jueves, 31 de enero de 2013

Escalofrío nocturno



Marina explicaba en la consulta del médico a la pediatra, unos síntomas raros que tenía su nieta tras la enfermedad que llevó a su hija Thanit al fallecimiento.  
Punto final de todo, dejando familia de muy corta edad y en la forma que Marina, madre de Thanit y abuela de Estela, lo había padecido en soledad y sentido en un brutal desenlace, tanto que aún no se ha hecho a la idea de perderla.
Su hija falleció a los veinte y dos días de contraer unas calenturas víricas un tanto anómalas, que no supieron curar los médicos del ambulatorio de su zona, puesto que fueron tan atípicas y extraordinariamente raras, que es después del óbito, que le han llamado fiebres, puesto que ni eso sabían.
Thanit había estado casada durante nueve años con un hombre, que iba embarcado en unos de los buques de una naviera chilena, faenando en alta mar, por lo que contacto marital, ni roce humano se producía. Ante las grandes ausencias en el hogar, que por motivos laborales igual podían ser excusadas como pormenores, junto con otros detalles de infidelidad, fueron distanciando a la pareja hasta convertirlos, en dos extraños con varios hijos.
Cristóbal, Iba enrolado en un barco de pesca que faenaba por el Gran Sol hasta Groenlandia, y todo el bacalao y atún que acumulaban lo almacenaban en unas inmensas cámaras y lo congelaban, mientras duraba su travesía. De los doce períodos que tiene el año, estaba fuera de su casa durante nueve largos y rigurosos meses, con sus días y sus noches, separado del calor familiar y de la cotidianeidad del contacto de sus hijos y de su mujer. Efecto que creó al tiempo distancias, entre él y sus más allegados, que acabó rompiéndose por el lugar más frágil.
El matrimonio, tenía tres hijos, y sin saber ni cómo ni porque se fue al traste, solicitándose por parte de Thanit, un divorcio a los cinco años de matrimonio, por falta de afecto, de contacto corporal, de ausencia de sexo y por lo más sangrante, por la falta de amor.
Habían vivido en una casita alquilada, en el barrio del puerto, no muy lejos de Marina, su madre, que ésta cuando quedó viuda, intentó atraerse para consigo a su hija y sus nietos, sin poder llegar a convencerles, aduciendo la hija, que quería hacer una vida independiente y sola, por si tenía la oportunidad de rehacer sus días con quien le interesare y por aquellas tendencias de Thanit, en ver más allá de lo visible.
Siempre había tenido aquel don, de predecir o de vaticinar  y vislumbrar detalles, sugestiones y encubres, dónde los demás los llamados corrientes, no alcanzaban. Una especie de merced para los temas ocultos ostentaba, desde bien niña, que pocos estaban al corriente.
De hecho, cuando llegó aquella tarde a su casa con fiebres, ya le adelantó a su madre, que se moría, que de aquella situación no saldría y que tuviese mucho cariño con sus hijos, que estaban en edades muy tempranas y quien mejor que su abuela para cuidarlos, ya que no podían contar con más familia.

Aquel día Thanit había salido de buena mañana a su trabajo habitual, llevaba a los tres hijos a la escuela y tras dejarlos en clase, se dirigió directa a su negocio. Abría su carnicería y despachaba carne desde las nueve de la mañana hasta las siete de la tarde.  Ocupación que en un tiempo había sido de Teodosio,  padre de Thanit y maestro de trabajo, en el que trabajó desde la niñez, aprendiendo el oficio, durante tantos años a su lado. Hasta que al morir Teodosio, heredó como dependienta y propietaria.

No cumplió con el horario aquella jornada, sobre las tres de la tarde, dejó la tienda en manos de sus dos empleadas, dado que ella no estaba en condiciones para poder seguir despachando como si tal cosa, volviendo con síntomas desconocidos a su casa, para entrar en la cama que ya no dejó hasta su final.

Al llegar del colegio sus niños, fueron a ver a su mamá, que les reclamaba para verles por última vez, poco antes de que perdiera completamente la noción y el sentido. Detalle, que ella misma debía saber por aquellos poderíos innatos que poseía y que pocos imaginaban.

 La niña mayor Estela del Mar, de seis años fue la primera que llegó a un extremo de la cama, mirándola mientras su madre, acababa de mojarse los labios, con un vaso de agua que permanecía sobre la mesilla de noche. No les hacía falta hablar, a ninguna de las dos, para entenderse, sin embargo y sobre todo Thanit, tomó la mano de su hija, y le encargó fuera buena con la abuela y con sus hermanos, que ella iba a emprender un viaje muy largo y sin retorno. Estela ni pestañeó como si esperase la noticia que le daba su madre en voz baja. Conforme por poseer también aquellas clarividencias portentosas.

Los siguientes días se desarrollaron, entre las muchas visitas de cuantos médicos, pudo alertar la abuela, para mirar de paliar aquellas dolencias tan extrañas que le sucedían a Thanit y que veía impotente, como se apagaba entre las sabanas de aquella cama amplia con tafetanes y cabezal artesonado.

Fueron 22 días de sufrimiento para los que la acompañaban, puesto que Thanit, a partir del sexto día, perdió el conocimiento y el uso de la palabra. Imposible reconocer si libraba una batalla con el infinito que esperaba recibirla.

En aquel extremo de la cama, aquella niña Estela del Mar, como una adivinadora, velaba por el cuidado de sus hermanos, mientras la abuela, regentaba todo aquel variopinto y alterado panorama. Jacinto de cuatro años y Ramón de dos, no entendían nada del espejismo que les tocó vivir, mientras que Estela, se impregnaba de toda la realidad existente. Siendo conductora receptora de todo cuanto le ocurría a su madre, que postrada y sin que nadie lo advirtiera se comunicaba con su niña.

Un 28 de junio dejó de respirar Thanit, cuando tan solo contaba con 39 años. Nadie podía entender como una mujer con una salud desbordante podía haber sucumbido por el influjo de unas fiebres. Tristeza mortal en su sepelio, acompañada tan solo sus seres más allegados y no de todos, puesto que el padre de sus hijos, el ya ex marido, estaba ausente, por esos océanos frondosos, braceando y congelando pescado.

Los pequeños, ni se enteraron de aquella tragedia, tan solo Estela guardaba para sí todo aquel sufrimiento silente que administraba como un adulto concienciado.
_ Es como si no faltase de casa. Aún noto que pasea por el pasillo, se sienta a los pies de la cama de Jacinto y Ramón y los abrigase__. Replicó la abuela, dirigiéndose a la pediatra, que la escuchaba con el máximo de los respetos__. En las noches cuando los acuesto, noto antes de ir a dormir, que el arrebujado de sus ropas, está de forma diferente, de cómo les arropo y un cierto perfume de cereza que era el que Thanit usaba, se desprende de sus fisonomías sosegadas.

Frecuente, en la antesala del sueño, se acerca a mi vera, y  noto lindante su presencia. ¡Es ella!  Percibo su inclinación templada, toma asiento en el balancín, que solía cantarle nanas cuando era una niña y se mece, me mira y sonríe agradecida. Refiere detalles olvidados, que sucedieron en mi compañía y que ni siquiera recordaba. Pinceladas de sucesos acaecidos difíciles de entender de nuestro entorno, que jamás tuvieron luz;  los define y aclara, para que los conozca. Es como si tuviera vida aunque no la podamos ver, como si no se hubiese ido, ni estuviese ya difunta.

