jueves, 21 de noviembre de 2019

Tossa, de paseo y en Tordera, como y bebo





El punto de partida Plaza Cataluña, dos autocares, destino Tossa de Mar, con parada en Tordera, que es el lugar donde estaba el restaurante Les Ferreres, lugar recomendable por su buen yantar.





Adelante con el ir despertando a medida que iban corriendo los kilómetros, la gente, los viajeros, comenzaban a desperezarse, viendo que el tiempo corría y que el desayuno estaba más próximo.



Ya en los comedores del restaurante, las mesas estaban dispuestas, con su nombradía y los clientes excursionistas, bajo la tutela de los Omella, iban ocupando sus lugares reservados.
Como es natural unas rebanadas de pan de payes, tostadas y un embutido que daba gozo verlo, el colesterol andaba sumergido en ellos y los penosos clientes de las altas tensiones de la sangre, aquellos que pasan de los setenta años, iban pensando en la canción de Alberto Cortez: “A partir de mañana”


Nam... Nam…, y trago que te meto, ándele que las abuelas pintándose los labios después de haber tragado indefectiblemente aquellos líquidos, que no todos afrodisíacos, lo son y que yacían explícitos por encima de la mesa, «para ser engullidos», ¡Ya verás después!… pensaban algunos.



El autocar, los autocares, con los motores en ralentí, esperaban, el chófer de marras el amigo Félix, que no el gato, ni sabía, ni podía imaginar, lo que le esperaba en la pausa de la comida. Ni lo que se le había preparado al comprender que se jubilaba y dejaba de acompañarnos en las tantas travesías culturales a lo ancho y largo de todos los recorridos, que nos ha manejado ese gran auto Pullman, que no es fácil de domeñar. En agradecimiento, a Feliz, le habían dibujado un atardecer para que no lo olvidara nunca.

En Tossa, el tren turístico, nos paseó en el recorrido que le hacen a los turistas, a los extranjeros, a los venidos de cualquiera de las muchas latitudes, que convergen en la gran Tossa, endulzados desde los altavoces, por el flamenco, que se hacía extraño en tierras catalanas y con lo que está cayendo.



Aquel tractor, llevaba a un puñado de siglos encima, si contásemos la cantidad de años de los abuelos que en él íbamos, que alegría, que poca atención a las calles por donde nos paseaba, algunas y hay que decirlo… sin apenas gracia y sin querer agradar a los visitantes de la villa marinera, Hasta que llegamos a la playa donde el pensamiento particular de cada cual, se evade y ayudados por el olfato de las sales marinas, que nos llegaban a las pituitarias, nos reverdecían años de nuestro esplendor que por mucho que digamos; te retraen a épocas gloriosas, que todos pensamos por nuestros adentros y que disfrutábamos callados y cabizbajos, mientras escuchábamos al soporífero gracioso de a granel, explicando los mismos chistes que poco antes hemos leído desde Google.

De vuelta a la ruta, al punto de partida, para que le gran bus nos llevara al Ferreres, de nuevo a Tordera, para poner a prueba nuestras achuras gástricas, para deleitarnos con aquella “sopa de caldo”, que más que eso, era “cocido de San Esteban”, o el pucherito de la yaya, que entraba sin franquicias dentro de nuestros almacenes alemanes, los llamados stores corporales, el gran asistido “Esto Mago”, más reconocido en nuestros vulgares palabras, como “Estómago”
Después para el remate, el postre, el café y lo que no se come.



La presentación en escena de la Poesía a Félix, la entrega de diploma de recuerdo y la rifa de la cesta, que todo pasó como una exhalación, para dar cabida al baile de salón que los aficionados afrontaron con sus barrigas más bien repletas y satisfechas.






A nuestro Chófer



Ya ha llegado el domingo
elegido para la excursión,
ahí está nuestro chófer
conduciendo el autocar
el que dirige y compone,
con su elegancia puntual.


Se recoge el pasaje,
personas, bultos y demás,
y en los sitios indicados,
se montan los de detrás
que aguardan en las paradas
esperando el autocar.


Recorremos la Avenida
y la calle principal.
Llegamos hasta la Cope,
que es la parada final.


En carretera, el talento
que demuestra al controlar,
velocidad de crucero,
que las cumple de verdad y,
concentrado en las normas
en beneficio general.


Firmes manos al volante,
en el desenfreno sus pies,
que sumados al embrague,
Felix, "«conduce de diez».


Los ojos puestos al frente
intuyendo su tarea,
que aunque parezca muy sosa,
a más de uno marea.
Adelantan por la izquierda,
y también por la derecha,
nosotros no lo intuimos
porqué en él, ¡Va esa faena!


Es capitán del crucero,
es director de mi vuelo,
es quien dirige la ruta,
mientras viajo sin celo.
Profesional comedido,
muy serio y tan circunspecto,
el que nos acerca, el cielo;
mientras yo, me duermo; o leo


Algún trasiego tuvimos
por culpa del GPS
dichoso control garrulo,
en camino menos claro,
que al meternos en un zulo
nos hizo salir de espaldas
conduciendo el bus de culo


Cuando subimos pendientes,
o bajamos por montañas,
bien se escuchan los murmullos
y se viran las entrañas.
Escuchando, a los capullos
como hablan sus patrañas,
y en las curvas peligrosas
esas que son tan cerradas,
vuelven chillando muy suyos,
para que Felix, muy vivo,
les diga "¡ no pasa nada" !


Si en la rotonda se pasa
de la salida exigida,
sale la frase manida
como el que hace una gracia,
y entonando aquella copla
le cantan una guaracha:
«Olé este chófer... cómo mola...,
se merece una ola».


Así seguimos viajes
recorriendo toda España,
y por toda Cataluña,
Felix nos acompaña
con su porte comedido,
con la seriedad que entraña.


Todo tiene su final,
siempre te recordaremos,
por ser un hombre cabal,
y un conductor de los buenos,
y cuando estés jubilado,
nosotros siempre diremos
Felix, fue y es, especial.
El chófer de los senderos.
En el Grupo Muntanyeta
siempre te recordaremos.




Sant Boi a 17 de Noviembre de 2019












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