sábado, 28 de septiembre de 2019

La calle que piso.







Es distinta, si observas; empinada,
cuando te alejas, todo es un descenso,
por ello, la conozco y, ¡Sí!, lo pienso.
Si vuelvo fatigado. No se enfada.

Siempre puedo sentarme en su bancada,
o descansar un poco, si estoy tenso.
Ejercicio no me falta, es intenso,
de ahí que me da cuota, perfumada.

Rendirse ya no cabe, es mi gran gozo.
La subo y la paseo por usanza,
la monto y la garbeo de alborozo,

y aunque mojada esté, siempre me alcanza,
porque me espera, al ser de mi; un trozo.
Es mi calle, mi suelo y, mi esperanza.







viernes, 27 de septiembre de 2019

Viajando desde la App




Graciana es una mujer disoluta, sin miedos, sin problemas, sin vergüenzas, que busca colocarse en el mundo y vivir de los demás.
No quiere trabajar, ni complicar su mundo, con obligaciones de ningún tipo.
Se dedica a la enseñanza musical a jóvenes adolescentes, como podría dedicarse a cualquier otra cosa, que le resolviera el mes y el recalcitrante pago del alquiler, y su manutención.
Procura trabajar, únicamente para vivir. No tiene vicios, ni caprichos grandes. No le ciñe nadie, ni ella se ata a cualquiera. Vive en Tortosa, su ciudad, pero tampoco se aferra a la zona. De momento reside junto al delta del río Ebro, pero podría marcharse, sin dejar lastre en cualquier instante, si las opciones que se le presentaran fueran interesantes para ella. 


No se cierra a nuevas relaciones, aunque ya estuvo casada, y no le fue nada bien. Seis largos años, soportando un matrimonio tan falso, como las prisas que tuvieron en contraerlo, y pronto llegó la pura realidad. La rutina y los chascos.


Al no haber cariño, ni existir absolutamente ningún vínculo de amor, llegaron las desconfianzas en dos cuerpos, que no se deseaban, ni se atraían.
Ella, siguió empleada como profesora en el Ateneo de la ciudad, como enseñante de música, y daba clases de solfeo a los jóvenes de segundo grado.
Hola, eres Graciana—preguntaba Marta—¿Has puesto un aviso para compartir viaje—¡Sí! Así, es. ¡Dime, tu dirás!

¡Hola me llamo Marta!, soy de Gandesa y llamo por la aplicación «Diabla-Car», voy a Zaragoza, y te llamo por si tienes plaza libre.

Pues sí, eres la primera que contacta y te la reservo. Salimos mañana, yo partiré de Tortosa, temprano y te recojo en Gandesa, en la estación de los buses. A las ocho de la mañana. Voy en un Exeo familiar, color negro, con matricula francesa.

Estupendo, pues allí te espero, imagino que en el camino recogerás a alguien más—Interrogó Marta—Pues no lo sé, pero cuantos más viajemos, mejor nos sale el coste del viaje—acabó el comentario Graciana, y se despidió de Marta.

En Gandesa, vive Marta, una joven militar, en ciernes, que quiere acercarse a Calatayud, al examen de suboficial, para poder ingresar en la escuela del Ejército.
Es una tía de muy buen ver. Abierta y moderna, nada puntillosa ni verdulera. Va a lo que le interesa, y poco le importan las penas de los demás.
Si tiene que joder a alguien; porque le hace la vida imposible, lo hace y si lo quiere joder, por atracción sexual. Hace lo mismo. Lo consigue.
Marta, desde siempre, estuvo interesada por opositar a funcionaria como militar, quería llegar a ser oficial del ejercito. Con el empleo de Enfermera, y por ello el motivo del desplazamiento.
Allí en Zaragoza tiene pensamientos de residir, tres o cuatro días, en casa de un antiguo conocido, para desplazarse luego a Calatayud, que es donde se examinan los aspirantes.
Marta, es hija de un barrendero llegado de Extremadura, que se ganaba la vida en un principio como conductor de la linea Hife, Su madre, una cocinera, venida de Rumanía, hace un montón de años, colocada en el bar de la plaza mayor, es la única familia de la aspirante a militar.
Una nueva llamada recibió Graciana, esta vez era de Indalecio, un solicitante a pasajero en ese viaje hacia Zaragoza, que comenzaba en Tortosa.

