El episodio anterior finalizaba con estas conclusiones....
Comienza la entrega nº 9
Partidaria de no prohibir nunca a la gente que disfruten de lo que
gozarían los demás si pudieran. Creyente en Dios como el Ser Supremo que
gobierna las vidas, pero nada puritana. Muy abierta en la forma de pensar,
tolerante como la que más, pero también cabra loca cuando se arranca
Mal carácter, desordenada, olvidadiza, perezosa a ratos, de vez en
cuando deja las cosas para después, todo para lo último como los
templados....
lean el capítulo siguiente a continuación.
Comienza la entrega nº 9
Se levanta
con el pelo despeinado, deja los zapatos tirados, a veces se aúpa con los ojos
cerrados porque no quiere despertar, y se cabrea con ella misma, entra en la
ducha completamente despistada, desnuda, recorriendo un largo pasillo que le
lleva bajo el grifo de agua helada.
Gritona,
después ríe, procura que los demás rían también. Pretendiendo que lo que hace,
quede en el trastero, dejando parados a los demás.
A los
caballeros que le ceden el campo en la carretera les tira un beso y se quedan
todos extrañados, pensando que está loca.
Ha aprendido
de la existencia, que es ella y sus circunstancias, y así como ha tenido que
partirse la vida trabajando para velar por sus hijas y por ella, ayuda a todo
el que puede y Dios le bendice, porque siempre tiene dinero para poder ayudar a
los demás.
Todo lo que auxilia
a sus hermanos o a su familia, se multiplica, no es apegada a las cosas
materiales.
Persona refinada,
consentidora, halagadora, le encantan los abrazos apretaditos, los que hacen
sentir los latidos del corazón del “contrincante” sea hombre o sea mujer.
Martin un venezolano, despierto e inteligente, que tuvo
que saltar de su país, por problemas con el fisco, debidos a los dos últimos
negocios, que gobernó. Siendo necesario, o pagar las deudas en su tierra natal,
o echar tierra y mar por medio y perderse a lugares ignotos, para que la ley le
dejara en paz y volviera a comenzar, su singladura desde otra perspectiva más
adecuada. Regentó un negocio de carpintería de aluminio, que lo levantó de la
nada y llegó a ser tan alta su facturación, que pugnaban por el negocio, varias
de las empresas potentes y con envergadura de Caracas. Hasta que le reclutaron
para ganar dinero fácil con promesas, esas entidades que utilizan ese rebuscado
ingenio de la “estructura piramidal”. Con azafatas estupendas y con aplausos a
lo americano. Solo tuvo que invertir unos miles de dólares para vender,
participaciones a parientes y amigos, haciéndoles un lavado de cerebro
estructural, por la venta de productos de belleza de una firma Hollywoody of
Moovi. Consiguiendo trainers-entrenadores
y vendedores, que estos a su vez, repetían de nuevo el ejercicio. Por
una cantidad de dólares no demasiado exorbitada. Se triplicaban los ingresos en
cuanto reclutabas interesados para la legión de venta domiciliaria de
cosméticos, jabones íntimos de señora, delicados perfumes para la belleza,
crece pelos para los que no tienen un cabello de tonto, cremas corporales que
daban moreno a la piel y nutritivas totalmente naturales, hechas de papaya y de
mangos, todos afrodisíacos y frutos del paraíso terrenal, que facilitaban al
cuerpo humano absorber todas sus propiedades.
Con ello, perdió a su mujer, su casa y su negocio,
dedicándose en nueva singladura a la venta de seguros también en una
Aseguradora Multinacional, en la que hacía pólizas sin clientes para cobrar las
primas y comisiones. Multirriesgos de vida a conocidos, familia y amigos, colocándoselos
casi a la fuerza y obligándoles a firmar el contrato con el denominador de dar
pena. Harto de engañar a sus colegas, a sus amigos y conocidos, le cerraron las
puertas y para guinda, el fisco encontró unos capítulos impagados de sus
anteriores empresas. Saliendo de la casa de su madre, que es donde radicaba en
el último tiempo, para hacer fortuna en Costa Rica.
