martes, 31 de diciembre de 2019

Despedida del 2019 y llegada del nuevo






Este año 2019, el que hemos dejado, ha sido un año, que ha transcurrido con un poco de cada cosa. Como todos los que yo he conocido. Jamás he podido expresar a mandíbula batiente, ¡Menuda Felicidad! 



He da dar gracias al cielo, por la salud, que la ha respetado tanto a mi como a mi familia, detalle, que siempre valoro por intentar ser más generoso, de lo que puedo ser.












En proceso







Felicidades para todos y que este año 2019 haya sido bueno y agradable, deseando que el 2020 gane en Felicidad, amor y fantasía.
















y las doce, seguimos soñando























La cena se hace muy corta
esta noche por prudente.
que se marcha el diez y nueve
y, que después llega el veinte.

Sobre todo amigo mio
si vas a salir cuidado.
No repitas con el caldo,
si no es de pollo, ve al tanto.

Sabes a que me refiero,
al beber de los toreros,
que no es mas valiente el fiero.
que el modoso si es abstemio.

Tampoco quiero que seques
la garganta sin mamar,
vigila que es lo que tragas,
no la vayas a cagar.

Yo conozco un policía,
que le gusta el manzanillo,
y antes de llegar al tope
se mancha los calzoncillos.

Sabes que siempre respeto
las decisiones del potro,
pero hoy como consejo,
que haga de payaso otro.

Si sabes que lloverá;
anda y buscate un paraguas,
huye de la que caerá
y no montes en piraguas.

Mi abrazo yo te destino,
y que buen año te abrigue,
que siempre seas mi amigo
y busques a quien te intrigue.

















lunes, 30 de diciembre de 2019

Novelas pendientes: Me bajo en Triunfo, El váter cósmico y Crimen Dudoso


Propaganda de lo explicitado. 
Novela_ Me bajo en Triunfo
Autor: Emilio Moreno

Cuando advirtió estaba en el andén del metropolitano en dirección al Supremo, el intervalo le atosigaba, aunque sabía de antemano que él no era el encausado, no vislumbraba ni remotamente, que se iba a relacionar con la diversidad y amalgama mas variada de proscritos, acreditados artesanos de la delincuencia, prototipos deleznables e irracionales, que ciertamente viven fuera de la ley y que ni en los letargos más hostiles hubiera soñado, clases sociales marginadas que están ahí, que circundando la humanidad, violentan a los profanos cuando la casuística y el azar les cruza el camino.
El quejido de las vías del tren le hizo volver a la realidad, cavilaba, que no podía equivocarse y llegar más tarde de la hora en que estaba citado, hizo transbordo para tomar la línea más aproximada al lugar donde estaba su destino.

