sábado, 29 de septiembre de 2012

En calzoncillos



Porqué me usas.
Reclamas y azuzas.
Solo te acuerdas,
al precisar ayuda.
 
Ten más franqueza.
Veo  tu  instinto.
No por disimular,
¡Será distinto!
 
Mantener normalidad,
no es de caprichoso.
Prescinde de confundir,
ese talante engañoso.
 
Llevas  ira  en el cuerpo,
miras al prójimo,
con sucio desprecio.
¿Crees de verdad, ser un genio?
 
El arrebato es somero.
Utiliza el trabajo, el esfuerzo.
Conseguirlo significa,
¡No ser tan ligero!
 
Eres moneda ilegal.
Imprimes siempre silencio.
Todos nacimos descalzos.
Aunque no le creas cierto.
 
No podemos engañar
con palabras decoradas.
Aquel que lleva maldad
la exhibe por temporadas.
 
Tu imaginar increíble.
Receloso,  sin talento.
Intenta ser más leal,
no falsifiques el cuento.
 
Mejor pudieras  pensar,
en  los defectos que embargas.
Esas faltas no corrigen.
Aunque no creas,
¡Se arrastran!
 
¿Ser normal te gustaría?
Eres vanidoso, nada sencillo.
A veces, no somos nadie.
Y…   menos en calzoncillos.
 
Porqué me buscas.
Olvida y pasa.
Solo recuerda… 
Con estos lodos
¡Siempre  te  manchas!
 
 
 
 

jueves, 27 de septiembre de 2012

El corazón en la boca.


Tanto hablar de la emoción, cuantas veces escuchamos a los que nos rodean comentar, que su pasión es más conmovedora que ninguna. Nunca la describen lentamente, para que la podamos comprender.
¿Cómo se puede medir?  Es tan difícil, saber evaluar esas impresiones del cuerpo. O, quizás tenga que ver con el alma.  ¡Ay el alma!
Cuando se altera el pulso cardíaco, provocado por una reacción exterior, se siente una palpitación oculta, muy difícil de revelar. Los nervios se descontrolan y se precipitan derrochando una imprecisión desabotonada.
Quieren aflorar las turbes más intensas y duras, tanto por alegría, como por condena y tristeza. No es dolor físico, es un estado anímico, raro pero a la vez pertinaz.
Las dejo pasar ¡Entran todas! Se instalan ellas mismas a su modo, hinchándose las arterias, hasta que casi revientan, perdiendo el compás tranquilo y ganando aceleración el pulso, la sangre sedimenta mucho más precipitada, y nada detiene el circular de ese caudal, color rojo, con exceso de velocidad dentro de las venas del cuerpo.
¿Te aparecen lágrimas en los ojos?  Tratas de abrir y cerrar rápidamente los párpados para que no parezca representación frívola, y se diluyan sin frotar, que no sientan tu desasosiego, que no perciban tu agitación, casual sensación de espíritu. ¿Es un signo de debilidad?  ¡No lo sé! ¿Entonces por qué ocurre de tanto en vez? ¿Quién es capaz de informarme?
Acelera en décimas de segundo el corazón, parece que se va a salir de órbita, que se desprenda del cuerpo, por los talegazos que acuña. ¡Bárbaro! Auténtico y tan cierto como posible.
Alegre intenso, por tristeza y desazón. En ambas ocasiones ocurre, ¿Se podría morir así?  ¡En ese instante!  En todo caso es repentino, fugaz, rápido. ¡Ni se nota que te vas!
Con seguridad,  ¡Alguien muere así!
El corazón en la boca y en el corazón, una emoción loca.
¡A bien seguro en los labios una sonrisa!   ¿Puedes ayudarme? 
¡Inténtalo!


martes, 25 de septiembre de 2012

¡Necesidad de vivir!


Era la primera vez que se acomodaba en aquella terraza de la nueva cafetería. El calor ya apretaba y la verdad le encantó al instante, encontrar un rincón tan apropiado para concentrarse y poder dejar abiertos todos los grifos de la imaginación, abandonar aquella especie de freno, que le impedía relajar su instante.

Apareció en semejante lugar dando un paseo aquella mañana de junio, con ganas de darse un “baño de gentes”. Verlas disfrutar y saborear aquellas prisas ajenas a él, que siempre imprimen en sus recorridos los ciudadanos ocupados. Percibir nuevos sobresaltos, escuchar el trino de los verderones, revueltos con el chirriar de la persiana del colmado, que se alzaba, dando vía libre a los clientes.

Estaba deseoso que la gente le conociera, le preguntase, le echaran una mirada por casual que fuese. Anotaba detalles en su breviario mental, impresiones, olores, tactos inesperados y sugestiones de deseo, o vilipendio.

