jueves, 30 de septiembre de 2010

Trayecto nocturno.

Aquel autobús recorría en su trayecto desde el centro de la gran capital, hasta la avenida principal de aquel pueblito, ciudad dormitorio que está en el extrarradio, dónde habitaban los obreros menos acomodados. Dieciséis kilómetros de distancia los hacía en unos cuarenta minutos entre que paraba, arrancaba, recogía pasaje y por las dificultades de los pavimentos que entonces estaban en vías de desarrollo.
Comenzaba su itinerario apiñando personal, de los talleres, de las oficinas, tiendas, comercios y fábricas, que habiendo terminado su jornada, añadían unas horas extraordinarias para que la retribución de la semana fuese algo más vistosa y que se engordara la cuantía, para dar cobertura al gasto de la casa.
Esperaban que apareciera aquel bus a la orilla de la calle, justo en aquella zona franca donde por aquellos entonces hacía de franja industrial. La parada de la esquina, que confluye con Gran Vía, la que más gente atraía. Repleto a rebosar, aún se detenía para cargar más pasajeros, hacinados como bestias volvían a sus casas tras catorce horas de estadía frente al torno revólver, el mostrador de cristal, la prensa neumática, o quizás el tablón plano de la obra. Apretujados, dando oídos a sus chismes, y oliendo a resudor fermentado, hacían el trayecto lo más despreocupados y felices por la asiduidad, la confianza y la magia.
Serían las doce y cuarto de la noche, oscuridad total, frío por ser ya noviembre y lluvia por encontrarse una borrasca sobre la zona que estaba dejando caer litros para poder llenar albercas sin parar, aquel convoy circulaba sin demasiada velocidad, los limpia de las lunas frontales chirriaban al arrastrarse por los cristales, sacudiendo la cantidad de lluvia que tropezaba contra ellas, como si a manotazos se las fuera sacando de encima, aquella iluminación amarillenta y escasa del habitáculo daba imágenes entre dos ambientes creando unas sombras largas que los rostros se hacían feos y con tonalidades propias de películas de suspense, el ensordecedor ruido de todos los que trataban de hacerse entender hacia que pareciese una instantánea de un lúgubre garito en movimiento.
El chófer también fumaba, participaba de una de las charlas con algunos pasajeros que le rodeaban en el cuadril del volante, prestando la mínima concentración a las labores de conducción, la puerta de la salida delantera abarrotada, por la acumulación de todos aquellos parlanchines que le daban cháchara al conductor, dando menosprecio a lo injusto del temporal
Asido a una de las barras del pasillo se colgaba Baldiri, leyendo uno de los periódicos deportivos, agarrado a una mochila de trapo que no soltaba, sin hacer caso a los ruidos, a las risas y a los olores que en aquel patíbulo móvil se terciaba. Era un muchacho soltero de veintitantos años, aceitunado, bajito y mellado de una de las palas dentales, debido a una caída que no ha mucho había tenido con una de esas bicicletas mal heridas que por aquellos tiempos habían en todas las casas. Trabajaba de sol a sol de especialista en una prensa de tonelaje medio de un taller metalúrgico que preparaba los asideros para las puertas de los coches que eran suministraban a las grandes multinacionales constructoras de vehículos.
En el otro extremo del autocar, junto a una de las puertas de acceso y mezclado con otros pasajeros que explicaban chistes verdes, dormitaba Narcís, venía de cumplir su turno de tarde extendido por aquella norma existente de: si no acabas no sales hasta que no esté completo. Su tarea consistía darle vida a una máquina, procurar que no muriera su traqueteo de impresión, cambiar las bobinas de papel cuando fuese necesario o sustituir el encadenado de la cinta entintada al dejar de ser legible la edición.
Chaval de alegría contrastada, sometido desde la infancia al capricho de sus mayores, mercancía de apoyo, para lo que fuere menester, de pronto uso en labores varías y en no pocas ocasiones tratado con la hebilla de la correa, si lo creían oportuno los encargados de su educación. Esperando poder revelarse sin crear demasiadas escisiones familiares, dieciocho años y cuatro de ellos empleado y aportando la mesada en su casa, con ganas de merendarse su propia insatisfacción y sin persignarse ante tanta indolencia. Lucía camisa de popelín, pantalón de gales y unos zapatos de la marca gorila, tacón de goma recauchutada y unas semi herraduras en las suelas de cada zapato para evitar que se desgastasen demasiado rápido, que por supuesto proporcionaban una musiquilla sonora en su caminar acompasada y no fácil de evitar por calles y ceras asfaltadas.
Aquel vehículo frenó en el apeadero de la farola, descendiendo de él, Baldiri por la puerta trasera tratando de abrir su gran paraguas negro con mango recio de madera y Narcís, se apeó del convoy por la portezuela habitual de salida, ya cubierto con un chubasquero de plástico endurecido color verdoso. El autobús tras dejar a unos cuantos pasajeros partió para acabar de hacer su recorrido, dejando aquel olor de goma calentada y fuel chamuscado.
Baldiri, ascendía la calle empapándose, inquieto y nervioso, notó de pronto que alguien le perseguía desde no demasiado lejos, que proporcionaba un ruido que denotaba en su andar y cada vez que se cambiaba de acera, el perseguidor hacía lo propio, sin ganarle en distancia y sin darle alcance manifiesto, si aceleraba el paso notaba que aquellos ruidos metálicos en el golpeo del calzado con la acera y ayudados por la lubricación del agua de los charcos crecían en rapidez y le dejaban casi sin aliento. Las calles eran del todo oscuras, en penumbras permanecían desde los tiempos, con iluminaciones escasas propias de lugares dados a los delincuentes, sin peatones, ni vecinos, poco frecuentadas por las ya altas horas de la noche.
El chin chan de aquellos zapatos se hacía en su imaginación más potente y peligroso, Baldiri estaba fuera de sí, le flaqueaban los esfínteres, aterrado no podía detenerse, ni refugiarse en parte alguna por lo que caía del cielo, aceleró y a la carrera pudo ganar distancia y entrar con rapidez en la portería de su vivienda quedando a oscuras justo tras la puerta de cristales y cercano al interruptor de luz comunitaria, sin prenderlo, esperando haber despistado al perseguidor. El corazón lo tenía agitado y compungido apretaba su zurrón con las cuatro cosas que llevaba dentro, apretaba su intestino grueso para evitar ensuciarse allí mismo, aguantando la respiración y mirando con terror al portal del edificio.
El chin chan, chin chan se volvió a escuchar, aquella puerta se abría y por aquel umbral accedía Narcís, ignorante de cualquier patraña o historia negra, sacudía con fuerza aquel impermeable que le había evitado calarse hasta los huesos, el ruido y las trazas aumentaron en forma superlativa, el pasillo estaba completamente a las foscas, y como rutina se acercaba brazo en alto, dedo índice extendido con energía para pulsar aquel interruptor que le daría visión para proseguir en el acto de buscar la llave de su casa, ascender por el patio de escaleras y llegar a su vivienda.
Justo en el momento del click de aquella mano con el pulsador de la iluminación, se escuchó un grito de pánico y de miedo.
_ ¡NNOOOOOO! Por favor, déjame, te lo daré todo, no me hagas daño…