Concentrado en sus argumentos, no atendía a la muchedumbre que le rodeaba en el itinerario, cuando llegó a su terminal se apeó y andando con paso firme y audaz, llegó a las escaleras mecánicas. Al ascender a la calle observó la mañana tan fantástica que hacía, lucía el sol como si de un día de pleno verano se tratase, de repente volvió a notarse vivo y se fijó en los transeúntes, una auténtica revolución, gentes de toda condición; en caterva, sin coincidir entre ellos, sin saludarse ni tampoco atender el gran alborozo que emitían, aletargados, aseados, desgreñados, indigentes, irrespetuosos. Afluencia terrenal, unos; con más celeridad, sin turbarse, directos a sus penurias, como si el mundo tuviera las horas contadas y de pronto todo concluyera. Otros haciendo de su camino un regodeo, un contento, mirando de no tropezar con aquellos precipitados; y todos sumergidos en sus infortunios.
Mientras caminaba, procuraba de forma particular el estar alerta, generándose en su cerebro, las respuestas a las posibles preguntas del interrogatorio. Los destellos del sol le tocaban suavemente la cara y casi cegaban su vista por el influjo de la luz contra la graduación de los cristales de sus gafas.
Su maquinal le estaba sometiendo a un examen de los incidentes, y se iban presuponiendo las evidencias, quedando muy registradas por si hubiere caso, su convicción estaba conducente y aplomada, y su fonética debía ser templada y con tono comedido, sin ponderaciones, ni teatros, simple y llanamente lo que acaeció.
A fin de cuentas._ seguía reflexionando _ le sacaron de la cama, aquella amanecida del mes de mayo, cuando sonó el teléfono, no eran las cinco de la madrugada todavía, lo despertó la policía, no tenía ni idea de lo que ocurría, hasta que hicieron las preguntas de rigor, y quedó sobrecogido por la noticia.
_ ¿Y ahora qué debo hacer? Era su última duda antes de aterrizar de su vuelo imaginativo.
Había hecho el trayecto necesario, en un breve espacio de tiempo, transitando las calles de la ciudad. Sin reparar subía la escalinata de los juzgados fijándose en los diferentes carteles indicativos que impávidos, inertes e inviolables mostraban en dos idiomas los diversos departamentos y orientaban a los no habituales.
El vetusto edificio, de una antigüedad no muy lejana, posible construcción mediados del siglo XIX, elegante y señorial visto desde la distancia. Permanecía de puertas abiertas, frente al acceso de entrada los encargados de la protección con ojos cautelosos escudriñaban a todo el que pasaba delante de ellos, al ingresar en el edificio, el servicio de seguridad le hizo desocupar los bolsillos y acceder por la pasarela detectora de metales, el corazón irrumpió en una carrera irrefrenable de pálpitos taquicárdicos, notó que la sangre aceleró su velocidad de sedimentación a niveles extraordinarios. Recogió los objetos personales que habían pasado mediante la cinta transportadora entre las estaciones de control, a la vez que servidumbre especializada lo revisaba desde las pantallas de sondeo. Comenzó a escalar los peldaños, debía subir cuatro pisos, umbrosos, lúgubres y tiznados. Los descansillos anchurosos muy foscos, escasamente un luminoso con el tubo cuasi exhausto pendía del techo con un parpadeo latoso; antagónico con el día tan impoluto que lucía, y que instantes antes había deleitado.
Le costaba cada vez más ascender por aquella vía, en la que se cruzaba con nacidos del más amplio trasgo, cada zona tenía su indicación, no había pérdida ni posibilidad de error. En la cuarta planta se encontraba delimitado el distrito de tribunales que buscaba, el público se agolpaba bajo los dinteles de madera, el ruido era ensordecedor, unos por aquí otros por allá, dentro del desorden, se detuvo por unos instantes, observando in situ lo que se le ofrecía, queriendo descubrir alguna salvedad o pretendiendo distinguir algo que le fuese doméstico, se dirigió a uno de los bufetes que estaban con las puertas de par en par, preguntando si era allí, donde estaba convocado, mostrando un despacho, que había recibido hacia ya poco más de un mes y medio. 
_ ¿Perdone, sería tan amable de informarme si estoy en el lugar adecuado? _ Mostrando la misiva con educación y donaire.
Contestó una empleada, de mediana edad, después de hacer una pausa y oteándolo de arriba abajo, exhibiendo unas descuidadas manos y un cabello muy roñoso _
- Pregunte al oficial Judicial, está en ese departamento, lo identificará, lleva gafas y tiene muy mala leche.- indicándole con un gesto hacia la izquierda (?)

Tomó otra vez el sobado telefonema y acechó justo al lado de la embocadura de la Sala de Vistas, allí había un colectivo de personajes bastante llamativo, entre ellos se encontraba una fémina joven de color. Cabello a modo de coleta corta anudada con una cinta elástica, muy aseada y vestida con sencillez, sobresalían unos ojos profundos y diáfanos, una boca con los labios grandes, la dentadura blanca nacarada, extremadamente pulcra e higiénica.

Razonaba con otra hembra más adulta, de tez cobriza, que por su acento debía ser hispana, predicaba en guisa plañidera y desolada, como queriendo enviar su mensaje a alguno de los que allí se encontraba, el resto eran hombres de edades comprendidas entre los treinta y los sesenta años, pero a todos se les presuponía, que se dedicaban; A la tan famosa protección del orden público.
En especial uno de ellos, tenía los bíceps tatuados con la " Romana de la Ley ", que mostraba con el máximo orgullo. Su persona ofrecía todo un espectáculo narcisista.
Regodeaba su presencia y se embelesaba él mismo, al verse reflejado en los cristales de una ventana. La jerga que tenían entre camaradas era propia de un sainete, presumiendo de actos y de historias un tanto increíbles.


