En
este año 2018, tan solo hemos asistido cincuenta y una personas.
Amigos y amigas, parejas, algunos, casados otros, solos también han
habido, todos ellos simpáticos como cuando contábamos con cincuenta
años menos que ahora.
No
os penséis que voy a contar penas ni tampoco explicaros aventuras de
las cuales nadie tiene porqué saber, sin embargo se me ocurre una
muy venial; que os la voy a relatar porque sé que los protagonistas
no se van a enfadar ni siquiera la recuerdan, (Con toda seguridad),
porque pasó de una manera tan sumamente suave que ni las hojas se
movían por el viento, ni las nubes nos tapaban el horizonte.
Estaban
dos de los presentes hoy en la comida, en el Acuartelamiento de
Soldados en San Clemente de Sesseves, provincia de Gerona. Corría el
año de mil novecientos setenta y uno. Mes de abril y recién
llegados al Campamento de Reclutas del Ejército, nos acomodábamos a
las disposiciones del mando militar.
Cuando
de buenas a primeras se dio un brote de una afección que se llama
Meningitis y las autoridades sanitarias nos arrestaron en los
barracones en una medida de protección en lo que se le llamó una
Cuarentena.
Todos
quedamos asustados pero a la vez con ganas de no creernos la
importancia de lo que podría haber pasado, a pesar que en otras
refugios, ya estaban un par de reclutas afectados por esa achaques.
La
cuestión es que cada cual juraba en hebreo como sabía y como podía,
menos uno que sacando lápiz y papel se puso a escribir una carta a
su novia de esas que son larguísimas y excelentísimas por contenido
y por erudición. Que duró los nueve días que estuvimos retenidos
en las barracas.
El
protagonista de la carta y la que entonces era su novia—hoy su
esposa—Estaban los dos en la comida de hoy y además no faltan
ningún año.
Del
contenido de la misma nos hemos ido enterando todos los que conocemos
este hecho, porque le decía al final de las cuartillas, antes de
despedirse de ella, con la intención de verla muy pronto.—( Te
querré siempre y seremos muy felices. Juntos andaremos por el mundo
y compartiremos todo aquello que se nos ponga por delante).
Hoy
me los miraba mientras reían, se divertían y gozaban del momento y
he vuelto a recordar aquel instante, aquellos momentos encerrados en
aquel barracón, que fui a preguntarle—¿Qué estás haciendo—y
él me respondió sin que yo pudiera entender lo que me decía hasta
esta misma tarde.
—Disfrutar
del momento y dar gracias por todo lo que tengo.
Os
dejo alguna foto del grupo de amigos y recordar aquello tan simple
que si lo llevamos como norma nos facilita la vida. ¡Disfrutar y
hacer gozar al que te rodea!
Noviembre 2018
Virgitanos en Barcelona