La estancia se iluminó de pronto, haciendo realidad todo lo que allí se encarnaba. Narcís, tras darle al pulsador, quedó completamente convulsionado por no esperarse una aparición de alguien que le esperaba a oscuras para propinarle el pánico más tétrico de su existencia. Atemorizado por la teatralidad del instante, mojado por el menudeo del chubasquero verde, que perdía más agua que grifo con gomas caducadas. Nervioso por no comprender qué y cómo, azorado por la sorpresa y desconfiado por no saber.
En la otra pared habiendo salido rebotado por la creencia de que iba a ser golpeado estaba Baldiri, encorvado, sollozando agarrado a su mochila, gimoteando y completamente mojado, por aquel paraguas grande y negro que más parecía un gancho de degollar cerdos y porque se había meado encima. Por tantísimo miedo que estaba pasando, enfriado, temblándole el esqueleto y escuchándosele el repiqueteo de la dentadura en su vibrante ritmo.
_ ¡Joder tío, que coño hacías con la luz apagada! ¡Menudo pánico me has dado, cabrón!_ Balbuceaba Narcís al mocetón que aún agarraba la zurrona con una fuerza de molusco
_ Pensaba que me estabas siguiendo para robarme_ alegó Baldiri, sin poder mirarle a los ojos y sin serenidad.
_ ¡Robarte a ti, imbécil! ¿Crees que soy un jambo o un gánster? ¡Habrase visto el malaje este! El julepe que me ha dado, por su puñetero miedo _ charlaba Narcís, tratando de reponerse de la zozobra, del susto y de lo inaudito.
_ ¿tu vives aquí?_ le preguntó Baldiri una vez recuperó el soplo y desde el lado del pasillo sin dejar ir aquella fiambrera y tratando de esconder el espectáculo y la fetidez de sus calzones.
_ ¡Claro, que vivo aquí desgraciado! Como no voy a vivir aquí, en el cuarto tercera mamonazo. ¡Anda y que te den…! Menuda mierda llevas encima, ¡Estás borracho!

Narcís tomó las escaleras y en nada había ascendido los cuarenta y cuatro peldaños de la escalinata hasta la cuarta planta.

Aquella mañana lucía el sol, y el día aparentemente sería fantástico, Narcís, ya se preparaba para abordar su nueva jornada en su turno de tarde, mientras leía el periódico, esperaba la hora del almuerzo y partir; su madre llegada de la compra acongojada y con ganas de conocer que había ocurrido la última madrugada en el rellano comunitario con su hijo de protagonista.
_Hola Hijo, ¿qué te ocurrió anoche con el vecino del bajo primera?
_ El jindama ese… ¿Vive en el bajo? Menudo susto me dio el cabrón, casi me mata, pues no me esperaba a oscuras el muy imbécil justo al lado del interruptor, callado como una marmota y cuando pulso el botón de la luz se me pone a gritar, pensando que le iba a matar. Menudo chute me dio, no me quedé allí de milagro.



_ Es sobrino de la señora Plácida, hace tiempo que está con ellos, trabaja en la zona franca y anoche parece que le habían dado el sobre con la nómina y creyó que alguien con zapatones le seguía para atracarlo._ decía la madre, algo apenada.
_ Recuerdas, que te dije, que estos inventos sonoros en los zapatos traerían cola.
_ No hijo, eso se pone para que no gastéis tanto la media suela, lo que peor me sabe es que el muchacho está en la cama con vómitos, temblores y diarreas.

martes, 28 de septiembre de 2010

Cloroformo dental


Aquellos ojos me miraban, sin pestañear, me estudiaban, me conocían de alguna otra ¿vivencia?, no lo se pero no dejaban de examinarme sin parpadear. En sus facciones divisé el comienzo de una sonrisa tenue que daba paso a una gratificante complacencia. Me acerqué y la saludé.
- ¿Cómo te llamas?
Ella me dijo, - ¿No me conoces?
- Quiero hacerlo, pero en este instante, no te relaciono con nada, y me eres familiar, esos ojos, esos labios carnosos y tan bonitos, tus cejas tan perfiladas, y esa sonrisa de dentífrico tan armónica, me recuerdas a alguien.
- Sabes perfectamente quien soy, pero no puedes descifrarlo porque estás bajo los efectos narcotizantes de mi poder personal, y aprovechando esa hipnotización, que ejerzo sobre quien me interesa, intentaré forzarte en tu mente, una serie de detalles que no quiero olvides nunca, y que cuando pienses en mi, sin saberlo, tu psiquis te llevará a cumplir exactamente mis deseos, a pesar de que no podrás recordar nada una vez recobres el sentido.

- ¿Por que lo haces, acaso te importo? Alegué sin poder moverme.
- ¿Y tú que sabes, de mi, es que crees adivinarme, por el mero hecho de unas miradas, un intercambio de frases, o unas sensaciones misteriosas, que no van más allá de tus deseos?, ¿acaso sabes como te imagino y que es lo que pretendo contigo?, ¿no ves que si quisiera estarías bajo mínimos, y serías una marioneta?

- No me has contestado. - Seguí argumentando.

- Claro que no, ni lo haré, no te demostraré, si me importas o me eres indiferente, como mujer que soy, nunca descubriré mi juego - decía ella, sin menoscabo, ni amargura.

- Sin embargo, cuando me tratas, posiblemente, dejas una puerta abierta, a la imaginación, a la ilusión, a la alegría, ahora no lo se, me encuentro extraño, por favor dímelo, háblame, no se que me ocurre, no soy el mismo, ¿puedes ayudarme?

- No puedo ayudarte. De hecho estoy aquí, acompañándote en esa crisis que estás pasando, estás con el pecho abierto en canal, y los médicos, están intentando corregir, no se que cosa, de tu corazón, por eso estás sin fuerza, y he querido venir a tu lado a distraerte, y a escucharte.