Hola, soy Indalecio, estoy en Alcañiz, te quedan plazas para viajar a Zaragoza mañana. He visto que lo publicabas en la App Diabla-Car, y me viene de «perillas» el aprovechar el recurso y ahorrar una pasta.

¡Si me quedan plazas, afirmativo!, me llamo Graciana, y me viene muy de paso, serás el segundo usuario, he de subir antes a Marta, en Gandesa, y luego, te recojo, ¿Dónde te va mejor, encontrarnos?—preguntó Graciana.

¿Conoces Alcañiz?—indagó Indalecio, como si la conociera de toda la vida.
Algo—,respondió la mujer—He viajado varias veces a Zaragoza y lo he cruzado en numerosas ocasiones

Pues me recoges en el puente viejo, el que enlaza con la carretera hacia Zaragoza, frente al restaurante «Los Trigueros»
A mano izquierda en la rotondilla más grande de España. ¿Sabes a cual me refiero, verdad?
Ah, ya sé donde es, pues allí te recojo. Yo saldré mañana desde Tortosa muy pronto, a las ocho quiero recoger a Marta, pues cuenta media hora más o menos estoy en Alcañiz.
De todos modos me quedo con tu teléfono, el móvil por el que has llamado y si hay retraso te doy un toque—Muy bien, entonces mañana nos vemos.

Al poco el Smartphone de Graciana, volvió a sonar, era Giovani, un pintor italiano que normalmente residía en Calanda, pero que pretendía subir al transporte desde Hijar.
Después de retirar un dinero en efectivo, del banco, y acto seguido, pretendía ocupar una plaza del coche que iba a la capital del Ebro


Hola, soy Giovani, y me interesa compartir el viaje, mañana estaré en Hijar, me puedes dar el servicio—le preguntó a Graciana—¡Pues mira, sí!. Usted, cerrará el cupo del coche. ¿Donde le puedo recoger?, más o menos, pasaré sobre las once del día—sin dejar la palabra, siguió dando información a Giovani—que le parece, esperar al pie de la N-232. A la entrada de Hijar, ¿para continuar el viaje?—Finalizó la retahíla la mujer, que acababa de cerrar, el cupo de viaje—Estupendo, me viene de maravilla—replicó el italiano—cuenta conmigo, si hubiera retraso o pasara algo, por favor, comuníquelo y así todos contentos.
En la estación de los autobuses de Gandesa, Graciana recogió a Marta, y antes de continuar viaje, en la cafetería del Hotel Pique, se tomaron un cortado, saliendo a fumar más tarde al aparcamiento, donde se chutaron el primer petardo del día, y a la vez se conocieron las dos mujeres.

Graciana, y Marta, las dos con una personalidad impetuosa, con más vida gastada que las ruedas del camión de bomberos. Ambas estaban sin pareja, y es la primera conversación que tuvieron, «como llegar a ser feliz, a coste cero», con un bobalicón de precoz durada.
Graciana, le contó como y por qué, se divorció de su marido, y Marta, le dijo que se quería ir de la población, por no destrozar uno de los matrimonios mas falsos que conocía, y aprovechar esa máxima, para llegar a ser lo que ansiaba.
Entrar en un cuerpo de hombres, para ver de qué manera podía llegar a mandarles y, a que se mantuvieran bajos sus órdenes. 

