viernes, 29 de noviembre de 2019

Dos reales.







Calle San Roque. Valderrobres

Aquella mujer se había enamorado de un boleto, que pendía llamativo desde el rincón donde posaban los macutos del café Juan Valdez.
Participaciones llamativas hechas en papel de color vistoso, para el sorteo de la cesta navideña del año 1955

No podía permitírselo, pero se preguntaba si pudiera darse el capricho y entrar en el sorteo de aquella majestuosa ilusión en aquellas fechas, intentando llevar algún turrón, mantecados y alguna lata de conservas a su mesa y con ello agasajar a sus hijos, ya que no tenían costumbre de hacer semejantes dispendios. No porque no les apeteciera, disfrutar de semejantes majares; sino por no poder adquirirlos.

El boleto de la fabulosa cesta, sobresalía desde su enclave en la estantería donde presumía e incitaba. Reluciente como el café Colombiano que le acompañaba, el de más categoría de aquel colmado. La tienda de ultramarinos, de la señora Carmen, la abacería de la cuesta de la calle Alta de San Pedro, la que abastecía, en muchos casos con pagos retardados, a casi todos los vecinos del barrio.

Engracia, miraba el número y lo comparaba con una fecha, la del ocho de diciembre del año anterior, que era el día en que había nacido su preciosa Rita, la niña que había abarrotado de felicidad a toda la familia, por su venida inesperada, con aquel pan debajo del brazo, que tanto bien repartió en general.

Sin embargo deshacerse de los dos reales que costaba la apuesta, le hería el alma, porque se los había de quitar de otra cosa y a lo mejor más necesaria.
Cuando Carmen, la dependienta le preguntó a Engracia, si necesitaba algo más, ésta; sin más, y con un ademán, le indicó que le bajara un boleto del reluciente número 0812. Cifra que presumía junto a los granos del buen cafetero.

Delito cometido desde quien sabe donde, para que aquella buena mujer, cazara sin poder, un pasaporte al gozo de la próxima Navidad.
Caso que les tocara, solucionaban con cincuenta céntimos, la compra de anís, de cazalla y de vino dulce de las Pascuas, ademas de los barquillos, las torrijas, salchichón, butifarras, y requesón, porque de todo aquello llevaba surtido el gran mimbre de la necesidad.

Tan solo le hizo una advertencia la vendedora a la clienta, que el boleto de la rifa se lo había de pagar en el instante, el resto de la compra que se llevaba, se lo podía apuntar para pagar mas tarde. Sin embargo la media peseta que costaba el papelito 0812, debía abonarlo en el momento de la entrega.

Con esfuerzo, se rebuscó dentro del sostén izquierdo y allí debajo de su teta, dentro de una frunce, esperaba una moneda blanquecina de níquel, con un taladro en el centro, con la que abonó aquel magnetismo que le decía desde el rincón más atávico: Este año, ¡Si eres valiente!, comeréis turrón y podréis brindar todos juntos.





Pasaron los días y el curso de los acontecimientos, llevó a la familia de Engracia a recoger el majestuoso lote navideño, como premio al número elegido, que coincidía con el nacimiento de su hija, la que vino a la casa, para agradar, y beneficiarles con ese pan bajo el brazo, que no dejó jamás de beneficiarles, al ser un pan con muchísimas rebanadas.













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