudiera ponerlo en antecedentes!

Casi le trata de irresponsable, aunque solo era un decreto valiente e irresistible, necesidad, obligación de hablar, sinceridad de expresión, ganas de publicar al aire para matarse en reproches.

__ Por ti no pasan los años, o yo te sigo viendo tan galán. Llevo tiempo observando tu cuerpo, nunca cuentas penas, ni siquiera has pedido nada.

__ A que se referirá cuando dice que no le pido nada__, sigue diciendo__: que ella está para lo que necesite, y yuxtapone__ ¡Claro esto no se lo digo a todo el mundo!

Max responde sin ningún tipo de vergüenza ni cortapisas_, ¿me estás echando los tejos, o ya vetusto que estoy, me lo parece?

__ Piensa, aquello que mejor te venga, es gratuito la libre reflexión por ello dejo caer mi deseo, por si alguien como tú lo recoge.

Viendo por donde quiere dirigir la conversación y no creyendo nada, porque nada puedes creer del planteamiento de las ilusiones o de los sueños, le digo_: ah claro, faltaría más.

Hace un gesto y me toca en el brazo, más que tocarme, me palpa para ver si mis carnes han aflojado o se mantienen en su musculatura. ¿Será la fuerza del rezo practicado?; acaba de salir de misa de doce.

Nos despedimos con un beso imaginario y subliminal, y sus últimas alegaciones, son__: siempre hueles a limpio, ¡uuuyyy! …_. Todo queda pendiente hasta la próxima alborada. ¡Qué lunática que es!    ¡Mi luna!

sábado, 27 de julio de 2013

Volver a evocar


Sé que en cualquier momento, se dará que nos encontremos, porque tú debes saber que las personas son las únicas que se hallan, las montañas a pesar de querer, les es imposible. 

 Es bastante difícil, reencontrarse con el destino o el futuro, sin embargo a veces sin proponerlo, se dan circunstancias que te acercan a recuerdos tan propios y tan personales, que ni siquiera lo entendería el gran público, aunque hiciésemos el intento de explicarlo. 

Cierras todas las entradas de la retaguardia para proteger nuestra privacidad,  para que no haya filtraciones ajenas, para evitar el dolor que en un momento sufrimos y ya no queremos volver a tolerarlo. Aunque tengo la certeza que mis escritos, los lees cuando te es posible, y eso me alegra en lo profundo de mi esencia.

La tarde de ayer, estaba dando un paseo inconsciente y me hizo muchísima gracia. Recordé aquellos años de alegría, y los disfruté. El  banquito de la plaza, estaba ocupado por una parejita_ para no molestar me retiré un poco_  y pude acomodarme en otro,  que en diagonal queda dando una visión preciosa del lugar. 

No pretendía incomodarles para nada, aunque confieso que de vez en cuando les miraba a hurtadillas, no lo pretendía, sin pensar y sin malicia mis ojos reincidían en el lugar, el banco y el recuerdo. Recreaban aquella estampa que resonaba en mí,  de hace una friolera de tiempo. Cuarenta y muchos años. 

Sin precisar estuve un buen rato renegando, otorgándome el oficio de espía bueno, haciendo de cómplice de una historia caducada que sucedió y que tan solo puedo recordar vagamente, si me lo propongo. 

¡Que gusto ¡  parecía una secuencia matemática de las vivencias y de los sueños que aun retengo, ¡ fenomenal ¡

Al acercárseles el heladero, disfruté pleno de alegría, en ver que las cosas se repiten y suceden en diversos sitios, y lugares, y se representan tan sencillas y simples como lo son en realidad.  

Estaba viendo la película, la mía propia. Una comedia de las más vulgares y sencillas, con personajes repetidos, tantas veces interpretados por las gentes. El film o mejor dicho el insomnio que normalmente soporto y que me visita con frecuencia en los paraísos de Morfeo. 

Dejando marca, que me tienta y no me toca, pero que deja signo de presencia, que me dice y no me habla a la vez. Dejando el lastre del recuerdo para que no se olvide, y lo ubique en el momento que no espero, representado por artistas, que como estos chavales que están sentados en ese banco de la plaza, y que veía ahora, bajo los árboles frondosos.

Sentados en mi banco_ que iluso, mi banco_, en la butaca de mi juventud. Saboreando lo que entonces yo mismo pensaba ¡Que estampa tan bonita! 

¡Sí! de fresa tomó la dama el helado_ pensaba recordando_, y el caballero, mostró preferencia por la vainilla, quedaron degustando el cucurucho cuando observé que el vendedor de esas delicias ya me había divisado a lo lejos, y se me acercaba, la sonrisa que portaba era de mucha alegría, y su cojera es el paso exacto de antes. Un poco más relajado, y más cansino, pero no cabía la mínima duda. Es Pixin y, venía a por mí. 

_Buenas tardes Hugo, hoy llegaste tarde ¿eh?_ Le miré y sonreí, pero con agrado, y él lo detectó diciéndome_: Tu banco está ocupado, ¿sabes quienes son verdad?

_ ¡No! no les conozco, de nada_ Aduje.