- Yo creía, que esta falta de fuerza, obedecía a un mal sueño, y resulta que…y ¿cómo he llegado hasta aquí? dime, ¿me ves demacrado? ; ¿me notas decaído?, observa mi cara, ¿cuantos días dirías tú, que no me rasuro?, por favor dame una pista, ¿es serio, verdad?

- Me pides que te mire a la cara, cuando la tienes tapada por la sábana hospitalaria, sólo observo, el pálpito de un corazón, ni muy grande, pero tampoco pequeño, que se resiste a dejar de berrear, de palpitar.

- ¡.Ah¡ , si te veo las manos que penden inertes y sujetas por una venda, para que no puedas estorbar, y sabes, puedo leerlas desde aquí. Que cuidadas las tienes, como se nota que son instrumento principal tuyo, que velludas y nítidas, y que bien perfiladas las uñas, veo tus líneas en las palmas, y podría estudiártelas, pero me voy a callar, de verdad, que ganas de vivir, no te faltan, lo estás demostrando, ¡ sabes¡ no quiero mirar más, me haces padecer.

- O sea, que no me puedes ayudar, no quieres demostrarme nada, no me dices tu nombre, me acompañas en este trance y ahora me cuentas que estás padeciendo, ¿con cual de las partes me quedo?

- Te dejo, que vienen y no quiero me descubran, este cacharro ha comenzado a sonar muy fuerte, se te altera el pulso, que te pasa, todos corren. Despierta ¡YA!






- Hola ¿qué te ha pasado? Trasnochas demasiado, y llevas una vida un tanto apretada, o es que el trabajo te desborda y ya no aguantas sin cerrar los ojos ni siquiera en la sala de espera del odontólogo, con el miedo que pasan según que pacientes al venir a verme.

- No es eso; doctora Regina, algo me ha pasado en la sala de espera, yo esperaba para la revisión bucal, y de verdad, no se que ha ocurrido.
Por cierto, la señora que esperaba, sentada frente al radiador, ¿dónde está?

-No me hagas reír, o mejor no me asustes, que te conozco de años y no me vas a hacer las bromas que siempre me gastas, luego me quedo sola, y me asusto, eres incorregible.



Pasaba de un extremo a otro comentando mientras me acomodaba en la butaca y me colocaba los mandiles para evitar mancharme.

-De hecho no había ninguna paciente en la sala de espera, era una visitadora médica, que me ha venido a ofertar material quirúrgico, para la clínica. Sin embargo hace más de dos horas que se marchó. No puedes haberle visto. Imposible.

Y ahora que lo dices, no se ha despedido, ha dicho que me entregaba unas muestras y veo que se ha marchado sin más.
Ella. Regina, la médica se ha puesto su protección y sus gafas con el foco frontal incluido, y al mirarla, de verdad te lo digo, no era ella, no es la doctora; estaba frente a la protagonista del suceso.

Te he visto a ti.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Entre Cavite y tú, una milla marina.

Hablaba entre dientes, sin demasiadas ganas de contar, posiblemente ni tenia la certidumbre que fuese un hecho real.

Son de aquellas historias que se cuentan de padres a hijos, de las que se hablan en las noches de invierno, mirando al fuego, se desata la lengua y dialogas y discutes sin sentido mientras miras como se consume la leña de la chimenea.

-No lo he dicho nunca, siempre me ha dado un poco de cobardía explicarlo, pero mi abuelo era tratante de blancas: en la línea Cartagena, Cádiz, Cavite.

-Y tú ¿Cómo lo sabes? Preguntó el hijo, con esa mirada de misterio que suelen reflejar los curiosos, anhelantes de sensaciones fuertes.

-Digamos, que lo sé, por filtraciones de la familia. Aunque no se solía hablar del tema.

-Te quedaste sin padre muy joven ¿verdad?

-Sí, ni le conocí, creo que yo tenia tres años, y él 35. Cuando se mató

-Eso he escuchado en alguna ocasión; pero que hay de verdad en todo eso

-Dicen que circulaba por un camino angosto, en una bicicleta, una noche de lluvia, que por lo visto caían chuzos de punta, y se despeño, por el precipicio y quedó frito.

-¿Quieres decir que diluviaba? , ¿Dónde se dirigía? , y ¿en bicicleta?

-Esto debería ser sobre el año 1928, cuando ocurrió, regresaba a su casa, entonces vivíamos en Cartagena.

-Pero, mira: no lo encuentras un tanto raro, y ¿nadie le vio?, ¿nadie le echó en falta?, muchos enigmas. ¿No?

-No es eso, antes las cosas eran de otra manera, los padres no tenían esta confianza y este trato que hoy en día se les da a los hijos. Además hablo por lo que han contado los que vivieron el episodio.

-Pero, ¡qué me dices ¡ …ya está: punto y final; o sea, quiero entender que nadie le buscó, y os quedasteis tan frescos.

-Al cabo de un par de días le encontraron muerto; igual se desangró. O se dio un golpazo en la cabeza, y así quedó cocido en el momento.

-Bien, eso lo dices tú, pero también podemos pensar, que se tiró voluntariamente, que tenia algún problema, y quiso dejar de protegeros, porque datos reales, ¡no tienes!


Se miraron a los ojos; levitaba cierta pena, y una indudable desazón, una infancia a la usanza, de las que se padecían en aquel tiempo, un desconocimiento brutal de los pormenores familiares.

-Mira, no lo sé, yo según dicen era muy crío, no tengo conciencia de haberlo vivido nunca, y jamás supe los detalles, desde siempre en casa, han contado el suceso como una casualidad, pero no se más.

-Y porque me cuentas esto ahora. Así de sopetón

-No lo sé, no había tocado este tema, ni siquiera con mis hermanos, ni con tu madre

- ¡desde luego sois la ostia!
Me hago cruces, de cómo se llevan las cosas en lo que tú llamas familia, es que no teníais corazón, no os queríais, ¡erais una especie de salvajes!


