domingo, 31 de marzo de 2024

Relato finalista del SANT BOI NEGRE 2024. Peculiaridad homicida.

 

Relato:   Peculiaridad homicida.
Autor: Emilio Moreno
Finalista en el Concurso Sant Boi negre, 2024









Berta era la encargada ejecutiva de la limpieza del hotel El Castillo. La gobernanta de las habitaciones del establecimiento, por la que pasaban casi todas las situaciones controladas que se daban dentro de la fortaleza. 

Aquel mes de junio del año 1982, el hotel estaba asignado al completo, a la expedición italiana de balompié.

Una vez superada la primera fase de clasificación el equipo romano reservó casi en su totalidad las instalaciones del complejo para albergar, a la comitiva cerca de los estadios donde debían enfrentarse con los rivales que tenían en la terna. Por la celebración del XII Campeonato Mundial de Fútbol FIFA. Delegación que allí podría disfrutar de todos los servicios de infraestructura. Acomodando a sus técnicos y delegados, fisioterapeutas, y su cuadro de médicos y psicólogos. Todo el fuerte reservado, excepto media docena de alcobas de aquella residencia, que eran intocables. Exclusivas para clientes asiduos del albergue y empleados.


Los que vieron socavada la tranquilidad y a partir de entonces el tumulto, se hacía notorio por la llegada de reporteros y cronistas del mundo. Aficionados y forofos del componente “Azzurri”. Simpatizantes y seguidores de la misma ciudad de Sant Boi, que estaban encantados con aquella avalancha a la urbe, tan singular como inesperada.

Aquel alojamiento se había convertido en una periferia estacional de personajes y deportistas famosos, que por su gloria eran populares y reconocidos.

Artistas de toda índole del espectáculo y fantasía más vulgar, y corresponsales de los espacios de las cadenas de televisión. Políticos regionales exponiendo su figura impostada, pretendiendo mostrar virtudes deportivas inexistentes. Agentes especulativos, intelectuales sin fama en busca de tajada y aficionados al deporte rey, que ardían por mezclarse tan solo cinco minutos con aquellas leyendas admiradas.

Berta en su trabajo y como regente de la pulcritud e higiene en el hotel, tuvo que reforzar el grueso de azafatas de la bayeta para poder atender aquella especie de tormenta que se avecinaba. Detalles que no le eran un impedimento por su capacidad profesional y por ese encanto que intrínseco portaba y del que presumía, que además lo combinaba en sus ratos libres, haciendo de enfermera voluntaria en el centro psiquiátrico.


Aquel manicomio de la ciudad fundado por el Doctor Antoni Pujadas. Dispensario científico para frenopáticos incurables, que daba asistencia y reinserción social a individuos con deficiencia paranoide, y discapacidad intelectual. En el cual, Berta tenía ingresado a Paco, el mayor de sus hermanos. Al que vigilaban por su agresividad y su tendencia perversa, por lo cual estaba severamente medicado. Con una afección dominante de esquizofrenia, muy habitual y que padecían más de uno en esa familia. Limitándoles funciones mentales y estados de ánimo.

Una labor que hacía y desdoblaba la buena de Berta, con gusto y dedicación, al mismo tiempo que ayudaba y favorecía su conciencia. Siendo el pago que ella aportaba por las atenciones y buenas maneras que la Congregación de Hermanas Hospitalarias, ofrecían a Paco, con resultados positivos visibles, en su mejoría.

Aquella actividad social la practicaba tres veces a la semana, además de festivos que no tuviera jornada laboral. Era un reto que se había fijado entre ella y su conciencia compartiéndolo con la dedicación a las labores de su casa, sita en la Ciudad Cooperativa, dónde tenía fijada su residencia, ocupándose a la vez de Elvira, su madre que también en ocasiones mostraba desorientación cerebral progresiva.