Graciana, que presumía de conocer al prójimo, dudó de lo que le contaba, aquella mujer ya algo madura, que titubeó varias veces y se desdijo de sus palabras en alguna ocasión. Lo cual a Graciana, le chocó, pero no entró al trapo. No tenían ni amistad, ni iban a tenerla.
Marta a su vez, le preguntó a Graciana, el motivo de su viaje a Zaragoza y ésta le dijo—A conseguir un tonto, que me pague las facturas, y dejar la enseñanza a los jóvenes, que nada más que daban problemas.
Arrancaron muy «justitas», de concentración y tomaron carretera, para llegar a Alcañiz, en Corbera de Ebro, volvieron a parar, para hacer unas necesidades obligadas, en uno de los bares de la carretera. Tomaron otro café y sin perder demasiado tiempo, llegaron a Alcañiz, donde les esperaba Indalecio.

Detuvieron el Exeo, y pararon en el punto exacto. Donde quedaron, en el puente viejo. Frente al restaurante «Trigueros», y sin más esperas, recogieron a Indalecio.
Desconocido para ellas y para el mundo, un hombre listo y ligero, que trataba pasar desapercibido y huir del territorio, que acababa de esquilmar. La profesión de Indalecio, era la de «ladrón de guante blanco»
Además, si podía, enamoraba a la «más pintada», prefiriendo fuera mujer, mayor, con caudales, o harta del marido. Con acceso a la cuenta del banco y con una buena y gorda tarjeta Visa.
Iba a Zaragoza, después de haber desplumado en las carreras del Motorland a tres Belgas, que dejaron sus caravanas en el parking, y consiguió hacer su agosto.
Sin olvidar el paseo, por las instalaciones de las carreras, donde se hizo con una docena y media de carteras con documentación y dinero. 

Las que una vez desplumadas y limpias, «las carteras robadas», dejó en la oficina de Información de MotorLand, con la previsión, que les llegara la documentación a los propietarios.
Indalecio iba a Zaragoza, queriendo llegar antes del domingo, puesto que «Raphael», el gran «cantante español de todas las épocas», actuaba en el Pabellón Príncipe Felipe, de la ciudad y allí tenía mercado de valores pendiente.
Hola debes ser Indalecio, le preguntó Graciana, ¿verdad?—¡Si lo soy y tu imagino que la conductora que viene de Gandesa a recogerme, para llevarme a Zaragoza—adujo muy cordial, dando a la vez un repaso visual, a los bolsos de las mujeres, que abandonados estaban sin el más mínimo concurso de vigilancia

Mucho gusto, habéis llegado antes de que comenzara a preocuparme—dijo gracioso Indalecio.

Y eso, prisa tienes por llegar, ¿es que te persigue alguna mujer?—preguntó Graciana— y el bueno de Indalecio, provocando alguna sonrisa, dijo—¡Mujeres, no! Ninguna, pero, me persigue la policía local de Alcañiz.
¿Qué barbaridad has hecho, con esa «careta» de bueno que tienes—volvió a discrepar Graciana. Entrando en el camino y la estratagema, que le estaba tendiendo el listo de Indalecio, para que picara.
He engañado a la consejera de turismo, y el marido me persigue, según él, me he llevado el monedero, y un par de billetes de quinientos, que guardaban en el picaporte de la puerta de la despensa, en su cocina.
Rieron, las dos mujeres, abiertamente, y dejaron ver su dentadura, y las joyas que llevaban en sus dedos. Mientras el Exeo matricula francesa, continuaba circulando por la Nacional 232, en camino y parada de Hijar. Donde esperaba Giovani, un italiano pintor, que venia a Calanda buscando la vida del insigne director de cine, Buñuel.
Con la intención de pintar alguno de los pasajes en su tierra natal, y mientras lo conseguía y sin quererlo, conoció a la señora Consuelo Morgadez, de la que se enamoró locamente, y se la llevó a la cama, con el consentimiento de la propia Consuelo, que aún y estando casada, con el subinspector de la dirección general de seguros «Monte Pijazo» La compañía de seguros y reaseguros, más grande de aquella población. Le seguiría a todas partes si el italiano, se lo pedía.