Propaganda de lo explicitado. 
Novela_ El Váter Cósmico
Autor: Emilio Moreno

En tres vuelos diferentes de la compañía Spanweby Airlines que salen hoy desde el aeropuerto de Barajas, se encuentran tres hombres: Javier, Manolo y Ángel, compañeros de trabajo y asesores de venta de productos sanitarios.
Todos ellos provienen de una gran empresa alemana que está radicada en Zaragoza y necesita dividendos, mejores ventas, cash y resultados, intentando abrir frontera en varios puntos de la geografía mundial.
El Departamento de Ingeniería idea una opción para la venta de sus sutilezas fuera del país y en sus agendas tiene previsto preparar a equipos de vendedores para que trabajen en distintos puntos del globo, con el motivo único de engordar su facturación y llevando su producto líder, que consiste en un váter automático que ayuda en los esfuerzos, tira solo de la cadena y limpia perfectamente los esfínteres del usuario aseándolos con higiene pulcra, sin dejar rastro de mugre y sin hacer heridas.
Por tanto, el producto ha de ser conocido en el mundo entero por su versatilidad. Ahorra cantidad de agua y detergentes, y se auto friega perfectamente, aportando un mantenimiento sumamente barato, higiénico y desinfectado. Cada cinco segundos se autogestiona activando una tarea de asepsia muy pulcra, y sin dejar enzimas ni bacterias, debido a esa tecnología tan de vanguardia.
Quieren expandirlo a la vez en países que, por razones de mercado, estos inventos innovadores llegan algo más tarde. A lugares donde tengan salida y puedan distribuirse sin demasiados problemas.
Enviando como prueba piloto a tres noveles y selectos vendedores con cierta experiencia pero con unas dotes extravagantes, según los test probatorios de profesionalidad de cada uno de los comerciales, que sin duda les confieren unas capacidades excepcionales para el trato con la gente, la venta y el encanto.
Además, ¡claro!, no tener vergüenza para hacer la demostración en cualquier situación. Bajarse los pantalones en escenarios impensables para demostrar lo fácil y sencillo que es el acto de “hacer caca” en público, sin el menor indicio de vergüenza. Dirigido a los humanos en general y más a esos pobres y sufridores estreñidos que les resuelve el problema con el disfrute del mejor sanitario inventado.
Han de abrir mercado donde les asigne la dirección de la conocida empresa Schissen Lecker, que, traducido al castellano, sería algo así como “Defecar Gustoso”, líder en el mundo de los sanitarios higiénicos.
Ahora que las ventas han bajado por la crisis y que fuera de las fronteras parece verse mejor la luz de los negocios y los tratos comerciales, es el mejor momento para lanzar el maravilloso sanitario.
Javier lleva boleto para Costa Rica, Manolo ha de desembarcar en Nicaragua y Ángel tiene que afianzar sus ventas entre Chile y Perú, para dar cobertura a los dos países. Con lo cual la salida de sus respectivos vuelos difiere en unas horas.
Mientras, los tres vendedores se encuentran en el aeropuerto de partida y se alegran al poder departir experiencias, hacer apuestas de quien sería el que vendería más retretes, casuística y forma de venderlo, doctrinas en las demostraciones y ganas de triunfar. Y, al mismo tiempo cambiar opiniones al respecto del producto.
Idea que han tenido los sabios del Departamento de Expansión, al intentar distribuir el producto estrella de la empresa: el auténtico e irreemplazable: Kosmische Wasser, en español conocido por Váter Cósmico.
Javier lleva destino y ha de aterrizar en el aeropuerto de Juan Santamaría, a 18 km de la ciudad de San José, capital de Costa Rica. En Coronado le espera un departamento chiquito donde pernoctará y desde donde viajará por todo el país y reportará las ventas a la Sede Central en Zaragoza.