Berta estaba empleada desde hacía siete años en el insigne reducto del castillo. Un parador señorial de Sant Boi, un insigne fortín antiguo baluarte de gestas en tiempos pretéritos, que mantuvo siempre la esencia de secretismo, reservado a poderosos. Lugar de negocios anónimos, de amores prohibitivos, de adulterios clandestinos y de historias infamantes, que desde hacía más de medio siglo, se había transformado en una residencia hotelera, reteniendo el origen primitivo, y la propia razón social de Hotel El Castillo.


Por ello la señorita Gómez Santos era una mujer elegida, sin preámbulos y muy concisa. Con un carácter frío y poco afectivo que había cursado sus estudios de infancia y mocedad, en el colegio Joan Bardina. Preparación escolar que le daba suficiencia y aptitud para desarrollar su cometido, como jefa en el grupo de limpiadoras que gobernaba. Incluida su compañera Natalia, un personaje especial que conoció en el sanatorio. Paciente ingresada junto a su hermano por conductas depresivas y deficiencias sensoriales, de las cuales se fue recuperando en su totalidad, hasta que le dieron el alta definitiva.

Bagaje el de Berta, que no le sustraían en ser una joven muy guapa y nada timorata. Sabiendo atraer soluciones para resolver situaciones de todo tipo, incluyendo ambientes esenciales con los hombres cuando se le acercaban para seducirla o engatusarla. Era desequilibrante y seductora. Versada en las artes de la persuasión y experta en el lenguaje corporal. El que suelen tener las vanidosas y habientes de la hermosura sin medida. Ayudada sin pretenderlo por su conversación gestual y sensorial, que atraía sin mesura a empleados o clientes de aquella fortaleza.

Festejaba con Fidel, un suboficial del Parque de Talleres y Automovilismo de la base del Bajo Llobregat. Sargento del ejército de tierra venido de la escuela general de Zaragoza, que recaló en las instalaciones militares del destacamento móvil. Al que sedujo, una tarde que la guapa muchacha, buscaba plan en el Ateneo Santboiano, acompañada de Natalia y sus atisbos celosos, que no dejaba de perseguirla desde que Berta la había colocado por recomendación de la abadesa del hospital, en el propio complejo hostelero. Tras haber superado su tambaleo mental, y con la duda razonable de los médicos

Aquel festivo de mayo, actuaba Loquillo y su orquesta y ambas se encapricharon del joven Fidel, perdiendo el asalto Natalia, por ir dos pasos tardía en el paseo de asedio y por el divino perfume corporal que desprendía Berta.

Se encantaron por la melodía del trovador con voz de luna, tropezando en una afinidad de instante. La pareja al cabo de tres semanas, compartía su atracción y colchón, cuando les era posible y las circunstancias lo permitían. Viéndose discretamente en los espacios reservados para empleados que la hostería les dispensaba.

Aprovechando la apertura política y social sucedida en el país, todo parecía más permisivo y la holganza era manifiesta. Donde iban cambiando y aceptando las primicias democráticas y las formas de entender, las relaciones amorosas entre semejantes. El futuro de Berta y Fidel lo tenían más que concebido, a la espera de mejores tiempos y sin un compromiso jurado de fidelidad. Su pretensión y su devenir lo dejaban al puro azar.

En la noche del viernes cuatro de junio los jugadores de la Itálica y el staff técnico descansaban, con los ímpetus puestos al día siguiente al celebrarse en el estadio de Sarrià, el partido entre Italia y Brasil, encuentro correspondiente a la segunda fase de clasificación.

Los nervios afloraban intimidando, en la concentración de la competición. Por ello los protagonistas del enfrentamiento habían cenado pronto y descansaban.

Tras una incidencia, se requería ayuda en la suite trece del primer piso, que atendió el servicio de habitaciones.

El recinto coqueto de la planta del hotel, dejaba oír la algarabía llegada de las piscinas. Sonoridad benevolente, que se colaba por el ventanal y desde el mirador del espacio se disfrutaba de la vista de las montañas donde se erige la ermita de San Ramón, sobresaliendo en la oscuridad, con su neblina laxa, el magnífico contorno del santuario.