Las mujeres_ pensaba_, en este tiempo, tan alegres, tan sensuales, mostrando sus poderíos físicos, dignos de verse desde el acomodo de la complacencia, aún y siendo con la rapidez del instante. Los chiquillos, jugueteando alrededor de sus yayas y matronas, mareando al más pintado. Los caballeros, más serenos, aunque también los hay presumidos y ya se les puede catalogar dentro del grupo de los “Simbol-Man”, por sus peinados empinados y por la cantidad de ellos que recurren a la cirugía estética. Eliminan las bolsas de grasa, pinceladas que ya comienzan a ser habituales, en el consumo de tanta cosmética y otras prácticas, antes impensables.

¡Bendita vida!_. Pensaba mientras agudizaba su sensación de gozo_. Estamos tan necesitados de gestos de cariño. Del afecto que tan hipotecado tenemos, que seríamos capaces de vender nuestra propia piel para ganar el estado de felicidad constante_. Explicando para sí mismo, cavilaba taciturno_. Reconozco que soy aspirante a disfrutar de la dicha perdurable. Ya no quiero vivir con la duda de lo que ha de llegar. Quiero evitar las emociones dolosas, aunque con seguridad, habrán de arribar. Por mí, no temo. Hago ensayos, para que llegada mi hora, no de complicaciones a nadie de los que me rodeen. Sin embargo, he de reconocer que me embriagan dudas, perceptibles. Padezco por el prójimo allegado, que es en definitiva el que soporta. Los que me ven enojado, irritado y en ocasiones fuera de mi sencillez, los que realmente conocen y padecen a “pies juntillas” mis fallas y lo que;  poseo de humano, aunque no sepa mostrarlo.

¿Por qué no me miran a los ojos? Cuando les hablo, ¿Qué es lo que les inquieta? No soportan la mirada directa. Leen en mi rostro lo que desprendo. ¡La necesidad de vivir!

Tratan de prestar, con lenguaje corporal sus escaseces, sus metas incumplidas, sus ascos y excesos. ¡También son humanos!  Por ello les comprendo. ¡Qué pena! Es una sensación de impotencia que sufren al no poder descorchar esa continencia.

_ ¡Oiga, amigo! ¡Tela contigo! No tengo el tiempo del mundo, esperando a ver qué es lo que va a tomar. Llevo tres minutos aguardando, mientras lo veo soñar en voz alta ¡Chungos sus nervios!  ¿No…?  ¡Como verá la terraza, está llena! ¡Tenga la bondad!

_ Perdona, ni me fijé, que estabas ahí, esperando. Lo siento, me había perdido en mis pasillos emocionales. ¡Trae un café con hielo!

_Pues, esos pasillos. ¡Despéjalos!  Los iluminas algo, ¿Podrás? porque lo que decías con los ojos cerrados, no lo comprende ni el mismo ¡Cristo! es propio de los…  ¡Te traigo el café y el hielo!



 

lunes, 24 de septiembre de 2012

La Vedette, llegó al barrio



 
Por estas fechas, después de todo el calor del verano y,  a punto de estrenarse  ¡Ya! …O quizás, recién comenzado el otoño, llegan al barrio las Fiestas del Socio, un compromiso que la Asociación de Vinyets i Molí Vell,    … ¡Cumple!

 A pesar de todos los contratiempos que se originen en sus ajustadas estructuras, es un detalle obligado, que en ofrenda a la vecindad, que es en definitiva quien mantiene y por la que se trabaja: merece.


 

Ofreciendo a todos los socios un desayuno de lo más apetitoso, el clásico “Bocata de Jamón” y el trago de lo que se tercie, bien sea cerveza o el traguito de vino. Sin olvidar el agua mineral, que es suministrada a todos aquellos hipertensos, arteriosclerósicos, diabéticos, y delicados que cada vez en más número engrosa el común de los componentes.

Contando con el Festival que por la tarde renace de entre las ilusiones más deseadas, que a precios populares se ofrece al gran público. Donde se reúnen amigos, conocidos, compañeros, vecinos, simpatizantes, para gozar del espectáculo que ofrezca la entidad, en el marco insustituible del teatro de Can Masselleras, que llena la gradería y expectante sigue el devenir de la fiesta.

El gran mago ilusionista Basman, conocido por estos lares por su larga trayectoria, como showman, músico cantante, nuestro amigo Joan Bas. Nos abrió la lata de sensaciones y nuestros deseos fueron adaptándose a lo que veíamos encima del escenario. Seguido por el humorista: Cañas, que se caracterizó por el ensamblaje con personajes de la vida artística, haciéndonos reír y sonreír en ocasiones y en otras sugiriendo gratamente como es el devenir de la realidad más inmediata.

