martes, 8 de octubre de 2019

Una cena para recordar durante años.




Fue una sensación extraña desde la llegada al recinto. Un lugar donde habían pasado tantos momentos estupendos, que el recuerdo aún no había expulsado de sus lindes.
¡Cuantos años han pasado!, cuantas personas faltan desde aquellas fechas de la memoria. Tantas cosas han sucedido, lejos y cerca de aquel vergel.

Unas reales y otras, inexplicables, dejando una sucesiva carga de consecuencias que a pocos le importan, y a falta de las escenas reales, poco a poco se deshacen entre los periodos y los olvidos, volví a la realidad por unos instantes.

Salí al jardín posterior, donde una vez sentado en un taburete, celebrando una de las cenas famosas que he mencionado, perdí el equilibrio y caí de espaldas sobre un frondoso rosal, que aún estaba. Ahora, para recordarme el suceso.

Todo estaba casi igual. Parecía esperarme, la paciencia hecha mujer, perfumando el ambiente, con los racimos de uva verde, que pendían, sinceros y redondos, de las parras esparcidas sobre el tenderete de hierro, aparatoso artilugio que las aguantaba estoico, en su descanso amplio, para resguardarnos del sol.

La tarde fue andando en su transcurso y a pesar de ser verano, la luz comenzaba a esfumarse entre aquellos árboles.
Antonio y Estefanía llegaron, mientras Rosinda nos explicaba a Ana María y a mí, el despido del hijo del señor Paco, que su propio sobrino lo había despedido del negocio familiar.
La conversación cambio de tema, en cuanto llegaron a nuestra altura, saludando a los que habíamos llegado mucho antes a la cena que se preparaba para celebrar entre los amigos previstos.

No todos los habituales, ya que algunos ya habían partido hacia sus domicilios habituales, dando por finalizado el periodo estival y otros ya no existían y los echamos de menos, en no pocas ocasiones.

Tan solo estábamos citados aquellos colegas, los que Rosinda con mucha ilusión había llamado la tarde del día anterior.
Fueron llegando y saludando con esa alegría comedida de los educados, la nieta de Estefanía y Antonio, Emily, también se apuntó a la cena, y ya jugaba con los tres gatos de la finca: The Ordchard

Ni el intendente y su mujer habían llegado, ya estaban en Segovia, aquejados de una enfermedad de cejas de la dama.
Thomas Grainer ya difunto y su esposa Clarencia, no vendrían. Ella había dejado hacía dos temporadas, la amistad con el grupo.

Pascuale Silvetty, también estaba difunto y Nelida, tampoco estaría. Buscaba otros derroteros de relación, donde poder ocultar su edad y dejar esparcido su cabello mustio sobre sus hombros decaídos.
El esposo de Rosinda, Jhony también fallecido, era el que de los difuntos más presente estaba, su hijo Nestor, nos acompañaba en un vértice de la gran mesa y quizás también faltaba el amigo de cacerías de Jhony, José Garriancha, un ex cocinero del camping del Toro Bravo de la carretera de Casteldefels, en los años sesenta.

Se montó la mesa, casi a oscuras, iluminada por dos velas de cera de las opacas, en el jardín de los rosales.
La única flor que presidia la mesa era la de la anciana Doña Amable, prima de Rosinda, que con su gracia, explicaba sucesos de los años treinta poco más o menos. La más vieja, de todos los comensales, la mas jovencita, la nieta de Estefanía, Emily Bronteuse.

Miré hacia arriba, al cielo estrellado, y allí en uno de los rincones, estaban todos los ausentes obligados, no habían envejecido, los veía de la misma forma estupenda que cuando se marcharon, sin el permiso de ninguno de sus amigos.

Entonces comprendí que los allí reunidos, sumábamos entre todos 478 años, y que no se volvería a dar aquella cena del mismo modo, ni con los mismos comensales, en que se daba aquel verano de la gracia del cielo.

El lugar me recordó las ausencias, los olores de ocasiones anteriores, las frases de cada uno de los presentes y los ausentes, los comentarios y con aquellos recuerdos quisiera quedarme y que no se pudieran borrar jamás de mi memoria.
Aunque sé; que lo que pido, no se cumplirá.

Desde aquí, os recuerdo, amigos y me emociono intuyendo que no andáis muy lejos de nosotros, ¡Gracias por lo que nos disteis!













0 comentarios:

Publicar un comentario