Con Estela, es diferente, parece se entiendan desde una ausencia invisible, la chiquilla, no está triste, ríe en solitario, sueña y parlotea en cualquier rincón, fantasea como una persona desarrollada.
_ Ha observado por parte de Estela del Mar, ¿Conducta extraña, o desvaríos?__. Indagó la pediatra, muy atenta a lo que escuchaba y permitiendo que Marina, dejase divagar su comentario.
_ Ayer mismo__, matizó Marina__, hablaba con mi nieta de cómo van vestidas las compañeras de su clase, y de pronto, sin esperarlo se estremeció de forma visible y profundamente, tanto es así que lo percibí tan claro como si me hubiese pasado a mí misma. Ambas miramos al fondo del pasillo de la casa, por un resplandor aciago y fugaz__, Marina, se secó las lágrimas que le caían como gotas inertes, recogiéndolas con su pañuelo y prosiguió__.  ¿Qué te pasa Estela? Pregunté alterada y ella me respondió__. No pasa nada abuelita. ¡No padezcas!

_ ¿Has visto a tu madre, verdad? __. Inquirí__. ¡Sí! es ella__. Contestó Estela, sonriente__, no sufras, está con los nenes, luego vendrá a hablar conmigo y seguro esta noche volverá a sentarse en la mecedora de tu habitación hasta que te venza el sueño.

 

lunes, 28 de enero de 2013

A la bartola p.t


La economía no daba para más y tuvo que buscarse los garbanzos en un tiempo donde la crisis también azotaba, aquel tipo tenía un sueldecito que no llegaba para afrontar el gasto de su familia y poder llegar a final de mes sin penurias y sacrificios. Por lo que en vez de quejarse de su suerte, buscaba la forma de poder paliar ese déficit que le impedía, tener un nivel de vida un poco más amplio, donde sus hijos pudiesen tomar clases de inglés y de vez en cuando, llevar a su mujer al cine, regalarle una flor sin quitarlo de la economía doméstica.

Aquel día, recortó los anuncios que le podían interesar, que conectando con su perfil y en sus gustos le llamaron más la atención y envió los requisitos y solicitudes, además de hacer las llamadas telefónicas pertinentes, a las direcciones que ofertaban esas vacantes de empleo, dejando su currículum vitae a expensas de que alguno de aquellos empresarios, o especialistas en la gestión de la ocupación, descubriera en él, una posibilidad de encaje dentro de cualquiera de aquellas empresas.

Habían pasado tres semanas, desde que Germán, había gestionado aquella tramitación en busca de una ocupación extra, cuando regresando a su casa se detuvo en el buzón y recogió el correo recién llegado, dónde reconoció que una de las cartas, era de una de las empresas a las que él, había escrito solicitando función. La carta escueta, indicaba que había sido seleccionado para en principio una entrevista, y si pasaba los imperativos que la empresa requería, podría participar en los cursos de la propia firma, donde se capacitaría por medio de unas técnicas de especialidad súper modernas en ventas. Fecha y hora de la entrevista y la denominación y nombre de la sociedad.

Aquella tarde, el autobús le dejó frente a la Sede Social de la: Solidaria de Seguros A la Bartola. P.T, organización federal de seguros para la vida y la muerte, donde le esperaban en veinte minutos un empleado de recursos humanos, para pasar la entrevista. Puntualidad extrema, cuando se abrió la puerta de aquel despacho de la planta novena, donde una docena y media de candidatos esperaban ser entrevistados por el equipo de la firma. Una señorita muy segura, alta, sobre unos zapatos de aguja de unos cuantos centímetros, y una blusa diáfana, que en la espalda llevaba bordado un slogan muy llameante que decía: soy La Bartola, puedes tumbarte, les saludó dándoles la bienvenida y haciendo gala de su profesionalidad, les indicó a los aspirantes, por la puerta de oficina que serían atendidos cada cual y acto seguido, llamó a los seis primeros, dándoles vía libre al reservado, en los que Germán, estaba nominado.

_ Pase, por favor; y tome acomodo. ¿Usted es Germán Patiño? __, pronunció el entrevistador, haciéndole gesto para que se acomodara en una de las dos butacas que tenía frente a su mesa. Mientras le observaba, desde los pies a la cabeza, con la seguridad de no perderse ningún detalle y de forma descarada y brutal.

_ ¡Sí! Ese es mi nombre. Gracias por atenderme__. Contestó Germán, sin ningún tipo de cortapisas ni timideces, sentándose en la butaca y mirando al gestor a los ojos.

_ Me llamo Wilfredo, soy uno más del equipo de contratación de la casa y lo voy a someter a un pequeño interrogatorio, si me lo permite. El cuestionario consta de diez preguntas, pero cada manager, tiene su forma de trabajar, yo prefiero que usted hable y yo iré entresacando conclusiones. Así también veo, si usted tiene don de palabra, personalidad, modos, timbre de voz, dedicación y empatía, agrado por el trabajo, pulcritud en su forma de vida, sensación de esfuerzo, cariño por sus ideales, poco absentismo, credibilidad personal, salud y energía, control de crisis, sabiduría e intelecto, éxito en sus convicciones, amor al prójimo, control del dolor, valor y arrojo. Ya sabe… esas cosas que son tan necesarias para la venta__, y prosiguió sin detenerse con la iniciación  ¿Tiene usted ocupación actual?

_ Así es, tengo trabajo fijo. Soy contable en una empresa de electrodomésticos. El motivo por el que vengo, es para ganar en calidad de vida__, comenzó con su relato Germán, sin dejar de mirar a los ojos al Coach, a la vez que éste, estaba totalmente concentrado en lo que manifestaba__. Explico: necesito tener un sueldo extra, para no ir tan apretados en la economía familiar. Ya sabe, los sueldos ahora no son boyantes y para los ascensos es época inviable, dado como está la economía en general. Tengo tiempo libre por las tardes y creo que en lugar de quejarme de la situación y pasando al movimiento, pues igual encuentro ocupación parcial y a la vez que soluciono el cometido principal de mi necesidad, que es contar con otros ingresos; pues amplío conocimientos, que nunca vienen mal.  En esto pensaba, y vi su anuncio en la prensa local, solicitando personal para ventas, pensé en que igual, si llegábamos a un acuerdo, podría trabajar con ustedes.

_ No le voy a hacer perder más tiempo, Germán, creo que encaja dentro de la silueta de los vendedores que buscamos y le llamaremos, para que haga los cursos pertinentes, antes de comenzar dentro de La Bartola P.T. Como usted conoce, somos una empresa de seguros y reaseguros, nuestro principal producto  el seguro de la vida humana, y nos dedicamos a asegurar a las personas, con toda la gama de productos al uso, haciendo Planes de Jubilación, Compromisos a plazo fijo, seguros de accidente, y el clásico seguro de Vida, en previsión de la muerte. ¿Tiene alguna pregunta qué hacer?

_ ¡Sí! Necesito alguna explicación sobre la empresa__, incorporándose algo, de la butaca, donde se hallaba cómodamente sentado, preguntó Germán__, en principio que significan las siglas P.T, dentro de la denominación de la razón social.