La gran circunstancia sin lugar a dudas fue: la actuación de Olga la Vedette, que encandiló al respetable, con sus paseos por las gradas, haciendo reír a señoras y a señores, con sus chistes, sugerencias picantes y atrevidas. Echándose sobre aquellos caballeros, que encontraba más abstraídos y con una gracia rebosante ganó a todos los allí presentes. Incluyendo la parodia, de siempre: la excusa de la crisis, hizo que esta belleza, la señorita que posee la delantera más efectiva del país, se presentó al espectáculo sin sus tres "Boys" o sea sus ayudantes, por lo que hubo de encontrarlos de entre el patio de butacas.



Los esperados cantaores de Ecos del Sur, fueron los que cerraron el espectáculo con sus coplas por: sevillanas, rumbas, y tanguillos, que deleitaron al público por su simpatía, gracia, naturalidad y por su clase encima del entarimado, que con una picardía insoslayable hicieron subir a los más atrevidos a que bailasen en el escenario, mientras ellos cantaban y hacían vibrar al público.

Ya están preparadas las imagenes en You Tube, y también las podéis ver desde este enlace.  Olga, ésta Vedette tan guapa


Así como las imagenes de Ecos del Sur en:  You Tube, que podéis verlas desde este enlace. 


Hasta muy pronto amigos, recibid un saludo y por supuesto un abrazo

 

  

 

jueves, 20 de septiembre de 2012

Franqueza



No lo parece
los días pasan.
Si no se empapa,
olvido alcanza.
 

Es la amistad,
hermosa y clara.
Si no celamos
sola se apaga.
 

Regar las plantas
salud mantienen.
Con la amistad,
eso conviene.
 

Apego siento,
a tu presencia.
Cuanto deseo,
que se mantenga.
 

Amigo eres,
lo aprecio tanto,
que me recuerdes
sin ser mi santo.
 

Nostalgia llevo.
Vivencias pasadas,
aún recuerdo,
quedó la llama.
 

Respeto el trato
que bien mereces.
Cuido mi tacto,
todas las veces
 

Pienso a menudo
tiempos de antaño,
Ya;  canas peino.
Recuerdos claros.
 

La confianza
es una reina.
Poder usarla,
cuando convenga.
 

Si llamas vengo.
Si falta arrimo.
Si pides tengo.
Si olvidas…
¡Ay si olvidas! Deprimo.
 

No siempre ofende,
hablar tan claro.
Con las verdades,
tened cuidado.
 

¿Opiniones?
¡No se comparten!
¿Inconvenientes?
Son un alarde.
 

¿Difícil  es la amistad?
¡No! Si se respeta.
Venerar una emoción.
Sin pretender respuesta.
 

Cuando conviene,
¡Socorro!  Al tanto.
No te das cuenta,
que no soy Santo.
 

Si yo pudiera
entregar mi afecto.
¡Que es la amistad!
¿Podrías ser tú?
¡En efecto!
 
 
 
 

