lunes, 18 de marzo de 2024

Fruto del Juego - segunda parte.

 


Soportaban aguantando la crítica ácida de los hermanos. Las burlas de cuñadas y la mofa de los primos que sabían del engaño, y no veían por sitio alguno los cuidados prenatales, de una futura mamá que no visitaba al partero, y sin dar la importancia a las cuestiones del embarazo, no domaba los esfuerzos y atrevimientos.

Tampoco preveían el futuro inmediato. Vivían en una insensatez, como si los demás estuviesen obligados a mantenerles satisfechos. Mientras ellos, alegremente vegetaban sin vergüenza alguna y no eran conscientes de lo que les sobrevenía, a pesar del ruido que comenzaba a manifestar la familia cercana. Seguían felices y no buscaban ocupación remunerada para afrontar el coste de la nueva vida, que habían iniciado juntos, y defenderse con esfuerzos propios. Liberando de gastos, molestias y roces a los abuelos que los acogieron en su casa, evitándoles costas de alquiler, alimentación y supervivencia.

La cintura de la preñada no crecía ni la cigüeña tenía previsto descender por alguna chimenea, para depositar una buena nueva. Tras muchas indirectas de los padres de Jacob, se interesaron por aquel secreto nada oculto. Interrogando con mucha cachaza y cuajo a la nuera. Ella con muchas añagazas y excusas flojas, reveló su certidumbre manifestando con muchas evasivas y un descaro propio de una cabaretera de vodevil, que no estaba fecundada.

 

Todo había sido una confusión, una falsa alarma inexplicable qué aún y procurándolo no conseguían llegar a esa procreación ansiada. Por mucho que pusieran de su parte, una y otra noche en sus choques de pasión no alcanzaban lo que deseaban, llevando mil veces el botijo a la fuente, empotrando y sacando el mástil de la gruta.

Después de aquella comedia, aquel pretender que la gente no murmurara, de la mancha que ensuciaba a los Vallejo no se resolvía nada. Tanta urgencia por aquella unión por evitar se le viera la panza a Adela, quedó en un visible artificio.

Ninguno de ellos podía retroceder en el tiempo, y desvincular aquel casamiento. A pesar de las muchas pesquisas que se hicieron por anular semejante situación, no sin evitar el escándalo para aquel apellido tan vanidoso.

Ni siquiera Don Críspulo Sazatornil, el tío carnal de Jacob. Obispo de Tlaxcala y vicerrector de la basílica de Nuestra Señora de Ocotlán podía creer tener un sobrino tan memo y mucho menos deshacer aquel entuerto.

Cansados de mantenerlos, les pusieron las peras a cuartos. Dado que seguían verdeando y como no había niños la conciencia trabajaba en pro de quitárselos de encima en cuanto pudieran. Dándoles un ultimátum sin más prórrogas.

Proseguían en la casa, asistiendo en el cuidado a los dos abuelos, sin tratar de buscarse la vida por sus medios, al no ser fácil en gente que no tiene el hábito del esfuerzo contraído. Por lo que desistieron quejándose de su mala suerte y compararse con la trayectoria de cualquiera de sus hermanos, en la desgracia de no poseer negocio que le alzara al bienestar.

Para aquella pareja todo era sacrificio y echaron mano del préstamo y de las ayudas de sus amigos, dineros, prebendas y venta de sus pocas pertenencias con la idea de volver a España a reiniciar sus vidas. Los allegados del distrito federal, incluso les apoyaron y contribuyeron en la compra de los billetes de avión o barco para que pudieran partir cuanto antes, quitárselos de encima y dejar zanjado aquel capítulo de gastos que generaban para subsistir.

Creyendo en su inmensa imaginación pueril, que les ampararían aquellos bolsillos generosos de la familia que tenían repartidos por varias regiones de la piel peninsular. Sin analizar que volvían o intentaban regresar a la patria recién salida de una conflagración parricida, donde por no haber no había ni consuelo.

 


Llegaron en un buque de pasajeros y al cabo de veintidós días, recalaron en Cádiz, donde Adela, intentó dar aviso a los familiares que había dejado unos años atrás sin dar señales de su fuga. Mientras los incomprendidos se dirigían hacia Madrid, donde pretendían establecer su domicilio.