Giovani se dirigía a Zaragoza, para hacer un ingreso en el Banco de Santander, de ciento veinte mil euros, que había cosechado, en los nueve años, que llevaba en Calanda, y parte de lo que le había adelantado Consuelo.
Pintando a los más variados personajes del momento, además de aquellos paisajes, donde paseó el insigne director del “ perro andaluz”.
A la entrada a la población, recogieron al artista Giovani, que pronto se abrió con su agradable sonido italiano, contando con detalle el más mínimo secreto, de su vida y costumbres. Sin olvidar—comentar— que llevaba un fajo importante de efectivo. Detalles, que igual debería haber callado.




Habían pasado dos semanas del viaje a Zaragoza, trayecto iniciado en Tortosa, y que debía finalizar en aquella ciudad, en la que se encontraban tres de los viajeros, que comenzaron la singladura.
Estaban en el Palacio de Justicia de la ciudad, declarando, por todo lo qué se les había sustraído, en el mencionado viaje.
Indalecio, no presentaba cargos, puesto que a él, tan solo le desapareció el teléfono y su cartera, con seiscientos euros, los cuales miraría de recuperarlos en cualquier esquina.
Graciana, se quedó sin el coche, sin las joyas de sus manos y sin todo el dinero, efectivo, que se había traído desde Tortosa, para instalarse en la Almunia de Doña Godina. El más afectado fue el bueno de Giovani, que le desaparecieron los ciento veinte mil euros, y todos los cuadros que llevaba para la Exposición de pintura y Arte de la ciudad romana.
A Marta, se le busca por la zona de Logroño. Se cree, que puede haber salido de la comunidad, aprovechando las oportunidades baratas y cómodas que ofrece la aplicación de viaje. Diabla-Car.







jueves, 26 de septiembre de 2019

Refugio


















Que clase de personas me rodean,
unas, no saben que hacer sin consejo.
Otras, con el aviso desparejo,
reinciden en error y chismorrean.

A veces, me pregunto, aunque ellos crean
saberlo todo. Me dejan perplejo.
¿Que debo ser?, un seis ciencias y dejo
que se oigan, que lo noten, que lo vean.

Dejando los percances de sus dudas,
y sin darles rubor, se los resuelvas.
Evitando razones muy agudas,

logrando suavizar, y los “absuelvas”
de sus carencias, aunque peliagudas.
Son nuestros, necesitan les envuelvas.






miércoles, 25 de septiembre de 2019

Mojando
















Ya no me aguantas, y es una gran pena,
le dijo un viejo a su mujer, anciana.
¡Y tanto! Respondió, con su desgana,
aquella dama y dueña tan serena.

¡Apechugo contigo, hasta la cena!
Intentando entender de buena gana,
tu lenguaje gestual, por la mañana,
y te enfades por ser zurda o morena.

¿Aun quieres conocer porque te aguanto?
O prefieres seguir disimulando.
Entretanto demuestro con espanto,

¡Cómo sigo en la brecha!, soportando,
mientras te quejas de tu suerte y canto.
A la vez; que te meas. Me estás mojando





martes, 24 de septiembre de 2019

Por un artificio















Lo pensé y no lo dije, fue un silencio,
enmudecido sin más ilusiones.
Te imaginé soñando tentaciones,
y muriendo deduje y, lo sentencio.

Aquello que podría y no potencio,
por no herirte a ti, con mis redenciones,
lo dejo, y sigo sin más pretensiones.
Callo y redimo por más que evidencio.

¡Si qué es verdad!, es mucho sacrificio,
permitir tus licencias sin lamento.
Es verme, muy dudoso y más ficticio.