domingo, 16 de septiembre de 2012

La lista de la memoria tonta


Aquel hombre, comenzaba a perder la memoria, ¿La perdía de verdad? o quizás era un equívoco de la propia retentiva, debido a la pesada temporada que llevaba, cargada de trabajo, preocupaciones y, penurias por alguna distorsión física en la conducta de su cuerpo, que podría no ser enfermedad, pero que no obedecía a una norma habitual en su vida.
¿Equívoco de la propia retentiva?  ¿Estaba confundiendo vivencias personales suyas? Mezcladas con guiones, nombres y secuencias de películas que le habían dejado huella. ¿Tocando su fibra, tan emocional como vehemente? Palabras que pretendía pronunciar y, no podía por falta del recuerdo, sin embargo, si veía claramente la imagen de lo que significaba y tenía una sensación brutal, al ver el ritmo, la fotografía, el desarrollo que pretendía explicar y la imposibilidad de hacerlo por falta de esa pronunciación que no le llegaba al cerebro para soltarla mediante el lenguaje.
Se notaba raro, el cuerpo le estaba ahorcando los hábitos, pasando detalle, quizás a los excesos o a la falta de previsión, y al abuso silencioso que se suele cometer sin atender a las futuribles consecuencias del mucho trabajo, poco cuidado en la alimentación, sobrepasarse en las bebidas virtuosas, comidas fuera del control médico, consumición excesiva de cigarrillos, noches de fenomenales francachelas, vicios permitidos de la hermosa sociedad y medicamentos poderosos para ser más viril y súper varón atrayente y seductor.
Él mismo, se daba cuenta de esas deficiencias, al intentar recordar algunos hechos de: no hacía demasiado tiempo. Mensajes que antes, le sobrevenían impetuosos y a borbotones, nada más iniciar su pensar, tenía formada la narración en su hipotálamo. Ahora le costaba mantenerlos en el recuerdo y hacerlos llegar hasta la oratoria en el instante oportuno.
Ya se hacía demasiado frecuente, en sus charlas, chistes y explicaciones concretas con detalle y puntualizaciones, definir con exactitud y querer, pronunciar el apelativo adecuado, ese denominado que bien sabía que existía en el vocabulario del idioma, y que no tenía la destreza de articularlo fácil, porque su recuerdo, o su memoria no se lo prestaba. Pormenores como: el apodo de un antiguo amigo, un fragmento guardado en el baúl de las efemérides y tener que suplantarlo por otra denominación, por no poder explicarlo debido a esa durísima situación que le presentaba; la falta de memoria. Dejar de explicar esa idea, por el retardo en encontrar la expresión, por el derrumbe automático de la retentiva y de prontitud en el recurso de acertar el dicho menester, la voz que pretendía, la onda justa y adecuada. La que cuando ya no la necesitaba, le sobrevenía sin más. Mortificándole muy mucho en el conjunto personal y emocional.
Por todo ello, se hizo de una especie de breviario cerebral, una fórmula eficaz, para que esas frases que había de menester con frecuencia y que se le resistían sin premura, le fueran cómodas de pronunciar, sin darle demasiada presión a su cerebro. Con ello, las podía practicar en su soledad, haciendo un ejercicio práctico de memoria, y con esa gimnasia de tono refortalecía el comienzo de una posible pérdida de retentiva, o del inicio de una enfermedad que podría presentársele en un momento de su trayectoria existencial.
Inició su praxis y sacó su esencia, aquella memoria que había gozado tanto en su juventud, de la cual presumía y podía hacerlo por ser un don que le había donado el cielo, una dádiva que portaba desde su nacimiento y que ahora, la merma no la notaba casi nadie: excepto él. Como avergonzado de lo que le sobrevenía, callaba y se mortificaba en cada ocasión que analizaba sobre su falta de bienestar memorístico.
De su bolsillo extrajo un papel que disimulaba en uno de los pliegues de su cartera, para repasar esos diez nombres que de momento había anotado, como si fueren los “Mandatorios del Santo Equivalente”, decena de  intensidades que le habían llevado de cabeza, por la falta de la retentiva puntual  y que remachaba una y otra vez, dando lugar a un perfecto entrenamiento y una afluencia de sus remembranzas. Decenio de nombres, que obedecían a unas lagunas momentáneas sufridas y que intentaba con ese ensayo, mantener ocupado su cableado cerebral y aseado siempre, para evitar esos olvidos. Era un pliego de cuartilla blanca, en donde solo figuraban borroneados los designes, los sustantivos y ninguna reseña más. El resto debía hacerlo su psiquis, su esfuerzo, su repaso, su decreto por no llegar a perder la cordura.
_ Estoy perdiendo mi memoria, ¡Estoy acojonado! con tanta recordación como tenía ¡Dios mío! que desconfianza llevo en mi cuerpo, igual estoy enfermo y tengo principios de Alzheimer, Parkinson, o Demencia senil_, repasaba mentalmente sin percatarse.
_ Una vez más,   …lo repito otra vez y desisto_, coreó de nuevo el enunciado esta vez sin mirar la chuleta_. Araceli, Artemia, Áurea, Bayona, Jack Nicholson, Miralles, Neil Diamond, Orona, Varinia, Zihuatanejo. Advirtió que incluso esta vez, las pronunció en riguroso orden alfabético y continuó conduciendo su Chevrolet Astoria.
