martes, 12 de noviembre de 2019

Una sirena de monte y de mar.






Cuéntame sirenita como te fue el viaje,
que hiciste en el verano, con tu amante escamado.
Seguro que jamas te enseñó el mar, ni su agrado,
y además olvidó vestirse con su azul traje.


Te llamo Sirenita, al omitir tu renombre,
por no descubrir quien eres, y estar escondida,
en el rincón de tus secretos muy desmedida.
Engañando al mundano pueblo, a ti y a tu hombre.


Con aquel que presumes, en tormentas tan negras
queriéndonos meter el miedo en el sentimiento,
para evitar ridículo y enredo sangriento.
Venido de ese amante tan ruin que reintegras.


Nombrar el mar, es por disimular, los lugares
donde embalaste, las alevosías sangrantes
de tu infidelidad, y transgresión tan punzantes,
que te dieron la fama, demostrada en los bares


La sirena del mar y del gran cielo, se ampara,
con tu cuerpo y escamas, las buenísimas luces,
de tanto descarriado, que sin nada y de bruces
cruzan las grandes playas, sin que arena varara.


Damisela preciosa, que nacida en la cuna,
de obrero, se hizo gran dama de honor sin respeto,
que osó en pisar plebeyos de gran furia en decreto,
acabó muy a solas, desgraciada y sin luna.


Así fueron los días, que a la dama sorprenden,
contados en cuartetos, y con poemas endrinos
y lo dejan muy claro, en la pos de alejandrinos
que escritos con su métrica, ellos solos trasgreden. 











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