Ni me enfado, ni objeto, solo siento,
perder mi razón por un artificio.
Otro truco y así, me excuso y miento.












domingo, 22 de septiembre de 2019

La boda de la nena




Vamos a la boda de la nena—le comentaba la tía carnal, de la casamentera, a su cuñada Modesta, que es una mojigata, muy escandalosa y criticona, del pueblo de los Gandules
Se casa en apenas dos horas y mira como estamos aún a medio vestir—recalcó con mucho afán Vicenta, a Modesta.
Si quieres que te diga la verdad—aclaró Modesta—¡No sé!, ni qué ponerme, porque todos hablan de moda, y dicen que entienden los muy jodidos, pero se presentan a la iglesia, con unas pintas, que mete miedo. ¡Bueno miedo! Es un decir, risa es lo que da. Todo roto y remendado. Es, lo que ellos dicen que «mola»
Los jóvenes y menos jóvenes, vienen con los pantalones rotos, las chicas con unas faldas que parecen bufandas por lo poco que tapan. Así claro cuando se acomodan en las bancadas de la iglesia, a Don Bartolo, el cura, se le sube la «bestiarrubina» y pierde la dicción—Mujer no seas burra, querrás decir Pelirrubina
Sabéis que es tartaja, el bueno del cura… viendo a las feligresas como vienen en cualquier momento deja de decir la homilía y se pone a explicar el chiste de los cerdos y los peces—añadió Vicenta, cortándole y quitándole la palabra a Modesta
Es cuando los creyentes más disfrutan, viendo al señor párroco, hecho un follón con la descripción del cerdo y de los atunes.
Como te decía, para no irme del hilo. Las chavalas llevan una ropa, muy vistosa, pero de elegante pues ¡nada de nada! Todo al aire, enseñando los tatuajes que cada vez mas trozo de piel le ocupan.
Creo que al final, no necesitaran ponerse nada encima, la tinta será su aderezo y veremos quien frena las alcoholemias, los alzheimer, los infartos de miocardio y las animaladas que cuentan. Me fijo, yo que soy muy observadora—me comprendes Vicenta—en los escotes estupendos, enseñando mas pechuga que cuello, y la raja entre las tetas, que enseñan sin recato, cuanto más a la vista, más contentas se ponen, esas abuelas, que las lucen. Fíjate que; las que tienen poquilla carne chicha, pues con esos llamados Wonderbrá. Se las suben y suben hasta que les sale la chicha por los lindes del sosten.
Ese un sujetador sin tirantes y con aros, que adaptan los pechos grandes y pequeños, pues todo queda disimulado—Añadió su compañera, poniendo de su parte, con un conocimiento brutal.
Los perfumes que se plantifican y esos rímeles en los ojos, parecen todas gallinas cluecas, revoloteando el corral.
Ves... los hombres son más tontos aún. Además los maduros, quieren ir en condiciones de jovencitos, pero como se ven desbordados con esas pintas, se me achantan y se ponen ropa tan pequeña, que incluso no llegan a marcar ni a entrar en su talla.
¡Sí! Ahora, le llaman así, a las presencias de toda la vida, en lugar de llamarles “pintas, le llaman looks” pues se quedan cortados y se ponen esas corbatas tan pasadas de moda, que la boda de la “nena”, va a parecer una película de risa.


En la boda de la nena, la de la hija de don Pascual Vizuete y Doña Virtudes Tripera, se ha colado un tipo, que creo que nadie sabe quien es.
Todos se preguntan de que parte de la familia viene, si de la parte de los Vizuete, o por el contrario de los Tripera, pero nadie puede asegurar el parentesco del mismo. Es muy educado. ¡Si! Para que decir una cosa que no es, pero los invitados están intrigados.
Se ha presentado en un lujoso coche y han bajado el regalo que le hace a la “nena”, y por el tamaño, tiene que ser importante, porque grande es.
Tanto es así que lo han bajado del coche los encargados que vienen con ese señor, desconocido con el traje gris marengo, tirando a marrón que ahora charla amigablemente con el primo de la “nena“. 


