lunes, 31 de octubre de 2022

No necesito disfraz.

 











Siendo día de castañas

boniatos y disfraces,

quiero expresar mi relato

para todos los audaces

confundiendo su retrato,

disimulando patrañas,

como ellos son capaces.

 

Es una fiesta importada

desde fuera de los mares,

que ha recalado con fuerza

entre adultos y juglares.

Convirtiéndose la noche

en un baile de sabores

que apapuchan con temblores,

por el terror y el derroche.

 

Jamás nunca enloquecí

con parecer otra cosa,

igual un día me dé

siendo la Pantera Rosa.

Para reírme de mi

entre castañas y dulces

y ese café con anís

por elipsir que seduce

 

En el transporte subí

y el conductor era un muerto,

que disfrazado de chofer

quería venderme un huerto.

Un billete le pedí

y me contestó despierto,

en su boca y su nariz

llevaba escrito mi verso.

 

El descote de la dama

parecía muy, muy real,

facturaba implantaciones,

y observadas no eran tal.

Un tanto provocativas

pero eso ya me da igual.

 

Absorto yo me fijé,

a la vez que ella, reía,

porque me miró la cara

y esta no se lo creía.

Me dijo provocativa

que equivocado sentía,

yo ni soy la margarita,

ni esta figura es la mía.

Se trataba de Facundo

y vendía fantasías.

 

Divisé a un policía

que le daba al manzanillo,

cuando quiso percibir,

por mi disfraz amarillo,

escuchó mi verborrea

y tiñó los calzoncillos,

por la risa que notó,

en mi charla y seborrea,

y en mi disfraz observó.

 

"Porque sea como sea"

 

El disfraz lo llevo puesto,

Aunque no sea verbena.

 

 

 



¡Viva el Halloween español!

 

 

 


domingo, 30 de octubre de 2022

Podía haber sido y no fue.

 



 








Cuando pienso en lo que podía haber sido

y no fue; pierdo la razón. ¡Desalmado!

Primero por mí mismo ¡Desorientado!

Después, con tantas dudas muy ¡Deprimido!

 

Nada aplacó tu loco contrasentido,

sabiendo que yo era el perjudicado,

dejaste que mi ahogo fuera gafado

sin medir sensación, al ser fenecido.

 

¡Cómo puedo vivir quieto y escindido!

Después de delicado ¡Decepcionado!

Por la secuencia de existir tan calmado

y por la idiotez de mi malentendido.

 

Versos dodecasílabos he escogido,

para refrendar todo nuestro pasado,

que no caduque por fechas, olvidado,

y me ignores creyendo que fue fingido.

 

Que fácil es, quejarse a toro vencido

llorar por no haber sido, quizás amado,

por el vacío de tus besos robados

por cobardía de no ser agredido.

 

Compadecernos ahora sin colorido

es lastimarse por necio acobardado,

arrepentirse de lo que nos fue dado.

Me quedo con lo que fui favorecido.





viernes, 28 de octubre de 2022

Botas con poderes mágicos.

 




Angelita Camino, era una niña a la que sus papás le compraron unas botas para transitar de forma placentera y confortable. Evitando al llover, mojarse los pies en los charcos, esguinces de tobillos y resfriados inoportunos. La abrigara de los fríos invernales y duricias o juanetes en sus extremos inferiores, corrigiendo a su vez su forma de caminar. En el instante de su compra, y siendo atendidos en la mitológica zapatería de la calle del Buen Suceso. En el tenderete de “madame” Brígida; la misma que regentaba el bazar denominado: No es una ilusión” Famoso en el pueblo por los avatares que se daban y que eran difíciles de creer. Aquella niña notó cierto repelús y espejismo, estando en el interior de aquella botica, quizás el ángel de la guarda velaba por ella.

Darle ese nombre al comercio siempre fue un acierto, con un recado y mensaje claro que, significaba: que se “trataba de un sueño”. Antaño, en aquel lugar se habían sucedido una serie de enigmas que nadie supo descifrar, quedando en el olvido.

Tras elegir y preferir, aquella peque; de entre mil pares de modelos y gustos. Se decidió por las más agrestes y menos atrayentes. Un calzado que combinaba con cualquier tipo de vestidos y épocas.

Angelita, se las había calzado sigilosa, sin ayuda de su mamá. Tan segura estaba de querer aquellas botas que ni siquiera intervino la “madame” Brígida que normalmente siempre estaba al “loro”, evitando así se manchara el calzado a la hora de la probatura.

Las acordonó sutil a sus tobillos y como si flotara comenzó recorriendo el felpudo sensible de ensayos, que yacía inerte y extenso en el pasillo. Notando una fuerza inusitada en sus piernas. Eligiendo aquellas botas de entre todas, sin fijarse ni decidirse por las últimas novedades más atractivas y actuales.