Comenzaba otro episodio de dolor, al intentar meterse en sus adentros para vivir de nuevo aquel padecimiento, y mientras conducía fue encadenando las secuencias, y el porqué: registró aquellos nombres en su libreta que además unos con otros tenían alguna coincidencia en el modo de relacionarse y de sucederse, que por algún motivo se le hacían tan difíciles de recordar y que tanta angustia le proporcionaban.
La primera palabra escrita en su reserva mental fue la de: “Araceli”, un nombre de mujer, que había tenido que ver con ella, en una relación profesional, simplemente una señorita que no significaría nada en sus estructuras particulares. Una empleada que por motivos de categoría, había estado bajo su responsabilidad en el trabajo. Sin deseos de enredarla con motivaciones carnales o sexuales, ni fue de su gusto ardoroso. Una hippy mal vestida y enormemente dejada en su aspecto, pero muy buena persona, con un corazón de oro y muy desaplicada en las labores de higiene y despreocupada de las profesionales. Araceli una amante del cine, una encaprichada de Jack Nicholson, una mujer insólita, que vivía escenas del “Resplandor” película dirigida por Stanley Kubrick, con escenarios opresivos y de claustrofobia, que nos instala en un entorno repleto de locura, paranoide. Alejados de la ciudad, encerrados en un hotel desocupado por las condiciones climatológicas. Araceli, en sus momentos de inmersión en la cinta, comparó a Torrance, personaje protagonista del film, con el que tenía esos trastornos de memoria tan esporádicos y, el encargado de su departamento, calificándole de olvidadizo de loco y de chiflado.
Araceli, administraba las recepciones de embalajes en una empresa familiar. Se ocupaba de los entresijos de llegadas y admisión de materia prima a la empresa. Había tenido sus más y sus menos con su jefe. Por su persecución innata en el recuerdo de los plazos de entrega, por sus absentismos laborales y por su falta de puntualidad en el trabajo.
Le sobrevino en una ocasión, el tener que mencionar a Araceli Martín, fuera de la empresa por una semejanza que hizo ella entre él y el actor de la película “El Resplandor” detalle que surgió de forma esporádica, con unos amigos y no pudo nombrarla, imposible recordar su nombre, ni el del protagonista del film.
Esa imagen quedó anotada en su cerebro y el esfuerzo brutal por ocurrirse el nombre, que no consiguió por esas fallas que solía tener. Esas lagunas memoriales, que no le permitían continuar, el detalle de verla en la imaginación sin poder nombrarla. Viéndola muy presente, sin recordar como le llamaban.
Artemia, es la segunda situación, de nuevo se vio obligado a cambiar el tema, por ese declive mental, quedando en apuros con aquellos contertulios, sin poder especificar el sustantivo de Artemia, que lo sostenía una persona mayor, que se ayudaba de un cayado labrado de madera, en tonos azulados y que a la vez, era esposa del fallecido Don Floro Andrade, dueño de media población en la provincia de “Jamalajeta”. Mujer que en sus años verdes, fue preciosa, deseada por todos y con sus deseos sensuales más íntimos por salir de los armarios. Dada a las presunciones más caras y a fabulosas recepciones en un ambiente pueblerino, dándose a conocer por sus grandezas grotescas, sus excentricidades y desequilibrios. La había conocido en sus años mozos, cuando ella estaba bien dura y maciza y presumía de tetas y de un culo estilizado de esos que comienzan debajo de la espalda y termina casi pasadas dos cuartas de la pierna huesera. Dada a provocar a los hombres con la mirada, y a comerse con los ojos a aquellas mozas que ella creía merecían y eran de su apetencia. Escudada desde su posición de gran señora y de ricachona, tenía la facultad de engañar a todos. Seducir a los tíos solo con los ojos, y si alguno de ellos, por la propia bravata se le insinuaba, no quería seguir con la jácara y lo dejaba caliente y desbordado.
Ella tenía otros gustos no confesos y además tenía que simular aquella máxima de buena cristiana: no tentemos al pecado. Alguna aventura había tenido con la cocinera de la finca donde veraneaba. Veintidós años más joven, era sin duda la que se encargaba de engrasar esos músculos femeninos que necesitan tanto meneo y la que enjabonaba, gratamente de forma oculta las partes más impalpables e invisibles de la gran y respetable señora.
Varinia, la exclusiva sirvienta, nombre excepcional en el pueblo, sacado de la película “Espartaco”, (la que daba figura a la esclava de origen Tracio, que fue esposa del gran gladiador, protagonizado por Kirk Douglas), Se hizo con el empleo en la casa de Doña Artemia, mientras para poder proseguir sus andanzas y necesidades básicas, engañó en su adolescencia al pobre y despistado caballero de la flaca memoria. El que en una ocasión quiso acordarse y tan solo, pudo ver las imágenes de las dos mujeres, en sus años de esplendor y cuando no estaban tan envejecidas.
La tercera reacción deficitaria de memoria sufrida por aquel desprovisto, fue Áurea, hija de un ferroviario de la ciudad norteña de Santones, que había mantenido con él, sabana, manta y caricias. Una mujer, que le gustaba presumir, más que dejarse coger. La clásica persona que se encapricha de lo que sus amigas tienen y se ha de comprar, aunque no pueda.  Aquello que ellas han estrenado, lo ha de poseer, y aunque se endeude en la joyería, corsetería, sastrería, ha de conseguirlo, a costa si es necesario, de dejar a su  hombre sin el concubinato. Sin dejar que le toque la piel, que le acaricie los glúteos y de no permitirle cama, hasta que no lo tenga en su poder.  