_ Las siglas de P.T, significan Puedes Tumbarte, el nombre de la empresa al completo es: A la Bartola Puedes Tumbarte, lo que significa, que todo queda en nuestras manos, el cliente asegurado, no se ha de preocupar por nada. Despreocúpate, es el segundo lema. Pueden nuestros clientes, confiar en la profesionalidad de la sociedad, sin desasosiegos, ni menoscabos. Por motivos comerciales y ya desde los principios se registró como: La Bartola, P.T, por ser un nombre muy popular y mercantilista, que adjetiva nuestro papel en la sociedad__. Contestó Wilfredo convencido y ensimismado.

_ Entonces que clase de ¿remuneraciones tiene el agente empleado a tiempo parcial?, ¿Qué es lo que gana, a cuánto ascienden las comisiones de venta? He leído mientras esperaba entrar en este reservado que: los cursos de capacitación van a cargo del alumno, que los pertrechos y gastos de material, asimismo han de incluirse a cargo del aspirante al puesto, que los permisos para colegiarse dentro del Gremio de Seguros, son a cargo del interesado y que si la venta de la póliza es retornada por el motivo que sea, la comisión es restada al agente de sus haberes y por último para poder representar a la empresa, todos los seguros particulares, de hogar, de defunción, del automóvil, en una palabra, cualquier convenio del agente con aseguradoras, han de estar fijados en la Bartola.

 ¿Qué clase de jornal, le queda al vendedor y conque comisión puede contar al final del mes, para llevar a su casa?

_ El agente una vez preparado con nuestros cursos__, anunció Wilfredo, con una risita en su cara__, si convence, se motiva y trabaja, si vende, si mete en cintura y cierra pólizas, en las visitas domiciliarias, si firma contratos, si hace clientes, si les fuerza a crear necesidad, Si cierra negocio y subyuga, sometiendo, avasallando, dominando al cliente en la importancia del seguro. Si vende Bartola, en previsión a sus accidentes laborales. Si persuade en que compren y se despreocupen, si inclina la balanza a su interés y vende nuestros valores de la empresa líder Bartola y lo hace perdurable por lo menos en dos años.

¡Gana el dos por ciento de lo que venda!  Además del reconocimiento de la propia empresa, y los beneficios del  sector.

_ Pues muchas gracias por su atención y ofrecimiento__, contravino, levantándose de la butaca, y alargando la mano para estrecharla con la de Wilfredo, despidiéndose enérgicamente__. Esta noche hablaré con mi esposa, a ver si todos los gastos, los esfuerzos, los pagos, las deudas, la hipoteca, los colegios,  la cesta de la compra y los seguros, deja de preocuparnos ¡Los echamos a la bartola!  Y, nos tumbamos con ella.

 

sábado, 26 de enero de 2013

Dolor y memoria


Braulio había llegado a la zona, tras varias circunstancias encadenadas, la primera un deseo pendiente. De joven había visitado aquellos parajes, quedándole buenos recuerdos y mejores influjos. Frío, mucho frío, había soportado allí en aquella población,  aquellos aromas y olores que no se le habían borrado jamás de su mente.

Aquel disfrutar con los amigos, en aquel éxodo de placer, las comidas, las juergas y aquella intimidad con Núria, inconfesable, no podían borrarse fácilmente de su fantasía. Afecto que a pesar del tiempo pasado permanecía intacto, entre aquellos entonces jóvenes amigos, que en la actualidad vivían desperdigados por la geografía, sin tener contacto ni conocimiento de sus desesperaciones. 

La segunda razón, huir un poco de la sensación de mercadería que tenía en su ciudad de residencia, creyendo que escondiendo el bulto, las cosas se diluirían por sí solas. Retornaba a aquellas tierras tras una larga ausencia, que ya permanecía en el pretérito. Buscando quizás, la felicidad que en un periodo encontró en aquellos andurriales. Bienestar tan colmado de jugo y de placenteras situaciones; que no se le habían repetido jamás en su bonita ciudad, donde residía establecido; a pesar de estar repleta de oportunidades materiales pero, escasa de sensaciones  celestiales.  

Llegó un día de lluvia, mojado y helado de frío, aquel conocido le esperaba para acogerle durante un fin de semana, como agradecimiento a ciertos asuntos que a éste le sirvieron de mucho y por lo cual, no tuvo que meterse en unos gastos extraordinarios que no podía, sin echar mano de la esgrimida hipoteca, préstamo, o anticipo. 

El pueblo estaba como lo había dejado años antes, con las mismas virtudes y los mismos menoscabos, sus calles despobladas y grises y sus chimeneas humeantes dejaban expandir sus fumaradas hacia el gran cielo, que gris y espeso lo disminuía en pocos instantes. Húmedos suelos resbaladizos de callejas empedradas, corrientes de aires gélidos se colaban helados por los entresijos, dándole temblores al cuerpo desvalido por las inclemencias climáticas.  

Sin pensar llamó a la puerta, y se abrió aquella cancela, con el chirriar de un portón que no se engrasaba por la falta de uso, estancia sombría y desapacible, condenada por el goteo de una canal que justo daba en el frontal de aquella entrada. En el suelo una alfombra, hecha de un trozo de saco arruinado de alubias, perturbaba la vista a la vez, que hacía los servicios de extractora del barro deslizante de la vía pública, que se adosaba en los zapatos. Una bombilla de pocos vatios quería iluminar los rostros, que tras las sombras duras y penumbras a penas dejaban entrelucir, los rasgos personales de cada cual.  Un olor a leña procedente del interior de la casa, agradecía el acceso a ella. Tufo que agarrado a la ropa del amigo Abdón, que abría la compuerta y añadido al olor de su aliento, podían alimentar y rebufar salud, al gato que enclenque merodeaba en el zaguán pidiendo una donación.  

Abdón asomaba, como un hombre enjuto y vulgar, criado en la soledad de la indiferencia, por la propia naturaleza, venido del seno de aquellas familias que paren hijos para que les sirvan y les sean útiles a temprana edad. Sin aquella ilusión que tienen algunos padres por crear vida y por necesitar a quien ilustrar, formar y amar.

Aquel tiempo daba muestras de haber repetido historias que habitualmente han quedado escondidas en el olvido de todos, pero que ha arrojado a la suerte de su propio destino a seres completamente infelices, que por sus trayectorias sin amparo ni educación, han provocado episodios bastante dolorosos y sangrantes. 

Peinado con alevosía, ayudado de una brillantina fija pelo, que le mantenía aceitoso el cabello, dejando traslucir el nivel de pulcritud de aquel hombre tenebroso. Que a la vez mostraba una barba desarreglada de más de tres días. Sus anteojos circulares, mostraban el larguísimo tiempo, y la modernidad de los mismos, con cristales empañados por la diferencia de temperatura entre la calle y la estancia, divisaban unos ojillos escasos, traicioneros no apetecibles de admirar. 

Camionero transportador de áridos, dedicación completa al volante, de verbo soez y palabras mal sonantes, dichas con voz afín al agua ardiente. Emigrante del sur, venido por la razón imperiosa de comer cada día y hacerse de una existencia más o menos llevadera, engendrar a sus hijos hasta que les pudiese sacer partido. Sin emoción matrimonial, ni metas que cumplir, si no son las de llenar cada día el estómago, saciando la voracidad, acompañado de tragos fuertes controlados por el estado de salud que le había arrojado a las enfermedades ya tradicionales del colesterol, reúma de huesos y presión sanguínea, contando con la gran amenaza para la salud del azúcar a niveles de tener que pincharse a diario, teniendo que transportar los útiles para el suministro corporal de insulina. Todo ello hacía que su carácter fuese asqueroso y desquiciante. Solo admitía y escuchaba, a según quien por razones de conveniencia y su poder de comprensión se limitaba al beneficio que le pudiera aportar la situación. 