 


La solicitud de urgencia del ocupante de la suite de Dino Ferretti estaba siendo atendida sin dilación. Era el adjunto al equipo transalpino y encargado de la salud de la comitiva. Famoso por sus escándalos. Un individuo atractivo, de vida ociosa y sexualmente promiscua. Hombre seductor que engañaba a quien pillaba desprevenido. Si era mujer, la llevaba a la cama enamorada y engañada y si era hombre, lo embaucaba con algún tinglado de dinero o negocio tenebroso, para arruinarlo.

El servicio de atención envió a Natalia, a que se hiciera cargo de la premura en la habitación. Dispuesta no tardó en personarse en el lugar.

Atractiva y situada, apareció y se brindó a solucionar los problemas de ese cuarto de aseo. Con prontitud al ver el estropicio comenzó achicando el agua del recinto, que inundado ya emergía por la moqueta del dormitorio. Solucionando con soltura, toda la humedad vertida en el terrazo, donde despedazada la cortina de plástico no evitó que se desbordara del linde invadiendo la zona.

Desde el acceso al excusado, el ocupante de la suite observaba a la empleada como hacía su trabajo, y ella adrede mostraba más carne de la necesaria intentando provocar a un despiadado muy fuera de sí. Llegando a incitar al “rompebragas” napolitano a delinquir.

En un arranque súbito y feroz le sustrajo a Natalia la fregona y la manga de la ducha, que usaba para aclarar la bañera. Mojándola en el forcejeo por completo calándole el uniforme que empapado se translucía su prenda íntima. Lo único que llevaba bajo el quimono de limpieza. Advirtiendo a la vez dos pezones grandes, al haberse adherido al batín por la ausencia de sostenes.

Como una fiera atacó a la asistente. Echándola sin miramientos sobre la cama de forma salvaje. Natalia muy sumisa no quiso defenderse, y actuaba como si fuese cosa de su destino, salvando la situación con una tranquilidad fuera de norma. Sosegó a Dino con maestría, que desbocado, no atinaba a penetrarla con precisión. Dejándose hurgar y acariciar, por sus manos torpes y sus prisas cobardes, que la sobaban sin coherencia hasta que Natalia despojada del uniforme y desnuda, se deja penetrar, infringir y arañar.

Meticulosa consigue calmar al petulante, haciéndole creer que la próxima copulación no tiene por qué ser desagradable. El transalpino vuelve a la impavidez y se percata, que si ella denuncia el acto que acaba de cometer, le caería la ley con todo su peso perjudicando a la comitiva azulona del Mundial. Intentando retraerse de lo cometido, le ofreció a la mujer un fajo de dólares, que saca de una bolsa de viaje. Indicándole que todo ha de quedar en el anonimato.

Ella, para no romper aquel engaño y evitando vuelva a mostrar su mezquindad, le propone un plan romántico. Frenando toda la inquina y urdiendo toda su estrategia criminal.

Natalia, no siente por aquel bárbaro despreciable absolutamente nada, pero lo quiere utilizar para buscarle la ruina a Berta. Conspirando un plan tan avieso, como impensable.

Deja el puñado de billetes que le ha ofrecido sobre la cama, y lo seduce. Para hacerlo creíble lo magrea, lo soba y con mucha soltura y con la duda en el cuerpo, le muerde los labios y lo acaricia, durmiéndolo.

Dirigiéndose hacia los vestuarios, de donde roba de la taquilla de su amiga su ropa con la que se viste, tomando el frasco de perfume que usa, sin que ella pueda intuirlo, ya que a esa hora está absorta en las dependencias de reposo, acariciando a Fidel.

En su camino se acerca a la recepción para mostrarse y tener coartada, indicándoles que la exigencia está resuelta. Que informen a Berta y lleve a la habitación 13 toallas limpias. Aduciendo que ella ha de alcanzar las tareas que dejó pendientes, antes de la llamada exigente.