Martin la conoció el día que entró en su farmacia a
tomarse la tensión, después de recibir un mensaje muy raro, con remite
desconocido para él, un tal YSYP, que no lo tenía en su agenda, pero que
indefectiblemente tuvo que dejarlo todo para sin perder tiempo, entrar en
aquella farmacia de la capital San José. Siendo Cecilia quien le prendió el
tensiómetro en el brazo.
En aquel instante se miraron a los ojos y se dijeron sin
hablar un requiebro que les llegó al alma. Fue como una llamada instantánea,
una alerta del estado del bienestar, un gozo recibido sin esperarlo que les
hizo temblar con un trastorno inusual.
Una especie de dulzura contenida que a uno y otro les agradaba el espíritu, sin
saber ni cómo ni por qué. Algo que les superaba como una fuerza atrayente les
ofreciera un camino agreste y labrado de bondad y bienestar, difícil de no
reconocerle. Cecilia invitó a Martín Valleros a tomar asiento simplemente
usando el lenguaje corporal, indicándole con su mano derecha que se acomodara
en aquel taburete de la consulta y ayudándose de una suavidad extraordinaria le
empujó suavemente de los hombros para que reclinara su espalda sobre el reposadero
espaldas del asiento.
Le tomó el brazo y con suavidad le desabotonó la manga sin
dejar de mirarle, casi era un misterio los dos estaban en un trance vivencial,
que solo ellos apreciaban, una atracción sublime que valía la pena disfrutar.
Aquella tensión estaba desbocada, galopaba por sus venas a
punto de descorche, con una sedimentación extraordinaria y un tráfico anormal y
deforme. Ella hizo la lectura de de las pulsaciones y no quiso comunicarla al
paciente, era de hospitalización inmediata y la enfermera con mucha clase,
pronunció mirándole directamente a los ojos, que chocaron agradablemente con
los suyos_. Tranquilícese unos minutos, que le ha salido una lectura no
propicia. Quédese sentado sin más, que vuelvo a tomar el pulso y la presión
dentro de nada.
_ ¿Estoy mal, señora?_ Ha puesto unos ojos que por poco le
salen de órbita, preguntó Martín a la licenciada.
_ Pues no crea, que si no se tranquiliza, tendrá que ir al
hospital más próximo sin remedio.
_ ¿Y esto de que puede ser?
_ Pues de muchos factores_, respondió Cecilia_. Nervios, si es usted bebedor, si ha comido en
exceso, si acaba de tener un disgusto, por tener una alegría de repente. Ahora,
haga caso omiso y silencio durante un ratito y tranquilícese.
_ ¡Escuche enfermera! No se ausente
_ Le repito que se mantenga callado, respire tranquilo y
desinhíbase durante unos minutos. ¡Hágame caso! _. Replicó sonriente llevándose
el índice a los labios en señal de silencio total.
_ La conozco a usted de algo señora...
_ ¡Ah sí! que yo sepa, es la primera vez que aparece por
mi farmacia, sin embargo, si no tranquiliza su estado, no reconocerá a nadie,
puesto que perderá la verticalidad.
_ Cecilia, ¡perdone un segundo!_. Pronunciando aquel
nombre de forma majestuosa.
_ ¿Cómo sabe que me llamo Cecilia?
_ Lo he leído en la solapa de su blanca bata sanitaria,
Doctora Cecilia. No es así.
_ Oiga caballero, ¿Quiere serenarse? Le atiendo en cinco
minutos, pero le ruego obedezca, es por su bien y el mío. Me veré obligada a
llevarlo personalmente al hospital y no quisiera tener que hacerlo.
Quedó callado Martín sentado en la silla de la farmacia,
en un rincón del perímetro de atención al público, justo en un lateral del
mostrador. Mientras no dejaba de observar a la doctora Cecilia, como despachaba
a los pacientes que esperaban recoger sus pócimas y recetas. Ella calculaba
mentalmente el tiempo que necesitaba para poder administrar de nuevo la
medición al ....
Seguirá en el próximo capítulo muy pronto
To be continued....
Seguirá en el próximo capítulo muy pronto
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