Se abandonó en sus recuerdos, y dejó suelta la lengua, mientras el fuego consumía la madera, que astillosa y húmeda repiqueteaba, haciendo saltar chispas al crujir en su contacto con el fuego. Clavó sus ojos en las brasas y comenzó balbuceante…
fragata Sarmiento
“Mi padre era periodista: corresponsal de guerra, de uno de los periódicos de la época, y venía de una familia, que por lo visto tenían perras y campos. De hecho, parece ser que tenía algún hermano más, y todos ellos, estaban instruidos, eran bachilleres. Según me dijeron el tráfico y trata con mujeres, lo había comenzado el tatarabuelo, que se enroló en unos de los barcos, con trayecto a las Filipinas, y había llegado a ser un pirata de esos que cruzaban los mares.
Entiende; llamarle pirata es un modo; no imagino: llevara parche en el ojo, ni pata de palo. Sería uno de esos sinvergüenzas educados, que son los peores. Al llegar a las indias: se instaló en Cavite, y las juergas el mujerío, y los excesos eran lo acostumbrado, hasta el punto que llegaron a negociar con hembras indígenas, trayéndolas a España, para venderlas, cambiarlas. De ahí hizo el dinero.
No sé muy bien, si mi padre, vivió la infancia allá en esa ciudad de la provincia Caviteña;
junto a la bahía de Manila, desconozco si se educó en España, o si se casó con alguna aborigen o contrajo matrimonio con una muchacha española, ni tampoco se dónde hizo la carrera, ni mucho más. Al faltar tan pronto, y desubicarse la familia en tantos lugares distintos, se perdieron los detalles, la relación, y el contacto. Pero lo que es cierto, es que el abuelo tiene su partida de nacimiento en Cavite”
De repente, acabó la explicación, volviendo a la realidad.

-Entonces este relato que cuentas, no obedece a la pura verdad, parte de él lo has imaginado o lo disfrazas como te viene en gana. ¿Es así?

-Si… así es. Un cacho de lo que cuento, es ensueño mío, como yo lo he creído durante todos estos años.

-Tu padre quedo viudo, y se volvió a casar, según cuentas ¡claro!
Y de tu abuela paterna ¿quién habla?
¡Creo que sabes menos de lo que parece!


-¡Baahhh! Dicen que en su primer matrimonio, tuvieron una hija, que murió, pero tampoco se nada de la esposa, desconozco la suerte que corrió, la abandonara, muriera o hubo alguna historia inconfesable.

-Y que más me dices, de esa relación con su primera mujer, porque algo tendrás que ¿contar? ,
O… no conviene airearlo.

-No sé más de lo que te cuento.

-¿No sabes más, o no quieres hablar más?, Que…
¡Es lo más fácil!

-Entonces haces que me vea obligado, a sospechar, a intuir cuando yo deba explicar esta etapa de tu vida. Porque comprenderás que esto yo no lo puedo callar, tampoco quiero dañarte; puedo imaginar lo que habréis sufrido.

-Mejor no lo reveles, estas cosas es preferible dejarlas que mueran con uno mismo.

- ¡Esto es increíble¡ y el modo de ocultarlo, en el secreto que lo has llevado durante tantos años. Esa es la confianza que dices tienes con todos nosotros.

-Es una historia que me contó mi tía, en uno de los permisos que tuve cuando estaba en el Arsenal de Cartagena, cuando hacia mi servicio militar allá por los años cuarenta y tantos…. No lo había referido jamás, porque ni tengo certezas y además porque tiene demasiadas preguntas sin resolver.

-¿Nunca quisiste aclararlo con tu madre?
¡Qué opinan tus hermanos!, no puedo comprender tanta incomunicación.
¡ Qué me dices !



Siguió charlando entre dientes ya sin poder entender nada, mientras desaparecía tras el umbral de la puerta dejándome con una sensación agria y causal.




Un tiempo después buscando, queriendo conocer, intentando averiguar y comprender parte del pensamiento del modo de vida que llevaban sus ancestros encontré:


EL JUEZ DE PRIMERA INSTANCIA DE SANTIAGO DE CUBA AVISA HABER INSTRUIDO EXPEDIENTE PARA PROCESAR AL CELADOR DEL PARTIDO DE JAMAICA DON FRANCISCO de >>><>>>…… Y de ……….
Letrado: GRIJALVA ALCOCER, JOSE
Año: 1878. Número de Dictamen: 177977. Signatura: U-09080-04321.
Palabras clave: PIRATAS DE ALTA MAR - FUNCIONARIOS - REGIMEN DISCIPLINARIO - AUTORIZACIONES - GRACIA Y JUSTICIA - COMPETENCIAS Y AUTORIZACIONES - CUBA - SANTIAGO DE CUBA



ISLAS FILIPINAS; PROVINCIA DE CAVITE.


Plano Físico

Charlot y su propuesta

Como son las coincidencias o las casualidades; se han de juntar tres o cuatro circunstancias para que mezcladas con la chispa de un recuerdo, lubrique el pensamiento, y la maquinaria de la memoria comience a hacerte vivir aquellas vicisitudes …

Era una tarde de sábado, caminaba jugueteando al lado de mi hermano, y nos acompañaba una persona muy querida por nosotros; Dios lo tenga en la gloria. Diego. Como te añoro, cuantos momentos dichosos nos habías regalado, y la paciencia, a prueba de todo experimento, superaba a la de mis propios padres…

Recuerdo la ciudad, aquel barrio, con que agrado se realza pasado el tiempo, y más dónde nos dirigíamos, algo excepcional, ya lo había disfrutado en alguna otra ocasión; como no, gracias a Diego, que sabiendo nos encantaba, y además nos calmaba, o mejor dicho, nos sedaba, proponía la visita a la sala de cine. El vernos insertos en las historias con imágenes y ese deleite te hacía protagonizar muchos de los momentos como el mejor de los placeres vividos.

Por ello, conocía de su magia y del encanto intrínseco que adosa.
Eran sesiones contínuas, donde se llegaba con la merienda y la gaseosa, un sinfín, porque se entraba cuando igual estaban comenzadas las sesiones y te marchabas cuando habías visto el programa repetido por dos veces, dejando el suelo lleno de cáscaras de las almendras que comprabas a granel, y que te envolvían en aquellas alforjas hechas con papel de períodico; que tiempos aquellos, que edades, y que nostalgias.

Tal y como lo evoco ahora, se me escapa la risa nerviosa, de imaginarme a mi mismo, como un chiquillo que era.

La quimera del oro, Dios mío, que risa más sana, más límpia, más díáfana, propia de niños, como me hizo disfrutar ese tipo, con el bastoncillo y su bigote, que el sencillo de su caminar, ya me provocaba disloque de sonrisas, era diferente al humor al que estaba acostumbrado, era descubrir una nueva forma de llegar a ser oportuno por un momento.

Comiendo almendras y bebiendo gaseosa caliente, reíamos a carcajada límpia, nos iba socabando la intención, ese mensaje que entonces, no comprendía, pero que quedaba en el subconsciente, y cuando evoco momentos felices, siempre entran en juego las imágenes de aquella película, que se incorporó de forma natural en mi disección de lo que es gracioso y lo que deja de serlo.

Por esa razón, al cabo de los años, pude comprender que lo original, lo esencial, no es necesario lleve sonido, ni colores, a veces la mayor de las simplezas te hace reir, y disfrutar del instante para que consigas recordarlo a menudo.

