martes, 2 de julio de 2019

Piensas que no es real, ni cierto; pero, lo es




¿Llegaremos a tiempo, a salvarlo?—Concretó el camillero, al bajarlo de la ambulancia.
A veces pienso—dijo el que iba hacia el quirófano, con urgencia—que dejamos pasar muchas oportunidades sin darles la atención que merecen. Por miedo, por dejadez y sobre todo, por comodidad y no querer emprender nuevamente ocasiones, que en su momento dejamos pasar de largo.
¡Ahora pasados los años! —Mantenía su diálogo consigo mismo—Nos arrepentimos, pero callamos, por cobardía, sabiendo que si en aquel momento las hubiéramos emprendido, quizás hubiera gozado lo que me correspondía—los camilleros corrían por los pasillos, como locos, por llegar cuanto antes a la mesa de cirugía
Ahora... ¡Sí!, ¡Ahora!... La disfrutaría.
https://emiliomorenod.blogspot.com/2010/06/blog-post_21.html
Lo colocaron sobre el mármol, y los médicos comenzaron su tarea, entre ellos hablaban sin parar y procuraban no perder el tiempo, mientras el sujeto ya tragando la anestesia seguía en lo suyo « Recuerdo el año 2010, mes de junio, justo había comenzado el verano, o poco hacía. Era día 21 de mes. ¡Menuda calor!»
ya estaba completamente dormido, bajo los rigores del néctar de la narcosis y su cerebro seguía intenso « La dejé pasar, no luche por la cuestión, no emprendí el mínimo esfuerzo. Era para entonces una anormalidad en mi proceder y además sopesando en esa máxima maldita, que nos oprime nuestro cerebro sin dejarnos pensar libremente como es el que: “dirán” los demás. Normalmente, critican aquello que ven en nosotros, y les encanta. Sin poderlo emprender ellos por falta de capacidades»


Piensas que no es cierto. Crees, que no puede ¿haber ocurrido?—Le preguntaba Angel Custodio de la Guarda, desde el apartado del Subcielo,

Se le fueron los pensares al interior de su «store» o almacenamiento, de memoria, a la trastienda de su cabeza, al aparcamiento de los conceptos y volvió a recordar aquella excusa. Mientras los médicos le habían colocado su corazón en una bandeja carnicera, y lo enchufaron a un grifo que hacía las veces de motorEn una ocasión, se me escapó un tranvía, que circulaba a poca velocidad frente a mi y, desde el interior una estrella me llamaba y me decía, muy agradable, con mucho cariño que me pareció hasta anormal y dudaba, sin decidirme.
¡Ven! no temas ¡Ven! que te llevaré dónde siempre has querido estar.
¡Dudé! ¿No fui valiente? Mis deseos querían tomar aquel transporte, pero mi interior me frenaba y me decía tienes obligaciones que cumplir, que: “dirán” los demás, si abandonas la barca, con tanta esperanza que tienen puesta en ti.
Me quedé titubeante y lo dejé pasar, mientras veía como desaparecía entre la encrucijada de las calles, en la curva de mis pasiones, bordeando la esquina de los deseos palpitantes incumplidos, a la espera de otro accidente inesperado.
A menudo, pienso; en aquel momento.
Cuando las cosas no las puedo virar, cuando no me veo con fuerzas de continuar y recuerdo aquella llamada de la estrella, que repetía—¡Ven! no temas ¡Ven! que te llevaré dónde siempre has querido estar.

Entonces no has estado donde tu querías estar ¿Dónde has querido, estar siempre?
Sabiendo que la palabra “siempre” , para mi, es un glosario muy prolongado, sin final, es un ¡Sí……...!, circunstancial. Utilizado cuando estamos seguros de nuestra propia mediocridad.
Jamás a nadie le han regalado las cosas, ni las consecuciones, ni los empleos, ni fortunas. ¡Jamás!
Todo y por todo has de luchar y conseguirlo con esfuerzo. De otra manera, no vale, no tiene validez, y lleva implícito su caducidad, mucho antes, incluso de decidir. Igual es cosa del destino, y no he sido capaz de contemplarlo.
En aquel «tranvía imaginario»,volví a quedarme fuera de onda—Se lamentaba, por el dolor que no sentía al estar abierto en canal, y por alguna consecuencia de las suyas, ya perdida.
Viajaba supuestamente parte de mi destino, el que me ofrecía sin preámbulo un cambio en mi, comodidad rutinaria.
Una modificación a mi tranquilidad, y un viaje fuera de mi área de confort. Volviendo de nuevo a tener que luchar por el margen vital, por el compromiso y por aquel prestigio que me hubiera supuesto un ascenso de tres enteros en mi norma de pulsar.
Aquella noche cuando llegué a casa, una carta sospechosa me esperaba sobre el escritorio, dirigida a mi nombre y con un mata sellos muy raro, fechada hacía doce años y con una letra que no correspondía a las máquinas de escribir del tiempo.
Al ir a desvirgarla y leerla, un cierto trémulo hizo bailar a mis dedos, con el sonido que hice al romper y rasgar el misterioso sobre, como si al sacar el folio del interior, para leerlo, hubieran de sonar los clarines.
Desentrañaba su tacto, un conocido tiento de colores desconocido, describiendo el registro de entrada, en un cierto malestar y preocupación a mi estabilidad.
Estaba fechado en un país desconocido y en un vencimiento muy antiguo.
En el momento que tuve el escrito y el mensaje en mis manos, comenzó mi tiritera y quise leerlo rápido, para acabar cuanto antes.
Fue todo inmediato y tan solo decía:
«Has tenido suerte, en dejar pasar aquel ferrocarril. ¡Perdónanos, pero no era tu hora!, y nosotros, aunque parezca incierto, también tenemos errores desde el Cabildo Celestial del Paraíso»
Estoy aquí, al cabo de tanto tiempo, sin haber tomado el transporte de las dos vías. Aquel tranvía de la codicia y después de tantos años transcurridos.
Creo que es la hora, a la que no puedo escapar, porque siento que me trastean muy mucho, por si me pueden salvar y además escucho como sufren teniendo mi corazón sobre aquella bandeja de cristal. Ahora mis amigos, los que viven en el sobre cielo me esperan. Aunque todavía no sé, si es la hora, pero si he necesitado todo este tiempo y desarrollo, para comprender el mensaje ignoto, que recibía.

Tras el rechazo a la invitación, quedándome en aquella parada, y despreciar aquel billete, que posiblemente me hubiera llevado a, ¿Quién sabe dónde?—Claro que lo sabía, de sobras que lo sabía, dónde le llevaba el final de aquel trayecto.
Tampoco supuso demasiado esfuerzo, rechazar aquella invitación, que no aclaraba nada.
Se preguntaba a la par que casi despertaba por el dolor, mientras le inducían con una cantidad superior de cloroformo, para mantenerlo dormido, sin disgusto.


¡¿Dónde estoy, sin corazón?! Yo que siempre he presumido de tenerlo grande.

Repartido ¡Eso sí! Pero sin dudarlo, Grande para ti.





https://emiliomorenod.blogspot.com/2010/06/blog-post_21.html





0 comentarios:

Publicar un comentario