Tras el aviso y de forma clandestina, entra en las cocinas buscando una herramienta que dañe la carne y agarra lo primero que encuentra. Unas tijeras enormes, que disimula bajo sus tetas y tapa con la blusa de su amiga. Regresando de nuevo a la suite donde espera Dino, que lo despierta y dispone.

Los recepcionistas dan el mensaje a la gobernanta que retozaba debajo de Fidel en el cuartito de empleados. Al poco la dichosa joven recoge dos toallas grandes, blancas y limpias y las acerca a la 113, que son recogidas en la puerta por su ocupante, mientras Natalia se esconde desnuda para no ser descubierta hasta que su compañera, una vez hecha la entrega vuelva con Fidel.


 

El violador creyendo que los billetes que estaban esparcidos sobre las sábanas habían colmado las exigencias de la agredida, suspiró confiado. Quedando totalmente eximido de su proceder y jactándose de su persuasión. Intuyendo que ella, se dejaría follar tan solo por su atracción, placer y dinero.

Mientras lo imaginaba y confiado, ella apareció en escena sin un trapo que la cubriese, descontrolando al tipo, bailando en pelotas alrededor del agresor, para excitarlo más, y a la vez confundirlo. Dándole requiebros y gestos sexuales provocativos, hasta que estuvo harta del baile y por la espalda le atacó.

Desde la parte extrema de la butaca donde reposaba, le asestó una punzada con las aspas de la tijera semi abierta. Aguijonazo sobre la nuca, que le seccionó las cervicales, dejándole agonizar mientras se escindía. Una vez lo tuvo tieso, preparó el escenario con tanta calma como si tuviera un protocolo sustentado desde hacía semanas.

Serena, abandonó junto a Dino la ropa de Berta, la que había llevado puesta para incriminarla. Sin olvidarse de propagar unos toques de perfume que tomó del neceser de su taquilla. Expandiendo gran parte del dinero ofrecido, revuelto sobre la colcha, muy a la vista.

Se vistió con su propio atuendo y se dirigió hacia la zona de empleados, donde dormían placenteros el sargento y la gobernanta, para despedirse con naturalidad, por finalización de su turno.

Eran las seis de la madrugada y Natalia, había cumplido aquella jornada con su horario. Llamó a su compañera desde el umbral de acceso y Berta apareció con un taparrabos azul de su amante, irradiando esa fragancia natural que sobreexponía con semblante de felicidad.

La hizo pasar sabiendo que no podía ver a Fidel, porque se duchaba entonces. Momento que Natalia aprovechó para dejar caer sin que Berta pudiera notarlo, un sobre repleto de dólares y una prenda íntima del infausto, que deslizó detrás del tocador de aquel cuchitril. 

  

El desayuno del sábado fue sobre las diez de la mañana y el autobús del equipo recogió a los protagonistas con el tiempo suficiente para que llegaran sin prisas al estadio. Donde podrían entrenar y después recibir el masaje físico para estirar los músculos, a la espera de la hora del comienzo del match.

Las habitaciones habían quedado libres sobre las doce de aquel día, para que el servicio encargado entrara en ellas a efectuar la limpieza exhaustiva y necesaria que requerían.

Al ver que Ferreti no se incorporaba en el comedor para el desayuno, se alertan y van a buscarle. El jefe de la expedición se interesa y al no abrir la puerta, los empleados acceden y encuentran al cliente rebanado, bañado en su propia sangre.

Los agentes de la benemérita no tardan en llegar al lugar de los hechos, reservando las zonas cercanas sumidas en el suceso.

Aquellos expertos comienzan a acopiar vestigios, de la cama y del suelo. El dinero esparcido entre ropa femenina y la vestimenta perteneciente al capuleto y restos de fluidos humanos y mugres anómalas con los consabidos desechos.

Recogidos por los forenses para que se pudieran analizar, sin confundir con las trazas reales.

El hotel Castillo queda semi custodiado por las fuerzas policiales. Mientras que el juez da orden de levantamiento del cadáver y las pesquisas siguen por parte de la policía. Localizando esbozos y pertenencias del asesinado, en el sitio donde durmieron, la jefa y el sargento.

