miércoles, 9 de octubre de 2019

Enchufado y recomendado.



Era media mañana, y aquel funcionario quería aclarar, y dejar firmado y bien atado el permiso de vacaciones que necesitaba. Le correspondía por ley, y estaba muy harto de sacrificios para la empresa, sin que le reconocieran a penas nada.
Además necesitaba liberarse de la presión de aquel tormento, en que se había transformado la labor en la oficina y encima soportar a todos los indisciplinados directores, a los cuales estaba sometido. Llamó al líder del proyecto por teléfono a la Central, para ponerle al corriente y cerrar aquel asunto.

Año tras año, estuvo aguantando, sin poder expresar su disconformidad y sus métodos, quizás más sencillos y sin el boato que otros usaban, pero consiguiendo sus cifras con lo más práctico, que era trabajar y aportar el conocimiento adquirido y la profesión, para la resolución de los conflictos.
Con lo que, igual aquella industria, hubiese ahorrado en zarandajas. 

Elías, ya estaba hasta los tuétanos de tanta falsedad y a toda costa, pretendía por lo pronto, tener firmadas la autorización de ausencia anual y salir de aquel pantano de controversias, reunirse con su familia y descansar. Sobre todo descansar.
Al inicio de aquella jornada, se puso en contacto con Roberto Birria, su jefe inmediato. El señor Birria, era uno de los dos, cabecillas intermedios.

Abanderado nefasto del departamento, que sumado al otro fanfarrón que competía en las cuestiones de organización, nunca llegaban a puntos definitorios y las soluciones las tenían que abordar, los que estaban por debajo en el escalafón intermedio de la jefatura. El ínclito presumido, que le acompañaba en el mando era, Saúl Farsante Sancocho, muy parecido en presencia al famoso torero valenciano Chévere Letona, el que enamoraba a las mujeres en cuanto le miraban, y con semejante parecido, no podía entenderse, como había llegado tan bajo aquel cínico y baladrón personaje. Contrario al matador de toros, creyéndose que era poco menos que Dios, y trataba a las mujeres del departamento, como si les perdonara la vida, sin educación y con un descaro no propio de un caballero.

Intentando convencer a los veteranos, con sus tesis, totalmente descafeinadas, por lo que intentó fastidiar no solo a su colega el señor Birria, sino que lo practicó con todo el departamento. Tan solo para presumir ante el Presidente de la Entidad, y dejar a todos sus colegas con un color añejo de incapacidad.
En «petit comité», lo bautizaron como lo que era: «un cerdo».
Dos auténticos pelotas, rastreros y «chupa ojetes» Don Birria y Don Chévere, ambos intendentes de sección de la firma.

Un dúo de descerebrados, e indignos figuras deslucidas. Usados por los semi- directores, aspirantes a Delegados en España, para que les hicieran las labores de baldeo domestico. Los que presentaban las listas del personal que sobraba, para el despido. Los artífices generadores de las crisis en la entidad. Los que decidían si éste, o aquel, se quedaba en plaza o debía ser destinado al punto más lejano de la geografía.
Impresentables, que habían conseguido sus puestos, a base de cargarse a compañeros, haciéndoles la cama y dejándoles con el «culo al aire» Como intentaron hacer con Cristina, una ejecutiva muy bien preparada, que a la hora de desprestigiarla, les salió rana, y por poco les cuesta su propia cabeza.

Creían que la ingeniera, que además dominaba tres idiomas, no tenía pelotas ni ovarios. Saliéndoles el tiro por la culata, cuando esta señora, quedó nombrada como Directora de Futuro, registrándose en el escalafón de mandos por encima de ellos, con mando ejecutivo y categoría fuera del Convenio.
Detalle que aceptaron de buen grado, como cínicos y falsarios, y cuando la veían de frente la adulaban e incluso la piropeaban—para mofarse de ella—, siendo la pobre, poco agraciada, con la belleza. 

Nada que ver, con su éxito como ejecutiva y organizadora, al someter con sus agallas y las pelotas que demostró, gobernando a tanto sinvergüenza barato, que les amargó la vida, hasta que comenzaron a dar resultado, simplemente por trabajar y cumplir con el horario.
Se acercaba la semana del Pilar, era octubre y Elías pretendía estar ausente de aquel Centro de Trabajo, el resto le daba exactamente igual, eso es lo que habían conseguido los dos artificieros de la sinrazón.
Acostumbrado a una norma, la que había antes, tan rígida y tan sin vibraciones, que ahora, con estos coordinadores, tan faltos de profesión, tan sumisos, con tanto miedo y con tan poca experiencia, dejaban mucho que desear.