_ ¿No te traslada en el tiempo?_. Siguió charlando_: antes de la desbandada de españoles hacia ultramar, que sería…  ¡Bueno  tú debías ser muy jovencito!, igual no lo recuerdas, sobre los años sesenta, a mediados, igual tú habrías acabado los estudios primarios, y estrenaste los pantalones largos.  

Vosotros fuisteis los primeros. Estrenaste las tendencias por la rambla, por el banquito, y  por venir a comer tu helado cada tarde con aquella rubita tan flaca_, rió con picardía el viejito del casquete blanco.

_ ¡Claro que lo recuerdo!  Sin embargo prefiero olvidarlo y no puedo_ dije con nostalgia. 

_También ocupasteis ese banquillo. Puedo verte comiendo el de sabor a vainilla ¿Seguro, que no recuerdas? Después; como son los destinos y las cosas que pasan en la vida, y las prohibiciones familiares, que antaño, perjudicaban a los siempre menos favorecidos_, siguió contando Pixin, reclinándose en un saliente, hasta que se le acabó el suspiro. Sin pausa, prosiguió levantando el recuerdo dormido o estacionado que llevaba en el zurrón. 

 _ Como entonces, ella viene de la familia ¡bien! de los Mendoza_, haciendo un gesto, y refiriéndose a la señorita que estaba sentada con el mozo, en ese instante ocupando el banco de madera  y se refería a una familia de mecenas de la ciudad_ y él_, asentó con complacencia_, pues hijo de mecánico y de costurera, de la casa del señor Pablo y de Catey  que viven en la bajada de San Lucas_. ¿No lo sabes?_, aducía mirando a uno y otro lado. 

Pregunté sin dilación y con interés_ ¿y eso  que tiene que ver conmigo?, ¿qué les ves parecido a nosotros?_, acabé la frase, advirtiendo que había pluralizado, volviéndoles a mirar. 

El heladero Pixin prosiguió_: ¿sabes lo que son los intereses?_, sin esperar la contestación continuó_  ¡Sé que lo sabes!_, me miró a los ojos directamente, y dejó su languidez dentro de mí_, o es que no recuerdas, no me dirás que a los cincuenta y pico de años te has despintado, ¡que no lo creo! ¡Tú no, eres de esos! _ Sonrió y volvió a hacer el tic nervioso con sus cejas que toda la vida ha hecho. 

Ella, se casó con Don_ Hizo un gesto preocupante de falta de memoria ¡Como se llamaba aquel señorito barato!_, expelió una palabrota al aire.

_Roque_, le apunté yo, muy serio.

_ ¡Eso es!_ dijo al pronto_ mira a mi niño, como no se le olvidan las cosas. 

Arrancó una sonrisa falsa de mi boca,  sabía que no me hacía ninguna gracia, pero continuó_: y ambos, se marcharon a Julia, creo que es, un pueblo del extranjero, que no sé donde está

 _ ¿Qué sitio? _ ¡Le respondí!  Con seguridad_ ¿No será Zulia?, una ciudad que está junto al lago de Maracaibo, en Venezuela.

 _ ¡Eso sí; ahí!, ni idea, por ahí, tan lejos como puedas imaginar. 

Sabía dónde estaba ese lugar. Roque, lo había comentado cuando se instaló con ella, hace años. Presumió delante de todos los amigos y compadres un día en el Casino de forma jactanciosa y quedé en la memoria con el nombre de Zulia.

Con el tiempo y gracias al baile esa ciudad, famosa por el turismo y por sus festivales de “Salsa” 

_ Han estado un montón de años, ahora está jubilado y creo que volvió solo y divorciado con su familia a Barcelona. Ella, quedó en Venezuela_, puso fin a su charla el vendedor ambulante_.  He de irme a vender estos heladitos tan ricos_. Se elevó de la posición de descansado en aquel árbol junto a bancada y se despidió arrastrando su carrito de ruedas con radios metálicos. El mismo carro frigorífico que llevaba antaño. 

 Al poco hice lo propio, me retiré pasando frente a la pareja que festejaban su ternura en el banquito.  Mirándoles con curiosidad, al cruzarme  frente a ellos, ambos me saludaron vergonzosos, en sus manos sendos helados de vainilla y fresa, que se derretían excitados de cariño e ilusión.

 

 

martes, 23 de julio de 2013

Pretexto seníl


Marchaban los dos abuelos carretera arriba, montados en su Peugeot del año setenta y tres, con las discusiones veniales, que solía tener aquel matrimonio después de llevar casados cincuenta y dos años.

Como norma se hacía lo que decía Carmen, aunque Paco, tampoco se quedaba atrás a la hora de disponer y si hacía falta mala educación, la sacaba de donde fuera, poniendo los esféricos encima de la mesa, para resolver por la vía rápida y haciendo lo que a él se le antojaba.

Bien estaba que debido a su edad, habían perdido algo de practicidad en según qué detalles y sobre todo Paco en la conducción de su vehículo, que lo llevaba más limpio que el espejo de un barbero; pero más lento que una legión de caracoles en busca de una verde lechuga sembrada.

Dudas en la conducción, tenía muchas; en la forma de orientarse ostensibles, aunque nadie podía decirle nada. A pesar de saber y notarse que ya no llegaba a lo de antes, pensaba fuera un virus pasajero y que de buenas a primeras, le volvería de nuevo a brotar la juventud en cualquier instante.