Descubriendo ropa íntima del interfecto, esparcida tras un mueble, y un sobre repleto de billetes americanos de curso legal, disimulados tras un tocador.

Los empleados de la conserjería recuerdan y confirman que vieron a Berta llevar toallas limpias a la habitación. Se descubre que el sargento Fidel Lindero pernoctó de forma furtiva con la empleada y gobernanta de aquel refugio, la señorita Gómez.

Los empleados del Hotel el Castillo, que cubrieron el turno de trabajo aquella jornada fueron interrogados y todos ellos coincidieron en las mismas afirmaciones, que se había dado una incidencia en una suite del primer piso, y en un principio había sido atendida la emergencia por Natalia qué según los dos dependientes de Admisión, quedó solucionada en la media hora siguiente.

Natalia es interrogada y en su declaración a los agentes, indicó la labor desempeñada en aquella intervención, dejando el episodio solventado sin más.

Había sido llamada para que atendiera una contingencia en la 13, en la que estaba instalado el cliente señor Ferreti Modugno, que había derramado muchísima agua en el suelo al estar rota la cortina de plástico.

Atendiendo al usuario de una forma rápida y dejando el espacio de baño en condiciones óptimas. Una vez gestionado, facilitó notificación a los compañeros de Recepción, los que se encargaron en dar aviso a la jefa, para que les aproximara dos toallas secas. Dado que a ella no le daba tiempo acabar lo pendiente, si quería finalizar las tareas iniciadas antes de aquella premura y no dejar labores incompletas.

Hasta cerca de las seis de la mañana aproximadamente que volvió al set de los empleados para despedirse de Berta, con la que mantuvo unas palabras derivadas del relevo y cambio de turno.

 

Brasil pierde el partido contra Italia por 3 a 2 en el campo de Sarriá, estadio del Español de Barcelona. Gracias a los goles de Paolo Rossi, que anotó tres tantos para pasar de ronda.

El cortejo de los deportistas echó en menos al gran Dinópolis, pero los responsables del equipo no quisieron dar información a sus jugadores para que no perdieran la concentración, habiendo llegado casi a las puertas del campeonato.

El equipo y la comitiva romana, estuvo hasta el día 9 de julio, en las instalaciones del hotel de Sant Boi, tras jugar su partido contra Polonia, a los que también ganaron y se clasificaron para la final en Madrid, el día 11 de julio del año 1982, contra la selección de Alemania.

 


Detienen a Berta acusada por el asesinato de Ferretti. Es declarada culpable y la ingresan sin fianza en la cárcel de mujeres de la Trinitat Vella, en espera del juicio.

El Ateneo presentaba aquella tarde a Dyango, con sus últimas creaciones y la que era su canción bandera. Una melodía del año setenta y seis que siempre que actuaba en aquel círculo, la solicitaban los muy enamorados y los que disfrutaban bailando apretados. Pegados a las cinturas, con la llamada y romántica “música de bragueta”. Una canción de amor poco alegre y menos animada, que se bautizó con el nombre de “Si yo fuera él”.

Fidel seguía deambulando serio y recorría muy solo y desamparado aquella zona lúdica, sin la compañía de la que fue su pareja, que extrañaba muy mucho. Destacando en el recuerdo, los requiebros que se daban en el bar y las instalaciones de la pista de verano de la sala santboiana. Y aunque habían pasado varias semanas del trance, aún no podía quitarse de la cabeza todo lo sucedido y menos con la preciosa canción que interpretaban, que lo sumía en el perfume de la que ahora estaba entre rejas. Aquella tarde había recalado en el baile, para despedirse de la gente que conocía, cuando tropezó con Natalia que como en ella era habitual, olvidaba muy pronto a las personas que en un momento hicieron tanto por ella. Se saludaron a pesar de todo y acto seguido Fidel preguntó si había ido a ver a su amiga. En las ocasiones que el militar visitó a Berta, esta le había comentado, no tener noticias de nadie.