Aquel desposorio comenzaba a vivir por inercia propia. Como queriendo el destino de la “Nena”, darle un «halo» de naturalidad, otorgándole un recuerdo inmortal, que fuese recordado siempre.
Los invitados del festejo iban llegando, unos a pie y el resto en grandes «cochazos», de alquiler. Unas limusinas espectaculares que le quitaban el «hipo a cualquiera», del barrio de los Gandules, que es donde residía la “Nena” y además donde se festejaba aquel connubio señalado.
La gracia ahora, era saber de que parte provenían aquellos invitados, de parte de la mamá, o del papá.
Ya que aquellos parientes, no se podían ni ver. Cuando menos se aguantarían sus lenguas viperinas en una celebración semejante a la que pretendían celebrar.
Aquel desconocido, paseaba entre los unos y otros, comiendo y bebiendo como un verdadero hambriento. Bien es verdad, que el alcohol lo probaba poco, para no perder el hilo de lo que se podría avecinar.
La ceremonia estaba prevista celebrarla en los jardines del complejo hotelero, y los casaría en lugar de Don Bartolo—el párroco de los Gandules—un antiguo ministro del gobierno de Felicidades. Un Presidente de la isla llamada Garnikaky, que está situada entre mares ignotos, que nadie supo, ni sabrá jamás ubicar.
Así que el Ministro Don Sindo de Tuagmutú, sería el que los enlazaría como esposos a la “Nena “ y hasta ahora su querido novio Kanto Frique, que nadie conocía de momento.
El posible emperador de la Isla de Garnikaky. Lugar paradisíaco donde campa la democracia más amplia del mundo.
País protegido por los Estados del Norte Divino. Nación donde se hace lo que dicta el Congreso de mujeres autóctonas, que a su vez son las únicas que pueden gobernar aquellas tierras, y tan solo proclama leyes en beneficio de los que laboran, viven y disfrutan de su clima.
Petróleo, diamantes, oro, y agricultura para todos, repartido para los habitantes del islote. Hacen de esa zona sea el idilio buscado por la mayoría de los humanos, haciendo que su migración, sea inexistente e inapreciable. Teniendo a Felicidades, como ejemplo de civilización, la que da el nombre a la capital de la isla. Ciento dos mil habitantes, todos ellos nacidos en Garnikaky.

Al final, todos descubrieron quien era el señor del traje marrón marengo, aquel que lo recorría todo, comiendo y bebiendo agua, para no dejar de sentir. El novio de la “Nena”, el mismísimo Kanto Frique, su amor difuso, al que siempre le han gustado los juegos del despiste. Hombre que como todos los nacidos en Garnikaky, solo los utilizan para copular, porque trabajadores no lo son, y mañosos aun menos y viendo las mujeres de Felicidades, que lo que tocan lo joden, los retiraron de todo ahínco y con la ayuda de un “yerbajo” que les dan a cada rato, los mantienen afilados y disponibles.
La “Nena” estaba preciosa, llevaba un vestido ...bueno llevaba un pantalón con una sola pernera y la que lucía, tenía un roto bastante vistoso.
Los zapatos eran de cáñamo verde, tan solo sencillez, una suela de esparto y una liana de palmera, sujetaba aquellos pies largos con dedos de taquígrafa inglesa.
Lo más llamativo era la blusa blanquinosa, que lucía. Un diseño de Proton koñato bocetista de Garnikaky. La guayabera que ostentaba, era un tanto original. Tan solo una manga—por lo que se ve, no le dio tiempo a coser la otra—que le rebasaba, vamos que el puño le llegaba al suelo, y recogida arremangada, le hacia un gran promontorio en su muñeca izquierda, que dicen que sirve, para secarse la boca, cuando babeas.
Una idea también procedente de la capital Felicidades.
Maquillada, preciosa, solo un ojo con rímel, y sombras, el otro al natural, y sus labios carnosos, portaban aquel tono de carmín tan solo en el labio inferior.
Originalidad a tope, desde el inicio.
Si la “Nena” no tuviera cuarenta y nueve años, creería que todo ha sido un capricho de adolescente.