En lo que se refiere a sus modos de maniobrar el coche, se creía ser el mejor chofer del mundo.

Una especie de Fitipaldi, un corredor de fórmula uno, con ochenta y tres años a cuestas. Imaginando en su fuero interno por las trazas que se daba; iba a seguir viviendo tan descarado y conduciendo por espacio de doscientos años más, sin ninguna complicación. Debe ser una ilusión, no mirarse al espejo nunca y cuando lo haces, es para encontrarse como el artista invitado de la Casa de la Pradera.
 

Aquel domingo, habían salido temprano, ¡Mucho… demasiado!  No eran las seis de la mañana, cuando ponían el estárter para arrancar el motor sin dificultad, del coche que hacía más de tres meses dormía en el aparcamiento plácidamente olvidado.

Aprovechando horas de casi madrugada para evitar el colapso de las carreteras, partieron casi como ilegales, con la nocturnidad y el atrevimiento de un par de irresponsables. Eran muy caprichosos y disponían en un santiamén, aquello que se les ocurría de pronto. Sin analizar, sin estudiar si era el mejor momento para echarse por esas calzadas mundanas, a buscarse las posibles complicaciones y contratiempos que no tenían; desobedeciendo las instrucciones que les habían dado sus familiares más allegados, sus hijos en particular en lo referente a la peligrosidad de ponerse al frente de un volante a ciertas edades.

 

No circulaba nadie por aquella comarcal, absolutamente ningún turismo, ni un alma. El día iba levantando progresivamente y dejaba ya lucir los primeros rayos del sol, Paco había perdido la orientación, hacía minutos conducía y no sabía demasiado bien donde iba, aquel trozo de la ruta, no lo recordaba, por lo que se puso tras el rebufo de una camioneta, que repartía cervezas y refrescos por todas las poblaciones que se iba encontrando a su paso, hasta que pudo detener su vehículo y preguntarle al repartidor, aprovechando una descarga de mercancía en uno de los comercios de aquel pueblo:

_ ¡Buenos días amigo!  ¿Sabe usted si voy en buena dirección para llegar a La Rovira City Show? _ Interrogó Paco, al sudado y barrigudo repartidor

_ En la dirección buena va…, pero apenas en veinte kilómetros, cuando encuentre una rotonda semi ovalada, de colores magenta, que indica a la izquierda playa, al centro rio y a la derecha montaña, ha de desviarse por la salida segunda, la que dice Ciudad Dormida, y en el tercer recodo a su derecha, según el sentido de la marcha a unos doscientos metros, encontrará una señal muy grande de Stop, en ese punto usted verá que a su izquierda, sale una carreterilla que a kilómetro y medio, le abocará en el carril que le llevará a la parte sur de la City Show.

_ ¡UY… demasiado lío!_ ¿Usted va en esa dirección, para seguirle?

_ ¡Sí claro! pero yo voy haciendo reparto y entro en esos veinte kilómetros en varias poblaciones con el reparto, lo que quiere decir que si viene tras de mi camioneta, tardará demasiado tiempo_ Le contestó el conductor, viendo que no se aclaraba.

_ ¡Sabe, yo le persigo! y si me canso, ya tomaré mi propio camino.

_ ¡Usted mismo abuelo! pero son ganitas de ir despacio pudiendo ir a su rollito y atendiendo a las señales de indicación. 

El Peugeot, en una marcha súper cansina recorrió persiguiendo a la cargada camioneta de bebidas, hasta que pasadas tres horas y veintitrés minutos, llegaron a la rotonda semi ovalada, color magenta, donde el repartidor, les hizo una señal para que tomaran el segundo desvío, donde indicaba Ciudad Dormida.
 

Dormido o quizás despistado, estaba el octogenario, que en lugar de tomar su dirección correcta, se pasó y en lugar de salir por el tercer recodo a la derecha, lo hizo a la inversa, llevándole de nuevo a la hermosa rotonda semi ovalada de colores magenta, la que recorrió en sentido circular por espacio de tres vueltas.

Viendo que no sabía salir de allí el hombre, le comentó a su señora esposa, que refunfuñando y dirigiéndole todo el camino había estado_: este tío es imbécil, pues me ha informado al revés y encima de ir guardándole las espaldas y la carga para que no le roben la mercancía, por más de tres horas, ahora va y me deja colgado, el muy cabrito. 

_Así, de esta manera, no se puede ir a ningún sitio_ dijo Carmen_, estás torpe para todo y más para salir de casa con el coche. No te das cuenta, que me has hecho madrugar y van a dar las diez de la mañana y no hemos llegado aún al chalet. Cuando de trayecto en circunstancias normales solo tardamos media hora_. Achuchó con desprecio la mujer, que dejándolo por imposible, pensó_: ya te arreglarás y ya llegaremos_, volviendo a  caer cómoda en el asiento del acompañante.

_ ¿Qué hacemos? Dime Doña lista, que parece ser que, tú lo sabes todo. ¡Dime que hago ahora!

