sábado, 30 de marzo de 2019

capit. 7: -Años de votos y dos abortos- Historia : - Cuarentena entre Timadores


capítulo Siete: Años de votos y dos abortos
Historia: Cuarentena entre Timadores
Capítulo anterior: Sutiles asesinas





Personas decentes dentro de sus exigencias, pero que no estuvieron de acuerdo en continuar llevando el compromiso de aquellos hábitos, por el desaliento sufrido y por la evasión y fuga de sus creencias en lo piadoso.
Erosionado por tantas veleidades sufridas en sus propias existencias y por la ausencia de la alegría necesaria para notar y transmitir toda la verdad y esfuerzo, con qué les habían vendido aquella espiritualidad. Falta de nutrientes en sus comidas, descanso normalizado, eclipse de sexo masculino y sobre todo el ahuyento de la fe, que a medida que pasaban los años, se las iban robando los orondos mandatarios de los diferentes conventos y abadías. Olvidando incluso que ellas deberían ser las místicas esposas del Mesías.
Estas compañeras del Redentor, fueron incapaces de soportar el celibato. No quisieron vivir sin la compañía de un varón que las apretara en los momentos de necesidad y las dejara satisfechas como lombrices en las nalgas de un tocino.
El propio obispado les agenció la marcha y les facilitó la salida casi en silencio sepulcral y cuanto mas en secreto mejor, para evitar que otras pudieran copiar ese sentimiento y la Santa Madre Iglesia notara la baja de tantas novicias huidas. Sabiendo de buena tinta esos “jalifas de la iglesia” que muchas de ellas, de las ermitañas que no tomaban la decisión de abandonar, era por la vergüenza, que supondría para sus familias y por ello seguían en ese falso y nefasto voluntariado, tan necesario para cubrir las necesidades del clero.
Todas las que protagonizaban el viaje a Manila habían mantenido sus “estira y afloja” con discusiones disonantes en sus respectivos conventos, para poder salir de forma inminente.
Tres ermitañas de entre las seis que desertaron, huyeron después de soportar vilipendios y al cabo participar del soñado viaje a las Indias.
La hermana Luisa, sor Marta y la reverenda Remedios. Cuerpos celestiales que se apagaban y enflaquecían al mismo ritmo que les crecía su propio cabello moreno, tras haberlas dejado rapadas cuando propusieron su deserción y abandonar la Orden para alistarse y afincarse en Filipinas; todas venían del mismo lugar, la archidiocesis de Cáceres.
La rubia del pelo largo; Felisa era de Calatayud. A quien no pudieron someter los priores desde el convento, por ser un carácter agrio y muy rudo, parecido al de la maña de la copla. De las que plantan cara al más pintado y pueden sacar los colores con ejemplos y demostración de sus propias cicatrices.
La más joven y agraciada, Olegaria venía de Calahorra y era natural de Zarzosa, un pueblito de Logroño, que sus padres de muy lactante habían recluido en convento de Calagurris. Por falta de medios para criar a tantos de los hijos que les habían nacido.
Una castellana alta y seria por traer ese sino de raíz y por tantos agravios y peripecias como había tenido que sufrir y soportar a lo largo de su corta vida y que, pretendía llegar a las Indias, a formar un hogar decente.
La mayor de todas ellas, Crescencia, pero aún en edad de merecer perfectamente, procedía de Soria, del pueblito de San Esteban de Gormaz. Como les ocurrió a las demás, en su infancia y juventud los propios padres, por falta de medios, la regalaron quitándosela de encima.
Agregándolas a la mejor solución o al primer postor que la admitiera. En el tiempo aquel, lo fácil es que las encerraran o en un hospicio o en un convento o las regalaran familias gitanas, errantes que se dedicaban a la quincalla.
Sor Luisa, la extremeña, había alumbrado una hija, sana y fuerte antes de que le raparan su larga melena, en el mismo convento donde juró los votos de castidad. Después del puerperio; se la arrebataron para siempre. El violador de la religiosa y padre de la criatura parida, fue el prior del convento y no tuvo necesidad de negar la paternidad por quedar todo tapado como si no hubiese ocurrido jamás y creerse el casi dueño de aquellas mujeres encerradas vestidas con su hábito oscuro.
La madre superiora y las abadesas ocultaron aquella situación, porque ellas mismas habían pasado por situaciones exactas. En cuanto le creció la tripa a Luisa, la recluyeron en sus aposentos hasta que parió con la ayuda de la madre sanitaria.
La sin razón asumida y declarada por los indecentes del clero, quedó desbaratada con la ayuda de los responsables de la curia, que no dando importancia al hecho, hicieron lo que no está escrito para que la madre se quedara sin hija.
Su decisión y su verdad, la aducida por la hermana, ya en aquel mismo momento de su cese fue, dejar la orden y partir con su hija.
No fue escuchada ni oída, siendo castigada por rebelión anticristiana, en las celdas del incordio durante cuatro años, perdiendo toda pista de su alumbramiento al quitarle a su niña, para llevársela al hospicio municipal. Dejando acallado el suceso y dándola de alta con padres de adopción.
La reverenda Marta, después de doce años de votos cumplidos y dos abortos, se cansó de tanta infamia y tanto canto en los Maitines, que un día de buena mañana, denunció a su confesor de violador nocturno, que en un principio este haragán pretendía hacerle entender a la monja que aquello era un compromiso divino y ella estaba obligada por cierto mandamiento de las tablas de Moisés a quedarse desnuda en colitates para ser montada sin rechistar por aquel desgraciado e impotente confesor, sin sentimientos y con su sexualidad endemoniada y anómala.