Así que Elías propició, «muy Murry» y cicatero, la conversación con el sospechoso Roberto, para que le firmara los permisos, sin más pero, con la experiencia del veterano empleado, usó de las mismas fórmulas que ellos practicaban y con una noticia de ascenso inmediato, de un compañero externo, al que por cierto, le tenía mucha fobia, le entró a su responsable el señor; Birria.

Buenos días Roberto, te emplazo a que firmes mis vacaciones, tienes los documentos en tu poder, los remití hace dos días—Los necesitas todos ahora, precisamente—Instó el firmante, con poco gusto, y menos ganas de rubricar. Notando que debía disponer a un sustituto, para cubrir las ausencias.

¡Pues claro! No todo van a ser sacrificios, Trabajo para vivir, ¡Como tu, imagino! Aunque a veces, llego a dudarlo—Asintió Elías con desparpajo.
Hizo una pausa de breves segundos y le entró al señor Birria, con lo que sabía le iba a tocar los testículos, sin usar tan siquiera las manos.

Te has enterado del nuevo cargo de Director de Fábrica, que ha conseguido en buena liz tu amigo y colega Francisco.
¿Frank Protio?—, dudó Birria, al nombrarle—y se le escapó una onomatopeya díscola y cargada de envidia, intentando disimular.

¿Al final lo han ascendido?
Es prácticamente un hecho—dijo Elías—, no se ha hecho oficial, pero ya sabes que tengo oyentes en todos sitios, y lo sé de buena tinta. Se hará oficial, el viernes, en la Junta de Capacidad.
No pudo nivelar, ni evitar su disconformidad y demostrar sus celos, por la noticia del nuevo cargo, en el colega que menos esperaba. Aquel con el que nadie contaba, ni estaba dentro de la terna de los futuribles a apoderados. 

Otro artista de los pasillos y de los “chismes al oído”, otro fulano dedicado al «no comentes, pero que sepas», y —regalaba los oídos, con críticas y desatenciones.
Un gaitan desalmado, que buscaba cargo, prestigio y dinero, como ellos, los fans Roberto y Saúl, para colocarse, desde ya, en la posición destacada de los directores de la factoría.
Despacho y cargo apetecible, que todo advenedizo y petulante aspiraba ocupar y, entre los presuntuosos, estaba precisamente Roberto Birria, que a su vez se enteró de buena tinta, por boca de su empleado más desatento, y que insinuando tener poco valor lo conseguido, por su amigo Frank, volvió a la realidad y a la firma de las autorizaciones que tenía pendiente, recalcando con muy mala gana, como era costumbre en un desgraciado como era aquel pisaverde.

Dejando aparte, aquella «alegría trampa», que recibía por parte de Elías, con cierto retintín, insistió, sin modo alguno.
Aquí veo, mucho documento, para firmar, ¡Aclárate Elías!, por favor.
Atosigó el responsable. El disgusto, se había apoderado del jefe Birria, y ya obnubilado, no carburaba, «por otra parte, lo que pretendía Elías, en el momento de la rubrica», era evitarse disputas y preguntas, exigencias y negaciones. Así estando cabreado el capataz, con la buena nueva de su colega Franki, no haría preguntas, más allá de las que solía hacer.
He de firmar los de la semana del Pilar y los de la Navidad, ¿no crees que es demasiado? —le anunció Roberto Birria

¡Pues no lo es!—rebatió Elías, con osadía.

Llevo dos años, quedándome sin fiestas en octubre y en Navidad, desde la canción y el miedo del cambio de siglo, con el susto del que pasará.
Además, nosotros no somos insustituibles como los sois tu y Saúl, todos tenemos sustitutos y para eso los habéis previsto, o ¿No?

Continuó con sus cataplasmas, poniendo la misma voz acostumbrada de traicionero, y firmó todos los permisos, no sin anunciarle a Elías, el adelanto de sus últimas infamias, que con seguridad, las tendría pensadas desde tiempo.

En cualquier momento hemos de hablar, igual tengo una oferta interesante para ti y lo mismo, te interesa aprovechar. Las cosas se están poniendo muy duras y en el departamento empezamos a querer hacer cambios.

Pues cuando quieras, pero antes de esa conversación que propones, deja que pasen los días de permiso que has firmado y con eso, ya nos ponemos en principios del próximo año, y como dicen… quien sabe donde estaremos entonces, ¿Verdad?, igual tu ya ni eres mi jefe.

¿¡Qué sabes tú de eso!?—preguntó desquiciado el señor Birria, y Elías no queriendo entender y desviando lo escuchado, se hizo el loco, y no respondió.






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