_ Pues que vas a hacer… llamar a tus hijos, que nos vengan a sacar de este atolladero, que nos has metido, por tu gracia dominguera_ Le ordenó la mujer, con un índole desagradable_ Y esta es otra, a ver cómo hacemos para llamarles, porque igual el teléfono móvil, está sin batería_, finalizó Carmen su tormento, haciendo de su lamento una constante. 

Salió de la rotonda como pudo y aparcó en el arcén poco antes de llegar al desvío de la señal que indicaba Ciudad Dormida, a la vez que su displicente esposa, rebuscaba dentro de su bolso para encontrar el Motorola portátil. Pulsando la primera tecla programada de llamada rápida. Cuando al tercer tono, sonó una voz somnolienta varonil. 

_ ¿Dígame?

_ ¿Eres mi hijo? _ preguntó Paco, a la voz, conociendo perfectamente, quien era.

_ ¡Sí, lo soy! Dime, que te ocurre ahora Papá.

_ Verás, que por hacer un favor y seguir sus consejos, a un gordinflón que repartía refrescos, me encuentro en una rotonda semi ovalada, de colores magenta, que indica playa y no sé qué más.

_ ¿Es la misma rotonda de siempre? _ Preguntó el hijo, con la paciencia del Santo Barón_ la que tiene  tonos casi azulados y rojizos y un cartel que dice: ¿Ciudad Dormida? _ siguió apuntando y suspirando al cielo, mientras se veía reflejado por los cristales del salón

_ ¿Cómo lo sabes, estás cerca? ¿Te lo ha dicho tu madre?

_ No papá, ¡Ni lo sabía, ni estoy cerca! No os mováis de ahí, que ahora voy a recogeros

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

lunes, 22 de julio de 2013

¡Viva! La Reina de las Fiestas 2013 ¡Viva!


_ ¿Vamos a ver la Presentación?_ Preguntaba Robinson a Liliana.

_ ¿Crees que se habrán corregido las dificultades que tuvieron el año pasado? _ Respondía la guapa señora, como los gallegos, con otra propuesta.

_ Podemos comprobarlo si asistimos. ¿No crees? y de paso nos tomamos un calmante en la plaza_. Dándolo por hecho, asentía Robinson

_ No tengo demasiadas ganas, pero por complacerte, ¡vamos! _, refunfuñó la dama.

_ ¡Mujer! No seas tan corrosiva, cuando tú fuiste Reina, aquel año, ¿Cuál fue?...

_ Anda, no me hagas recordar, que me entra nostalgia de todo aquello tan bonito. 
 

Bajaron por la cuesta del Brinco en busca de un espectáculo que se inicia en la plaza: la recreación de una entronación a las nuevas reinas de aquel pueblo. Con la llegada de la banda musical y las jóvenes y bellas, que han sido seleccionadas ese periodo para representar a la villa, como Reinas y Damas del año.  

Eran casi las doce de la noche, en esa calleja tan desnivelada y oscura, residen más gatos que en toda la urbe, les miraron los felinos al descender como si les estuvieran analizando, ellos; no precisaron en el detalle del maullido gatuno que les informaba que no iban a ver nada del otro barrio. 

Al llegar a la intersección con la calle Plana, notaron que las mesas de los bares estaban más vacías que el verano pasado, en los baretos de los arcos poco gasto, en el Casino Mercantil los clientes de siempre y algún que otro turista despistado intentando que le saliera la cena lo más barata posible.

No existe esa alegría acostumbrada. En los platos que sirven los camareros menos chicha, poco fondo, menos carne y en los vasos la misma cerveza o quizás más cantidad, de otra marca que es más económica.

La plaza Mayor, llena de gente madura con sus nietos jugueteando por las escaleras, dentro de las arcadas del ayuntamiento y sobre las balaustradas del claustro. El tenderete de juguetes, no es el mismo del pasado año. Es más grande y venido de quien sabe dónde, despacha caramelos, golosinas y globos, para los nenes, y los trocitos de coco para los lamineros 

Como norma los habituales del pueblo vigilantes de todo…, de aquel que se marchó a la ciudad a hacer fortuna y parece que no es para tanto, de la hija del banquero, que ya se ha divorciado tres veces y resulta que está sentada con un tipo diferente, extranjero bastante oscuro, que no tienen controlado de momento. Del antiguo propietario del bar de la Cuesta, que ha tenido que cerrar porque se creía que iba a comerse el mundo y lo que se cogió fue una deuda morrocotuda y se las ve y desea para pagar las letras al Banco Atlántico. De la panadera, que se junta con el dueño del secadero y Don Rosendo el de los electrodomésticos. Doña Juana, la esposa de Don Dimas, el nuevo Registrador, que vienen de un pueblo de Extremadura destinados,  tratan de caer bien a ese grupito para que les dejen entrar en su peña; dicen ellos con algo de razón que los de aquí, les cuesta mucho abrirse a las nuevas amistades. 

En la terraza de las Amables, no había prácticamente sitio, algunas mesas completas de parroquianos, cenaban en plan bocata, los demás con sus cafés y sus copas, esperando como todos, que comenzara el espectáculo. En el bar de la cera de frente,  …el típico de Doménico, tampoco rebosa el trabajo, habían mesas completas pero Liliana y Robinson se pudieron acomodar en la número tres, donde al poco de esperar, una camarera de estas que son y se les nota de temporada, por sus pocas dotes de: servicio, presencia, profesionalidad, se les acercó con una libreta y demasiadas dudas, mirando a todos sitios menos donde debería hacerlo y tomó glosa sin precisar exactamente quien lo estaba solicitando, tanto es así que al marchar tuvo que dar sus pasos a la inversa, para fijarse en el dígito de mesa que debía facturar esa petición.  