Una mancha grasienta de gran tamaño en el pecho izquierdo y una gran rebanada de pan con embutido en la mano derecha evitó que el recién llegado pudiera estrecharla para saludarlo como agradecimiento a tan generosa invitación. Zapatillas de lana deslucidas y planas del desgaste que contenían y unos pantalones de pana verde, más negra que el tizón y más arrugada que el fuelle del bandoneón del cieguito del agua, le servían de vestido y le  reservaban del acuciante e intenso frío.

Ese motivo y no otro cualquiera, era el que le obligaba a atender en su casa al visitante, para que de una manera visible, retornar aquel favor que le hizo Braulio en su día sin beneficios ni ganancias. Simplemente por humanidad, esa concepción que Abdón, no conocía ni de lejos y cuando se la presentaron fue para su suerte, el día que más la necesitaba. 

_ ¡Hola; ya estás aquí! Pasa “pa dentro” que verás a Rosa sentada en la lumbre. Hace un frío de pelotas.
_ Hola, que tal, y gracias por la hospitalidad__, dijo Braulio__, hoy no es día de andar por esos mundos sin un cobijo.  Fueron penetrando en el interior de aquel caserón y en un rincón a la vera de una chimenea amplia, sin parapetos para el humo, estaba Rosa.

Una señora oronda, que masticaba algo. Ella; cuando fue a saludar, miraba a lo infinito, en un principio sin ver nada, por aquella humareda, que había en la sala cocina y que más cortaba la vista y el olfato, que restañaba los tiritones de la poca temperatura habida.

_ Hola Braulio, ¡Mira no he salido a la puerta a recibirte! Estoy helada__. Claramente expresó la señora, tragando lo que masticaba a dos carrillos.
_ No se preocupe usted Doña Rosa, lo entiendo__, le dijo Braulio_, perfilando de un vistazo el atuendo cómodo que llevaba colocado. Un pijama hombruno, de la talla súper gigante y unas babuchas de paño, tapaban las partes más amplias del esqueleto, se tocaba con un gorro de lana que le tapaba toda la frente y parte de la nuca hasta las orejas, un delantal de paño de estambre y aquellos lentes, que difícilmente podía ver por la gran cantidad de vaho que había en la estancia. Comía…   ¡Más que eso!  …Mordía un trozo de tripa de salchicha cruda, que engullía con apetito y mascando como hacen los pavos en su engullir: dos meneos y adentro.

_ ¡Anda ponte cómodo! Que luego cenamos un poco y podrás descansar. Mañana será otro día y lo mismo no hace tanto frío, si es que sale el sol. Estamos en invierno y es lo que hay, esto no es la ciudad, ni mucho menos__ acabó el parloteo con la boca llena aquella mujer.

La vivienda, era fresca y ventilada como la jaula de un jilguero, las paredes no parapetaban el aire, entraban corrientes ventosas, como cuchillos afilados, la dentera era deporte en aquel recinto, por todos los rincones notabas brisas y no podías, estar un minuto quieto del helor que intentaba paralizar la corriente sanguínea en su viajar por las venas.

_Quiero presentarte a un vecino__, dijo Abdón__, que es un buen tipo. Nos ha ayudado a instalarnos en esta casa y de vez en cuando, nos trae fruta y hortalizas de su huerto. Vendrá esta noche, cuenta unas historias muy reales, cojonudas que nos mantienen en vilo. Le llaman Genís y además es un buen músico. No es que le haya escuchado tocar su saxo tenor pero todos dicen que es cierto, lo de su calidad musical.

_ Me encantará escucharle sentado a la vera de la chimenea__. Manifestó el recién llegado, con ganas de agradar. 

Rosa sirvió la cena y mientras comían, no hubo palabras más que para agradecer por parte de Braulio, la invitación y el cobijo que le habían dispensado la familia: Ruiz Fernández, mientras se asomaba en el recuerdo del recién llegado, la rememoración de lo sucedido en aquella carretera, a las tantas…   en noche de perros. 

Abdón, Rosa y sus nietos circulaban de vuelta a la gran ciudad, tras haber pasado unos días de asueto en su casita del monte, iban en su Mercedes, no demasiado cómodos pero, cumplía con las normas vigentes de la circulación. La alegría en ellos como siempre, comedida, en pro de un retorno sin problemas. La noche era negra y cerrada, niebla de no ver más allá de las pestañas de cada cual, frío atornillante que hacía que la distensión de los tendones fuese cosa de hábiles masajistas, o estrellas circenses.

Aquel coche conducido por Abdón, colisionó con otro vehículo cargado de colegiales, tras no hacer un stop extraordinario y comprometido, que está  en la carretera obligando a todos los vehículos a detenerse inexcusablemente. Una señal de tráfico, que perenne radicaba allí, hacia muchísimos años. Una confluencia que Abdón conocía al dedillo y que siempre había respetado. En aquella ocasión sin saber ni por qué, ni como, no se detuvo provocando el accidente, donde hubo daños personales y destrozos materiales, a tal punto que su coche quedó hecho un amasijo de hierros, a pesar de no haber lamentado daños corporales en los miembros de su familia. Sí hubo heridas contusas y graves lesiones en los ocupantes, del coche que circulaba respetando las normas. Quedaron sin vehículo por resultar choque fatídico y  de siniestro total inapelable. Resultando las costas y los gastos, en contra de la familia Ruiz Fernández, la cual debía pagar además de los  expendios propios, los de la parte contraria, ascendiendo a muchos miles de pesetas, dinero que no tenían, ni en efectico ni en especies, ya que aún estaban entrampados con la hipoteca de la compra de aquella casa del monte.

Casi todo cubierto, por su póliza de accidentes, exceptuando el casi…  que ascendía a una cifra desquiciante, y debían reclamar a su compañía de seguros, dado que ellos en sus cuentas domésticas, no contaban con esas cifras. Ni había en principio nadie que abogara por ellos. Esperando los dictámenes del juicio que se debía celebrar en fechas lejanas, las cuales, no daban solución ni de cerca; con el adelanto efectivo del total, para sufragar todas las costas acaecidas en el siniestro.

Abdón y su familia, recurrieron a todos los estamentos habidos y por haber, y nadie les daba una solución clara y efectiva. Hasta que se dirigieron a Braulio, que había sido el gestor de sus negocios dentro de la aseguradora.

Nunca se sabrá como Braulio, pudo acceder a la solución definitiva del tema, ni con quien negoció, ni que armas usó para que se les remediase de un plumazo los apuros, tanto cuantitativos como sociales. Lo cierto fue, que un buen día les hizo una llamada y les regaló la luz. 

Volvía a la realidad cuando un ruido en la puerta, avisaba de la presencia del amigo, vecino de ellos, que llegaba y, que hechas las presentaciones, se sentaban todos a la vera del hogar, viendo como la leña se consumía, esperando que los comentarios se establecieran. 