De ahí, seguí la trayectoria del personaje y siempre encontré un recado que me enseñaba algo nuevo, un punto de vista diferente un gracejo para mis sentidos, una caricia, una congoja para el alma, siempre desenterré algo con Charly, sin palabras, sólo con la expresión de sus muecas, con el movimiento de su paraguas, con lo vacilante de su caminar, con la traza de su solemne postura.

En blanco y negro, dónde las cuestiones únicamente marcan dos caminos, dos alternativas, dos tendencias; o ries o piensas. Las dos constituyen, con las dos me quedo, me rio, y me hace a la vez pensar, es una realidad manifiesta, que si no precisas en ello pasa por alto, como tantas cosas de la vida.

La película finalizó, con las clasicas letras The End, y los aplausos de tantos como disfrutamos del mensaje y salímos de aquella sala de cine, con olor a moho, con retintines de felicidad, con sabor salado por las chucherías que habíamos devorado, con la impronta aún en las pupilas de aquellas imágenes que nos habían desternillado de la risa.

Hoy; aquí, entre vosotros mis amigos; mientras os narro ese instante de una vida, además; recuerdo a Diego, a mi hermano, siempre con el concurso o con la ayuda de aquel personaje entrañable de mi infancia que conocía con el nombre de Charlot.__

jueves, 23 de septiembre de 2010

Se llama Defun...

Transitaba desde Barcelona a Madrid, en uno de esos aviones, que más parecen salas de cines por lo grandes que son. Dónde todos los pasajeros se sientan alineados en sus butacas y despistados no hacen caso a unas muchachas que van indicando en cada momento, lo que marca el protocolo.
El trayecto estaba a punto de finalizar, llevábamos más de una hora de vuelo, no era normal que pasara el avión tres veces sobre el aeropuerto de Barajas y no le dieran permiso desde la torre de control, para efectuar el descenso y a posteriori el aterrizaje.
Nada ya era corriente, los latidos de mi corazón; a pesar de mantener el tipo, comenzó a tener una cadencia evolutiva a más revoluciones. En aquel instante salieron las azafatas, muy nerviosas y expeditas andando de puntillas con cien ojos, que todos los pasajeros llevásemos atado el cinturón de seguridad, y que los compartimientos anduvieren bien cerrados. Se acercaron a mi lugar el 29B, y me invitaron a cerrar la agenda, dejar de escribir y recostarme sobre mi sillón. Hice un gesto de disconformidad y cumplí con la exigencia
Reposado en mi asiento junto al pasillo observé a mi izquierda, iba sentada una mujer muy guapa: con un perfume muy atrayente, alta, rubia, con unas manos cuidadísimas.
Su cabello muy peinado en tono rubio clarito, dejándole la frente medio oculta, y marcándole las cejas perfiladas, dando paso a unos ojos grandes como semáforos.
En su gran escote lucía una gárgola de oro, simulando tuviera una vida autónoma, que ella lo tocaba con frecuencia, como para darle acento.

_Azafata, ¿pasa algo?_ Preguntó aquella mujer sin menear su cuerpo de la posición en que estaba.

La aeromoza, no quiso responderle y con una mirada de tremendo horror desapareció en busca de resolver alguna urgencia, dejándola con la palabra en la boca. La señora, acariciándome el brazo para significarme que se dirigía a mí, hizo que con educación volteara un poco mi cuerpo y atendiera su comentario. _ ¿Ya imaginas que algo no funciona como debe?
Me miró a los ojos mientras hablaba y observé, que estaba serena, que sentía verdadera alegría, la noté fuera de su precioso precinto, a punto de un suceso natural, al que pretendía ayudarme en una transición aguda.

_Es evidente que algo raro está pasando, no creo que tarden demasiado en darnos información y explicarnos lo que ocurre_ Le respondí sin creer demasiado en lo que le decía.

_Te lo diré yo, si me lo permites.
_ ¡Ah! ¿Pero tú sabes que ocurre?
_No te imaginas ¿Quién soy? _ Dijo la rubia.
_Pues… no sé quién ¿eres famosa?
_Piensa un poco y luego reanudamos la charla.

No tardaron en anunciarnos que el tren de aterrizaje, tenía una avería, esa contingencia hacía que el desplazamiento de ayuda que soportan las coronas mecánicas estaba bloqueado y no salían las ruedas para tomar tierra. Se apelaba a la buena conducta de los pasajeros, que nadie se levantara de sus asientos, que todo el mundo se sujetara debidamente con los cintos de seguridad. Añadían que en el aeropuerto a pie de pistas, nos esperaban los servicios de Cruz Roja, Bomberos, personal de Protección Civil, Sanitarios del 061, y además habían rociado espuma sobre el pavimento. El aeroplano continuaba dando vueltas en una misma trayectoria, para acabar el gasóleo que contenían sus depósitos.
Atenazados de miedo, agarrados a la esperanza en salir de aquella tragedia. Pasaron por nuestra mente imágenes de lo vivido, una película con las secuencias más destacables. El avión no podía pararse, las ruedas no saldrían y la panza del aparato tropezaría con el firme y a pesar de estar la pista preparada con deslizantes, no se sabía si el peso del Spantax se deslizaría sin estallar al tocar suelo



Aquella mujer, no pudo más y me dijo: ¡Sabes quién soy! Te veo tranquilo y no tienes sudores, mantienes el tipo, como concentrado, mientras los demás están en esquizofrenia colectiva, desencajados, desesperados, y en muy mal estado.

Con mi mejor sonrisa hipócrita y sin ganas, Le respondí:

_ ¡Señora usted sabe rezar!

Ella contestó; llámame Defun. Me llamo Expiración pero me gusta el apelativo Defun. En cuanto a las oraciones, no las uso, de dónde vengo, no son válidas.
_ ¡Vienes a por mí! ¿Verdad?
_Pues mira, todavía no lo sé, pero comprenderás que no puedo volver sin nadie.
_Me pillas raro, fíjate que siempre me pregunté, ¿qué haría llegado este trance? No sabía cómo iba a reaccionar y cuando llega estoy sin ideas. Solo te pido que sea breve.

_No te darás ni cuenta, será como cuando despiertas de sopetón, pasarás de la vida a la muerte. Lo único, es que no habrá despedidas.

_Defun; debe ser aterrador ir visitando a la gente, instantes antes de que se cumpla su Defun…ción y explicar que te los llevas en contra de su voluntad.
_Cada uno tiene un cometido en este mundo. ¿No crees? _ Contestó con acritud.

