Entró
en la iglesia, decidido a purgar sus pecados. Hizo una genuflexión
convencido de lo que le quemaba desde dentro.
Ofreciendo
con fiel entereza su mirada resignada, alcanzando el Altar Mayor, y
pensó «A la vez, que con las primeras falanges de los dedos índice
y anular, de su mano derecha, que los empapaba dentro del pilón del
agua Bendita, se santiguaba»
Jamás
había demostrado aquella devoción. Inclinando su cabeza; en señal
de fervor y serenidad fue a arrodillarse, compungido para acotarse
dentro del fastidio que ofrece, por su dureza, el maderamen de las
tablas que conforman los bancos de la iglesia.
Con
sus ojos entornados, desde el tercer banco, comenzando por el final
de la capilla, rezaba. Con aquellas oraciones que sin palabras
expresan el padecimiento que aporta «in situ» el propio corazón.
Pasados
unos momentos, en cuanto recobró su exhalación, pensó que era un
buen momento para manifestar y liberarse de tantos pecados. Se acercó
al primer confesionario, el que le quedaba a su mano izquierda, y se
arrodilló, en la ventanilla vallada, de uno de los laterales del
confesionario de roble.
Convencido
a descargar toda aquella carga negativa y violenta, que llevaba en su
alma y con eso; poder purgar y hacer la penitencia a sus pecados.
Las
cortinas frontales, del escueto refugio del confesor, estaban
echadas, y Gumersindo, creyó que en el interior, estaba el cura que
le atendería.
Esperó
sus buenos cinco minutos y cuando se iba a levantar, ahíto de
esperar, se escuchó una voz que le saludó.
—Alabado
sea el Redentor, buenas tardes Gumersindo, ¡No te vayas!, esperaba
tu reacción, para estar seguro de tus deseos, ¡’Tú dirás hijo!
¿En que puedo ayudar?
Era
voz tenue y rala de mujer, la que salía del interior del locutorio,
aquella que le daba los parabienes, y le ofrecía ayuda
desinteresada.
Una
sorpresa nada razonable, que no llegaba a entender, y queriendo
ignorarla y salir corriendo de la capilla, tuvo que detenerse porque
enseguida volvió a ser abordado, por su propias creencias
religiosas. Aquellas que en su infancia le hicieron mamar.
Pronto
volvió a quedar sorprendido nuevamente, con un tono, amable que le
incitaba y abordaba. Completamente difuso y titubeante, intentó
comprender de que se trataba y volver a la realidad natural.
Retornando aquel saludo de cortesía a la voz femenina, que todavía
esperaba respuesta.
Gumersindo
pensó que la propietaria de la voz escuchada le conocía y no tardó
en responder.
—Perdone,
¡Usted de que me conoce! Creí encontrar a Manolo, el cura del
barrio, quería confesarme, pero ahora mismo, ya no estoy decidido,
después del chasco, creo que me voy a ir, ¡Eso sí! muy
desinflado, y tal y como he venido, me voy y volveré en otro
momento, ¡Así que perdona!
Aquel
tono agradable, volvió a llamarle la atención con rotundidad y le
obligó a quedarse petrificado—¡Gumersindo, no te vayas! Soy tu
«Conciencia» y estoy sustituyendo al padre Manolo.
Además
sabía que hoy vendrías a charlar conmigo y ¡Te esperaba!
En
aquel momento, Gumersindo en un alarde físico de contorsionista,
alargó los brazos y apartó las cortinillas del confesionario, y
pudo comprobar que el habitáculo estaba vacío. No había
absolutamente nadie sentado en la banqueta usada por el cura.
La
garita estaba vacía. ¡Completamente!
Volvió
frente a la reja lateral, colocando en posición correcta las
cortinas y quiso ver entre el espacio alambrado, sin suerte, por
estar completamente oscuro.
Retronó
a escuchar el tono metálico femenino, y se energizó esperando.
—No
verás nada ni por el ventanuco, ni corriendo las cortinillas. Soy un
espíritu, una especie de «Embeleso», invisible para los
denominados “Humanos”.
Como
te he comentado, aunque no lo creas, soy tu «Conciencia» y si no
quieres hablar, por tus miedos o cabezonerías, yo misma te relataré
los pecados por los que has venido a ver a Manolo, para que te
confesase y con la contrición quedaras absuelto.
—¡Que
quieres de mi, seas quien seas! No me hagas pasar por este trance,
como si estuviera soñando—replicó Gumersindo, creyendo despertar.
—Soñando
no estás, y no volverás a despertar jamás al mundo que conocías.
Estás desplazándote hacia «Una Órbita multicelestial».
Viajas
hacia lo que los humanos llaman el «Purgatorio» Por cierto, tus
pecados son veniales. Fue anoche, cuando tu corazón dejó de
palpitar.
En
la tierra llaman a este milagro «estar muerto»
No
tengas miedo y déjate llevar, entrarás en la nueva Fase.
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