_Anda Genís, cuenta lo que quieras__ Dijo Abdón, fumando un buen caliqueño y ya saboreando una copita de Oporto.
_ Bueno, como queráis__, comenzó a parlar aquel hombre sencillo y con las ideas muy claras, que además de cercano, era amigo de la familia__. Os voy a relatar lo sucedido hoy en el puente, el accidente que se ha llevado por delante la vida de unos chiquillos, que venían de escuela, en el transporte comarcal y que ha ido a colisionar con un despistado que no ha respetado la señal de stop del cruce__. Siguió relatando el suceso, con todo esplendor y detalles, haciendo que los escuchantes, se metieran en su pesar, recordando aquel trágico y fatídico suceso, que les llevó a tener espejismos insospechables y pesadillas que perduraran hasta el fin de sus días. Al pronto habló Rosa, queriendo mitigar un poco la amargura__. Esta historia te suena, ¿Verdad Abdón? Es lo que nos ocurrió aquella noche de niebla en la comarcal Celeste, de regreso a casa.
_ ¡Se la has contado tú! __. Espetó Abdón, dirigiéndose y mirando a Braulio directamente, esperando una respuesta inmediata.
_ Como voy a explicarle historia alguna, si acabo de conocerle. Es más usted me lo ha presentado esta noche__, matizó Braulio, con aspecto molesto y preocupado.
_ Pues alguien ha tenido que explicárselo, no creo que lo haya soñado__. Desvariaba Abdón dentro de aquel remordimiento que aún no había mitigado.
_ Abdón, no es para tanto__, dijo Rosa cabreada__, nadie quiere recordar nada, las cosas a veces se manifiestan y se repiten las historias parecidas, para más dolor de los afectados, pero no veas maldad, donde no la hay__, acabó de hablar Rosa, con unas lagrimas incipientes en sus mejillas. 

_ Entre todos ustedes vuestra historia, la habéis ido reflejando al mundo__, anunció Geñís, el vecino__, no lo recuerda usted Abdón__, dirigiéndose al precipitado y poca chicha del hombre engominado__, la de veces, que ha suspirado, maldiciéndose por aquel retorno y por el agradecimiento tan notorio que sentía por Braulio.

La confianza que les deparó sin crédito, la seguridad que les dio a cambio de nada, viniendo de una persona que nada tenía que ver con el asunto, ni con su familia. Que le echó un capote, que ni sus propios hermanos le ofrecieron. Nunca refirió su nombre, pero sí dio datos del suceso y admitió que un día lo visitaría en esta, su casa__. Hizo un inciso el músico, amigo__ matizó esperando una respuesta, que no llegaba y continuó mirando a Rosa__. ¿Cuántas veces ha comentado usted Doña Rosa, que nadie esperaba una ayuda tal, de un desconocido,  y lo ha repetido hasta la saciedad dando pelos y señales? Con todo ello, he supuesto__, siguió con su acervo Genís __, que hoy sería bueno recordaros a todos, que nunca se sabe las vueltas que da la vida y que somos un engranaje más de todo cuanto sucede. Por estar aunque no lo creamos sujetos a un mismo guión.

 

 

 

jueves, 24 de enero de 2013

Miedo en los cielos


Había salido del aeropuerto aquel domingo por la tarde para evitar los jaleos de los pesados lunes, el madrugón despiadado, el despertar taciturno del que lleva una responsabilidad, por ello Martín decidió que salía hacia su destino horas antes, se acomodaría en el hotel habitual y a la mañana siguiente solo tendría que desplazarse a la oficina, cuando tuviera que presentar aquellos informes delicados.  

La maleta ya estaba facturada y esperaba a las puertas de embarque, para subir a aquel avión que lo llevaba en poco más de hora y media a la ciudad de los sueños, donde se establecían para él, los ascensos, los reconocimientos y los placeres. Al pronto, se abrieron las puertas, a la vez que en los carteles avisadores indicaba el número de vuelo y la puerta de embarque. Donde unas señoritas ataviadas con el traje de la compañía aérea, les recibían de buen grado, revisándoles los billetes de viaje. Agradeciéndoles, que hubiesen elegido su compañía para que les transportasen en su desplazamiento.

Al poco estaba acomodado en la plaza 13_b, asiento de turista, la silla que daba al pasillo. Al alcanzar su término, observó, no antes el número de plaza tan distinguida, que le había tocado en aquel vuelo y no siendo demasiado aprensivo, tomó lugar donde le correspondía. Pensando para sus adentros, lo que son las coincidencias y recordó que al finalizar la facturación de su equipaje, se le acercó una joven disminuida, ofreciéndole un número de lotería para el sorteo de la suerte que finalizaba precisamente en trece. Boleto que adquirió, dándole además una propina para que la amable vendedora se pudiese ganar el sustento.

Entre que esperaba que todo el pasaje estuviera a bordo, leía despreocupado y confiado de su periódico, las noticias y los resultados deportivos, sin precisar en quien se asentaba a su lado izquierdo en el asiento 13_a.

No pasaron demasiados instantes, cuando una señora le pedía paso, para acomodarse justo al lado de la ventana. Al ver a la abuela, se incorporó de su plaza y cordial, salió al pasillo, para que ella, se acomodara sin complicaciones. Una vez se había adaptado la señora a su lugar, teniendo sus pertrechos colocados en los dispensadores superiores y viendo que ya se relajaba, Martín volvió a meterse dentro del momento que existía, retomando su diario y quedándose tan concentrado en sus detalles.

El avión ya tenía pista de despegue y por los altavoces, se atendía al comandante del vuelo, como saludaba al pasaje, mientras las azafatas se ponían en el pasillo, con sus atalajes para explicar, como en caso de emergencia, están distribuidas las puertas de trance, como se debe colocar cada cual el salvavidas y como si se despresuriza la nave, debes actuar. Detalles, que los pasajeros, pasan por alto y ni si quiera atienden, por la dejadez humana y por tantas veces, que lo han recomendado. En un segundo se notó el movimiento de la velocidad tomada por la aeronave en la pista y el vacío que queda en el estómago cuando comienza a tomar altura. Maniobra estupenda, produciendo un relajo total y general. El tiempo era bueno, no se temía por borrascas, ni vientos atípicos, ni siquiera la clásica tormenta de rayos y aparato eléctrico, era verano y tan ricamente a nueve mil pies de altura se divisaban las nubes por aquellos ventanucos reducidos y blindados.

La señora, se dirigió a Martin intentando abrir conversación duradera, ya que el trayecto comenzaba y les restaban por delante más de una hora; preguntándole si no tenía miedo, que ella había tenido una corazonada, que aquel vuelo se iba a complicar y ambos iban sentados en las plazas con el numero 13.

_ Pues, esté usted tranquila señora, que no va a pasar nada. En poco estaremos desembarcando y en tierra firme__ afirmó Martín, con una sonrisa en los labios dubitativa, al ver que aquella mujer tenía cara de sacerdotisa.

_ Me llamo Visitación y los amigos me llaman Visir, me dedico a leerles el futuro y a predecirles lo bueno que les ha de pasar, tanto en la actualidad, como un poco más allá.

_ ¡Ah! Qué bueno; yo no creo en esas cosas, pero admito que existen esas prácticas y las respeto__. Iba a continuar matizando detalles Martin cuando Visir, le interrumpió bruscamente con una afirmación__ ¿Entonces, porque te has santiguado al despegar? ¿Por qué llevas una estampa de la Virgen del Pilar en tu cartera? y ¿Para qué has comprado el décimo de lotería, antes de embarcar? Si no crees en ¿esas cosas como dices?