La gente, en plan agradable paseaba y sonreía, unos vecinos, otros forasteros, los demás cercanos de otras poblaciones afines, recorrían la calle Plana tras la hermosa oscuridad que ofrecía la noche sonreída por las farolas de luz de tungsteno que ofrecen esos hermosos fanales y el buen clima que les regalaba aquel momento de julio.

Distribuidos los amigos, departían en su velador. Con grandes voceríos, sin percatarse que los demás pudieran escuchar sus conversaciones. No importaba, no eran charlas para ocultarlas a nadie, reunidos por sagas, o por gremios, todos ellos afines a gustos, caprichos y posibilidad equitativa en el costo. Los más ricos, separados del resto de los mortales y si pueden bajar la cara para no saludar, la bajan y se quedan tan frescos. Después cuando te necesitan dicen que no te han visto o no te han conocido.
 

El sonido de la chiquillería avisó que la banda llegaba a la plaza, para prepararse con sus atriles y pertrechos y ofrecer aquellos estupendos pasodobles. Al llegar la Reina de la Fiestas y sus Damas de honor, custodiadas por los recientes quintos de la leva, que son la juventud del lugar. ¡Cómo no!, el señor Alcalde, y los representantes del Cabildo, no podían faltar en una velada como esta, donde pueden sacar el pecho de lata, para presumir de sus pocas virtudes y de sus menos desvelos.

La gente fue arremolinándose alrededor de los artistas en el pasadizo y dejaron sin vista a los que orgullosos estaban sentados en las mesas de los bares de aquel precioso lugar. 

De repente el director de la Banda Municipal, levantó la batuta con la mano izquierda y con su diestra, indicó el comienzo de la copla, que retumbó en toda la plaza, saliendo notas musicales de los instrumentos de viento, que hacían henchir el pecho de los escuchantes. Todos quedaron anonadados de la calidad de la orquesta, que encumbraba el ánimo de los allí congregados. Mientras la Reina, pasó con su vestido blanco tocado con detalles azules en sus hombreras y con una pamela multicolor que aún le engrandecía la belleza a aquella muchacha tan ilusionada y a la vez nerviosa por el papel que tenía que representar desde ahí en adelante y por el espacio de una anualidad competa. 

El acto de protocolo prosiguió recogiendo a la Reina y sus Damas de Honor, desde el Ayuntamiento y conduciéndolas a la pista de baile, para que allí fueran recibidas por el grueso de la población, y de las autoridades locales, haciendo sendos homenajes a la Reina saliente y la bienvenida oficial a la Reina Actual y entrante, dando el toque de apertura con el Vals Vienés, que interpretaría una de las muchas orquestas que intervendrán en las Fiestas Mayores de la Villa.
 

Los aplausos fueron atronadores, los vítores a las guapas incalculables, los agasajos a los padres y familiares de las mismas incontables y la poca organización surgió a las primeras de cambio. Detalles que bien merecían la pena tener en cuenta para hacer majestuoso si cabe el acto.  

La presentadora hizo gala de su cometido presentando al señor Alcalde, el que intentó tener unas palabras acertadas para la ciudad, los presentes y sobre todo para la Reina, quedando esas frases atenuadas por la poca convicción del respetado edil, que más bien parecía que estaba anunciando un jabón de lavadora por la poca gracia, y sentido que le puso al acto. 

Pasaron todos los regidores por el escenario y aquel micro inalámbrico, transmitió todo aquel manojo de palabras fatuas. Estuvieron esperando foto del periódico comarcal en la entrega de flores compartida con las diferentes muchachas, que siendo las Damas de Honor de la Reina entrante, hubieren merecido de buen grado tener un poco más de cariño y atenciones en el acto y algo más de bombo y boato a todo aquel acontecimiento, que con seguridad jamás se volverá a repetir con ellas. 

El Danubio Azul, Vals interpretado por la orquesta, que magistralmente bailaron la Reina y el mozo acompañante, dos bailarines de pro, que supieron encandilar a los pocos que les podían divisar mientras danzaban, dado que la organización evitó que lo saboreara todo el público asistente, por la desastrosa habilidad del acomodo del respetable a lo largo y ancho de todo el perímetro disponible.

Después la desbandada, todos a bailar a “gogo” y a lo loco, dándose golpes, patadas y empellones, bajo la música del conjunto. Bebiendo sobre todo, y sin control aquellos brebajes que preparaban los bármanes en el margen frontal de la pista.
 

Bailaron dos piezas lentas, música de amor  Liliana y Robinson_ “Unchained Melody y Everybody Talkin; esta última de Harry Nilsson”_, en aquella pista polvorienta, sin suelo apropiado para deslizar los borceguíes negros de danzarín, sin poder lucir Liliana, el gran escote palabra de honor de su vestido,  sin poderse besar bajo la luna arruinada en su decrecer a cuarto menguante. Con las correrías entre bailadores de los niños mal educados, que los padres sueltan para joder a los demás, en vez de atarlos a la pata la silla. Con el sabor del cubata de garrafa, que le habían servido en la inestable barrita de la esquina, decidieron marcharse sin haber gozado de lo que pretendían.  

