Empiezas
a extraviar la gran paciencia,
y
aquel control normal, que dominabas.
Pierdes
el cuajo de cuando mandabas,
sin
embargo, responde tu experiencia.
Disimulando
con toda tu
ciencia,
fingida
tan a cuestas, explicabas,
tus
líos; los
de
faldas, y
encantabas,
al
declararlos, en la residencia.
Los
años galoparon,
sin notarlo.
¡Eso
dicen, los qué todo lo saben!
Huella;
que
se
fundió
sin aclararlo.
Un
día; dejas que
¡adoren,
y alaben!
Oyes
la voz, no alcanzas
a explicarlo.
Es
un rugido feo, otros
no caben.
1 comentarios:
¡Bravo, Emilio! Excelente soneto.
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