El
punto de partida Plaza Cataluña, dos autocares, destino Tossa de
Mar, con parada en Tordera, que es el lugar donde estaba el
restaurante Les Ferreres, lugar recomendable por su buen yantar.
Adelante
con el ir despertando a medida que iban corriendo los kilómetros, la
gente, los viajeros, comenzaban a desperezarse, viendo que el tiempo
corría y que el desayuno estaba más próximo.
Ya
en los comedores del restaurante, las mesas estaban dispuestas, con
su nombradía y los clientes excursionistas, bajo la tutela de los
Omella, iban ocupando sus lugares reservados.
Como
es natural unas rebanadas de pan de payes, tostadas y un embutido que
daba gozo verlo, el colesterol andaba sumergido en ellos y los
penosos clientes de las altas tensiones de la sangre, aquellos que
pasan de los setenta años, iban pensando en la canción de Alberto
Cortez: “A partir de mañana”
Nam...
Nam…, y trago que te meto, ándele que las abuelas pintándose los
labios después de haber tragado indefectiblemente aquellos líquidos,
que no todos afrodisíacos, lo son y que yacían explícitos por
encima de la mesa, «para ser engullidos», ¡Ya verás después!…
pensaban algunos.
El
autocar, los autocares, con los motores en ralentí, esperaban, el
chófer de marras el amigo Félix, que no el gato, ni sabía, ni
podía imaginar, lo que le esperaba en la pausa de la comida. Ni lo
que se le había preparado al comprender que se jubilaba y dejaba de
acompañarnos en las tantas travesías culturales a lo ancho y largo
de todos los recorridos, que nos ha manejado ese gran auto Pullman,
que no es fácil de domeñar. En agradecimiento, a Feliz, le habían
dibujado un atardecer para que no lo olvidara nunca.
En
Tossa, el tren turístico, nos paseó en el recorrido que le hacen a
los turistas, a los extranjeros, a los venidos de cualquiera de las
muchas latitudes, que convergen en la gran Tossa, endulzados desde
los altavoces, por el flamenco, que se hacía extraño en tierras
catalanas y con lo que está cayendo.
Aquel
tractor, llevaba a un puñado de siglos encima, si contásemos la
cantidad de años de los abuelos que en él íbamos, que alegría,
que poca atención a las calles por donde nos paseaba, algunas y hay
que decirlo… sin apenas gracia y sin querer agradar a los
visitantes de la villa marinera, Hasta que llegamos a la playa donde
el pensamiento particular de cada cual, se evade y ayudados por el
olfato de las sales marinas, que nos llegaban a las pituitarias, nos
reverdecían años de nuestro esplendor que por mucho que digamos; te
retraen a épocas gloriosas, que todos pensamos por nuestros adentros
y que disfrutábamos callados y cabizbajos, mientras escuchábamos al
soporífero gracioso de a granel, explicando los mismos chistes que
poco antes hemos leído desde Google.
De
vuelta a la ruta, al punto de partida, para que le gran bus nos
llevara al Ferreres, de nuevo a Tordera, para poner a prueba nuestras
achuras gástricas, para deleitarnos con aquella “sopa de caldo”,
que más que eso, era “cocido de San Esteban”, o el pucherito de
la yaya, que entraba sin franquicias dentro de nuestros almacenes
alemanes, los llamados stores corporales, el gran asistido “Esto
Mago”, más reconocido en nuestros vulgares palabras, como
“Estómago”
Después
para el remate, el postre, el café y lo que no se come.
La
presentación en escena de la Poesía a Félix, la entrega de diploma
de recuerdo y la rifa de la cesta, que todo pasó como una
exhalación, para dar cabida al baile de salón que los aficionados
afrontaron con sus barrigas más bien repletas y satisfechas.
A
nuestro Chófer
Ya
ha llegado el domingo
elegido
para la excursión,
ahí
está nuestro chófer
conduciendo
el autocar
el
que dirige y compone,
con
su elegancia puntual.
Se
recoge el pasaje,
personas,
bultos y demás,
y
en los sitios indicados,
se
montan los de detrás
que
aguardan en las paradas
esperando
el autocar.
Recorremos
la Avenida
y
la calle principal.
Llegamos
hasta la Cope,
que
es la parada final.
En
carretera, el talento
que
demuestra al controlar,
velocidad
de crucero,
que
las cumple de verdad y,
concentrado
en las normas
en
beneficio general.
Firmes
manos al volante,
en
el desenfreno sus pies,
que
sumados al embrague,
Felix,
"«conduce de diez».
Los
ojos puestos al frente
intuyendo
su tarea,
que
aunque parezca muy sosa,
a
más de uno marea.
Adelantan
por la izquierda,
y
también por la derecha,
nosotros
no lo intuimos
porqué
en él, ¡Va esa faena!
Es
capitán del crucero,
es
director de mi vuelo,
es
quien dirige la ruta,
mientras
viajo sin celo.
Profesional
comedido,
muy
serio y tan circunspecto,
el
que nos acerca, el cielo;
mientras
yo, me duermo; o leo
Algún
trasiego tuvimos
por
culpa del GPS
dichoso
control garrulo,
en
camino menos claro,
que
al meternos en un zulo
nos
hizo salir de espaldas
conduciendo
el bus de culo
Cuando
subimos pendientes,
o
bajamos por montañas,
bien
se escuchan los murmullos
y
se viran las entrañas.
Escuchando,
a los capullos
como
hablan sus patrañas,
y
en las curvas peligrosas
esas
que son tan cerradas,
vuelven
chillando muy suyos,
para
que Felix, muy vivo,
les
diga "¡ no pasa nada" !
Si
en la rotonda se pasa
de
la salida exigida,
sale
la frase manida
como
el que hace una gracia,
y
entonando aquella copla
le
cantan una guaracha:
«Olé
este chófer... cómo mola...,
se
merece una ola».
Así
seguimos viajes
recorriendo
toda España,
y
por toda Cataluña,
Felix
nos acompaña
con
su porte comedido,
con
la seriedad que entraña.
Todo
tiene su final,
siempre
te recordaremos,
por
ser un hombre cabal,
y
un conductor de los buenos,
y
cuando estés jubilado,
nosotros
siempre diremos
Felix,
fue y es, especial.
El
chófer de los senderos.
En
el Grupo Muntanyeta
siempre
te recordaremos.
Sant
Boi a 17 de Noviembre de 2019
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