Retornaron su camino de vuelta, dejando atrás un festejo que hace unos años, era una maravilla disfrutarlo y vivirlo. Ahora se ha transformado en un reclamo para nadie, por su falta de absolutamente “todo”. ¡Una pena! 

La crisis ha hecho acto de presencia en todos los ámbitos, incluido estos de los espectáculos populares, aunque si quien debe ocuparse de estos festejos estuviera más por lo que debe y se ganara de verdad el sueldo, haciendo lo que debe, los que intentan disfrutarlo lo conseguirían.
 

Los políticos no pueden estar al frente de estos actos, que son desinteresados, porque ellos, están muy ocupados en otros menesteres. 

Al subir de nuevo la cuesta del Brinco, aquellos gatos, estaban pertrechados en diferente postura que al inicio, pero relamiéndose los bigotes de hambre, de aburrimiento y de nostalgia al comprender que Liliana, recordaba su reinado donde la agasajaron y la hicieron sentir sobre todo que era: mujer y era tan deseada como ahora.

 

jueves, 18 de julio de 2013

¡Te vimos el culo!


Aquella oficina era como otra cualquiera, si no fuese por la envidia y la maldad de los propios administrativos, que facilitadas las malas condiciones que se daban en la empresa por despidos improcedentes y falta de negocio, había despertado entre sus empleados una serie de chivatazos, malos modos y desconfianzas que nadie ya podría frenar. 

El jefe era una nulidad, un hombrecillo y no precisamente por la talla que exhibía; colocado por enchufe desde las altas esferas. Un individuo falto de preparación mundana, carente de don de gentes y pericia mental clara, que se dejaba llevar por  el último que le confiaba un secreto; un comentario malvado, o el clásico soplo que ponía a parir al compañero. 

 Esas insuficiencias personales del mandamás la descubrieron las empleadas y con ello jugaban, poniéndolo ardiente, fogoso y mojado, al mostrarle parte de sus zancas bajo el mini refajo. Luciendo anchos descotes sin mangas y torpezas de las chicas que se les desabotonaba la blusa en el despacho mostrando sin querer aquellas tetas que solo enseñaban para empalmarlo. Usando además aquellas picantes conversaciones verdes y altas de tono, que ellas gestionaban para ponerle tieso el bálano y sacarlo de la realidad inmediata. 

La sala de servicio y perforación estaba dispuesta por cuatro grabadoras de impulsos informáticos, y una central de base con el control para la recogida de los datos, que eran pertrechados sobre una cinta magnética para su posterior proceso. Cinco bufetes dispuestos todos en perímetro cercano, con la división de mamparas correspondiente, que es donde se gestionaban las funciones burocráticas. Se analizaban los proyectos de recogida de expedientes e informes, que luego serían debidamente ejecutados y los posteriores resultados de la cadena de aplicación, entregados a las diferentes secciones de la firma, una vez resueltos por el Ordenador Central. 

Las cuatro mujeres mecanógrafas adiestradas como perforadoras de tarjetas primero, y después el mismo trabajo pero con diferente tecnología. Oficialas distinguidas en la rapidez de transcritos de signos y caracteres a velocidades vertiginosas, que querían salvar su puesto de trabajo a toda costa y sin paliativos. Curadas de todo espanto y sin preocupación por el juicio de crítica, llevaban muchos años en la profesión, para perderla ahora, por el capricho de unos accionistas relamidos, que decidieron que ya no ganaban tanto como antes y ese era uno de los motivos para trasladar aquel departamento de cálculo a otro lugar. 

El país entonces se estaba abriendo de toda una serie de prescripciones y prohibiciones en indivisos conceptos, que había durado cuarenta años en cerrar heridas viejas, muchas de ellas incurables y casi todos estaban necesitados de decir la suya, aunque no viniera a cuento. Destacar por encima de los demás, hacer notar su valor y su dominio, confirmar su predilección política, y recuperar todo el tiempo que se había perdido, mientras se estaba sufriendo por aquella falta de libertad.  

El amor libre, las reuniones y manifestaciones legales y aquellas que se producían a las bravas, el aborto, la libertad de expresión, el derecho de huelga, las playas nudistas, el divorcio, la aparición de revistas sexuales, el cine erótico, con escenas tan reales, jamás vistas en las pantallas, la publicidad de condones y líquidos amatorios y tantas libertades más que produjo aquel cambio.

Conceptos que ya eran presentes y que ya nadie se mordía la lengua, al tener que decirle a cualquiera si quería un ligue o pasar un rato en cualquier cama, y menos en los trabajos, en el trato a su jefe, llamarle libremente por su nombre o por el de explotador, negrero, déspota, ladrón, adjetivos que los traía la propia libertad del tiempo.

Así de instruidas estaban las señoritas del Centro de Proceso de Datos. 