Martín quedó bloqueado, sin saber que decir, tras las adivinanzas que le había hecho Visir, sin que él, le hubiese descubierto nada en su conversación, ni posibilidad de que ella lo supiese, puesto que no se conocían__. ¿Cómo sabes tanto de mí? __ Inquirió Martín, con templanza en su voz.

Iba a contestar Visir a la pregunta, cuando le hizo señas con su mano para que atendiera a lo que… En aquel instante,   …salieron las azafatas desencajadas, sin el lucimiento de aquel arrebol que normalmente les preside. Solicitando a los pasajeros que se sujetaran los cinturones, sin levantar demasiadas sospechas de pánico y queriendo que lo hicieran de inmediato. Por los altavoces nadie decía palabra referente a que estuviera pasando alguna incidencia.

_ Por favor recojan los objetos de mano, que los subimos al estante y manténgase en sus lugares, con la cincha colocada__ Iban diciendo las azafatas a los pasajeros de forma personalizada.

Martin volvió sobre Visir y le suplicó, que contestara a todo aquello que estaba pasando y que ella había visionado bastante antes__. Voy a morir ¿Verdad?

_ ¿Solo importas tú? y de los demás que dices, porque vienen contigo, además no tienes ningún miedo, estás sereno aun sabiendo que puede ocurrir lo peor__ Hablaba tranquila aquella viejita, sin quitarle importancia a lo que veía a su alrededor__. No estamos lejos del aeropuerto del que hemos salido. Estamos dando la vuelta, pero es que el tren de aterrizaje, está estropeado y no salen las ruedas del aparato, por lo que no podremos aterrizar con normalidad.

_ No has contestado a mis preguntas,   … creo que ya no hace falta, que lo hagas. He entendido el encargo y sé a lo que estoy expuesto. Nunca en mi vida había visto los detalles tan templados, como los veo en este preciso instante.

El comandante de vuelo, en vista de no poder subsanar la avería, se dirigió a los pasajeros y enviando a los tripulantes para calmar los ánimos, les informó de cuanto pasaba y que se tomaba retorno hacia el punto de partida.

Al llegar al aeródromo de inicio, los servicios de emergencia estaban preparados para que el Boeing hiciera las maniobras de descenso, y que al tomar tierra, no pudiendo hacerlo con suavidad por la avería del tren de descenso, encontrara el piso suficientemente húmedo, y mojado con la espuma vertida por los bomberos, para que el aparato al rozar el fuselaje por la pista, no de incendiara.

En el sorteo nocturno de la lotería de aquella fecha salió premiado un número que comenzaba en 13 y acababa en 13. Martín desde su casa, veía complacido que le habían tocado trece mil pesetas, y que tendría que madrugar aquel lunes día 13, para poder llegar a la central de su empresa, con tiempo y humor para presentar aquellos balances que arrojaban trece millones de ilusiones.

 

 

 

viernes, 18 de enero de 2013

Adulterio y Rock


Las montañas no se encuentran, más bien ese suceder, les ocurre a las personas y a veces, cuando menos lo esperas. No se encontraban cara a cara, desde el brutal accidente de Plácida, su infidelidad y la orgía con los muchachos de la Banda de Rock. Se evitaban a pesar de vivir en la misma localidad. Era cuestión de tiempo, que el destino les pusiera frente a frente. Cara a cara, para no poder evadir aquellas explicaciones y excusas que se debían aquellos dos hombres que en su día, fueron amigos, casi hermanos.

_ Ya hace mucho tiempo, quizás tenía que haberlo afrontado en su momento, y es ahora cuando tengo ánimo y valor para contártelo, ¿Por qué no lo hice antes? Puedes preguntarte con toda la razón, pues por cobardía y vergüenza, sobre todo, por miedo a tu desprecio, ya que no podía ni yo mismo entender, como habíamos llegado tan lejos. Además pretendía que pasara sin más ruido, que el que conocemos, y evitar si no todo, parte del sufrimiento, que has tenido que soportar, pero ya no puedo llevar la cruz más, y debo confesarlo__ Le decía Crisanto a Marcelo, cuando le interrumpió éste, quitándole las palabras de su boca.

_ ¿Vas a hablar del accidente? Ahora, que ya están casi todas las heridas cerradas, ¿Pretendes volver a abrirlas? Tras tantas amarguras, tantos sufrimientos que he vivido a consecuencia de vuestro lío. Casi prefiero, silencies y lo dejes estar, ya no vale la pena. Ella está postrada y no sería bueno, volver a revivir aquellos sucesos.  Plácida, creo que lo ha borrado de su mente, siempre ha sido un trauma hablar de vuestra infidelidad, supongo que su castigo debe llevar y lo sufre en silencio, tampoco quería dejarla sola, una vez supimos que no volvería a caminar, ni sería la sílfide engreída que fue. Si tuvo deslices pendientes, con seguridad y conociéndola, las está purgando ahora__. Dedujo, con mucha calma Marcelo, con serenidad y convencimiento.

_ Sé que no perdonarás jamás aquello__, dijo Crisanto__, ni pretendo lo hagas, pero quiero como amigos que fuimos, dar explicación de lo que sucedió, también admito que debí hacerlo antes, no supe…,  me embargó el miedo de las consecuencias, de volver a estar frente a ti, de no saber justificar aquella acción que trajo, a la postre tantos disgustos y tantas calamidades. Ya no puedo aguantar más, tú llevas el peso de su cuidado, has estado a su lado en los peores momentos, aguantado criticas y vilipendios y los demás nos hemos salido de rositas. Ni siquiera te hemos preguntado si requerías algo, tras saber las consecuencias costosas de aquel infausto accidente__ La memoria de Crisanto se desató y los dos quedaron mirando por aquel ventanal amplio de la boutique, tras la justificación que aclaraba, su verdad.

En aquellos días tú estabas de viaje en Malvinas__ exponía Crisanto, sin mirarle a los ojos__, fue la noche de un sábado a un domingo del mes de julio, veníamos de una población, dónde se habían reunido las Bandas del Rock and Roll,  en el tradicional concierto anual, ese que se realiza cada año en una urbe distinta. Habíamos llegado al campamento de los cobertizos a media tarde a descansar y no debíamos reemprender la actuación hasta pasadas las once de la noche, por lo que nos daba tiempo de todo, comer, beber, reír. Plácida venía con dos amigas que soportaban el rédito de los narcóticos y el provecho del sexo. Bebimos y afinamos nuestros tendones, con zalamerías y embriagueces, hasta que se nos acabó la fibra. A la hora del concierto, tocamos como los ángeles, todos cubiertos de polvo Black y con la euforia, perdimos la noción de la realidad. Ciegos, fumados de Crack, medio borrachos y ardientes. Mal comimos, unos bocatas de carne y subimos al escenario secundario, donde Plácida, hizo un striptease completo, para los pocos groguis que estábamos por allí. Mostraba su cuerpo, definido bajo los focos de aquel aquelarre privado, quitándose hasta la última de sus prendas y echándolas sobre los famosillos roqueros que venían de otros lugares. Desnuda, perfilando la lujuria, abrillantada por una piel resbalosa gemía, muy morena brillaba entre las extintas bombillas de neón, llamando a gritos al sexo y haciéndose la apetecida, para que se le acercase el que ella esperaba. No le valía cualquiera. Las amigas de Plácida, Narcisa…fuera de sí, me buscaba a mí, pero yo pasé de ella, estaba muy fumada y apestaba a ron y,  Raquel, se había enredado con la novia de Roberto en uno de aquellos lavabos infectos, metiéndose mano sin piedad. Plácida, quiso probar mi bravura, y mi ardor, retando mi virilidad y a pesar de estar cerca Romina, la que entonces era mi novia, supo engatusarme y los dos entramos en ese juego amoroso, que trajo esos vendavales. 

