Recuerdo
que cavamos un gran hoyo
en
el jardín trasero de la casa,
con
la alegría que brilla y traspasa.
Lo
situamos al fondo, en el escollo.
Fue
cuando percibí con mucho embrollo
la
voz de papa, con su fuerza escasa,
que
gruñía tan serio y sin su guasa.
«Tu
árbol ya está plantado en el arroyo»
Escribir
tu novela y ser buen padre,
es
lo que aún te falta, para hombre.
Esa
es tu misión y el fin de tu encuadre.
Nos
lo decía a todos por costumbre
dando
importancia, a ser buen padre, o madre
y
adaptando el refrán con certidumbre.
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