Los técnicos de aquel Complejo de Cálculo, algo más miedosos y poco dados a las alegrías, tampoco se mordían los labios para airear los descaros, o para críticas despiadadas sobre opiniones referentes a sus compañeros y por salvar su continuidad en las instalaciones del negocio. Nadie se fiaba de los demás y eso hacía que el ambiente fuese muy tenso e indeseable.

Por ello, la jefatura de aquella oficina, se las veía y deseaba para frenar aquella avalancha demócrata de despropósitos que se les venía encima. Razón de más, cuando estos jerarcas, no llegaban a la altura de las circunstancias y les venía grande el saber llevar a gente tan experta y preparada. 

Nadie usaba su uniforme de trabajo, aquellas batas blancas con el logotipo de la empresa bordado en el bolsillo superior derecho. Sobre todo las mujeres habían pasado a lucir sus vestidos de calle, que en ocasiones eran fantásticos y transparentes, dando un toque de diversidad a todo aquel mundo tan escueto y fútil. Los propios jefes admitían todos aquellos deterioros a las normas establecidas, para evitar que los ánimos se encresparan más de lo que estaban y a la vez disfrutar del concurso de modelos en “Prêt-à-porter”, que ejercían las empleadas en su afán de ser la más sensual y snob;  la más guapa y maciza, o quizás la más atrayente y elegante.  

El porcentaje de errores en los procesos aumentó de forma destacable. Los despistes, olvidos y pifias en el tratamiento de los ejecutables, llegó a niveles inauditos, teniendo que repetirse aquellos trabajos con la de consecuencias que ello comportaba: ausencia de responsabilidad en el procedimiento, fallos en los protocolos de calidad y pérdida de credibilidad en el recurso informático.  

A medida que se iban acortando las faldas y se ensanchaban los escotes,  en proporción de la transparencia de carnes en los corpiños y blusas, y de la flexibilidad de las medias ajustables en los muslos de las hembras, crecían más y aumentaban las imprecisiones y los resbalones en los procedimientos de calidad, por parte de los varones, haciendo insostenible la razón de aquel departamento. 

En la sección técnica, se sentaban cuatro especialistas que llevaban la tramitación de los encargos, el repaso de las cadenas de trabajo, la revisión de archivos, el control de calidad y el servicio de atención al cliente, que no era otro, que el despacho y aceptación del tratamiento de soluciones dirigidas a otras secciones de la empresa. 

Konya Morales, una mujer divorciada con un desparpajo innato, llevaba unos menesteres adjuntos a esas labores administrativas, y además mantenía un contencioso con las otras chicas, por aquello de ser más sexy, ser más elegante y estar más buena que las demás. Su falda era prácticamente una blonda de seda y sus pechos se notaban entre aquellas montoneras de papel continuo, que debía repasar, sin dejar de perder el hilo en lo que se disertaba y se cocía en aquella oficina.

El señor Cisco, el jefe del negociado, la invitaba con frecuencia a entrar en su despacho a departir, así sentada frente a su mesa, podía divisarle las bragas y toda la comisura de sus piernas. Amén de sus redondos y abultados pechos que emergían sobre el borde de aquel top claro oscuro que se procuraba para una muestra de su figura femenina. 

Mientras las demás, clamaban al cielo entre ellas, con críticas abusivas y fuera de toda clemencia, buscando excusa para entrar a interrumpir al jefe y a la empleada descarada. Trataban de inmiscuir a los dos varones que haciendo su misma labor, estaban viendo en silencio, todo lo que ocurría.

_ Esta tía es una marrana_ ¿No creéis vosotros que sois tíos?_, dejó una interrogante para ser contestada Jovita, la compañera de elaboración de Konya, que no podía ni resistirla, por encontrarse en inferioridad con ella, al usar  su complexión dos tallas menos de sujetador que la compañera.

_ ¿Y tú; no haces lo mismo, que ella, cuando te viene a cuento? Porque yo te veo muy a menudo sentada en la misma silla que está ahora ella, con las piernas arqueadas para que el asqueroso de Cisco, te coma bien con su mirada entre los muslos, y aunque no lo creas, esto lo vemos todos _ Adujo Elías, uno de los que ocupaban lugar en aquel grupo de mesas_. Además_, siguió argumentando Elías, muy risueño y saboreando aquella respuesta, que le había brindado la ocasión_, lo mismo diría ahora tu amiga, si en vez de estar en el despacho ella, estuvieras tú.

_ No sabía yo…, Elías que tuvieras tan mal concepto de mi_ acompañó con una mirada tras los cristales, para observar en qué punto estaba de la conversación Konya con el jefe.

_ Daos cuenta_ intervino Benito, que estaba sentado en el pupitre de la izquierda de Elías_, que se os ve el plumero a las dos, nos enseñáis chicha fláccida sin venir a cuento, a nosotros y a quien se ponga por delante, y ahora vais de estrechas y de inflexibles, ¿creéis que con eso, conservaréis el puesto de trabajo? Ellos…_refiriéndose a la jefatura empresarial_, lo tienen todo estudiado, van tres años por delante de nuestros conocimientos y ya deben tener la lista hecha de quien sobra y quien se queda y aunque le enseñes el mismo culo al idiota ese, que se las da de “play boys” aquí en la oficina, en su casa su mujer lo ningunea por ser un redomado imbécil y a lo mejor, con seguridad por ni siquiera verla sexy cuando le pide guerra.