La preñó un caballero desconocido procedente de Zihuatanejo, población Mexicana de la costa del Pacífico, perteneciente a la Costa Grande, y en la actualidad  pernocta con la persona de Áurea, y sus descendientes.
Una noche soñó uno de sus capítulos inacabados y al despertar quiso pronunciar el nombre de la embaucadora que además de quedarse con un buen fajo de billetes de curso legal, supo sonsacarle un reloj de platino que aún paga en la actualidad. Sobre Zihuatanejo, no sabía ni donde se encontraba situado en el mapa.
Don Policarpo Bayona, jefe de la fábrica de embutidos Virgen del Quejido. Gran seguidor del cantante americano Neil Diamond, el gran baladista, detalle que compartía con el amigo de las lagunas de memoria, el que le había proporcionado música sobre este gran intérprete y que fue el avalador en sus primeros negocios.
Cuando Bayona llegó a hacerse cargo de este establecimiento, no era ni por asomo, ni tenía la enjundia que ahora tiene, con trescientos trabajadores, y la matanza de todos los animales de la comarca. Hombre déspota y mal carado, con pocos amigos y los que tiene alrededor, es para reírles las gracias y a la vez que les respete el empleo. Policarpo, había tenido una juventud algo dificultosa, con el estraperlo y la trata de productos prohibidos, debido a la falsificación de marcas y de productos, llegando a la comarca sin futuro, con una mano detrás y otras adelante, pero con suficientes recursos como para meterse a los políticos en sus bolsillos, a sus mujeres en su cama y a los campesinos y agricultores explotarlos al máximo. Caballero postizo de la Orden de “Camajana”, y honoris causa por el “Excelsius”.  Antro de vicio, varietés con nenas desabrigadas, paseando en bolas por el lugar de ambiente y desplumando a todo el que se acerca a ellas. Bareto y prostíbulo de la carretera catorce, la que une, Pomilla con Pulachas. Bayona el amo: jefe de la mafia de la ciudad, mafioso repartidor de estupefacientes y controlador de todos los chulos del barrio. Casado con la hija del cacique del almacén de cervezas y refrescos el tío “Comedias”, que arruinado, puso su hacienda, sus deudas, su hija y su coche al servicio de Policarpo.
Al estilo de la gran ciudad un local nocturno, propicio para los ligues extra conyugales, la recreación de la vista, humo de color verde por el antiséptico utilizado y la mejor música del gran Neil Diamond, esas baladas que siempre le habían encantado se borraban del recuerdo en ocasiones “Sweet Caroline”  igual que el nombre del amo del prostíbulo.
Miralles es el dueño de un Hotel, que había coincidido con el memorias, en el transcurso de una boda, más que eso un “bodorrio de barrio” donde lo único que importa es lo bien “que se casa la nena” y con el tipo que se lleva, que aunque no sirva más que para tacos de escopeta, la nena ya tiene rabo, y además con dinero. Gofre Miralles, un empresario hábil y persuasivo, que trabaja para el futuro sin dejar de lado el presente.
Dando cobijo en su hotel a pequeñas familias, con precios populares pero no olvida esos grandes soberanos, que se traen a las afueras del ruido, a esas mujeres que de tan guapas que son, no pueden bajar solas del coche.
Estos magnates locales piensan en verde y en positivo, queriendo dejar el pabellón personal en lo más alto. El negocio de los ladrillos, y que las cosas suban, (sobre todo una), pero que no bajen. Que pasar una noche de insomnio, y de comprimidos reconstituyentes, es un logro, y un sueño cumplido. Mientras ella, la chica guapa, la más pop de la comarca, espera que al “gentil” le vuelvan las ansias locas de chorrear por el fregadero, las gotitas de orina, que le proporciona su próstata, o escurrirse como un gusano, pensando que es el number one. Cuantas veces había ido el desmemoriado a ese hotelito de Miralles, que ahora, en ocasiones no puede recordar lo vivido en él. ¿Por qué será? ¡Qué tacaña es la memoria!  
Orona es el cura que confiesa al señor olvido. El que le está poniendo cada vez más el miedo en el cuerpo, el que le indica que no irá al cielo cuando se muera, por embustero y por no contar más detalles que todos queremos conocer. Pepe Orona, capellán del barrio, hombre pasado del medio siglo, y con el designio entre otras cosas de hacer buenos cristianos. Aquel que cada vez que da una homilía, eriza los prejuicios de los feligreses, e insulta al más pintado, desde el arzobispo, (que le huye), al alcalde, (que le teme), pasando por la señora Paca, la que le hizo una tarde un favor al desmemoriado y que aún no ha relatado.
Es un sacerdote bastante generoso con los débiles y con las señoras mayores, acoge a los niños descarriados y hace una buena labor. Con las mujeres se pasa, en confesión, les hace lo mismo que le está haciendo ahora al “olvidos” chantaje para que le cuente aún más detalles y pinceladas y que según el tribunal del cielo, se ha dejado referencias omniscientes en el tintero, las cuales debe saberlos para poder darle una necesaria receta de contrición y quede fuera de pecado.
 