Cuando las calzó, sus pies tomaron una apariencia invisible, notando una natural presteza y vigor, al no ser nada artificiales. Percibió el mucho ánimo y beneficio en todo su sostén, favoreciendo su equilibrio en modo superlativo, y sin duda notar de forma candorosa, una pluralidad de bienestar jamás antes gustado.

Apenas tenía que hacer esfuerzos para caminar, como si la protección del calzado le incitara a seguir, con una enjundia extraordinaria y una entereza misteriosa.

Pronto supo la niña cuales serían sus babuchas, y Gelita, que así era conocida en el barrio por sus amigos y colegas, les dijo a sus papás, que se había prendado de las botitas de cuero recio. Mucho antes de escuchar una voz tétrica y misteriosa, que le susurraba en los oídos de forma invariable: __ ¡Quédatelas! Son mágicas, y tienen poderes fantásticos. No dejes de calzarlas. Aquel que las lleve, circulará con rumbos distinguidos.

Aquellas botas SATO, que así era como las denominaba el fabricante, y venía litografiado en la propia caja del embalaje, parecían tener vida, con sus copos de nieve y penachos de hielo, grabados en su etiqueta. Hicieron mella en la mocita.

Allí mismo, en la propia tienda, la criatura se enfundó los nuevos borceguíes y cuando sus padres acabaron de gestionar la compra. Había colocado sus antiguas sandalias en una bolsa, saliendo del bazar muy contenta, con sus radiantes SATO, de la mano de su mamá.

Tanto en las calles empinadas, como en las que tenían un cierto declive, las SATO, protegían a la buena de Ángela, y jamás se cansaba de corretear, notando un alivio en sus piernas, porque aquel calzado hacía que la sangre de las extremidades fluyera más liviana por las venas y arterias, renovándole todo su empuje emocional

Vagaba durante todo el día, y no parecía que se extinguiera toda su vitalidad jugando. Llegada la noche apenas percibía la sensación de agotamiento, y al descalzarse las dejaba orientadas al norte. Equidistantes a la puerta de acceso de su habitación.

Jamás se ensuciaban, siempre estaban lustrosas; a poco que la niña le frotara un paño; les sacaba un esplendor como si estuviesen recién adquiridas.

A medida que Ángela iba creciendo las SATO, recónditas, iban modificando la talla automáticamente, adaptándose a la crecida de sus pies y con su medida justa. Notaba tanta fuerza y tanta vitalidad, cuando ajustaba aquel par de milagrosas andarinas, que no tuvo jamás la intención de deshacerse de ellas.

Nadie comprendía que aquellos zapatitos mantuvieran su lustre y su notable fulgor, el lujo que ofrecían al caminar y la novedad agradable de comodidad al presumir de ellos en todos sus paseos. Siempre parecían recién estrenadas. Brillando como luceros.

El tiempo iba pasando y la joven cumplía entonces quince años. Por motivos de la moda, el ir creciendo y ser ya una señorita, modificaba un tanto su elegancia, su relación de amistad con las compañeras de otros lugares y ser algo más presumida, hizo que Angelita mudara de costumbres y de formas de vestir. Con lo que de una forma evidente cambió aquellas SATO, por escarpines de talón medio, y alto, con la posibilidad de ir estrenando con mucha frecuencia diferentes tendencias, que entonces estaban en revistas de culto al cuerpo. Siendo del todo actuales. Tacones altísimos, en colores variopintos, chancletas de diseño con medio pie al aire y con suela de caucho para generar más altura y suelas con luces de colores que la moda francesa las había puesto en boga. 

Ángela guardó sus botas con mucho mimo, resguardadas en su caja original, en el zapatiesto de su alcoba y se olvidó de ellas. Se había hecho mujer, transformándose en una señorita muy delicada. Atareada con sus estudios, su oficio y otros dilemas que poco a poco le hacían apartarse de todo aquello que en un principio presidió su infancia. En la calle donde vivió de niña, ya no quedaban amistades conocidas, tan solo se mantuvo viviendo en el barrio, una buena amiguita de Gelita. Una niña muy cariñosa llamada Mariana, a la que conoció en su primera escuela, cuando iniciaron el parvulario y a la que le unió en sus días mucha complicidad.

Se trataba de su amiga “Rihanna”, con la que había compartido ilusiones, metas y caprichos. Mariana Costa Arriba, siempre fue muy próxima a Gelita. Cuando eran niñas iban siempre de la mano, se les bautizó en el barrio como las dos bolitas, una Rihanna y otra Gelita. Ambas en el paso del tiempo se habían separado por diversos “porqués”, estudios, distancia, amistades y costumbres. Cada una de ellas al crecer, fueron a vivir a lugares dispares y demasiado lejos de aquella vecindad, por lo que fue desapareciendo el cariño que se habían tenido mientras crecían. Dejando de intimar y coincidir, sin pensar más, la una en la otra. Hasta que se olvidaron de tantos buenos momentos y del cariño que reinaba entre ellas.