_ Yo no tengo que justificar ni defender nada mostrando mi sexo, porque soy lo suficiente cachonda como para quedarme y hacer mi trabajo en mejores condiciones que esa pelandusca, que le hace la pelota a Cisco. 

Dejó de conversar con sus colegas alzándose de su mesa con un solo propósito, interrumpir la charla que tenían aquellos dos en el despacho. Se levantó, se desabotonó un botón más de la pechera, se apretó las tetas de abajo arriba y se las pellizcó desde el mendrugo, para que estuvieran entrenadas, se manoseó la falda, girándola hacía su estómago y se dirigió al despacho de Cisco. 

_ ¿Molesto… si;  interrumpo? _ pronunció sin pedir permiso al llegar al umbral de la puerta del recinto y exigiendo a la voz de ¡Ya!_. Señor Cisco, ha de firmar estos documentos sin falta ¡Ahora mismo!  que nos vienen de gerencia, sobre el proceso de control de materiales, que debo subirlos a la secretaria de Herr Jelliestrasse, antes de la pausa.

_ ¡No… no…, adelante!,  puede usted pasar Jovita_ alegó Cisco, con ojos de emborrachado, tras haberse destrozado la vista, mirando tanta rebanada bajo la saya de la empleada, que ya se levantaba y se despedía_. Konya, ya se iba_ ¿verdad señorita Morales? 

Aquella mujer, se alzó con un movimiento sexy, otro aspaviento de cabeza meneando y despeinando su cabello, trasteándoselo, miró con desprecio a su compañera, que le venía con cuentos, para usurpar aquel ligue que mantenía, con el irresponsable y calenturiento gerente. 

_ ¡Sí, ya me iba, que mi trabajo no puede esperar! _ Quedamos en lo que usted ha apuntado tan sabiamente señor Cisco, mando por correo certificado los protocolos de acción y esperamos la respuesta de la jefatura de Recursos Humanos.

_ ¡Bien hecho señorita Morales! ¡Buen trabajo! _ respondió con la mirada en el culito respingón de la nena, que zarandeándolo a modo de lambada salvaje se retiraba de aquella silla donde había podido revolverse entera para que el jefe, supiese como se cotizaba el precio de la lujuria. 

Una vez dejó el quicio de la puerta, y certificando ese instante Jovita, ocupó la misma butaca que dejó vacante su compañera diciendo_: ¡Uyyy está viva Konya! que caliente va, la pobre… ¡Está ardiendo el taburete!

Estallaron de risa los dos, mirándose con gancho y esperando el baboso de Cisco, aquello tan importante que traía Jovita para sacarle de un negocio con tantos efluvios y vapores sensuales.

Jovita, se aposentó escarranchada, con sus dos muslos festivamente entre abiertos para que pudiera penetrar por esa abertura, aquella mirada felina de don Cisco, que buscaba ardiente esa vía de visión regalada por la dama de la mini falda rosa y el top desabrochado. 

Ya en el patio de operaciones, apareció Konya, saludando a Elías y a Benito, que se lo estaban pasando en grande. Tras la representación erótica de ambas mujeres, que se estaban rifando a Cisco, como si se tratase de un mono de circo. Sabiendo que no se podía exceder con ellas en horario de oficina, si quería conservar su jefatura de trabajo, y a la vez estas cachondas empleadas probar los puntos flojos del calenturiento jefecillo,  para a posteriori entrar en ataque frontal y dejarlo si fuese necesario en calzoncillos en el mejor de los casos. 

Se anidó Konya en su bufete olvidando las formas y disponiendo sus dos piernas como se le antojó en gana, detalles que los dos hombres, notaron y observaron al unísono. Al instante el bolígrafo de Benito fue a caer al suelo, debajo de la mesa de éste que se apresuró a recoger, sin demasiada prisa, mientras Elías quedó quieto observando aquella oquedad, que mostraba el despiste de la señorita Morales. Un espectáculo totalmente peculiar y semi tenebroso que mostraba al fondo de la calleja de sus muslos, una presencia cuando menos desestabilizante. 

_ ¿Os habéis dado cuenta, la putada que me ha hecho la mosca muerta de Jovita? parece que no puede soportar mi “feeling” con el jefe. ¿Deben ser celos, o es que quiere joderme en exclusiva?_ matizó Konya con verdadero asco, esperando contestación de Elías, ya que Benito, aún estaba buscando el bolígrafo debajo de la mesa, sin demasiadas prisas_ ¡Por cierto Elías, tú que estás mirando! Tan descarado y ¿con tanto atrevimiento? _ preguntó insolente la mujer, sin titubeos, mirando febrilmente a Elías, que disfrutaba viéndole el triangulo vaginal. 

_ ¡Miro, lo que enseñas! Lo que de original presumes y muestras a todos de forma natural, ¡Creo es cosa de humanos, poder echar un vistazo!  ¿No lo crees Konya?_ proclamó Elías con suma llaneza.

_ Por lo menos, eres sincero y lo expones mirándome a los ojos, cayéndote la baba, disfrutando del panorama…  y no haces como este pendejo de Benito, que tira adrede su bolígrafo al suelo, para verme de cerca la concha.