A la hora del retorno en la madrugada del  domingo, el autocar llevaba el grueso de la expedición y algún coche privado venido al festival con plazas libres, transportaba al personal sin asiento, músicos, acompañantes y azafatas. La ruta estaba muy ensombrecida, por la niebla tan poderosa que  existía. Se dispuso que el bus fuera el último del convoy y que los coches turismos, abrieran paso ante la carretera tan peligrosa. En el Chevrolet que conducía yo, íbamos Romina, y dos músicos fumetas de la orquesta, los que tocaban el bajo y percusión. Plácida se montó con Roberto, que lo había camelado para que le diera parte del chocolate de la merienda, a cambio de un caldito exprés y en los asientos de atrás iban Herminia y Ramón, sudando y sufriendo porque eran los únicos que ni bebían ni consumían. La furgoneta de Pelegrino, que cargada con ocho ocupantes, circulaba a tope tras de ellos confiada, con una juerga de éxtasis y de brumas, no pertinente para un regreso escalonado y tranquilo.

Emprendieron la marcha de retorno y en la zona industrial de la salida de aquella ciudad, lo que allí llaman el Polígono, la Guardia Nocturna de Carreteras,  dio el alto desde la distancia al primer vehículo de la comitiva, para un control de alcoholemia.

El sobresalto al cuerpo llegó en forma de tragedia, porque iban cargados de grados de alcohol en sangre y en lugar de hacer un paro normalizado, no pudieron refrenar el susto de lo que se les venía encima frenaron tan a lo bestia, que se dejaron la mitad de los neumáticos en el suelo, provocando una desdicha descomunal, ya que los demás venían en comitiva y la niebla del ambiente y los niveles de los vehementes conductores, no permitían una visión adecuada, ni tener control de las distancias al ir pasados de alegría y de velocidad permitida, que fueron tropezando unos con otros como si se tratara de fichas del dominó.
Siempre perturba un control, un alto intempestivo en la ruta y más en la noche, viniente de la policía. De los vistosos aspavientos lumínicos y nocturnos que portan los agentes de tráfico. Nadie esperaba aquella comprobación a altas horas de la madrugada, inspección que clandestina esperaba en la esplanada, justo al salir de una curva peligrosa. Allí, donde el destino quiso cobrar su factura.
El primer coche frenó de súbito, quedando en el margen que los agentes indicaban, hecho que hizo desorientar a los perseguidores completamente, haciendo que el segundo vehículo que era el de Roberto, se detuviera de inmediato, sin dar tiempo a la furgoneta de Pelegrino pudiera detenerse, una camioneta, tan cargada de peso, y descontrolada en velocidad.
No se detuvo en el perímetro adecuado, a pesar de los esfuerzos de Pelegrino, por parar dentro de su margen, fue imposible, yendo a embestir por la parte trasera, de forma brutal al coche de Roberto. Dejando el vehículo para el desguace completo y total. Hiriendo por suerte y levemente a Herminia, Roberto y Ramón y de una gravedad impensable a Plácida, que la dejó parapléjica de cintura hacia abajo.

 

martes, 15 de enero de 2013

Críspulo en el barrio chino


_Señor Joaquín, podría certificar que estuve ayer tarde en su clase de matemáticas y física, en el aula 10, del edificio de Maestros Industriales y Peritos, desde las seis a las siete treinta. ¡Es muy importante para mí!

_ A santo de qué, habría de hacer tal justificación, y que tú me la pidas, cuando en esta Universidad laboral, todo va por libre y quien quiere satisfacer su curiosidad, solo tiene que preguntar en Conserjería.

_ Señor está en juego mi conducta, si no fuese vital y urgente, no se lo pediría. No deseo, que los comediantes que han dudado de mi verdad, sigan riéndose de mí.  

_Debe ser muy grave el asunto__, asentó aquel hombre, tan absolutamente distante y poco agradable, mirando con bastante desprecio al joven, que le solicitaba aquel socorro

_ Le han dicho a mi padre, que ayer me vieron en el barrio chino, en un prostíbulo y debo certificar que no es así. Puesto, que estuve en su clase a la hora que me hacen en el embrollo y además usted, si lo recuerda, me hizo una pregunta de la lección, sobre física cuántica, que tuvo usted que corregirme en algún punto puesto, que no lo llevaba demasiado claro__ ¿Recuerda señor?

_ ¡Cierto es!  Recuerdo el apunte y la paradoja, por lo tanto con ello, quieres decirme que nadie pudo suplantarte en clase. Sería otro al que vieron de putas y lo confundieron contigo, ¿Quien ha sido ese mentecato, que ha levantado semejante embuste?  ¡Claro que recuerdo tu intervención en el aula!  Además__, dime tu nombre completo y número de matrícula, clase y curso__, mientras abría su cartapacio y separaba la lista de  alumnos__. Me llamo Críspulo…a la vez que entregaba con donaire su acreditación al catedrático__, cuando volvió a ser interrumpido por el profesor__. ¡Ah sí! El chaval, con ese nombre tan raro, recuerdo esa nombradía cuando paso lista en clase de primero. Desconocía ese santoral, hasta que no llegaste a este curso__, recorriendo con su índice, hasta llegar a las señas, que leyó de soslayo en paralelo que averiguaba con agrado, aquel dato para justificarlo__. Críspulo Gonzaga Iñárritu ¡Aquí estás y además no has faltado ni en una sola clase de matemáticas y física¡ 

Es posible, que no te hayan mirado a la cara muchacho y sepan con solo mirarte, que no eres un putero, que debas ir justificando a quienes igual, no se merecen el agua que beben y son ellos los que frecuentan esa zona buscando ese sexo.  Sexo que no alcanzan y que a la vez reprochan. 

_ Un jincha, que suele juntarse con mi padre, a la hora del almuerzo en la fábrica y le ha jurado, que me vio, ajetrear con una ramera, en uno de esos prostíbulos de la calle Liberación. Si fuese cierto__, apostilló el chaval__, sepa usted, que admitiría con valentía el acto, pero lo que me duele y me desquebraja, es que mi propio padre, dude de mi palabra, de la pura verdad, no solo quedando de ese modo la cosa, si no que me ha amenazado y sus amenazas son disgustos y malos tratos, habiéndome dejado a la altura de los deleznables y vulgares truhanes, frente a sus amigachos, como queriendo darse el pisto de ser un verdadero educador, cuando es para nosotros un vulgar y desastroso padre.

Con seguridad, esta noche, quiera pasar cuentas conmigo y debo ir preparado, puesto que no es la primera vez, que mide mis costillas con su correa y creo que ya es hora de parar por la vía de la cordura actos de este calibre entre mi progenitor y yo.
 

