Ya
no me aguantas, y es una gran pena,
le
dijo un viejo a su mujer, anciana.
¡Y
tanto! Respondió, con su desgana,
aquella
dama y dueña tan serena.
¡Apechugo
contigo, hasta la cena!
Intentando
entender de buena gana,
tu
lenguaje gestual, por la mañana,
y
te enfades por ser zurda o morena.
¿Aun
quieres conocer porque te aguanto?
O
prefieres seguir disimulando.
Entretanto
demuestro
con espanto,
¡Cómo
sigo en la brecha!, soportando,
mientras
te quejas de tu suerte y canto.
A
la vez; que te meas. Me estás mojando
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