_Por lo menos, no has venido vestida de negro y con la guadaña, no aparentas ser vieja ni fea, parece algo por lo que uno deba agradecer Expi _rar.
_No te he visto en otros asientos informando, como lo has hecho conmigo.
_Por eso no te preocupes, todos los designados han sido instruidos y visitados en el mismo instante. El resto no sabe nada.
_ ¿Quieres decir que algunos se salvaran? _Le comenté con esperanza.
_Esto es muy singular cada cual es informado como merece, se le explica para que lo entienda. Recuerda, como ha reaccionado la azafata cuando le he preguntado ¿pasa algo?

_ ¿Ya lo sabía, cuando le hiciste la pregunta? _ seguí inquiriendo.
_Ella el piloto, dos compañeras y ciento setenta y tres pasajeros, ya lo sabéis.

_ ¡Espera, algo ha cambiado! Me están mandando un aviso desde el Rincón de los callados… ¡silencio es importante! Espetó Defun, muy seria. ¡Qué suerte vais a tener!
Cerró sus ojos, y quedó inerte, como si la muerte fuera ella misma. No sé de dónde le llegaba el recado, la verdad es que me miró y dijo:

_Me marcho, porque aún no os ha llegado el momento, a última hora, ese tren de aterrizaje saldrá, tomareis tierra muy apurados, pero dejemos esta despedida para otra ocasión. Tengo muchísima prisa.

_Oye; Defun, ya que eres tan generosa, dime cuando será ¿lo sabes?
_Es una de las mejores cosas, no saber nunca, o casi nunca cuando os he de visitar. No dudes que nos veremos, cuando… no puedo decírtelo.

En aquel instante, el comandante de la Nave, nos decía que permaneciésemos sentados en nuestros asientos, que se había subsanado la anomalía y se iba a hacer un aterrizaje normal, que el tren se había desatascado, y todo estaba bajo control.
Los vítores de ¡Viva! Al piloto, y la alegría de la gente hizo que entornara mis pupilas, me quitase los lentes para secarme el sudor y diera gracias al cielo.
Al colocarme de nuevo las gafas, aquel asiento el 29C, estaba vacío. Miré al lado opuesto, y el señor de la fila de atrás, dijo apurado: La he tenido junto a mí, creí estar muerto. Si le contara lo que he vivido, no me creería, nos dimos un abrazo y aterrizamos sin novedad.

martes, 21 de septiembre de 2010

La Luna es jueza de guardia

La luna es una princesa
que tiene cincuenta caras
no se le puede engañar
porque ella sabe y se guarda

La luna es muy caprichosa
sale en sigilo a la fresca
se maquilla y se perfuma
para sentir las estrellas

La luna es ilusión celeste
enamora a sus vasallos
en cuanto a ella miran
también seduce sin duda
a esos plebeyos que fingen
cuando les ilumina
ese deseo liviano
porque ella es adivina

La luna es revoltosa doméstica
pasea atrevida y brava
se muestra sabia y distante
camina por la misma playa
con visos de cosmonauta
y de mujer cautivada
La luna es libertina
expresa gozos y risas
celebra vida en los cielos
aplaude egoísmos, celos
aclama ternuras, miedos
pero nunca se perturba
ni transmite desaliento

La luna, gacela del cosmos
mantiene carita de hembra
ve las cosas como pasan
mostrando un silencio eterno

no ayuda con sus gestos
en los propósitos ajenos
sin importarle las causas
sin entender de consejos

La luna es una emoción
con música y melodía
partitura filarmónica

cantada de amanecida
en ocasiones ladina
siempre adivina el tono
el compás mantiene el tempo
cuando te engañas o finges
ella nota tu lamento

La luna trabaja de noche
en el tercer turno afincada
lleva tarea sencilla, muy clara,
aunque dice… no trabaja
permite cosechas agrarias
concibe hijos y amamanta
a los sin techo del mundo

a los que no tienen calma
a los que insultan la vida
a los que a ella se agarran
a los nacidos de oriente
a los que no merecen nada

La luna es jueza de guardia
con mayete de madera
que es el martillo que usa
para aclarar las tinieblas
que repica sobre el mundo
cuando una injusticia suena

La luna duerme ceñida
con pijama de franela
carga un gorrito de pico
para que la vean bella
descansa durante el día
para no perderse vela
y desde el suelo la vemos
mientras ella pavonea
desde lo alto del cielo
su majestuosa esencia
Prefiere dormir muy poco
en la alborada bosteza
disfrutando de la aurora
del soplo del viento y brisa
de los mares que circundan
y de su aliento que entrega

Que el universo rueda
y mientras aquí se duerme
en otro hemisferio despiertan
…¡cierto es!
cuando aquí la noche es negra
allá lejos luces vean…
ella los domina todos
con sus formas y maneras
ella es astro, milagro y espejo
resuelve y quita problemas



La luna es gran artista
y sabe actuar en plazas
se pone medias de seda
en sus piernas flexionadas
persuade con sus encantos
mientras su brujería enseña

Se dice por esos cielos
Los ocultos que ella alberga
enreda muy caprichosa
recoge su falda espesa
se desabrocha el corpiño
y espera la vida quieta
entorna sus ojos limpios
suspira linda, se peina
cuatro caras la luna ostenta
plena, creciente, menguante y nueva
así se precipite el designio
por ser de la naturaleza, reina.


lunes, 6 de septiembre de 2010

Travel de los sueños


Dejó su coche aparcado en la otra acera, cruzó la avenida, al llegar a la oficina Travel Club, tomó asiento en la zona de espera, cuando dejó caer su cuerpo observó lo cómodos que son aquellos divanes.

Esperó su turno, y cuando llegó el momento, se le acercó, una señorita invitándole a sentarse frente a su mesa para que hiciese su solicitud. Ella se dispuso a atenderle amablemente escuchando, lo que el tipo del traje dril exponía.

Aquella muchacha, tenía unas manos tersas, finas y cuidadas, sobresalían por lo limpias, haciendo juego, con el tinte de las uñas muy recortaditas y curiosas. En sí toda ella demostraba una pulcritud que alegraba con lo diverso y original de esos éxodos que patrocinaba

El interlocutor se fijó, por espacio de unos segundos, y sonrió abiertamente, porque, algo le sobrevino, y le cambió el rictus de la cara.
La señorita, prosiguió notando la contingencia y en deferencia al caballero, y para dejar más abierta la cordialidad de trato, cosa que favorece en el mundo de las ventas, se presentó:
Mi nombre es Avelina, soy manager del departamento de ocio, y diversión, y puedo ofrecerle todas las opciones de desplazamientos, ya preparados. Sin embargo son paquetes completos que se han de aceptar tal cual, y son ustedes los que han de encajar en ellos.