continuará.







miércoles, 27 de marzo de 2019

capitulo seis: Sutiles asesinas -

capitulo seis: Sutiles asesinas
Historia : Cuarentena entre Timadores
capitulo anterior: Levando anclas desde Cartagena
publicado el : 21 de marzo de 2019





El tema de infraestructura de la primera Nave, parecía que más o menos estaba dispuesto teniendo en cuenta los pormenores que pudieran surgir de última hora, o por algún cambio de órdenes superiores.

Por lo que en la segunda embarcación, que además era bastante más grande que la primera, viajaba el grueso de todos los materiales que se transportaban de camino a la India.

Así como los medicamentos y potingues ya conocidos en la España del tiempo, haciendo todas y cada una de las escalas y paradas convenidas, en los diversos puertos de mar de las ciudades costeras y marítimas que estaban dentro del recorrido de la expedición.

Con avituallamiento, acopio y suministro del transporte en cada uno de los lugares convenidos y además de la reposición de agua, y comida fresca para la travesía.
Todas las mercaderías iban debidamente señaladas para poderlas transbordar en la dársena correspondiente.

Aprovechando ese magnifico viaje se llevaban los materiales y alimentos de esta parte del mundo al otro. Del meridiano de Greenwich hasta los confines del mar del Japón.

Cuadras equinas magnificas, con yeguas ya preñadas con sus respectivos machos y caballos de acarreo. Docenas de borricos y mulos españoles procedentes del sur de la península. Los famosos rucios de la Mancha, rocinantes semejantes al llevado por Sancho, en sus tropelías con aquel famoso Quijote.

Ejemplares bravos, caballos árabes de procedencia Andaluza, con toda su enjundia, potencia y belleza. Jaulas de gallinas y pollos, patos, conejos y corderos. Contando con el establo de vacas lácteas autóctonas y de toros bravíos con la idea de crear descendencia, sin olvidar el concurso de los tantos bueyes mansos para la labranza de aquellas duras tierras.

Depósitos de arcilla para agua y redes de pesca, aparejos de labranza, semillas y piezas para el montaje de molinos. Azúcar procedente de las Antillas y la caña de azúcar en semilla, para el trasplante en otras latitudes.
El pasaje de personal femenino voluntario que llevaría la Dulce, serían las cuatro docenas de internas del Hospicio de San Joshué. En total cuarenta y ocho mujeres de diferentes calañas, de las cuales habían aislado como en la nave nodriza, a las más peligrosas.

En este caso se apartaron a doce mujeres, que eran las catalogadas de sutiles asesinas, violentas, pendencieras, infrahumanas, adúlteras y malhechoras.
Este conjunto de chicas del hospicio, estaba comprendido por féminas de edades comprendidas entre 16 y 20 años de edad, que habían sido castigadas a cumplir reclusión menor por motivos diferentes.

Por asesinato siete hembras menores, en los casos de homicidios cinco internas, que eran a las que se les había colocado en régimen especial de viaje, para mantenerlas mas o menos alejadas del resto de sus compañeras y de los demás pasajeros.

Demasiados motivos no necesitaban estas damas negras, para empuñar un cuchillo, o una hoja de lata y rebanarle el cuello al primer primo que se les acercara, con o sin motivo de dañar.

En ese mismo bergante iban la media docena de monjas libertas. Recogidas de las diferentes abadías del país y eran todas ellas religiosas arrepentidas que deseaban volver a la vida de sus pueblos y ciudades, más bien por decepciones sufridas en los distintos cenobios donde habían estado recluidas. 

Seis esposas de Cristo, se habían divorciado de su consorte imaginario, al que habían abandonado, quizás porque no las atendía debidamente, retornándole los votos y juramentos adquiridos por la iglesia, sin despecho ni rencores.

Viajaban a las Indias a comenzar una nueva vida. Ocultando su procedencia devota. Estas mujeres ya estaban marcadas y no podían volver a sus pueblos y ciudades. Serían desahuciadas por la propia familia, además de acarrearles a ellos mismos la desgracia suprema.

Intentarían ellas mismas, como pudieran el montar sus familias y hacerse con parte de la felicidad que Dios les denegó y que a base de distintos argumentos, decepciones y violencias, perdieron la devoción.


























Risa de cómico















Es divertido reírse de uno mismo,
con la desfachatez del engreído
y la honradez de estar muy poseído,
en la normalidad de un espejismo.

Me río de mí, por el fatalismo
que se dibuja afín, sin ser creído.
De mí; me mofo y quedo distraído,
por esa idiotez en mi mecanismo.

Que me arrastra dolido hacia mis penas
y mitigo muy solo con mi risa
sin notarse por ir roja en mis venas.

Reírme de mi es la no sonrisa,
es el dolor intenso en mis condenas,
por mi acritud puntual. Sin ser sumisa.