¡El
teléfono suena!
Parece que nadie quiere
atender esa llamada—dijo Fernando—Como si todos supieran quien
llamaba, y huyeran todos de la quema. Al
final, el
concejal
se acerca y levanta el aparato.
—¡Perdona
buenos días! ¿Hablo con el propietario
de la casa?
—¡Buenos
días!—;Que
curioso, ¡Me tuteas! Debes conocerme, y
sin esperar a la respuesta, enlazó con su charla—¡Sí
soy de esta casa, pero
no me interesan las ofertas.
—Perdona
Fernando,
te
llamo de parte
de la “Calaca”, Soy tu muerte, la que pronto, te va a liberar de
tu propia existencia. Aunque
realmente,
«digo
tu vida», y jamás
ha sido tuya.
—¿Quién
dices que eres?, ¡Mi
muerte!—y
como se come eso. No entiendo nada, sabes ¿Qué es lo que quieres?
—¡Disimula,
porque pronto va a preguntarte, esa
infeliz
que está contigo.
No
se hizo esperar, lo que había anunciado aquella voz extraña que
salía del parlante del teléfono, se cumplió.
En
aquel instante su
amante la señorita Saturna Mejías—preguntó alterada, como
le habían adelantado instantes antes.
—¡Con
quien hablas! No
recibió respuesta de Fernando, que siguió al pie de la letra, aquel
misterio, que siguió dictando.
—y
no creo que al decirle la verdad, ella
te crea, porque es
una situación la tuya, muy especial—y
siguió indicando
mientras
Fernando no sabía que pensar, pero le era imposible colgar el
receptor.
—Has
vivido dedicado—siguió
la Flaca—,con sacrificios
para los
demás y
fíjate para lo que te ha valido—Hizo un receso y continuó con la
palabra, aquella voz tétrica, que salía del plástico
del teléfono fijo.
—Ahora
si quieres colgar el teléfono, puedes hacerlo. ¡Me
va a importar un “huevo”, como los humanos;
decís, vulgarmente cuando queréis ser graciosos—Ya
estas avisado, y si quieres más información atiende.
Quiso
interrumpir, pero no pudo, iba quedándose poco a poco, paralizado de
miedo.
Aquel
bramido, siguió informando—no
es tan duro.
Digamos,
que te hablo de parte de la
Compañía de
decesos: El
Último Suspiro Empleado. A
fin de cuentas es la funeraria que te atenderá en tus últimos
momentos. Quiso
acentuar y matizar—Díselo a tu amante, que te lo preguntará
ahora.
Como
si fuese un acto de
brujería, su desnuda
amante
muy
nerviosa, interrumpió mientras se abrigaba con un taparrabos.
—¿Quién
llama, amor, es tu mujer?, ¡Dale una excusa y después del coito!
Vuelves a su lado, para que no se preocupe.
Fernando,
calló intentando comprender, todo aquel santiamén.
—Oye
tío, ¡Dime quien llama, que me estás quitando las ganas de joder,
no creo que sea para tanto—exigió la libidinosa.
—Espera,
no me distraigas ahora, es importante ¡Coño!—dijo Fernando sin
amabilidad,
dejando muy parada a la desenvainada.
El
rasgueo del
aullido que
salía del auricular, siguió informando
—Me
llaman «Defun,
viene de Defunción».
Es
horrible, con lo claro
que es apellidarme ¡Mortis!—Muy
serena, viendo que Fernando, ya le comprendía, le manifestó con
mucho papo.
—A
la gente le sigo dando miedo, y lo bueno, es que todos saben que los
iré a buscar, pero “Dale
que te pego, ni puto caso” siguen
huyendo.
Por
eso he venido. A cascarte en privado, que
tan sólo te quedan cuatro días de vida, ¡Que digo, cuatro, ni tan
siquiera eso!
Realmente
son tres jornadas, bien contadas y quiero informarle, en que manera
te llevaran hasta el crematorio y como se repartirán
tus parientes todos lo que te ha costado tanto esfuerzo reunir.
Una
risotada por parte de Fernando, sonó y quiso compartir todo aquello
con Saturna. Mire
señorita. Perdone mi mal carácter.
Imagino
que usted se ha de ganar la vida de esta forma, pero se hacen ustedes
odiosos, no hay un solo día que no me llamen para ofrecerme alguna
ganga, y ya no les quiero atender. Permita
que con
mucha educación le
cuelgue el teléfono y
le diga a mi amiga, para que se ría como yo; que estoy hablando con
mi
muerte.