Las cartas dirigidas a Barcelona, a Valencia, Gijón y el Ferrol, direcciones postales que recordaban vagamente de primos, compadres y parientes alejados, de las cuales no estaban seguros que llegaran a término y dieran el conocimiento que ellas pretendían, fueron franqueadas.

Habían pasado muchos años sin contacto y sin un solo gesto. Estaban las relaciones en el descuido total.

<Mientras las “terneras gordas” se mecían en las praderas de la abundancia americana>, no se habían preocupado de los parientes que estaban pasando hambre, enfermedades y en algunos casos persecución. El abandono con los pobres de la familia fue completo y ahora que a ellos se les torcía el morro, pretendían que aquellos desgraciados les dieran cobijo, alimento y calor.

Jamás pensaron en que volverían las sombrías calamidades y tendrían que echar mano de aquellos que sufriendo aguantaban pasando miserias en el otro extremo del mundo. Donde justo se sucedía el fin de una guerra cruel y dolorosa, con lo que podría ser que mucha familia, ya no existiera y si por la gracia del cielo aun vivieran, igual ya no estaban residiendo en el mismo lugar. Ni con seguridad profesaran el amor necesario con aquellos que abandonaron para salvar el culo. A la vez que los dejaban en la estacada sin un adiós.

Gracias a la “Abanicos”, una vecina que todavía se mantenía ubicada en el mismo barrio chino les llegó la noticia.

Escrito llegado a la dirección donde habían vivido Maruja con la hija, la evadida Adela y sus hermanos. Recogiendo aquella mujer el ensobrado que procedía y estaba sellado en la ciudad de Cádiz.

Fue así como Maruja, supo que su hija vivía y pudo enterarse por medio de aquella carta escrita en papel y sobre para Air Mail, entregada a manos por su vieja compañera de sacrificios, que imaginando sería de importancia, por sospechar que eran noticias de la hija pródiga. Se molestó en llevarle a “Nous Barris” la misiva. Conociendo así, la noticia del regreso, casi del mismo modo que cuando se escapó.

Un mensaje cuando se marchaba, y del mismo modo, pocas letras para decir cuando regresaba su hija Adela. Casada, cansada y arruinada.

 

Tocaba esperar que la suerte, les hiciera coincidir en tantos imposibles, como se daban para que aquella madre pudiera abrazar a su hija y viceversa. Maruja instó a la “Abanicos” y en caso de recibir algo más, se lo hiciera saber. Por ser el único punto de conexión que podrían tener entre ellas, ante la imposibilidad de escribir a dirección desconocida con certeza de recibo.

 

Adela y Jacob, se instalaron en el centro de la capital, viviendo de momento del dinero que habían traído. Próximos y residentes a un hermano de la saga de los Velasco, pretendían vegetar hasta que pudieran. Sin mirar en el ahorro, sin buscarse la vida para comenzar con buen pie, y sin pensar que el dinero se escapa como el agua entre las yemas de los dedos. Creyendo que Isaac, consanguíneo y marido de una distinguida señora de buena cuna castellana, sería su valedor dándole salvación siempre y podrían disfrutar de las bacanales que preparaban y de esos tragos potentes que les derretían el intelecto.

 

 

CONTINUARÁ….

 

 


viernes, 15 de marzo de 2024

Fruto del Juego - primera parte.

 


Por fin recalaron en España. Eran una pareja sin hijos, Jacob y Adela, y lo daban todo por tenerlos. Ella no podía, o quizás fuera su marido. Aquel personaje tan bohemio, que simulaba ser el delfín del terruño gallego de donde provenía.

Consiguió a sus hijos, de una manera poco convencional. Los ganó en una partida nocturna, jugando a la baraja aquella madrugada de garrafón y ribeiro.

Todo comenzó en los años treinta del siglo pasado, estando el país en guerra, Adela se fugó, con un politiquillo cobarde, que huía de su región, porque veía que todo estaba perdido y aprovechando que tenía una franquicia y unos valores intercambiables por dólares, decidió tomar un barco en la Barceloneta y olvidarse del partido, del propietario de los bonos, y vivir en la isla más bonita de américa.