Manolo hará lo propio en la terminal de Augusto C. Sandino, a tan solo 11 km de Managua. Destinado en Nicaragua, con el propósito de vender en todos los centros comerciales y con la indicación de proclamar a los cuatro vientos ese magnífico retrete, tan ergonómico y tan perfecto para llevarlo incluso a poblaciones cercanas a la selva, por sus prestaciones y salubridad.
Ángel tomará tierra en el aeropuerto de Tacna, el famoso y aclamado Carlos Ciriani, en Santa Rosa, no demasiado lejos de la ciudad peruana, frontera con Chile. Este mercader prefiere alojarse cerca de la ciudad del comercio tacneño y se hospedará en el hotel Princess, que se encuentra a la vuelta de la feria "Caplina", desde donde desplegará toda su idea e ingeniería para el cometido que lo ha llevado a esa ciudad fronteriza, desde la cual servirá a dos países con su producto estrella.
El primer llamado a embarque es Javier, por los altavoces del aeropuerto Internacional de Barajas, es el vuelo SJO502 de la compañía aérea de bajo costo Spanweby, que tiene su admisión por la puerta C14 de vuelos internacionales, con destino al geográficamente país mejor situado, Costa Rica, donde dicen los entendidos y financieros que se explotan cinco fuentes de energía, en orden de importancia: hídrica, térmica, geotérmica, eólica y solar, siendo destacable el gran potencial de la energía hidráulica en el país. Una de las originarias plantas hidroeléctricas de Centroamérica y la primera del país, ubicada en la ciudad de Aranjuez, muy céntrica a la capital San José, y que entró en activo en el siglo XIX. Por tanto, y fijándose en esos parámetros, cabía en ese lugar conocieran el váter más higiénico del globo, pretendiendo con ello abrir sendero comercial.
Los dos amigos que aún esperaban la partida de sus vuelos quedaron en amigable conversación disertaron que Javier tenía una buena predisposición para las ventas, que además era capaz y gracioso, y que posiblemente consiguiera novia antes que una acción. Con sus artes para el baile, era capaz de encandilar a las Ticas con corazón. Contando además que, si perseguía a sus clientes como lo hacía en su zona de origen, tendría pingües beneficios por la cuantía de las comisiones.
El minutero del reloj caminó corto espacio, al ser llamados los pasajeros con destino a Nicaragua, y Manolo, que se las tenía todas consigo, se precipitó a ser uno de los primeros en embarcar. El más sincero y el mejor dispuesto a llevar a cabo su cometido, el menos embaucador. No mentía jamás a ningún cliente, ya que en su persona coincidían varios factores que le ayudarían a ir por el sendero más adecuado para sus conveniencias.
Un abrazo de categoría le ofreció a modo de despedida a su amigo Ángel, quedando en que se llamaran vía teléfono y WhatsApp, y además se cartearan por mail cada vez que fuera necesario y sobre todo al principio para poder departir sobre cifras, tecnología y quehaceres normales de la propia empresa. Manolo es un mercader nato, siendo capaz de venderle un helado a un esquimal.
Había finalizado su preparación de forma imponente, con unas cifras de mercado excelentes, lo cual tampoco significa que no le costara su trabajo, ya que el mundo de las ventas está muy complicado. La elección de Managua no era por casualidad: es un país que está bendecido con dos largas costas, dos grandes lagos, volcanes, montañas, selvas y ríos, las que están poco descubiertas y desarrolladas. Lugar extraordinario para promocionar el Váter Cósmico de la empresa, siendo el diminuto país de la América Central el lugar perfecto para los trotamundos comerciales en busca de, además del ecosistema, la captación del mundo del turismo en tantos hoteles como albergan veraneantes de todos los países.


