¿Llegaremos
a tiempo, a salvarlo?—Concretó
el camillero, al bajarlo de la ambulancia.
A
veces pienso—dijo
el que iba hacia el quirófano, con urgencia—que
dejamos pasar muchas oportunidades sin darles la atención que
merecen. Por miedo, por dejadez y sobre todo, por comodidad y no
querer emprender nuevamente ocasiones, que en su momento dejamos
pasar de largo.
¡Ahora
pasados los años! —Mantenía
su diálogo consigo mismo—Nos
arrepentimos, pero callamos, por cobardía, sabiendo que si en aquel
momento las hubiéramos
emprendido, quizás
hubiera gozado lo que me correspondía—los camilleros corrían por
los pasillos, como locos, por llegar cuanto antes a la mesa de
cirugía
https://emiliomorenod.blogspot.com/2010/06/blog-post_21.html |
Lo
colocaron sobre el mármol, y los médicos comenzaron su tarea, entre
ellos hablaban sin parar y procuraban no perder el tiempo, mientras
el sujeto ya tragando la anestesia seguía en lo suyo « Recuerdo
el año 2010, mes de junio,
justo había comenzado el verano, o poco hacía. Era día 21 de mes.
¡Menuda
calor!»
—ya
estaba completamente dormido, bajo los rigores del néctar de la
narcosis y su cerebro seguía intenso « La
dejé pasar, no luche por la cuestión, no emprendí el mínimo
esfuerzo. Era para entonces una anormalidad en mi proceder y además
sopesando en esa máxima maldita, que nos oprime nuestro cerebro sin
dejarnos pensar libremente como es el que: “dirán”
los demás. Normalmente, critican aquello que ven en nosotros, y les
encanta. Sin poderlo emprender ellos por falta de capacidades»
Piensas
que no es cierto. Crees,
que no puede ¿haber ocurrido?—Le
preguntaba Angel Custodio de la Guarda, desde el apartado del
Subcielo,
Se
le fueron los pensares al interior de su «store» o
almacenamiento,
de memoria, a la trastienda de su cabeza, al aparcamiento de los
conceptos y volvió a recordar aquella excusa. Mientras
los médicos le habían colocado su corazón en una bandeja
carnicera, y lo enchufaron a un grifo que hacía las veces de
motor—En
una ocasión, se me escapó un tranvía, que circulaba a poca
velocidad frente a mi y, desde el interior una estrella me llamaba y
me decía, muy
agradable, con mucho cariño que me pareció hasta anormal y dudaba,
sin decidirme.
¡Ven!
no temas ¡Ven! que te llevaré dónde siempre has querido estar.
¡Dudé!
¿No fui valiente? Mis deseos querían tomar aquel transporte, pero
mi interior me frenaba y me decía tienes obligaciones que cumplir,
que: “dirán”
los demás, si
abandonas la barca, con tanta esperanza que tienen puesta en ti.
Me
quedé titubeante y lo dejé pasar, mientras veía como desaparecía
entre la encrucijada de las calles, en la curva de mis pasiones,
bordeando
la esquina de los deseos palpitantes
incumplidos, a la espera de otro accidente inesperado.
A
menudo, pienso; en aquel momento.
Cuando
las cosas no las puedo virar, cuando no me veo con fuerzas de
continuar y recuerdo aquella llamada de la estrella, que
repetía—¡Ven! no temas
¡Ven! que te llevaré dónde siempre has querido estar.
Entonces
no has estado donde tu querías estar ¿Dónde
has
querido, estar siempre?
Sabiendo
que la palabra “siempre”
,
para
mi, es
un glosario
muy prolongado,
sin final, es un ¡Sí……...!,
circunstancial. Utilizado
cuando
estamos seguros de nuestra propia mediocridad.
Jamás
a nadie le han regalado las cosas, ni las consecuciones, ni los
empleos, ni fortunas. ¡Jamás!
Todo
y por todo has de luchar y conseguirlo con esfuerzo. De otra manera,
no vale, no tiene validez, y lleva implícito
su caducidad, mucho antes, incluso de decidir. Igual es cosa del
destino, y no he sido capaz de contemplarlo.
En
aquel «tranvía imaginario»,—volví
a quedarme
fuera de onda—Se
lamentaba, por el dolor que no sentía al estar abierto en canal, y
por alguna consecuencia de las suyas, ya perdida.
—Viajaba
supuestamente parte de mi destino, el que me ofrecía sin preámbulo
un cambio en mi, comodidad rutinaria.
Una
modificación a mi tranquilidad, y un viaje fuera de mi área de
confort. Volviendo de nuevo a tener que luchar por el margen vital,
por el compromiso y por aquel prestigio
que me hubiera supuesto un ascenso de
tres enteros en mi norma de pulsar.
Aquella
noche cuando llegué a casa, una carta sospechosa
me
esperaba sobre el escritorio, dirigida a mi nombre y con un mata
sellos muy raro, fechada hacía doce años y con una letra que no
correspondía a las máquinas de escribir del tiempo.
Al
ir a desvirgarla y leerla, un cierto trémulo hizo
bailar
a
mis
dedos, con
el sonido que hice al romper y
rasgar el
misterioso
sobre, como
si
al sacar el folio del interior, para leerlo, hubieran de sonar los
clarines.
Desentrañaba
su tacto, un conocido tiento de colores desconocido,
describiendo el registro
de entrada, en
un
cierto malestar y preocupación a mi estabilidad.
Estaba
fechado
en un país desconocido y en un vencimiento
muy antiguo.
En
el momento
que
tuve el
escrito
y el mensaje
en mis manos, comenzó
mi tiritera y quise leerlo rápido, para acabar cuanto antes.
Fue
todo inmediato y tan
solo decía:
«Has
tenido suerte, en dejar pasar aquel ferrocarril.
¡Perdónanos,
pero no era tu hora!, y nosotros, aunque parezca incierto, también
tenemos errores desde el Cabildo Celestial del Paraíso»
Estoy
aquí, al
cabo de tanto tiempo, sin
haber tomado el transporte
de las dos vías. Aquel
tranvía
de la
codicia y
después
de tantos años transcurridos.
Creo
que es la hora, a la que no puedo escapar, porque siento que me
trastean muy mucho, por si me pueden salvar y además escucho como
sufren teniendo mi corazón sobre aquella bandeja de cristal. Ahora
mis amigos, los que viven en el sobre cielo me esperan. Aunque
todavía no sé, si es la hora, pero si he
necesitado todo
este tiempo y desarrollo, para
comprender el mensaje
ignoto, que
recibía.
Tras
el rechazo a la invitación,
quedándome
en
aquella parada, y
despreciar aquel billete, que posiblemente me hubiera llevado a,
¿Quién sabe dónde?—Claro
que lo sabía, de sobras que lo sabía, dónde le llevaba el final de
aquel trayecto.
Tampoco
supuso demasiado esfuerzo, rechazar
aquella invitación, que no aclaraba nada.
Se
preguntaba a la par que casi
despertaba
por
el dolor, mientras le inducían con una cantidad superior de
cloroformo, para mantenerlo dormido, sin disgusto.
¡¿Dónde
estoy, sin corazón?! Yo que siempre he presumido de tenerlo
grande.
Repartido
¡Eso sí! Pero sin dudarlo, Grande para ti.
https://emiliomorenod.blogspot.com/2010/06/blog-post_21.html
0 comentarios:
Publicar un comentario