lunes, 28 de noviembre de 2022

Consumando reparos profundos.








 



CONSEJOS

 

Difícil es dar consejos,

es peliagudo acertar.

Si no los piden, abstente.

Mejor es no aventurar.

Si te enredas desde lejos,

atrición al despertar.

 

Aunque tengamos reflejos,

vale la pena evitar.

Si la razón no es latente,

pudieras elucubrar.

No te guíes de gracejos

¡Llevan a desacertar!

 

Seguro quedan perplejos,

en caso de no atinar.

El aconsejado presiente

y; se arrepiente al dudar.

De hacerle caso a los viejos

reparos sin descartar. 

 

 

SECRETOS


El secreto está mejor guardado,

sin confesarlo a ningún ajeno.

Por íntimo, ya no se revela.

Pocos saben guardar el resueno,

deshonrando el secreto velado.

Sin conocer su daño y veneno.

 

Sí al oído, te hablan con cuidado,

hazte cargo; que te suena ameno,

y si certifican con cautela.

Es que lo han soplado en el terreno,

sabiendo que es secreto contado,

su voto rompe, con desenfreno.

 

 

El refrán español dice:

“Me guardarás un secreto amigo.

  Mejor me lo guardas si no te lo digo”




 

 

domingo, 27 de noviembre de 2022

Viaje inerte.

 












Fue en mi fantasía olerte,

¡A ti muerte! ¡No perdonas!

Ambiciono repelerte,

sin perder mis ilusiones,

y sin pensar. ¡Me liberte!

 

Aduje. ¡No me concierte!

Ni pacte fechas lloronas

para poder despedirte.

Por deceso y defunciones,

en castigo al exigirte.

 

Extraña luz, me convierte,

y mis penas tan burlonas,

tan persuasivas, ¡Me advierte!

Exiguo en limitaciones,

activo y vivaz ¡Muy fuerte!

 

No pensemos, ¡Que no alerte!

y cuando ya no hay neuronas

digamos: ¡Ya no revierte!

Si hubiere alucinaciones.

Es mi horario, y ¡He de verte! 

 

Soplos de gozo y de acierte,

que, tras cenas campeonas,

con arengas, no despierte.

Lujurias y seducciones,

sin despedirnos te encuentre.

 

En el vagón de la muerte,

el que desplaza personas.

Con destino y fin, inerte.

Nadie tiene sensaciones

y corremos igual suerte.















viernes, 25 de noviembre de 2022

Deleite heredado.


 







 



 

Mi alegría va por dentro

tampoco suelo mostrarla.

Aunque alguno se cabrea,

cuando pretendo airearla.

Y así gozoso me encuentro,

al no tener que comprarla.

 

 

Me rio de mi insolencia,

por ser tan dificultoso.

Al no tragarme las normas

del que quiere ser gracioso,

y le escasea paciencia.

Creyéndose un vanidoso.

 

 

Me lastiman los desprecios,

más; si vienen de allegado.

Por motivo imponderable,

sin inquirir qué ha pasado.

El ultraje asume aprecios,

y agravia al pobre acusado.

 

 

Pretendiendo ser normal,

caballero muy decente;

y por mor de poner paz,

en cuestión impertinente.

Me encontré tan informal,

en situación insolente.

 

 

Mi regocijo por fuera,

parece que viene dado.

Es un don que yo, sembré,

por rendición, esforzado.

Y aunque me apague o me muera,

quiero llevarlo prendado.








 

 

 

 


jueves, 24 de noviembre de 2022

Siempre se supo

 





 

 




Cuanto menos me preocupo

más acertado me siento.

Veo, lo escucho y comprendo

y tampoco pierdo aliento.     

 

Me gusta mucho mi grupo,

comparto su pensamiento,

y encantado lo refrendo,

lo gozo, sin esperpento.

 

Siempre dentro de mi cupo,

participo en sentimiento

y jamás contraviniendo

resto a nadie, su talento.            

 

Desavenencias no agrupo.

Jamás son de lucimiento.

Batallas oigo sufriendo,

que incluye su agotamiento.           

 

La amistad ¡Siempre se supo!

Ha de tener reglamento,

regándola y diluyendo;

con mil caricias al viento.

 

De ofender nunca me ocupo.

Cada cual, con su argumento,

bastante sufre en su arriendo,

sí reprochas con invento.

                  

Permito y me despreocupo,

si ven, que no soy atento.

Tolero y sigo rompiendo,                

mis lacras que ya no oriento.