Con pretextos frívolos se desvinculó de la respuesta, y sin dar una excusa aceptable, dejó a Fidel con la palabra en la boca y perdiéndose entre el tumulto, huyó al iniciarse una nueva canción.

 

Los días corrían sin casi percatarse de la realidad. Berta llevaba tres meses recluida en la cárcel, y a Fidel las cosas en el cuartel, tampoco le iban demasiado bien. No había sido imputado en los hechos de la noche de marras, pero el ejército, no le absolvía de responsabilidades por su actuación. Por lo cual lo destinaban al acuartelamiento de Morón de la Frontera, y antes quería despedirse de la que fue su chica.

No fueron momentos agradables y después de lo sucedido habían roto su idilio. Berta no quiso seguir con la relación si es que en algún momento la hubo. Poniendo punto y final, a su trato.

Los abogados no encontraban alegatos ni pruebas contundentes en su favor, que demostrasen su inocencia. Todo eran detalles incriminatorios contra su persona, la que encarcelada esperaba lo peor.

 

Había pasado año y medio de la fecha final del campeonato futbolístico en el que ganó Italia su tercer mundial, derrotando a una Alemania, potente y vigorosa. Mientras que la vista de enjuiciamiento estaba fijada como inminente. Los abogados habían indagado hasta la saciedad por si encontraban rastros, o algún detalle donde aferrarse. Interrogando a todos los intervinientes aquella madrugada en el hotel El Castillo, sin hallar punto referencial para poder enlazar una defensa que pudiera liberar a Berta, y evitar la petición del Ministerio Fiscal que la condenaba a treinta años de reclusión, por encontrarla culpable de asesinato.

En el interrogatorio del juicio Natalia fue grosera, y exenta de compasión. Ni tan siquiera miró a los ojos a la acusada, como si la cosa no fuera con ella. Archivando su crimen dentro de su alma miserable.

Fidel abogó en el juicio, declarando en favor de Berta toda su verdad. Lo que había vivido con ella, sin dar crédito a las acusaciones. Narrando los pasos sucedidos en la confusión fatídica. Sin demostrar cómo había llegado aquel dinero y la excretada ropa interior del asesinado detrás del tocador. Quedando la vista para sentencia en pocos días.

 

El militar había rehecho su vida en Morón y permanecía soltero. Ostentando por ascenso el empleo de Brigada del Ejército, y olvidando poco a poco todo aquel trance ocurrido.

Berta fue cumpliendo la condena implacable, imaginando una y mil veces, cada instante de aquella pesadilla. Haciendo un inventario secuencial de cuanto sucedió o pudo suceder, sin dejar nada por escudriñar. Incluyendo las llamadas de teléfono, el aviso de recepción que tuvo en nombre de Natalia para la entrega de las toallas, y el trecho desde el desván a la suite 13. Rodeando el recibimiento que hizo a su compañera al despedirse por fin de jornada mientras Fidel se duchaba, tras pasar una inolvidable aventura de pasión. Llegando a la conclusión que Natalia, tenía mucho que ver en el asesinato de aquel italiano.

Como casi toda condenada que pasa excesivo tiempo entre rejas, perfila incongruencias y malicias, mezcla su proceder con chantajes y desagravios, hasta llegar a ser perversa. Fue asimilando de perfiles delincuentes, adquiridos de compañías malhechoras, el cómo llegar a una venganza fría y suave.

  


En febrero del 2012, Berta había cumplido cada uno de los treinta años de cautiverio. Castigada por un crimen ajeno. Entonces ya era insensible y amoral.

Su hermano y su madre, Paco y Elvira habían fallecido uno tras otro. De su buen amigo conoció su defunción por las noticias. Fidel hacía un par de años que murió en Afganistán. Convertido en una de las primeras bajas de las tropas españolas destacadas en la expedición de la capital en Kabul, durante el año 2010.