En semana y media preparó el embarque con lo más preciso, para pitar por el foro y poco antes del fin de la guerra, en el año treinta y ocho, aquel responsable del Sindicato de Agricultores Obreros se había fugado. Entre los objetos y enseres más valiosos del Comisario Político, no podía olvidar a su sirvienta la nena Adela, que sabía cumplir con el señorito y además de las labores administrativas y domésticas de su casa, consumaba con alguna otra artesanía física y no declarada, haciéndolo gozar a espaldas de su respetable esposa.

Dentro de los bultos y casi a la fuerza, se llevó a la anciana de su mujer, que a unas malas siempre podría echar mano de su apellido y casta para salvar su fino cuello.

La decisión de Adela fue en modo rápido como el disimulo y la ocultación, y así lo hizo o intentó que lo creyera su propia madre, a la que abandonó sin previo aviso y sin contemplaciones. Haciéndoselo saber por carta al cabo del mes y medio, cuando ya estaba en la isla de Cuba tratando quitarse de encima al socialista y a la deslustrada señora celtíbera, que lo único que esperaban de ella, es que trabajase en la calle para mantenerlos.

Había aprendido mucho en el barrio chino, acompañando a su madre para que ahora le asustara el día a día. Sin más abandonó Barcelona dejando lo peor de ella y sin mirar atrás, se olvidó de Maruja su mamá. Una guerrera muy viuda con dos hijos menores, que había que echarles de comer a parte; por lo adiestrados que estaban al haber vivido dramas impensables. Hermanos suyos que entonces estaban recluidos desde el comienzo de la contienda en un hospicio de huérfanos de la comarca. Con el fin que la señora Maruja tuviera las manos libres para poder extender sus quehaceres con los alijos de contrabando, el estraperlo y el engaño.

No se quedó aquella señorita demasiado tiempo en la isla, llegando a Bogotá de la mano y en las huestes de un cantante de tangos argentinos, que la llevó como damisela de espectáculo. Abandonando por gusto en La Habana al baboso delegado con su encantadísima esposa. La que realmente sabía de las labores que le ofrecía al sindical, todas tan hogareñas como cohabitar juntos, una vez que creían tener engañada a su víctima. Aplaudiendo al conocer que se iba y les dejara porque en realidad la esposa no podía soportar al engreído y doliente acobardado y le daba el mismo asco que a la amante fugada. Aunque por dignidad fingió que la ponía en el duro asfalto, cinco minutos después que Adela se despidiera, con cuajo destemplado, diciéndole cuatro atrocidades a la estrecha guía de las pubertades del Partido Sindical Sincero.

 

En Colombia tampoco estuvo demasiado tiempo, siendo su idea en llegar a los Estados Unidos de América por lo que hizo escala, después de conseguir el pasaje y detenerse en el Distrito Federal Mexicano. Ocupándose después de mucho buscar en una casa de postín al cuidado de dos personas entumecidas de edad avanzada. Haciéndose pasar por enfermera en el frente de la contienda española. Consiguiendo una plaza de asistente social en el seno de una familia aposentada.

A la vez que ingresaba en el Orfeó Catalá Mexicano, para tener salvo conducto como migrante española. Hacer amistades, divertirse los fines de semana y procurar que la ayudaran en su cometido en salvar la frontera y llegar al destino que pretendía. En ese tiempo conoció a Jacob, nieto de doña Flora la anciana que asistía desde hacía pocas fechas.

Un joven engreído, dado al poco esfuerzo en el trabajo, a los tragos cortos y frecuentes, que no cuajaba en ocupación remunerada alguna y que su yaya lo protegía por su cariñoso porte y su talento embaucador. Sus aspiraciones de grandeza y proyectos imposibles, le daban a su benefactora una ilusión que esperaba consiguiera su nieto en algún momento.

Los encuentros entre Jacob y Adela se hicieron cada vez menos ocasionales. Cuando el nieto visitaba a su gran mamaíta para sacarle algunos pesos, tropezaba con su cuidadora, y con su destreza lo acarreaba a su dormitorio y le dejaba sin calzoncillos y sin resuello. Motivos por los cuales la cuidadora perdía la prisa por cruzar ninguna frontera, que no fuese la de su bienestar.

Una tarde de roces y desgastes Jacob después de desbravarse, se vio obligado a pedir inmediato compromiso formal a Adela, por aquello de que en su garaje no se teñía de rojo, desde hacía más de dos meses. Faltándole el periodo, que señalaba embarazo.