 

A mi conciencia no escupo,

y por falta de talento,

manifiesto lo que entiendo;

que junto a ti ¡Tan contento!





Hemos de tener paciencia

siempre, y lo sabemos.




 


lunes, 21 de noviembre de 2022

Falsa hilaridad.

 











La raza humana es así

herir y mentir, es arte

y aunque alguno no lo crea

lo fácil es encontrarte

con alguien que te aperrea

muy dentro de un frenesí

su mirada molestarte

agradecido y fingir

y si le engañas en parte

cuando se rían de ti

ya no podrás excusaste.

Lo cual quiere decir

Que el dolo ya se comparte.

 

Tantas veces mentimos con y sin y piedad; o cinismo,

y en esas ocasiones, creemos que, a nadie se humilla;

fingiendo como humanos por caridad, sin más conciencia.

Rompiendo lo veraz con himno de fondo y tonadilla,

falseando realidad, sin dignidad y con dramatismo.

.

Si al dar explicaciones, no hiciéramos equilibrismo

con la inexactitud. Igual la risa; nos embarbilla.

Si al escuchar a los grandes embusteros con paciencia,

soportamos su ególatra voz, sin sufrir pesadilla,

es que ya no hay remedio y aceptamos su triunfalismo.

.

Para mentir se ha de tener memoria, y poco realismo.

No se puede falsear, ni colorear tanto la rosquilla.

Es una traición, el hablar y alterar sin reticencia.

Descomponiendo la verdad, en una nube viscosilla,

mientras todos escuchan y tragan con escepticismo.


Al momento me conmuto,

absolviendo por ahora

en tendencias y expresiones,

que pudieran ser erróneas.

Y por si acaso no atino,

adulterando canciones,

ruego toda comprensión,

y ruego que me perdonen.





 


viernes, 18 de noviembre de 2022

En ropa interior.

 










Pude padecer

siendo incompetente,

suele suceder;

al ser, trascendente.

 

Quiero establecer

norma consistente,

debo obedecer.

Sin ser complaciente

 

Conseguiste ver

que estuve prudente,

y sin conocer.

Mi rumbo, es silente 

 

Me pude atrever

por no ser creyente,

logrando saber

que estás decadente.     

 

Logro cometer

desliz diferente,

y por sostener

al verte insolente.

 

Eres de temer.

¡Así de repente!

Quien puede creer

tu llanto frecuente

 

Pudiera entender

tu ser pertinente. 

Porque en tu ofender,

me fue indiferente

 

Sin palidecer

te envío un presente,

y sin obtener;

será concluyente.

 

Suelo convencer

a toda mi gente,

que el buen comprender

¡Es ya! Suficiente.




November 18 - year 2022.





martes, 15 de noviembre de 2022

El sostén de mi sueño.

 





 

 




La veía en las vísperas cuando bailaba sola.

Fue un balazo brutal, que me hirió; de tan imprevisto.

Ante mí, su silueta inclinada manaba sexo,

sin discursos, tan solo gestos. Con mohines de afecto,

me arrastraban, a ver su inercia y contorno convexo.

Danzaba para mí, con sus olas de un mar profundo.

Cruzamos las miradas con caprichos de deseo.

Desconozco su nombre, donde respira, y su cuerpo.

Igual son fantasías del intelecto que abruman,

O quizás, sueños del alma que se reanudan ciertos.

 

El idioma del cuerpo, avisa con sus gestos dulces,

y hace tropezar las miradas, clavando los ojos,

con su mensaje execro. Muy eléctrico. Sin pausa,

conformando el feroz inciso y cuajo del momento.

Cruzando otra vez la visión, que imagina sus cosas,

y sin querer tropiezan en un lapsus sin medida.

La música le obliga. En el giro bailable nota

cierta atracción, que embarga, le enaltece y sublima.

Como si al jarro del cuerpo, le faltara su gota.

Chispa del aguardiente amoroso que se desprende.

 

Sin más desperté a la realidad, susurrando ¡Ves!

Qué maravilla me regalan, las hadas del insomnio.

Aunque yo no sé; puesto que, si fuera de verdad,

cada noche con gusto querría soñar con usted.

Muchas gracias por permitírmelo.




 

 

 

 

 

 

 

  

 


miércoles, 9 de noviembre de 2022

El saco roto.

