—Vamos
a la boda de la Nena—Le
comentaba la
tía
carnal, de la casamentera, a su cuñada Modesta, que es una mojigata,
muy escandalosa y criticona, del pueblo de los Gandules
—Se
casa en apenas dos horas y mira como estamos aún a medio
vestir—recalcó con mucho afán Vicenta, a Modesta.
—Si
quieres que te diga la verdad—aclaró
Modesta—¡No sé!, ni qué ponerme, porque todos hablan de moda, y
dicen que entienden los muy jodidos, pero se presentan a la iglesia,
con unas pintas, que mete miedo. ¡Bueno miedo! Es un decir, risa es
lo que da. Todo roto y remendado. Es, lo que ellos dicen que «mola»
Los
jóvenes y menos jóvenes, vienen con los pantalones rotos, las
chicas con unas faldas que parecen bufandas por lo poco que tapan.
Así claro cuando se acomodan en las bancadas de la iglesia, a Don
Bartolo,
el cura, se le sube la «bestiarrubina» y pierde la dicción—Mujer
no seas burra, querrás decir Pelirrubina
Sabéis
que es tartaja, el bueno del cura… viendo a las feligresas como
vienen en cualquier momento deja de decir la homilía y se pone a
explicar el chiste de los cerdos y los peces—añadió Vicenta,
cortándole y quitándole la palabra a Modesta
Es
cuando los creyentes más disfrutan, viendo al señor párroco, hecho
un follón con la descripción del cerdo y de los atunes.
Como
te decía, para no irme del hilo. Las chavalas llevan una ropa, muy
vistosa, pero de elegante pues ¡nada de nada! Todo al aire,
enseñando los tatuajes que cada vez mas trozo de piel le ocupan.
Creo
que al final, no necesitaran ponerse nada encima, la tinta será
su
aderezo y veremos quien frena las alcoholemias, los alzheimer, los
infartos de miocardio y las animaladas que cuentan. Me fijo, yo que
soy muy observadora—me
comprendes Vicenta—en los escotes estupendos, enseñando mas
pechuga que cuello, y la raja entre las tetas, que enseñan sin
recato, cuanto más a la vista, más contentas se ponen, esas
abuelas, que las lucen. Fíjate que; las que tienen poquilla carne
chicha, pues con esos llamados “ Wonderbra
“.
Se las suben y suben hasta que les sale la chicha por los lindes del
sostén.
—Ese
un
sujetador sin tirantes y con aros, que adaptan los pechos grandes y
pequeños, pues todo queda disimulado—Añadió
su compañera, poniendo de su parte, con un conocimiento brutal.
—Los
perfumes que se plantifican y esos rímeles en los ojos, parecen
todas gallinas cluecas, revoloteando el corral.
Ves...
los hombres son más tontos aún. Además los maduros, quieren ir en
condiciones de jovencitos, pero como se ven desbordados con esas
pintas, se me achantan y se ponen ropa tan pequeña, que incluso no
llegan a marcar ni a entrar en su
talla.
¡Sí!
Ahora, le llaman así, a las presencias de toda la vida, en lugar de
llamarles “pintas, le llaman looks” pues se quedan cortados y se
ponen esas corbatas tan pasadas de moda, que la boda de la “Nena”,
va a parecer una película de risa.
En
la boda de la Nena, la de la hija de don Pascual Vizuete y Doña
Virtudes Tripera, se ha colado un tipo, que creo que nadie sabe quien
es.
Todos
se preguntan de que parte de la familia viene, si de la parte de los
Vizuete, o por el contrario de los Tripera, pero nadie puede asegurar
el parentesco del mismo. Es muy educado. ¡Si! Para que decir una
cosa que no es, pero los invitados están intrigados.
Se
ha presentado en un lujoso coche y han bajado el regalo que le hace a
la “Nena”, y por el tamaño, tiene que ser importante, porque
grande es.
Tanto
es así que lo han bajado del coche los encargados que vienen con ese
señor, desconocido con el traje gris marengo, tirando a marrón que
ahora charla amigablemente con el novio de la “Nena“.