El blindado en el que viajaba con su pelotón, pisó una mina de dos kilos cuando patrullaba por la localidad de Sang Atesh, en la denominada ruta Lithium. La única carretera transitable que comunicaba el sur y el norte de la provincia de Badghis. Encontrando la muerte súbita.

 

Cumplida la condena, Berta sin contacto de familia y distanciada de los conocidos, olvidada incluso por vecinos, volvió a su barrio. El de siempre. La ciudad Cooperativa. Irrumpiendo en la vivienda familiar que desde la muerte de su madre estuvo desocupada.

FAMPÁR, que es la Asociación estatal de exconvictos; en pro de su inserción a la sociedad, le ofreció un par de ocupaciones laborales, para que pudiera ganarse la vida. Eligiendo una de las plazas disponibles de un empleo, que era rechazado de forma sistemática por su enjundia. Despreciado por el conjunto de candidatas que buscaban reinserción asequible, por considerarlo quehacer resbaladizo. Se trataba de una vacante nocturna en el antiguo frenopático de Sant Boi.

Aceptando contender por la ocupación, para rehacer sus rutinas en libertad y reanudar la relación con gente nueva que le ayudara a restañar todo el daño y el rencor que soportaba. Consiguiendo sin ser fácil, el empleo por sus cualidades y condiciones supuestas.

La única persona que podía identificar a Berta era Natalia, que volvía a estar ingresada en aquel asilo de dementes. Denominado Complejo Asistencial de salud Benito Menni, donde ahora estaría bajo su tutela.

Ingresada sin apenas raciocinio con desvarío paranoide y locura hebefrénica, llegando a ser incoherente al hablar y agresiva actuando de manera extraña con reacciones emocionales absurdas. Diagnosticada como depresiva conflictiva y cruel con tendencias suicidas y patibularias.

Ya que toda la médula indigna que le provocaba su esquizofrenia se confundía con su tendencia delictuosa y perversa, sin otorgarle ningún tipo de piedad a los celadores, médicos y enfermos.

Recluida vegetaba con los atacados más críticos, en el pabellón de los coléricos y agresivos con visos de trasgresión.

Ningún psicoterapeuta sabía de Berta, ni conocían su pasado penitenciario y mucho menos la condena que había cumplido tan solo hacía unos meses. Sin sospechar que en su juventud fue voluntaria en esa fundación y estaba al tanto de las fórmulas y el modo radical de sosegar a los internos. Tampoco relacionaban que la frenética Natalia, estuvo de por medio como testigo en el juicio que sentenció, a la que ahora sería su vengadora.

 

El perfume delató la presencia de Berta al entrar en aquella “olla de grillados”. Alertándose Natalia que la ojeó con mirada parricida, sin llegar a conocerla por la ingesta de fármacos engullidos. Aquella fragancia le era inolvidable sin poder relacionarla de momento.

Al tenerla enfrente, un odio recorrió el canal de los pechos de Berta. Esperaba el instante para herirla, y una docena de cosas más. Los años habían sido más benévolos en el cuerpo de la exconvicta, que en el de la desquiciada. La dejadez en Natalia, era evidente. Pasados unos minutos, una vez metabolizados los aletargantes, fue cuando la reconoció perfectamente.

Apenas podía hablar por la tiesura que tenía al creer que Berta se iba a vengar allí mismo. Balbuceaba por el miedo. Los ojos de la recién llegada le transmitían un mensaje y la alienada podía leérselos. No se esforzó demasiado la celadora cuando le dijo en el oído, que le devolvería la cordura por completo, antes de ajusticiarla.

Los psiquiatras y neurólogos, pronosticando incidencias aconsejaron a la nueva protectora no diera confianzas a nadie de aquel sector, en especial a dos maníacos, ya sin futuro y en la vía conclusiva.

Baldiri Verdú y Natalia Cerezuela. ambos con tendencias belicosas. Agresivos y enemigos con odio visceral, los que le facilitarían su desagravio.