 



Han pasado muchos años, o quizás no tantos, ahora carece de importancia, porque las historias se vuelven a repetir, y se recuerdan siempre que acaban mal, o son grotescas. La ficción de lo que explico, en un tiempo ya lejano, ocurrió en la ciudad de PATAQUÍN, que es una zona donde no sabría indicar en un mapa, por alejada, olvidada y por ser imaginaria. Afamada por su gente, sujetos sin escrúpulos y sin decencia. Los autóctonos del lugar siempre fueron privativos y se sumaron a los graves y delicados sucesos.

Algunos de aquellos sujetos que bajo el manto de” pobre gente” individuos que no tienen donde ir, llegaron al lugar desde sus terrenos. Muchos de ellos, amparados por mafias confusas, huyendo de la ley y de las normas.

Llegados a las fronteras de esa urbe, a nado, en barcos piratas, en balsas de troncos atadas con sogas robustas como brazos. Otros arribaron por la calzada, de una pasarela que no lleva más que, a esferas resbaladizas. Caminando, derivando allí, en la villa del horror. Llamado el apeadero del Último Infortunio, de un ferrocarril que se dirige por un parterre de hierro oxidado, de la última vía muerta conocida. Un convoy, que detiene su partida cada tres días en semejantes limítrofes, distanciado de la población antes mencionada de PATAQUÍN, a muchos kilómetros.

La ciudad es desafortunada, con ruidos estridentes, mal olientes calles, y esquinas sucias por los excrementos de los perros y demás mamíferos, no todos cuadrúpedos que la pueblan. Dicen que son individuos sin anhelo, sin inclinación humana, sin fe, que se comportan amontonando mugre y basuras, sin higiene corporal, ni pulcritud. 

En esa metrópoli vivían dos niñas, hijas de honrados moradores. Chiquillas que únicamente pensaban en las más diabólicas intenciones. Jovencitas que, según ellas, lo sabían todo. Estando de vuelta de la vida, pedantes del conjunto vecinal y escolar, por las rutinas vividas con sus inapropiadas amistades. Sin necesidad del consejo favorecedor de sus papás, que les beneficiara mientras se desarrollaban como futuras mujeres.

Eran unas creídas autosuficientes, y además de analfabetas, inconscientes y desordenadas, poco instintivas. No hacían sus deberes escolares, ayudar en la limpieza de la casa y de sus cuerpos, aprender lo mucho y bueno que demostraban sus padres, llevando una vida coherente y amable. Practicaban todo lo contrario.

Riéndose de otras niñas porque no llevaban zapatillas con marcas famosas, y sus uñas no eran agudas, largas tan afiladas y puntiagudas como las de una famosa y reputada estrella teatral del candelero en aquel momento. No sabían ahorrar del dinero que se les daba para sus caprichos, no entendían de apretujar los codos y aprender de la cultura. Era imposible tuvieran una educación natural y edificante.

La niña mayor se hacía llamar “ENDA” así se conocía a la moza, porque le disgustaba la nombradía y el cómo, la habían registrado, ROSENDA, así la bautizaron sus progenitores, siendo en conmemoración de su abuelita paterna, que fue una mujer dulce y educada, y murió de penalidad tras tantas contrariedades admitidas.

Con el diminutivo de Enda, la citaban sus amigachos, coleguitas y conocidos del barrio. Se comportaba como una soberana sin principios, que jamás tuvo interés por instruirse con todo lo digno que trataron de inculcarle en el seno de su familia. Los profesores en la escuela, y lecciones inadmitidas. Desde temprana edad, le dieron carta libre, por no poder encauzarla. Sin apenas proveer cuidado sicológico externo, ni cortarle las incipientes alas de corneja rapaz y voladera. Algunos de los que la querían, intentaron preocuparse, sin mucho interés ni constancia y tan solo aprendió a medrar con el vicio.

En sus genes, llevaba la semilla de lo insensato y delictivo y quedó a su suerte, desatendida arrollada por lo inmoral, camino de un desastre, que no tardaría en visitarle.

Enda, ya sin control desde bien jovencita, se agrupó con amistades que la desviaron del buen trayecto y todas aquellas flojas atenciones que se le exigía. Trataron sin conseguirlo de inculcarle buenas intenciones y trabajo. La respuesta fue el poco esmero y la mínima firmeza, consecuencias que no sirvieron para nada. 