Aquel
desposorio comenzaba a vivir por inercia propia. Como queriendo el
destino de la “Nena”, darle un «halo» de naturalidad,
otorgándole un recuerdo inmortal, que fuese recordado siempre.
Los
invitados del festejo iban llegando, unos a pie y el resto en grandes
«cochazos», de alquiler. Unas limusinas espectaculares que le
quitaban el «hipo a cualquiera», del barrio de los Gandules, que es
donde residía la “Nena” y además donde se festejaba aquel
connubio señalado.
La
gracia ahora, era saber de que parte provenían aquellos invitados,
de parte de la mamá, o del papá.
Ya
que aquellos parientes, no se podían ni ver. Cuando menos se
aguantarían sus lenguas viperinas en una celebración semejante a la
que pretendían celebrar.
Aquel
desconocido, paseaba entre los unos y otros, comiendo y bebiendo como
un verdadero hambriento. Bien es verdad, que el alcohol lo probaba
poco, para no perder el hilo de lo que se podría avecinar.
La
ceremonia estaba prevista celebrarla en los jardines del complejo
hotelero, y los casaría en lugar de Don Bartolo—el párroco de los
Gandules—un antiguo ministro del gobierno de Felicidades. Un
Presidente de la isla llamada Garnikaky, que está situada entre
mares ignotos, que nadie supo, ni sabrá jamás ubicar.
Así
que el Ministro Don Sindo de Tuagmutú, sería el que los enlazaría
como esposos a la “Nena “ y hasta ahora su querido novio Kanto
Frique, que nadie conocía de momento.
El
posible emperador de la Isla de Garnikaky. Lugar paradisíaco donde
campa la democracia más amplia del mundo.
País
protegido por los Estados del Norte Divino. Nación donde se hace lo
que dicta el Congreso de mujeres autóctonas, que a su vez son las
únicas que pueden gobernar aquellas tierras, y tan solo proclama
leyes en beneficio de los que laboran, viven y disfrutan de su clima.
Petróleo,
diamantes, oro, y agricultura para todos, repartido para los
habitantes del islote. Hacen de esa zona sea el idilio buscado por la
mayoría de los humanos, haciendo que su migración, sea inexistente
e inapreciable. Teniendo a Felicidades,
como ejemplo de civilización, la que da el nombre a la capital de la
isla. Ciento dos mil habitantes, todos ellos nacidos en Garnikaky.
Al
final, todos descubrieron quien era el señor del traje marrón
marengo, aquel que lo recorría todo, comiendo y bebiendo agua, para
no dejar de sentir. El novio de la “Nena”, el mismísimo Kanto
Frique, su amor difuso, al que siempre le han gustado los juegos del
despiste. Hombre que como todos los nacidos en Garnikaky, solo los
utilizan para copular, porque trabajadores no lo son, y mañosos aun
menos y viendo las mujeres de Felicidades, que lo que tocan lo joden,
los retiraron de todo ahínco y con la ayuda de un “yerbajo” que
les dan a cada rato, los mantienen afilados y disponibles.
La
“Nena” estaba preciosa, llevaba un vestido ...bueno llevaba un
pantalón con una sola pernera y la que lucía, tenía un roto
bastante vistoso.
Los
zapatos eran de cáñamo verde, tan solo sencillez, una suela de
esparto y una liana de palmera, sujetaba aquellos pies largos con
dedos de taquígrafa inglesa.
Lo
más llamativo era la blusa blanquinosa, que lucía. Un diseño de
Proton koñato bocetista de Garnikaky. La guayabera que ostentaba,
era un tanto original. Tan solo una manga—por lo que se ve, no le
dio tiempo a coser la otra—que le rebasaba, vamos que el puño le
llegaba al suelo, y recogida arremangada, le hacia un gran
promontorio en su muñeca izquierda, que dicen que sirve, para
secarse la boca, cuando babeas.
Una
idea también procedente de la capital Felicidades.
Maquillada,
preciosa, solo un ojo con rímel, y sombras, el otro al natural, y
sus labios carnosos, portaban aquel tono de carmín tan solo en el
labio inferior.
Originalidad
a tope, desde el inicio.
Si
la “Nena” no tuviera cuarenta y nueve años, creería que todo ha
sido un capricho de adolescente.
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