Propaganda de lo explicitado. 
Novela_ Crimen Dudoso
Autor: Emilio Moreno

—¿Qué noticias tenéis de Irene?, ¿Sabéis algo sobre si ha hecho un viaje estas Navidades? ¿Alguien puede decirme de su paradero o si ha hablado últimamente con ella? Hace ya muchos días que no viene por el gimnasio y ni siquiera ha recogido la papeleta del sorteo de Reyes, que le dejé en recepción—preguntó Nayim al grupo de usuarios que permanecía en el vestuario.
—Pues no lo sé, pero ahora que lo dices, ¡Es verdad! Cómo no darnos cuenta antes. Hace bastante que no la vemos—respondió Erick, monitor del gimnasio de la Travesera de Gracia, donde Irene pasaba gran parte de su tiempo, dándole bamboleo a su cuerpo.
—Siempre, o casi siempre venía, muy de mañana. Al comienzo de cada jornada, que es cuando ella frecuentaba las barras de pesas y la cinta de paseo, para después tomar una ducha y marchar a sus cuestiones habituales, a las que ella se dedicaba. Siguiendo esta tónica incluso en los festivos—Finalizó su argumento Erick, esperando respuesta general.
—Jamás se duchaba en su casa. Al vivir tan cerca, aprovechaba las instalaciones del pabellón y ahorraba de la factura del agua todo lo que podía. Saliendo a diario predispuesta a la gran ciudad, para comerse el mundo por los pies—Añadió Celina que subía al ring.
—Pasaré por su casa, a ver qué ocurre. Tampoco me toma el teléfono—apuntó Nayim mintiendo descaradamente, porque él sabía muy bien que le había sucedido a Irene y donde se encontraba en aquellos precisos momentos.
Preguntaba por la falta de Irene, por si alguien más la echaba de menos. Notara su falta de asistencia y se hubiera alertado viendo la ausencia. A la vez que notaba el escaso interés que le prestaba Erick ya embobado en otra cosa, con la joven Celina, que boxeaba con unos guantes demasiado pesados para su musculatura y a la que perseguía con sus miradas y su imaginación.
El polideportivo de la Travesera, abría sus puertas en la madrugada, para dar servicio a clientes, que por razones varias solo podían recurrir a la puesta a punto de su cuerpo a primerísima hora.
Es uno de los pabellones que permanecen abiertos casi las veinticuatro horas al día.
Puede permitírselo por la gran cantidad de clientes que tiene y porque su oferta es amplia. Interesando a gran número de abonados.
En su buzón particular, el que está en la recepción de la entidad, se acumulaban los avisos dirigidos a Irene, que no daba atención ni por supuesto recogía desde poco antes de final de año, amontonándose en espera de ser leídos.
Nayim el amigo de Irene, un veterano fibroso, aposentado y usuario del mismo club, se había encaprichado de ella, desde hacía algunos años. Manteniendo una relación difusa, sin que nadie se hubiese percatado realmente de ello, por llevarlo en el secreto íntimo del que no lo sepa nadie.
Elucubrando en sus imaginaciones lo pensaba con gracia
<o lo digas, no sea que se entere mi mujer y la jodamos>>.
Era la máxima de Nayim. Eso creía para esconder su infidelidad. Aunque él sabía que su mujer estaba al tanto de cuanto hacía permitiéndolo porque a ella le beneficiaba.
Unos seres extraños y metódicos. En sus ejercicios de puesta a punto del cuerpo fingían su intimidad. Manteniendo una relación caliente sin que ningún usuario, ni siquiera los compañeros del gimnasio, imaginasen su adulterio.
Simulaban ser dos témpanos de hielo entre ellos, para evitar les relacionaran. Nadie hubiese sospechado de su affaire amoroso, por lo discreto que lo mantenían.
Excluyendo a su amiga Milagros, tan apegada a Irene, con muchos secretos compartidos y al cabo, de todas las miserias de la pareja.
Milagros una empleada del pabellón de atletismo, que precisamente Irene ayudó, a que consiguiera un puesto vacante de trabajo en la galería del propio polideportivo.
Empleada en principio en su guardarropía, para pasar en poco tiempo, a llevar con el administrador, tareas contables y el balance de clientes.
Desempeño que lleva con donaire, al igual que los líos, “dimes y diretes” de la gran familia de la asociación deportiva.
Estando normalmente muy pendiente de las noticias de aquella gran muchedumbre de personas y llevando vida y prodigios de la pareja.
Respetando siempre a Irene que era la única que la amparaba como si fuera familia.
Recordaba las palabras que su amiga le decía a menudo, cuando venía a cuento el hablar de aquella relación
<<Nosotros nos entendemos, nos vemos, salimos y follamos cuando nos apetece y viene en gusto, sale y entra de casa, con la llave que le presto y aquí nadie sospecha nada, porque nuestro hechizo es solo para nosotros y nunca se sabe lo que durará>>