_ ¿Tienes madre? y si la tienes que dice de todo esto__. Sonsacó con descaro el profesor, perplejo por la tranquilidad, de aquel muchacho, que afrontaba su lucha diaria y se refugiaba en lo poco que podía.

_ La tengo, pero en estos difíciles temas, que tendría que apostar su valentía, en defensa de sus hijos, se esconde como un bulto asustado y sumiso y accede a todo lo que le ponen por delante, admitiendo de forma inexplicable, realidades infectas de verdad y no llevando jamás la contraría, a quien le recriminaría con creces, el haber actuado en contra de los dictámenes de su doctrina. 

El volante con la certificación, se lo extendió a falta que pasara por Administración a que le dieran validez, en formato oficial, con los correspondientes sellos de autenticidad y firma del jefe de estudios. Una vez validó toda la secuencia de pasos y salió a la calle, con el sobre cerrado y sellado dirigido a sus padres. De retorno a su casa, le vinieron los pensamientos amargos de aquella mañana de marzo de mil novecientos sesenta y tantos.

 

Quien sabía lo que iba a suceder aquel día__, pensaba, mientras esperaba el bus hacia su domicilio__, podría ser uno de tantos, anodinos, para un chaval de 16 años, para un meritorio de oficinas, para un chavalín que ya ayudaba a su familia con un trabajo que ni le gustaba, ni le apetecía, pero que era preciso cumpliese, por motivos de aportar algún efectivo a la familia, ayudar a la cesta de la compra y pagarse lo que consumía, estudios y libros incluidos.

Como si el haber nacido…, la mala economía, los malos humores familiares, los fracasos de los mayores, los esfuerzos que contraen una existencia; fuesen culpa de él.

Había madrugado, para ir a su trabajo, lejos de su vivienda, el traslado de cuarenta y cinco minutos del autobús, le dejaba a quince minutos andando de la empresa donde prestaba su asistencia, un negocio, que se dedicaba a la metalurgia, un trabajo el suyo, que consistía en hacer recados para los empleados de aquel taller, poner sellos en las cartas, llevarlas a correos, ordenar el almacén de archivo, traerles los cafés y el botijo de agua, barrer los suelos del despacho y aguantar toda clase de vejaciones habidas y por haber de aquellos jefes que le asignaron tan míseros, indeseables, asquerosos, y viles personajes. Su turno comenzaba a las seis de la madrugada las 6:00 AM, por supuesto tenía que estar puntual, lo que significaba, que el despertador le sonaba cada día a las cuatro y cuarenta. El obstáculo más importante, es que familiares suyos trabajaban en la misma entidad, lo que acrecentaba en mayor medida, la vigilancia que tenían sobre aquel meritorio que solo quería hacer las cosas bien, que se las reconocieran y poder salir a su hora para por la tarde proseguir con sus estudios. 

Aquella mañana, un peón de la sección de matrices, Simón Santos, un personaje de unos treinta y ocho años, acabado por el alcohol, el juego y la mala vida, le contaba a su amigo Ramón, padre de Críspulo, que había estado en el barrio chino, disfrutando de los placeres mágicos, que ofrecen las chicas del amor al contado, en la barra del bar Unión de Pechos. Dándole detalles al tal Ramón, de las delicias de la carne que había saboreado. Escuchaba y disfrutaba a la vez que añoraba de los goces de la vida y que posiblemente, no pasaba una noche de luces y bohemias, hacía muchos años. Dado entre diversos motivos, que era un hombre rencoroso y lleno de envidia, que aguantaba una familia, sin aquel agrado que se necesita para llevar alegrías, sonrisas, y algún que otro deseo para celebrarlo en común. 

No siendo bastante las explicaciones sensoriales, táctiles, olfativas y auditivas, relacionadas con el desenfreno que le daba Simón a su amigote Ramón, que le aseguró haber visto a Críspulo, si no allí mismo, cerca de la zona, engatusando a una señorita fascinante, detalle que sirvió para encender al tal Ramón, ya caliente y excitado de los episodios narrados por Simón, para que se incendiara como las teas lumínicas de los lupanares del barrio. 

Por celos, envidia, dudas, rabia contenida, desequilibrio mental y desordenes personales, fue a buscar a Críspulo, que cuadraba unos balances que le había asignado el encargado de aquel departamento, montándole una bronca desmedida y fuera de tono, con su mala educación acostumbrada, con sus modales de ruin, con su talente de ser un tarado y taciturno desequilibrado.

Qué ejemplo de padre,  que modelo de hombre puede humillar tanto y en tan poco espacio a un mozalbete, a un hijo, a un futuro hombre, que con seguridad, jamás olvidará y siempre será motivo de vergüenza paterna.

 

Cuando llegó Críspulo a su casa, de la Universidad Laboral, Ramón, su papá;  ya le estaba esperando, en compañía de su madre y hermanos, como queriendo dar una lección magistral, y  que aquella paliza, la enésima, sirviese como escarmiento de no repetición en visitas a lugares de alterne. Al entrar, quiso saludar, pero le negaron el saludo, como si de un proscrito se tratase.
 

_ Ya le he explicado a tu madre, donde estuviste ayer tarde ¡Sinvergüenza! Yo; rompiéndome la salud para que estudies, y tú vas y me lo pagas yéndote de putas.

Luego dirás que necesitas un libro, que si la matrícula, ¡Que lo sepan tus hermanos!  la clase de chusma que eres y lo poco que aportas a la familia. ¡Te has ido alguna noche sin cenar a la cama! ¡Has pasado frío! ¡Te voy a romper la crisma! Cuando has visto ese proceder en esta casa__. Profirió toda una relación de improperios, tan solo para asustar a los hermanos y a la madre, que sumisa y sin respirar bajaba el ceño asustada y amargada.
 

_ Antes de que me azotes y me deslomes, quiero entregarte una cosa y decirte algo, ¿Puedo?__, enseñándole la carta cerrada con membrete de la Laboral 

_ ¡Pasa para adentro, que te voy a deslomar!  ¡Desdichado! ¡Qué quieres que vea!
Alguna de tus cualidades, ¡Pedazo de sinvergüenza! 

_ Es una nota que me ha extendido el profesor de la escuela, para mis padres. Para vosotros, con el ruego, ante una duda o incredulidad, podéis ir los dos a visitarle. En persona, os espera y recibirá de muy buen gusto. Y además ha comentado que él;  puede dar más detalles, a padres como vosotros, obsesionados por el buen recogimiento y educación religiosa de sus hijos. También me ha preguntado, que tipo de explicaciones te he dado, y le he respondido, que no me has permitido hacerlo, que tu amigote Simón, se había encargado de dañar tu orgullo, frente a los demás compañeros del taller y que solo quedarías tranquilo y sosegado, cuando me midas con la correa, como tienes por costumbre. 

Quedó perplejo y atolondrado, bajando su correa, que ya la tenía en sus manos para batirla con la espalda de Críspulo, que con sus ojos humedecidos, se despedía de ellos con un gesto de buenas noches y el pensamiento de que nunca se iba a la cama sin cenar. 

Abrieron y leyeron la carta, mientras Críspulo, se retiraba al dormitorio que compartía con sus hermanos a descansar, después de una jornada, bastante dura.
El reloj no se detiene y las cuatro y cuarenta de la madrugada, llegan ¡ya!