Su gran amiga, esa chiquilla que la acompañaba a todos sitios, la llamaban “ALDA”, la inseparable criatura que intimaba con ella desde que, casi nacieron. Se dejaba acarrear agradecida, por ser semejantes. De la misma calaña, especulando en la malicia de forma concupiscente. Yendo a todos los lugares proscritos muy juntas, y en todos ellos como si fuesen abrazadas. Incluida la propia escuela.

Con esa unión, les creció una devoción y una aquiescencia, entre ambas que las unía de forma permanente. Tampoco poseía un nombre que le encantara a la jovencita, ni lo llevaba en su documento de identidad, El santoral con el que la habían acristianado. Que, incluyendo como añadidura, las letras que ella había expatriado del prefijo de su glosa, daban su nombre verdadero: ROMUALDA.

Su madrina había sido la patrocinadora de su denominación de origen, una buena mujer, que les había ayudado en momentos de hambre, a sus padres y hermanos, mitigando aquellos severos problemas económicos que subyacían en el entorno de aquella humilde familia.

Con el diminutivo de ALDA, la citaban sus compinches, compañeros y graciosos de su distrito. Sufría y se paseaba por su zona, presumiendo de cuerpo y a su pronta edad creía ser la designada por el Olimpo, como futura corista. Era una lozana insigne y soberbia sin nociones, que no supo educarse con todo lo meritorio que, intentaron inculcarle dentro del hueco de su estirpe, pedagogos en el colegio, y enseñanzas dirigidas a ella.

Anticipadamente exigió a sus padres, libertad de movimientos, y no consiguiéndolo les faltó a la razón y al respeto, con amenazas y pequeños hurtos en su propia casa. Fue decepcionando a los suyos, hasta que dejaron de atenderla.

En su caso, y por el despecho que demostraba, por su modo de agresividad, sus padres, ni la trataron ni quisieron ayudarle en su sanación y reeducación. Dejándola a su suerte, cual cabra tira al monte. Así se fue evaporando toda posible bondad, entre ella y sus familiares.

Nadie de los suyos se preocupó por su decencia, por su compostura y decoro. Entrando en un mundo del que no tiene regreso.

En su origen, fue directamente al núcleo de lo condenado y culpable, quedándose a su estrella.

Abandonada y vencida por lo impúdico. Vía de un naufragio, sin socorro que no aplazaría el momento, en pasar balance con ella.

ALDA, sin saber hacer examen de conciencia, congregó entre sus influencias a malhechores, que la extraviaban del punto de su propia felicidad, siendo tan jovencita.

A las dos jóvenes ENDA y ALDA, no les entraban las tablas de multiplicar, ni conocían quien era la Princesa austriaca Sisí Emperatriz, ni el Zar de Rusia, aún menos Cristóbal Colon, o San Mateo. Sin embargo, si sabían y mucho de toda la gama de las cremas nutritivas, para la epidermis, de tinturas de cabello, de lápices de labios y sombras para las pestañas, y sobre todo de las químicas existentes del ácido hialurónico.

Hartas de seguir aquella vida, las dos niñas entendieron que debían precipitar su destino forzando agresivamente el devenir de las cosas, engañaron a los suyos y una mañana en lugar de ir a la escuela como cada día, se perdieron.

Hacía dos días que nadie sabía nada de ENDA y ALDA, se formó una comisión para encontrarlas, pero la verdad, nadie puso el debido empeño, todos allí creían no volver a verlas, entendiendo que se habían fugado de la villa perdiéndose para siempre.

Habían visitado uno de los distritos más críticos de la franja, un lugar que siempre había sido para ellas, el término donde creían existía la felicidad. 

Alguien las vio acceder en un antro llamado “EL SACO ROTO” una gruta nada apropiada para ambas, que tan solo cumplían trece primaveras.

Burladas por la tenebrosidad, el zumbido procedente de la armonía y lo inesperado, quedaron medio turbias capturadas después de ingerir la pócima que les sirvieron para beber.

Fue como si las hubiesen raptado.

Después de engullir aquel potingue, quedaron involucradas para siempre. 

El hombre del saco roto se las llevó medio hipnotizadas, sacándolas en la noche con un transporte clandestino, de aquella sucia metrópoli con destino a un lugar ignoto donde las mujeres no exteriorizan ni sus encantos ni sus cabellos y visten entre lienzos azabaches. Donde lo femenil no cuenta y son pasto del ostracismo y la sumisión.

En su pueblo ya han pasado tres lustros de aquellos hechos.
 

Ahora de vivir tendrían casi treinta años. Todos se preguntan:

¿¡Estarán vivas¡?