Lo tenía todo decidido, y eso le proporcionaba un plan con final prescrito. Su condena injusta en la cárcel zanjó su bondad. Volviéndose ingrata y perversa, en espera de venganza. Llevándola a cometer y ejecutar desde su celda algún que otro delito jamás descubierto, le daba costumbre para cometer un nuevo crimen.


 

Baldiri había ingresado en el manicomio por dividir y destripar a Rosa su esposa, en acto de unos celos arrebatados y machistas. Atacó a la consorte oprimiendo su cuello hasta que perdió el resuello y sin perturbo desmenuzarla en porciones, que luego envió por correo a familiares allegados. El juez y forense a la hora de juzgarlo dictaminaron que era un desequilibrado incurable.

Alegando aquel pirado en sus instantes de sensatez, que había sido inducido a cometer parricidio por una hermana de su cónyuge. A la que confundía con Natalia, provocándole grandes excitaciones vengativas con deseos funestos, que a Berta le valdría para aniquilar a Natalia, usando los excesos de aquel iracundo.

Por ello la funcionaria fraternizó con Baldiri, predisponiéndolo con caricias subliminales y arrumacos que gratamente aceptaba por su desequilibrio sensorial. Unido a sus deseos eróticos primigenios salvajemente reprimidos, que ella sabía sustentar y canalizar con el pausado racionamiento de medicinas, con caricias excitantes, tocamientos y roces físicos que le producían momentos mojados felices.

 

Habían transcurrido seis meses desde que ingresó como sanitaria la nueva asistente en el pabellón del manicomio de Sant Boi, y dominaba las jaulas de agitados en el tercer turno. Incluso los pacientes más confusos habían sucumbido a los mandatos de la tutora. Era artífice de la conducta de cuantos estaban en aquella milla terrestre de chalados.

Había conseguido que todo fuera un paraíso y que el propio instituto Psiquiátrico, la nominara repetidamente como empleada ejemplar del mes. Por lo que le otorgaron aquel fin de semana, con una invitación de cena y alojamiento en el Hotel El Castillo de la ciudad.

Ocupando casualmente la habitación 113 de la primera planta, que sigue dando con vistas a la ermita de San Ramon, y qué en tiempo veraniego, luce de forma divina. A la que interrumpió en su descanso la policía local, con la noticia del crimen.

En la madrugada del martes 14 de agosto, nefasto percance entre pacientes, al haberse producido un grave imprevisto luctuoso. Ocurrido en ausencia de Berta la responsable asidua. Suceso originado por el trágico atentado a la insufrible Natalia Cerezuela, mientras reposaba.

Exterminada a manos de un vesánico que escapó de su galera, de forma sospechosa y accediendo por la espalda de la finada le asestó hasta la muerte, varios aguijonazos profundos con unas tijeras abiertas en la parte trasera del cuello.

Detenido el inestable atolondrado en las dependencias médicas policiales, confesaba el atentado achacando la culpa a la excepcional y distinguida asistente del servicio nocturno, Berta Gómez Santos.

Acusación hecha por el perturbado homicida, bajo los efectos de su gravísimo desequilibrio cognitivo. Inculpación que se caía por inverosímil al estar la gobernanta ausente del centro, gozando de un merecido fin de semana con los empleados más insignes de la institución.










FIN.
GRACIAS POR LLEGAR AL FINAL
DE LA LECTURA Y VALORAR

 

 

 

 




sábado, 30 de marzo de 2024

Procesiones del Matarraña y del Bajo Llobregat

Las fotos hablan por sí solas. No es necesario palabras para declarar los eventos sacros de media España, ni vueltas al molino de la certidumbre.


Jueves Santo en Can Ros (Sant Vicens dels Horts) Barcelona.















Jueves Santo en Valderrobres.














Viernes Santo en Valderrobres - Rompida -
















Viernes Santo en Sant Boi - Procesión en Barri de Camps Blancs.















Semana Santa del año 2024
marzo entre el dia 28 jueves y el 29 viernes Santo.

Fotos recogidas de la red y 
de publicaciones efectuadas