El destino jugó su papel, y los imponderables no se pueden prever ni encauzar, siendo responsable de las diferentes vicisitudes, de las dos amigas. Gelita mantuvo la suerte y el éxito deslumbrando por donde fuera y Rihanna, después de un accidente del cual quedó muy dañada, le sobre llegaron las desgracias. Yendo a menos, hasta que casi se abandonó, perdiendo la ilusión por los agasajos de la vida, volviendo a la casa de los padres.

Del suceso heredó secuelas que le hacían caminar renqueante de un pie, del que quedó invalidada, por el siniestro que la obligaba a desplazarse muy inclinada debido a su cojera. Motivos por los que la joven tuvo dejación, sintiéndose avergonzada, sin salir apenas a la calle para evitar mostrar sus depresiones.

Un martes del mes de octubre de aquel año, a la señorita Ángela, se le había estropeado el coche, y queriendo visitar a sus padres, viajaba en el bus, en un recorrido que para ella era muy conocido.

La providencia es a menudo caprichosa y aquel día se esforzó en pro, de viejas amigas. Aquellas que olvidaron sus orígenes y afectos. Sin pretenderlo, se iban a tropezar gracias a la excelsitud del cielo. Aquel transporte hacía su habitual trayecto y a mitad del itinerario, en la parada de la esquina, justo a la izquierda del quiosco de la castañera, y de frente a los columpios de los chiquitines, donde aquellas niñas, habían jugado tantas veces. Se detuvo el convoy para recoger a una señorita, que ayudada por unas muletas artificiales y resguardada de su perrita Lara, aguardaban en aquella espera. Accediendo muy lentas, al interior del bus, con sumo cuidado. Acomodándose en la única plaza libre que encontró gracias a Lara, que le indicó el lugar, frente a Gelita que absorta, leía distraída una novela.

Rihanna al llegar a la altura del asiento vacante, preguntó por la localidad que mantenía un bolso y un abrigo, si estaba libre, ya que Ángela, sin percatarse, había dejado sus pertenecías apoyadas sobre el asiento desocupado. Después de pedir disculpas y retirar con esmero aquellos enseres, pudo ver que la joven recién llegada, no podía andar con normalidad, y al mirar aquellos ojos, aquella figura, aquella sonrisa, no le eran ni ajenas ni desconocidas para la señorita elegante.

Observándola por el rabillo, y sin ambages, queriendo recordar donde había visto aquella fisonomía, que para nada le era anónima, se esforzaba en reconocer aquel perfil tan despejado que presentaba signos de tristeza.

Fue interrumpida por la voz de la recién llegada; que preguntó: Todavía tienes aquellas botas, que te ayudaban a correr como la que más, ¿y jamás te cansabas?

Al instante y oyendo con fidelidad aquella voz, Ángela, recordó; y le sobrevinieron dos lágrimas en las cuencas de sus ojos, reconociendo a Rihanna que, frustrada frente a ella, se emocionó de alegría en el reencuentro.

Se abrazaron y, entrelazadas siguieron hasta llegar a su destino, donde bajaron recordando detalles de su infancia, de compañeros y amigos con los que solían jugar. Vivencias entre sus padres, y jornadas largas en el colegio. Interesándose muy mucho Gelita, por el suceso que llevó a Rihanna a tener que caminar ayudada por la ortopedia y de su perrita Lara que, tendida en el suelo, cerca de su dueña, jadeaba con su lengua fuera y observaba las intenciones de aquellas chicas, como si fuese humana e intuyera.

Mientras se acercaban al hogar que les acogió cuando nacieron, y con la velocidad que permitía el sufrimiento de Rihanna, iban abrazándose y llorando a momentos. Al llegar a la altura de la casa de Gelita, ésta, recordó un detalle que no había olvidado y como un relámpago brutal le sobrevino. Espeluznante volver a revivir un comentario desde una voz imaginaria, que siempre había escondido por miedo. Volvía a repetirse al cabo de los años.

Aquella voz que había escuchado bruscamente en la zapatería, regentada por “madame” Brígida. En el bazar de No es una ilusión”, repitiéndose en su mente con las mismas frases: ¡Quédatelas! Son mágicas, y tienen poderes fantásticos. No dejes de calzarlas.

Fue instantáneo y quizás de nuevo el destino volvía a jugar su papel. Sin pensarlo y de corazón le propuso a su amiga, calzara sus fantásticas SATO, aquellas que daban tanta energía, y vitalidad. Recordando el bienestar que le ofrecían, cuando ella las llevaba, y aquel atrevimiento potente que irradiaban, alrededor de los esfuerzos, minimizándolos y evitando cansancio y desgaste, como si se tratara de la secuencia del mejor de los milagros.