Le mostró unos catálogos de turismo con destinos diversos, pero aquel hombre pretendía viajar hacia un país, que él mismo inauguraba y que de momento no descubría.
Mientras el caballero hacía su exposición la dependienta, le miraba a los ojos, y sobre todo escuchaba el tono de voz, que sin duda, le recordaba a otro tiempo, quizás una experiencia que hubiere tenido allá en su otra dimensión

En el bufete de madera de nogal, de un diseño atrevido y moderno, que lucía tras de su figura femenina, destacaba apoyado sobre una rinconera, un aparato de radio, que servía en el instante las noticias que acababan de suceder en aquella ciudad, alternando con música renovada, y suplía con algunos spots promocionales, que anunciaban: detalles y curiosidades, de confort, mejor vida, turismo y seducción personal.


_Perdone, ¿su nombre es?_ preguntó Avelina directamente.

_Llámeme, Paolo_contestó y siguió escuchando la aclaración de aquella dilecta y experta comercial.

_No me ha dicho si ha de viajar solo, o acompañado,_Hizo una ceremonia en su exposición esperando respuesta de Paolo.
_No; no lo hice, pero tampoco te he comentado, dónde pretendo ir, y si me interesan todas esas maravillas de las que hablas _Adujo el respetable del traje claro, intimándola sin ambages.
Ella rió abiertamente, demostrando que su dentadura era escalonada, y refulgente.
_Más que nada; prosiguió_, yo daba por sentada, que usted se ha
ría acompañar de una…, perdone pero creí,_Dejando abierta la exposición para que Paolo, matizase definitivamente.

Evitó aquellas expresiones con mucha sutileza el hombre, complaciendo con la cabeza en señal de afirmación, para hacer ver a la morena, y espectacular proveedora que no iba desencaminada y siguió.

_Necesito viaje para Argentina, y desde allí, desplazamiento hasta Bariloche, y voy…mejor dicho vamos tres personas.-- Sentenció con gentileza el caballero.

_¡Che qué bueno! , yo precisamente soy de la Pampa, ¡¡que bárbaro!! ¿ no creés?, y además… tanguera. _Afirmó con énfasis Avelina

Yo a vos te conozco, ¿no sabés quien soy? ¿ No me has reconocido? ¡¡ miráme pibe!! , ¡¡no me seás boludo!! , ¡que carajo!


En aquel instante, y de repente:
Bunisiiiiiimmssss dies, son ara les sis del mati, y et despertem, am una mùsica molt bunica d’Hispano América, però avans gaudim del só autentic del mes adient, del mes ensiçadó
......por la esquina del viejo barrio, lo vi pasar, con el tumbao que tienen los guapos al caminar, las manos siempre en los bolsillos de su gabán; pa que no sepan en cuál de ellas lleva el puñal…


La ducha ha sido de agua fría, como todas las mañanas, yendo desde caliente hasta recibirla helada. Hoy directamente congelación desde el comienzo, y más prolongada que de costumbre. En el pensamiento, aquello de Calderón de la Barca. Que recitó con profusión, dándole orgullo aquel recuerdo.

“¿Qué es la vida?

Un frenesí.

¿Qué es la vida?
Una ilusión,

Una sombra,

Una ficción,

y el mayor bien es pequeño:

Que toda la vida es sueño,

y los sueños, sueños
son.”


sábado, 4 de septiembre de 2010

No fueron seis meses...



Era la segunda operación a la que se sometía, se vivían de nuevo esos días dolorosos, en los que la garganta no te deja tragar con normalidad y todo se viste de tragedia, donde la tensión corporal muestra baremos altos y bien quisieras no tener que soportarlo.

Si; ella estaba dentro del quirófano, en una de esas intervenciones difíciles de asimilar. Un milagro reclamado al cielo; todo fuera un episodio pasajero, un sueño duro; pero no más. El deseo no corresponde siempre con la realidad; era intenso y las pretensiones por su mejoría fortísimas, sin embargo no dejaba de proyectar la metástasis temida.

La espera dentro del coche era inaguantable. Las rondas de la ciudad mostraban un aspecto circulatorio penoso. El sol, caía que abrasaba, y entre el trayecto tan torpe y los nervios que ofrecia el momento, todo se ponía infame.

_Parece que se arregla algo esta mierda_ Pensó Cecilio, sin dejar de mirar al frente, tras el parabrisas del coche, refiriéndose al maldito atasco; sin embargo, su esperanza y su confabulación con los buenos presagios, no ayudaban a dejar libre el camino.

Llegó tarde, nervioso, y encima de todo eso, transpirando veneno por lo dificultoso de la situación. Seguía en sus fantasías al detener el coche en el aparcamiento subterráneo, de aquel hospital grandioso y singular.

La mezcla de pacientes, enfermos y personal interno creaban un enjambre de disgustos. Imágenes deshilvanadas, divisadas desde la angustia, desquiciaban al más pintado.

Ascendió por las escaleras, subiendo los peldaños de dos en dos, desde el vestíbulo a la planta, pasando al interior del perímetro de espera, y allí se encontró con los allegados, familiares cercanos de aquel episodio.
La estancia fea, oscura, poco acojedora; sus paredes toscas, rectangulares, dando efecto de residencia del pánico; su iluminación precaria, hacía que los rostros tuvieran sombras y todavía más pudiera notarse aquella sensación de impaciencia y malestar. Delimitada por una hilada de sillas asidas en las paredes; en el centro un revistero y un par de floreros, con una especie rara de arbustos de plástico, trataban de decorar aquella periferia. Ventanales inmensos, que ofrecían vistas de los patinejos interiores, dejaban pasar limitadamente la luz diurna.

Sus caras eran de una dolosa e impaciente espera, y en alguno ya de una brutal aceptación. El más anciano; con lágrimas en los ojos, desgarbado, aturdido por el miedo, paseaba incesante; su vestimenta, ya no guardaba más que una desgana y una desilusión acuciante. La barba no era naciente, entre canosa y aislada, se dejaba ver a no mucha distancia. El cuello de su camisa abierto, como para dejar pasar con más licencia esa respiración abdominal. Las manos en los bolsillos del pantalón, demostraban el desconsuelo.
En el asiento frontal que daba justo a la izquierda de la puerta, un muchacho delgado, sin dibujo en sus facciones, permanecía ausente y sin importar quien había llegado; los codos apoyados en sus rodillas, y sus manos aguantándose el mentón por ambos lados, su contemplación permanecía perdida en el contraluz de la ventana. Desatento; inmóvil, en otro mundo. Su camiseta rayada en verde y su pantalón vaquero azul, le daban una lumínica irreal, sólo destacaba el brillo del calzado, que enlustrado resplandecía al tropezar con el centelleo de un fluorescente, que taquicárdico tartamudeaba con ritmo lento.


