Bajo
rodando la calle
detallando
tonterías,
rodando
es un decir
detallar
es picardía.
Esa
avenida es mi savia,
con
portales, con esquinas.
Esa
calle la conozco
más de
lo que imaginas.
Como
quieres que te engañe,
si eres
del portal vecina,
me
conoces, hace tiempo
se de
tu vista fina.
La existencia
es una la calle,
quizás la
propia avenida.
Quien
podría imaginarse
que yo
te valoraría.
Deja
que cruce el paseo,
que gire
la travesía.
Cuando llegue
el gran final,
todo
será una utopía.
Volver
a subir la avenida,
en
sentido de retorno,
es
mostrar cuerpo valiente
por
esfuerzo y por arrojo.
Poseo
el tiempo medido
para
decir lo que puedo,
porque
no siempre consigo,
explicar
lo que deseo.
Por
ello quiero imagines,
la vida,
como un pasacalles,
con sus
portales cerrados,
no ven
las adversidades.
Con sus
farolas ardiendo,
secretos
iluminados.
En las aceras
se pisan,
los
celos del más pintado.
En las esquinas
se cruzan,
la
inconsciencia de las almas,
sin
percatarse que falta
la pura
esencia y la calma.
Si contrastas
lo comprendes,
analizando,
se entiende.
Aunque no
camines cada día,
por esa
precisa pendiente.
Entender
lo que se expone,
deja sujeto
a cualquiera.
No son aturdidos
caprichos.
Es experiencia
concreta.
Esa
vecina es mi sombra,
llamando
así a la conciencia.
A la
que tanto acudimos
para
que nos de licencia.
Muchos recuerdos
pasaron,
por mi
avenida pendiente.
Al
inicio, el pleno emerge,
cuando
vuelves, se disuelve.
Dos
vecinos tengo anejos
que me
acompañan de siempre.
Una es
la cercana conciencia
que ataca
directamente.
El otro
el ilustre recuerdo,
que
viaja conmigo perenne,
facilita
y acopla la memoria
para
que siempre la ostente.
Tengo
el tiempo ajustado,
para
decir lo que puedo,
porque
no siempre consigo,
decir aquello
que debo.