—Perdonado
estás
Fernando;
¡Claro que sí! ¡Faltaría más! Dile
a Saturna, que siga
con las instrucciones que ella sabe
—Oye
tía, pero tú cómo coño, conoces
el nombre de mi amiga, y cómo sabes que la tengo desnuda a mi lado.
¡Que negocio es este! ¡Quien eres y quien te manda! Quizás
Asunción mi mujer, que se ha enterado y nos quiere asustar.
—No
creo que me hayas escuchado con atención—Largó,
Defun
algo desorientada—precisamente te llamo para que te de tiempo y
puedas preparar tu ruta en paz, y sin prisas.
Te
vuelvo a repetir, que has
sido elegido, para hacer el viaje al más allá, en
breve.
—Encima
de todo eres una impúdica—anunció
enojado
Fernando.
—Sigues
ofreciéndome algo que no me interesa, quieres que te lo deletree, y
muy agitado, repitió con cierto temblor y bloqueo, a la vez que su
pareja le miraba con estupor, sin saber demasiado bien, con quien
estaba hablando.
—“No
me interesa, nada de lo que vendas”—Repetía
Fernando;
os
dan una lista de clientes potenciales y a machacar. ¿Alguno caerá
verdad?
Qué
importa si molestáis, no os interesa un rábano, a por la comisión.
¡Ha
dicho sí; venta cerrada!
—Me
vas a hacer creer ahora, a mí, a estas alturas de la vida, que este
rollo que te marcas, es para regalarme un viaje al… ¡Cómo,
le has llamado al: no volverás!
—Si
quisieras escuchar, verías que te
informo. ¡Morirás
pronto!,
no te llamo para atracarte. Comunico
contigo para prepararte, que tienes
muchos temas poco atados, y después vendrán los cuervos, a disponer
de todo
lo que tu querías fuera de otra forma.
—Como
le digo voy a colgarle el teléfono y si puede encontrar a otro
ingenuo, atrápelo. No me convencerá, no me interesan sus tratos
familiares como si me conociera de toda la vida, y se haga usted la
agradable siendo una vulgar
vendedora.
—¿Me
vas a decir que no me entiendes. Si
te fijas; el teléfono en que llamas, está desconectado de la red.
Recuerdas,
que anoche, antes de acostarte con Saturna, lo quitaste de la roseta
de conexión, para que no molestara tu querida Asunción y,
aún
no lo has conectado.
¿Sabes
que todo el mundo me teme y tú estás burlándote de tu
propio
final?
Fernando
colgó
aquel
auricular que
no estaba conectado. En el que había estado hablando todo ese
tiempo.
Quedó
absorto y sin entender qué;
había
ocurrido en el coloquio mantenido
Se
reclinó en la butaca, mientras se interrogaba a sí mismo, exigiendo
explicaciones lógicas. ¡Que
le había ocurrido!, cuando su amiga Saturna le increpó.
—Hablaba
con un
teléfono, desconectado. Ni
cuenta me he dado, por eso que no me explico; cómo ha sonado, y el
porqué, he
estado escuchando
una
voz fea,
y
ronca, parecida a la muerte. ¿Cómo ha sido posible? Si el cable lo
desconectamos ayer ¿Recuerdas?
—¡Anda,
ahora que lo dices, es verdad! Oye no me asustes, ¿quien te ha dicho
que era? Que te
ha sacado de norma.
—Me
ha dicho que era mi
Muerte, que me quedan tan solo tres días en este mundo, pero ha
debido ser un sueño. No
había conexión no he podido hablar con nadie, todo ha sido una
imaginación mía.
—¿Te
ha llamado por casualidad por
tu nombre de
pila—y
te ha preguntado si eres el dueño de la casa? Si
estabas con tu amante, y
me ha reconocido por mi nombre.
—¡Sí;
creo que sí, ahora que lo mencionas!
—Es
raro, pero a mí, me pasó ayer—,confesó
Saturna a Fernando—me
dijo que me quedaban menos de tres días, y que moriría en tus
brazos. Los
dos escondidos
en el pisito pequeño, alejados
de todos y que nos encontraran, por
la
fuga
de gas, que
se producirá en el edificio, provocada por el del octavo segunda.
Dejando varias victimas mortales, que será imposible evitarlo y que
nos rescatarían sin vida los bomberos municipales. Desnudos
abrazados y envenenados por la fuga.
—¡Cómo
no lo me lo dijiste!
—¡Me
pasó cómo a ti,
creí que «Defun»
era
un espejismo, que
era una broma pesada de alguien y era víctima de un truco o de una
maldición, porque la voz de mi muerte, salía de
entre la botella del
perfume de
mi tocador y supuse que me había sentado mal el cubata que me tomé
con un tipo que me enrollé
el martes después
de despedirme de ti.
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