Al fondo, a la derecha, una mujer adulta: rubia, maquillada, con un corte de pelo a lo afro, mirada profunda y descarada. Su escote semi desabrochado, revelaba una medalla de la Virgen del Mar, que contrastaba con su perfil de rasgos durísimos y pálidos de dolor, al mismo tiempo que sus lágrimas inundaban sus retinas por el llanto. Erguida, descubría su estampa, el bolso en bandolera, estrujándole como si no quisiese que nadie se lo fuera a trajinar. La sostenían un par de zapatos de tacón de aguja, que le sobreponía en su altura, en la mano zurda un abanico, que lo hacía trabajar con bamboleo saleroso, que enérgico, venteaba de un lado al otro, haciendo circular el aire enrarecido de aquella zona y que se escuchaba junto con el sonido del luminiscente, como únicos murmullos del lugar.

Cuando entró en aquel recinto Cecilio, no pudo más que soltar el aliento, queriendo sobrecoger el que pudiera para regar su tórax, tras el esfuerzo por ascender de par en par, aquellos escalones, y asentir sin pronunciar, eso de “ por fin he llegado “. Se acercó al abuelo, y este anunció, lo que temían. Las lágrimas se acrecentaron en sus ojos, y soltó un sollozo ronco y desabrido.
Cecilio; no quiso disculparse por la tardanza, y dándole un abrazo, se fundieron en una trayectoria de dolor aguerrido y tajante.
_ ¿ Que ha dicho el cirujano?- Preguntó Cecilio.
_Nos ha dicho que la metástasis está extendida, que purgará en lo que pueda y volverá a coser _ Lloriqueó el abuelo obligado por la angustia.

_¿Lo sabe el crío? _ Siguió Cecilio.

_Claro; los cirujanos, no ocultan nada, preguntan quienes somos y a la familia, se lo sueltan sin preambulos, ni tapujos.
_¿ y el padre, dónde está?. No le veo. ¿Se ha ido?

_Sí; a reposar. Ha estado toda la noche y le hemos dicho que descansara; que fuera a dormir

_¿Entonces, qué me dices?
_Que no lo saben con certeza, pero le dan seis meses, con suerte.

Dejó en su penumbra al viejo, y se acercó al muchacho, sentándose a su lado y pasándole una mano por encima de la espalda, queriendo mitigar un poco esa pena, y tratando de ser cariñoso.

_¿Has comido algo?
No hubo respuesta. Aquel joven, sin turbarse masculló alguna palabra; sin perder la pose, balbuceando nominativos ininteligibles, del todo inconexos, que hicieron persistir al hombre que trataba de saber o sacarle alguna palabra y de esa forma, destilara un poco de secreción y rompiera ese trance taciturno.
Se levantó cuando la mujer se le acercaba, sin mediar palabra se abrazaron y ella, continuó llorando de tristeza, no podia contener ese quejido rompedor de almas, donde por mucho que quisiera, le era imposible evitar.

_La vida es injusta. ¿ Cómo estáis por casa? , ¿Y los nenes? _Se le entendió a la mujer.
_Pues mal. Cómo quieres que estemos. ¡Menudo trago! que crueldad, no se la deseo a nadie;
Siguió sollozando a solas en un rincón de aquella sala negra, mientras el hombre, hacía de tripas corazón.

No fueron seis meses, transcurrieron siete años de dolor, de resignación, de quimio y de rabia.


jueves, 2 de septiembre de 2010

Rutina; la usanza de un rito.




De vuelta a la ciudad



El verano remite, la fecha del calendario indica que los que más; ya estamos a pié de cañón para quemar la pólvora que traemos en las alforjas y sobrellevar nuestras circunstancias, atrás han quedado esos lugares que decidimos fueran los que nos acogerían en las vacaciones, pueblos que vacíos esperan de nuevo volvamos para relacionarnos con sus gentes, costumbres y festejos. Allá quedaron nuestras amistades, las de todos los años, los que nos ven llegar y partir con ese sentimiento de cariño y que nos esperan cada temporada. Cuantas risas y buenos momentos hemos pasado, sentados a la sombra de ese roble, castaño o de esa terraza, en la tasca, a la sombra nos hemos tomado el refresco acostumbrado. Las subidas calle arriba y calle abajo para ver ese mercadillo tan singular que colocan los sábados en la avenida principal, dónde podemos comprar desde un pollo asado, hasta unos calzoncillos largos color turquesa, una faja elástica para aguantar los excesos de la panza, o un par de kilos de melocotones de la zona para degustarlos en la mesa. Mientras, hemos saludado a María que por lo menos hacía que no la veíamos dos años, desde que se fugó con aquel saxofonista de la charanga de Can Xiringo. Nos ha contado una fábula sobre su afaire con el músico, pero hemos de intentar creer lo que nos dice, aunque la verdad en sus ojos, no muestra felicidad alguna. Silverio, dice que ya no vuelve a la ciudad, que se queda en el pueblín, que ...lo han jubilado y en la ciudad, no se le ha perdido nada. Quiere dedicarse a buscar caracoles con esa linternita que se ha comprado tan cuca, que se coloca en la frente y más parece un minero experto en hallazgos áureos. Detalle que no quiero pasar por alto es la atracción que nos llegó para Fiestas, unos mocetones que cantan y bailan flamenco con sonidos electrónicos, y que se menean en el escenario como si fuesen autómatas. Lo nunca visto en el lugar, escuchar cante "jondo" sin ser ni cante ni hondo. La puesta en escena es de lo más peculiar, los bailarines aflamencados nos entregan sus bailes semi vestidos, no llevan esas camisas de lunares rojos y blancos, ni esos zapatones con tacones de hierro para patear la tarima, van a pecho descubierto y con zapatillas de playa. Menos mal que se cubren con sombreros tradicionales y más o menos por ese detalle puedes seguir un poquito la actuación. De mujeres nada de nada, cuando hay una escena femenina, allá que van y se colocan un corsé, unas bragas y una peluca y se quedan más largos que anchos. Artistas son un rato y desde luego de esa manera, escenifican a placer lo que quieren sin menoscabo de personaje o vestuario. Se lo montan como en New York, con tres y una gamba, lo solucionan. Han arrancado la risa de todos, los aplausos han sido sonoros, y la clase de artistas la llevan en el emboque de sus personajes. Al final de sus actuaciones, nos han agradecido a todos la presencia y nos han despedido en la puerta uno a uno.