 
 
 


viernes, 14 de septiembre de 2012

¿Es verdad?

 
 
La verdad es cristalina
como la lluvia ¡Divina!
Encantadora y preciosa,
¡Verde y muy seductora!
 
¡Perfecta!
Pulcra y agraciada.
Así suenan las certezas.
Cuando me hablas.
 
Apoya la confianza,
marchamo y realidad.
Ayuda a que confíes.
Confiere luminosidad.
 
Sé que me entiendes
¡Si tú! El que no miente.
Es sencillo, ser decente,
¿Prefieres ser más prudente?
 
Al pronunciar la verdad,
las pupilas se encienden,
no es necesario alumbrar,
porque sola,  es consciente.
 
Que sincero soy,
ahora que estoy solo
ya me quisiera ver
cuando estoy frente al toro.
 
Es felpuda y engorrosa.
Así opina el embustero.
A menudo, ¡no se usa!
Hurtando fe,  al verbo.
 
Sé que difieres.
¡Si tú! El más prudente.
Reflexiona sobre ello,
como adulteran la mente. 
 
 
¿Queremos ser engañados?
Imperceptible detecto.
Decir la verdad, se usa poco.
Parece sea un defecto.
 
Desnuda y turgente, florece.
Verdad humilde y fiel.
No precisa de más reglas
¡Se contagia por la piel!
 
¿Se respalda la mentira?
La alternativa lo asiste.
Verdades ya no se usan
¡No nos pongamos tristes!
 
¡Si me lo cuentas!
¡Que sea verdad!
Cierto y conciso.
¿Si no es el caso? ¡Déjalo ya!
 
¡Como puños! ¡Sean verdades!
Proferirlas es muy dable.
¿Si no ha de ser cierto?
Prefiero ¡No hables!


miércoles, 12 de septiembre de 2012

Tiempo rancio


Eran tiempos, en el que comenzar a fumar, sin los permisos de los padres, y hacerlo a hurtadillas, te daba una importancia varonil de la que realmente carecías. El viajar de cuando en vez en el metropolitano para desplazarte por Barcelona, daba aquella enjundia, que se disfrutaba sin  igual. Las piruetas con las niñas y ese comenzar a la vida daban alas.
Las clases en la Escuela Industrial, podían encumbrar al mejor de los alumnos y disimular el orgullo del peor discípulo. Cada día era una nueva historia, y un aprender diverso y distinto, que demostraba a cada cual como se presentaba ese futuro tan cercano y asequible que se manifiesta en la adolescencia.
 
Una felicidad, que después en el paso de los años se busca y se halla en contadas ocasiones. Por mezclarse sin sabores y nostalgias y otros inventos más. Se dice: que el tiempo va colocando las cosas en su sitio. Igual, se colocan ellas mismas dadas las decisiones que tomamos en cada ocasión.
 
Apurabas la semana, escuchando consejos, recibiendo modelos gratuitos. Esos que tan mal se llevan a edades tempranas. Siempre, constantemente viendo presumir a los amigos mayores, en sus ejemplos relatando las aventuras, y  grandezas descriptivas vividas en el ateneo, en el bareto o, en el club de la  ciudad. Se  tendía a exagerar y a presumir con historias suscitadas siempre relativas a conquistas de muchachas, fechorías de faldas infundadas, pero era de ser un “Tío grande”, el llevar aquellas imaginaciones calenturientas y no reales al siempre agradable y fantástico tapete de la conversación, para dejar boquiabiertos a los que aún estaban por disfrutarlas.
Mientras Antonio Machín; ya en su declive cantaba “Angelitos negros “, o  Corazón Loco “, quizás Rudy Ventura, con su trompeta, interpretara “El sonido del silencio”. José Guardiola y sus “cien mil toneladas”. El gran combate de boxeo entre: Cassius Clay y Sonny Liston en la gran Miami Beach; Florida. Ya existían los Heat Parades y las listas de los principales. La música en la juventud siempre ha estado presente, ha sido hilo conductor.
 