Desde hacia unos meses Narciso estaba jubilado de sus ocupaciones laborales y frecuentaba más a menudo la compañía de Irene, teniendo menos relaciones de salidas esporádicas y de sexo, con otras amigas. Alguna “Cana al aire” que otra, cuando se terciaba.
Usando una frecuencia menos constante y mas controlada, para no levantar las dudas y preguntas a las mujeres que debía.
Los éxodos de placer extraordinarios los hacían coincidir, con viajes chocantes que ambos disfrutaban desde la organización infinita de su equipo de fútbol.
La primera entidad deportiva de la ciudad, recorriendo Europa y excusando con esos desplazamientos sus relaciones y amoríos en tantas capitales distintas del mundo.
El distinguido jerarca e Irene, llevaban una relación larguísima en el tiempo, haciendo vida de casi matrimonio.
Solapando esa segunda vivencia, con su mujer, que esperaba sin rechisto, en su mundo y con sus cosas, distraída también en la forma que a ella le convenía.
Divertida con su gente y muy al margen de su propio marido, Narciso, que a pesar de todo cumplía; de cara a la chusma y amigos con sus obligaciones de cónyuge.
A Irene, se lo había ofrecido todo, la llevaba donde ella quisiera. Era en sí, una “Musa” que amaba desde que la conoció. Amor que no era equidistante en ambos sentidos.
Una privilegiada que aquel arquitecto encumbró y que recibió además de amor, grandes ventajas y dispendios en dinero, ropa, viajes y prebendas procedente de la cuenta de su benefactor.
Solía ser siempre pactado, cuando apetecía y venía bien por las casuísticas. No era una norma, se veían con frecuencia, en la propia casa de Irene, sita en el barrio de Gracia.
Otro de los lugares de concentración fue desde siempre el Ritz en el centro de la capital catalana, hasta que se construyó el bonito hotel Arts, que por cercanía con la playa, lo fijaron como punto de envite definitivo.
Un lugar íntimo y muy moderno de reciente construcción, cercano al parque de la Ciudadela y a la playa de la Barceloneta. Un paraje enormemente celestial con vistas al mar y que no levantaba ruido ni sospechas de nadie.
Nayim. Con esa abreviatura llamaban a: Narciso Yates Imperial, un arquitecto de mucho prestigio y fama.
Acaudalado y engreído “gentleman” un hombre de aspecto elegante y presumido, con modales apacibles y exquisita educación. Procedente de una familia adinerada valenciana, radicada desde hacía cinco generaciones en Barcelona.
Una gente de alto copete y cuna de millonarios, que meaban porque podían permitírselo, más arriba de donde le correspondía.
Adictos a la misa de doce, todos los domingos en la Catedral del Mar y pastel de nata, todas las fiestas señaladas, siempre adquiridos en la famosa pastelería Escribá.
Familia relamida, farsante e hipócrita del Opus, con amistades y allegados muy cercanos al clero tradicional y ligadísimos a la banca mas combativa y posicionada del ranking económico nacional.
Narciso es un hombre clásico, medido y poco transparente, con una esposa metódica y moderna, aunque ella sabía disfrazar esa imagen. Dando el perfil de una sufridora ama de casa. De las que por norma visita al Sagrario a diario.
Tendencias un tanto engañosas, con aficiones sexuales ocultas que en privado demostraba. Gustando disfrutar de la diversidad más abyecta y de la extrema ilusión de los actos apasionados en secreto.
Practicas con personas, ajenas a su marido, familia y amistades leales que pudieran comprometerla.
Usuaria del sexo sin medida, con amistades seductoras como ella misma. De ahí tanta <<vista gorda>> con su marido que solo le aguanta por pura conveniencia.
Voluntaria de la parroquia del Sagrado Corazón y ayudante en las labores de vicaría. La mano derecha del reverendo. Actuando como una mujer muy orgullosa, cobarde y humillada que no había reaccionado a la vulgar modernidad a ojos de terceros. Ni siquiera a los de la familia con los que disimulaba mientras ella participaba secretamente de todas las libertades que se daban. Siempre en privado para fingir ser el tipo de persona que no era.
Con una fortuna materno parental de las que sirven para engreírte como una deidad. Agregando además el patrimonio heredado desde hace unas generaciones y lo que se sumaba por legado de matrimonio con el padre de sus cuatro hijos.
Por la vertiente del esposo tampoco andaban descalzos, ya que los Yates Imperial, estaban también muy colocados; untados de capitales y posesiones a repartir entre descendientes.