Comunicándole aquella joven con falsificada alegría, que sería papá en breve, porque esperaba un hijo suyo.

Situación simulada e irreal que la hermosa joven planeó para atarlo en corto.

La familia del machote cuando supo la buena nueva, no creía que el mayor de los hermanos varones de aquella saga acabara casado con una refugiada de guerra, sin apellidos ni estudios, sin familia, y sin una dote sustancial que sumar.

El destino de cada uno de ellos, estaba echado y en especial el del decretado nuevo papá.

Si preguntabas a la familia de Jacob, decían que se iba a casar con una mujer estéril y aprovechada, engatusado con las artes de la fruta apasionada en una tarde de toros y borrachera.

En cambio, jamás se supo lo que pensaba la estirpe de la “malínche española”. Imposible indagar. Nadie sabía más allá de lo que ella quiso contar. Había migrado sola. Sin ningún sostén que la respaldara. Se desconocía hasta el más mínimo de sus detalles.

 

Contrajeron matrimonio, con bastante premura, pretendiendo que colegas, amistades, familia y relaciones religiosas tan especiales que tenían, pudieran descubrir que Adela se casaba en cinta por uno de los Velasco.

El primogénito de la familia trabajaba entonces, de exportador y representante de una marca comercial de colchones. Viajando por todos los estados de la nación, y aunque cada dos por tres cambiaba de empresa, y de producto, sea porque no duraba por falta de esfuerzos, no llegar a las cifras de ventas o porque lo despedían por absentismo prolongado, iba más o menos campeando favorecido por los allegados.

Vivian a costa y en la misma casa que su abuela. Por aquello que Adela, siguiera cuidando a Doña Flora y Don Calixto, como lo venía haciendo desde el inicio, con las personas que mantenía y acompañaba antes de la boda. Aunque ahora, hacía el mismo trabajo, y al ser familia, decretaron que ya no correspondía sueldo.

Jacob procuraba entretener a Calixto con el julepe y el tequila y ella dormitaba a la viejita con sus embustes y risas.

El tiempo pasaba y Adela, no engordaba ni gastaba más talla que cuando contrajo matrimonio, ni le cambiaba la cara, ni tenía antojos. A pesar de invitar constantemente al bueno del esposo a jugar al teto.

 

CONTINUARÁ….

 

 

 

 


viernes, 8 de marzo de 2024

Café Literario con ISABEL GARRIDO, poeta

 



Como viene siendo habitual, cada mes celébranos nuestro
CAFE LITERARIO, y reunimos a la amplia diversidad de artistas, pintores, asociaciones culturales cívicas y deportivas, gente que quiera escuchar la palabra clara, que desee pasar un rato en compañía con Gustavo y conmigo, y de una taza de café.

Pudiendo evadirse de lo cotidiano, o no. Tampoco es necesario, que se olvide de sus problemas, pero si casi que le obligamos a descansar por una hora del trasiego en habitual del desgaste diario.

En esta ocasión nos acompañaba ISABEL GARRIDO, una estupenda y genial poetisa que tiene una calidad extraordinaria para declamar y hacer llegar donde ella quiere su verso, su oda, su entendimiento y su clase.


Dar las gracias a Pepi Nieto, una difusora literaria y musical muy allegada y a José Gómez nuestro fotógrafo de cabecera, que ambos merecen todas las loas del mundo. Sin olvidar a Isa, del espacio de les MUSES, que es la que nos pone la infraestructura.

La verdad es que poco a poco, esta idea va calando entre los parroquianos de Sant Boi, y vamos ganando escuchadores, oyentes y personas que vienen a la tertulia venga quien venga, porque siempre sacan provecho a lo que de entabla, se dice y se postula.

Isabel Garrido, nos deleitó con sus poemas de todo tipo y aprovechó para mostrar su nuevo poemario, que no te deja indiferente, por su mensaje y por su verdad. tampoco voy a descubrir a Isabel, con lo que os dejo las fotos que hizo como decía anteriormente nuestro fotógrafo.





















































































Fotos de José Gómez

Casal de Marianao, 

Les Muses

C/ Miquel, nº 2

Sant Boi