Era tiempo de aprender, de asimilar, de comprender, de que te enseñaran, de  engullir información y desenvoltura, de experiencia, de ganas de practicarlo, para ti, en forma de amontonar esa miga, que a la postre darían algún día sus frutos. Para ese entrenamiento, ese rodaje, ese concurso y para que los demás lo reconocieran;  era mayor el premio  que alguien te dijese, esa frase tan sencilla:   “…te felicito, lo has hecho muy bien”.  Que  a veces el propio sueldo, el salario, que como lo habías de entregar en casa, aún no le dabas esa relevancia que tenía.
 
Cuando llegaba el sábado por la tarde, que es cuando comenzaba la fiesta, al salir del trabajo, la madre, esperaba que llegases y recogía el llamado “sobre marrón”, que ella guardaba en ese bolsillo grande del delantal floreado que siempre lucía. Entonces las madres siempre vestían ese uniforme de cocina.
Con suerte ponía en tus manos cinco duros, para que pasaras el fin de semana con tus amigotes. Entiéndase cinco duros, por veinticinco pesetas, o sea 0,41 céntimos de euro. Una birria comparado con la actualidad, los jóvenes por regla general, se quedan con el salario completo, (los que trabajan), comen en la casa paterna, hacen el gasto normal de uno más de la familia y nunca tiene dinero para emprender sus propias necesidades. (No todos son iguales, las reglas tienen siempre excepciones).
Acto seguido, te recordaba que te lavaras las manos, que la comida estaba preparada, tampoco preguntaba que te apetecía. ¡Nada de eso! Si había en el puchero garbanzos, pues eso es lo que comías ¡y gracias!  Ni teléfonos móviles, ni ordenadores portátiles, ni wasap, ni mucho menos. ¡Nada! de lo que se dice ¡Nada!
 
No se conocía la “Generación de los Ni-Ni”  impensable en aquellos años, que no había automatismos, ni máquinas, donde todo o casi todo era manual y artesano. Unas ganas tremendas de agradar y poder disfrutar con lo poco, que entonces te ofrecían los tiempos.
 
Los padres eran los controladores de todo lo que te convenía, ¡Menuda leche! Cuantas veces se equivocaban lo pobres. Un tiempo rancio y sin atalajes, todo prohibido, excepto la misa de doce los domingos, la gula en Semana Santa, la música Sacra en Viernes de Dolor, y el respeto a los mayores. Todo olía a incienso y a pecado. No se les ocurría llamar a su padre: tronco o colega. Podía caerte una ostia de las gordas. Y no había posibilidad de interponer una denuncia judicial por parte de nadie. La educación era una e indivisible.
 
Los payasos, las novelas de la radio, los vecinos rodeando en sus sillas la puerta de la casa, el festival del Mediterráneo, la abuela haciendo calceta en la esquina, el repartidor del hielo, el pago del recibo de los muertos, poco antes de comer los domingos y el sereno. Un tiempo que quedó en la memoria. Ahora imaginarlo, es cosa de trasnochados o de caducos.
 
Realmente, echas la vista atrás, y recuerdas fragmentos de aquellos períodos, los pequeños detalles los olvidas, las realidades banales las pasas por alto, lo menudo ha dejado de ser importante.
 
Si el pobre come gallina: o está malo el pobre, o está mala la gallina. Cuanta miseria marrana, cuanta sordidez, cuantas desilusiones y cuanta mierda. Todo debía tener una coartada, a veces muy a menudo; lo que dijese el cabeza de familia, se hacía, sin más atenuante. Aunque no fuese lo mejor. Si él lo decidía, iba a misa. Ya podías justificar, ya podías demostrar, que a falta de preparación no les ganabas, y esas condiciones les hacían ser más analfabetos todavía.
 
Hoy mismo, estoy aprendiendo, al cabo de tantos años, me fijo, y descubro, que estoy siendo de nuevo meritorio, y tengo la misma ambición por saber, por conocer, por disfrutar, como cuando imberbe iniciaba mis primeros pasos en el auténtico mundo, el real. Una vez concluías y salías del cascarón de la ilustración, cuando incluso comenzabas a pensar por ti mismo, y tener ya tus propias opiniones, que con la ayuda del hábito ayudó a edificar la zona oficial del intelecto.
 
Dar gracias a la vida que algo ha cambiado. Quizás siempre haya sido más sencillo ¡De cambiar nada! solo las personas son las que son desiguales y diferentes, con más variedad de tonos y a lo mejor más humanos e inmediatos.