Bailando con Leslye



Aquel Ateneo se atiborraba de tiernas muchachas, y por supuesto de apuestos y avispados chaveas, que iban a cuando menos oler de cerca a una señorita, conversar con ellas, bailar y reír todo lo que se podía y mas. Lo complementario, si llegaba era por añadidura, en aquel tiempo no era tan fácil.
Standley siempre esperaba a la misma mujer, que solía sentarse en la esquina del bar de la pista de verano, junto a la salida a los jardines helicoidales. La mejor vista del local. Leslye, simulaba a una temprana pelirroja, muy recatada, que sabía lo que quería y lo que buscaba, sin que nadie tuviera que ayudarla a tomar decisiones ni consejos. Mujer que cuidada su pulcritud y sus poses, miradas, ademanes y fingimientos, que eran más de los que disimulaba. Sus manos siempre anónimas, envueltas por unos guantes blancos, ocultaban unas manos muy pequeñas con unos dedos muy largos y finos que jamás tropezaban con objeto alguno, que pudiera marcarlos. Tocada con una chapela femenina de color tierno, a juego con su cabellera y unas lentes que disimulaban sus iris. Sonrisa perenne, nerviosa y no bailaba más, que con Standley, un emigrante venido de Belmopán, la capital de Belice, entre Guatemala y México, y que le había presentado hacia seis meses, su mejor amiga y acompañante al baile; Joana. A los demás caballeros, los escudriñaba y analizaba desde el fondo de aquellos ojos claros, disimulados por sus anteojos.

Aquel joven se dedicaba a recibir clases en la Universidad, para volver a su país con la carrera de Diplomático finalizada, tan solo para realizar las practicas en su suelo patrio. Dominaba perfectamente el idioma, y se le notaba cuando llegaba por su porte y por su color endrino y brillante, nítido y caprichoso.
Actuaba en la pista Central aquel domingo de junio, un tal Bruno Lomas, interpretando la canción: América, América, compuesta para Nino Bravo, por los españoles Armenteros y Herreros, que en aquella ocasión cantaba otro artista, acompañado por la Orquesta Ciudadana.
A media tarde Leslye le preguntó a Standley interesada—He de saber que planes tienes al respecto de lo nuestro—Inquirió de buenas a primeras la señorita. Mientras Standley, se la miraba rendido y marcando los pasos del romántico ritmo que estaban bailando—Te refieres a si te voy a pedir ¿matrimonio en pocas fechas?—Adujo el americano.

Se que te marchas a Belmopán en breve—asintió muy sexy Leslye—y no sé que pensamientos tienes en cuanto a nosotros dos, igual esta noche podríamos ir juntos a mi apartamento y disfrutar desnudos toda la noche, en un amor sosegado y limpio hasta que nos descubra la madrugada ¿No crees?—Apuntó la damisela.
Standley se la miró muy amartelado, y después de robarle un beso en los labios le dijo muy sereno—Desde luego ir a tu departamento y casarme contigo no son mis planes cariño mio—Indicó el mulato, sin inmutarse. Respondiendo de inmediato la gatita de los manoplas níveas—Entonces has estado ¿jugando conmigo estos meses? ¡Serás caradura! Haciéndome creer que me amas y tirándome los tejos.

No, amiga Leslye Carol, o debería llamarte Clarisa, la «ratera de los guantes nevados»
Soy del FBI, y tu amiga Joana, me puso al corriente cuando nos presentó, hace un tiempo. Me informó de tus correrías en el país, en este y en otros tres de donde venías huyendo, y de tus robos en hoteles y domicilios. Hurtos a tus conquistas nocturnas, por lo que te voy a repatriar a tu país, que es el mio Belice. Estás buscada por la Interpol de medio mundo. La melodía dio fin y agarrados salieron hasta la puerta, donde un coche celular de la pasma les esperaba.