Mariana, aceptó y su amiga, buscó aquellas botas que aún estaban en el desván de la casa de sus padres, las cuales permanecían lustrosas, limpias, como si nadie las hubiese estrenado jamás, esperando darle ilusión a la buena de Rihanna.

Al colocarse aquellas botas, la señorita Rihanna, reconoció al instante que eran de su tamaño y se ajustaban perfectas a sus pies, como si se hubieran fabricado para ella misma, engendrándole la suficiente confianza para seguir creyendo en el cielo.

Algo misterioso, muy potente a la vez que enérgico la poseía, y que iba a modificar; primero sus temblores, y después su fuerza mental.

Una vez las tenía calzadas y sujetas a sus pies, la señorita Rihanna se levantó del asiento y sin atisbos de disminución física comenzó a caminar, exactamente igual que su amiga Gelita, entre los ladridos de alegría de Lara, que bien sabía que Rihanna encontraba de nuevo la felicidad perdida.

__ ¡Dios mío! ¡¡Puedo caminar sin muletas!

Siempre supieron aquellas niñas, que la fe mueve montañas y que muchas veces los milagros existen, aunque se presenten disimulados.

 

 

Colorín colorado, aquí la fábula que he contado.

  



 







miércoles, 26 de octubre de 2022

Sucinto; en trescientas tres palabras.

  

Hacía muchos meses que aquellos camaradas de profesión no se juntaban a desayunar, en una de las cafeterías de la ciudad. Antes de la pandemia, y ya, casi todos retirados de la vida laboral solían reunirse de forma asidua para almorzar, y disfrutar a la vez que manifestaban, sus batallas y puntos de vista. Presumir de sus hijos y de las ilusiones que cada cual albergaba. Saber los unos de los otros, sin perder el hilo de sus vidas, al no ser constante el encontrarse, cada mañana en las instalaciones de aquella firma alemana, como cuando estaban en activo.

Profesión, esfuerzo y trabajo desde hacía tantísimos años. El modo de ganarse el pan, en todos y cada uno de aquellos técnicos que se preocupaban y ocupaban tantas veces, por la buena marcha de la compañía. Con sus prisas y temores, porque la cifra de ventas no llegaba a lo establecido o porque, sus objetivos no se cumplían como debieran para mantener sus propios emolumentos.

Empresa que, como tal, ya ni existía, después de mil fusiones, y convenios entre negocios desde las altas esferas. Gobernadas por magnates agresivos y poco humanos que el destino puso en sus caminos teniendo que soportar sus caprichos, sin ser a menudo, de su gusto.

El agresivo Covid maldito les había cortado la usanza, de encontrarse como antaño, por lo menos una vez al mes. Desde que les llegó la jubilación.

Venida la fecha de más o menos normalidad, volvieron a reunirse. Al aire libre, sin mascarilla, en la terraza del restaurante adecuado, por aquello de no respirar las toxinas de cada cual.

Alegría inusitada en más de una de sus facciones, sin dejar los mil problemas personales de cada individuo y penas graves de muchos. Imaginadas de forma suave y prudente para evitar quizás, las lágrimas, cuando menos.












jueves, 20 de octubre de 2022

Diecinueve del diez.





 

 

 



¡Sí! Ya; hubiera cumplido el seis y el nueve.
La edad que notan los más sensitivos,
que atañe, a la mesura de nativos.
Gente muy esencial. Leal por relieve
.
Persona digna, de lapso muy breve
criado en la tribal tierra de olivos,
entre urbe y metrópoli de divos.
Rie bajo el sol; cuando nieva o llueve
.
Te fuiste en un mes de mayo lejano
Sin poder impulsar todo tu pesquis
Conociendo del fin de tu verano.
.
Al darme la noticia grité ¡Huis!
Queja y fuga, gemí. ¡Grito inhumano!
Por el amigo que fue José Luis.
.







miércoles, 19 de octubre de 2022

Mienten adrede.

 





 

 






No dejes que te engañen: “me dijeron”

Dejándome enredar por la gran pena

de aquel simulador, que desmelena

lo legal, y el secreto lo expandieron.

 

Sin poder notar la farsa, sufrieron

mucho, los asistentes de la cena.

Aquellos que sabían cómo suena,

lo que es real, sin engaños. ¡Nos mintieron!

 

Una vez descubierto. No sorprende,

cuando habla no mantiene la mirada.

Dudando y ofendido, no lo entiende.

 

Su voz es la señal, debilitada,

vestida con un signo que pretende,

hacer daño de forma solapada.