En el interior de la plantación




Se reunieron en la mesa los más allegados. Aquella familia decía ser de mucho postín, ¡ya lo creo!, tierras en América y latitudes desconocidas, cada año se hacían plantar una palmera diferente frente a la entrada de su hacienda, que por cierto, la tenían ubicada en el mismo centro de la ciudad de Guadalajara.
Las hijas parecía tuvieran tres tetas, porque cuando se miraban a los chavales del pueblo, los «normalitos», siempre reían ya que les encontraban algún defecto, en su cara, o en su cuerpo y sin conocerles de nada, ya los tildaban con uno u otro eslogan, no precisamente cariñoso.
Se codeaban con familias de alto abolengo, que tuvieran posibles, y que si por casualidad pactaban matrimonio, por conveniencias—,de otra forma no había boda—que las partes quedaran equitativamente adineradas y con más ingresos si cabe. Los hijos de los Castro Iruña, eran algo así como endiosados empedernidos, desde sus cunas, tan solo porque sus abuelos se morían de hambre y no tenían lugar dónde caerse muertos. Marcharon a las américas y después de maltratar a los jibaritos, algún que otro delito y varios actos delictivos, violación a los colonos y demás personas, hicieron aquellos capitales a base; dicen ellos—de su esfuerzo y trabajo—cuando todos sabemos que los honrados trabajadores, viven pero de millonadas no amasan, ni siquiera las sueñan. Alguna otra agravante cometerían para sumar estos venidos de la «alpargata», para soñar envueltos en sábanas de lino y darse masajes con leche de burra como las concubinas del Faraón.
Las grandes fortunas se amasan con otras leyes, con diferentes esfuerzos, y con otros tratos que no vamos a cosquillear ahora.
Cuando los bisabuelos de los Castro Iruña, salieron del pueblo, eran ya por aquellos entonces gente de medio pelo, los más pobres de la comarca, los que más problemas daban a los vecinos y los que infringían mejor la leyes.
Era muy difícil avenirse con ellos, y tras exigir lo indecible a sus patrones, «muchas obligaciones y poco curro», nadie les daba trabajo en las fincas adyacentes, por ello tuvieron que salir a buscarse la vida en los manglares de las plantaciones brasileñas, uruguayas o venezolanas.
Volvieron a los años, con un séquito de personas, que eran sus esclavos, todos ellos indígenas, que se traían a la fuerza, o de la manera más barata que podían para seguir sacándoles aquí en la piel de toro, el escrúpulo.

Anteriormente, no hace tantos años, las tradicionales fiestas navideñas, eran para ellos un infierno, no reunían en la mesa casi a nadie, que les pudiera proporcionar dividendos mientras se tomaban el caviar, o cuando sacaban aquellas botellas de ron de cosecha propia con formulación robada a los jibaritos.
Además tuvieron que usar de su imaginación, porque se hacían visitar una vez al año por aquellas fechas por algunos de los familiares que habían dejado en España, tan solo para poderles pasar por el hocico, aquellas servilletas de hilo, que les tejían y bordaban las esclavas que jamás sacaban sus cuerpos a la calle, por las prohibiciones del señor.
Cuando se juntaban todos los invitados se formaban unos pilfostios cojonudos, teniendo que poner fin a aquellos desmanes brutales, familiares.
Usando la imaginación descubrieron que cuando se juntaban hermanos y muy allegados, con sus parejas e hijos, aun se podía controlar el exagerado mal comportamiento, entre las personas y por nada y menos, se establecía una especie de batalla, similar a la de los niños cuando juegan en el bosque, con aquello tan manido del «pues yo más…que tu»

Todo obedecía—decía la abuela de la saga, Doña Marcela de Iruña— a la educación que muestran las personas, cuando tiene una copa de más.
Inclusive en algunos casos, ni siquiera serenos, saben comportarse, primero en familia, segundo en la mesa y tercero en sociedad, debido a las envidias y achares, pero cuando coincidían en la misma mesa y por supuesto en la misma fiesta, primos, sobrinos, suegros, parientes, compadres, se montaban unas historias que normalmente acababan además de con el champan francés: Chartogne-Taillet, un caldo procedente del extremo sur del macizo de Saint-Tierry, muy apreciado y conocido desde entonces en toda la provincia de Guadalajara, y el coñac: «Cognac Armagnac» la Fontaine tres estrellas. Un brandy inigualable al gaznate de los entendidos y de los buenos saboreadores de autenticidad, whisky americano, y licores que se servían a granel casi, con la paciencia de los que estaban sobrios y sosegados.
Como es normal, los borrachos, no se enteraban de la fiesta y cuando se les pasaba la «mona», creían que habían estado selectos, a la altura de sus apellidos, o sea como becerros endiablados. Ajustándose los cabellos y los senos en las cazoletas de los sostenes las damas, por las autorizaciones sexuales y mete manos que habían permitido ellas mismas, a cualquiera que estuviera a caldo. Actos que sucedían siempre con el sigilo y el secreto de aquellas grandes señoras, con sus pertrechos y joyas, anuencias y permisos y por los coitos en los pasillos a modo de aquí te pillo, aquí te jodo, que solían suceder en la Nochebuena.