viernes, 5 de julio de 2019

Botón de muestra






Había pensando en tomarse la tensión arterial aquella mañana. No navegaba demasiado confiado en su equilibrio y quiso saber a que se debían aquellos síntomas.
No las tenía todas consigo, desde que sonó su despertador había perdido el norte en un par de ocasiones y, eso no era normal.
Claro que,—pensaba—«la mañana, que no navego firme desde el inicio, es síntoma de flojera, tensión o hambre».
Así que pronto intentó ponerle fin aquel cuadro de ansiedad pasajero, que ya, tan acostumbrado le tenía.

Entró en la cafetería y como cada día al verle llegar Romina, la empleada, le miró para confirmar si su consumición sería la de siempre.
Sus miradas se cruzaron a la par que se entendieron, Donald se sentó junto a la ventana de todos los días, para ver pasar mientras desayunaba a la muchacha de las trenzas rubias y el trasero respingón.
Le recordaba sus veinte años, su juventud dorada, sus años verdes, la felicidad apresurada, las contradicciones espontáneas. Quizás el mejor tramo de su vida.

El periódico matutino, no estaba al abasto, lo leía en aquel instante Matthews, el dueño de la casa de reparación de calzado de la acera de enfrente.
Un hombre, entrado ya en años, orondo y grueso donde los hubiera—volvió a recapacitar Donald, analizando en su propia mente aquel flash

«Claro que yo le voy a la zaga, en cuanto al peso corporal, como siga así, al final me descubrirán la obesidad mórbida que oculto» y volvió a su mundo porque tras aquellos amplios ventanales, pasaba distraída la hermosa de los rizos Lorraine Watson, con el meneo de su cintura, dejando estupefactos a cuantos la miraban.

Entonces llegó a la altura de su mesa Romina, con el servicio del desayuno y le conminó con gracia—¡Ey! Despierta y ¡Vuelve! —y dijo graciosa—Unas que lo somos y otras que lo parecen.

Que quieres decir con eso Romina, que no he llegado a comprender tu sugerencia—incidió Donald, sonriendo porque se había visto sorprendido.

Pues eso que piensas, que pasa la rubia farmacéutica y, todos suspiráis, todos os la coméis con los ojos, y una que no es de piedra, y está aquí todo el santo día; dándoos servicio de barra, no apreciáis los sacrificios que por vosotros hace y no recibe ni un solo requiebro.

No seas celosa, que tanto a ti, como a mi, se nos ha pasado la edad de exigir, no crees preciosa Romina—Asintió con lascivia Donald, mirándola con agrado a la altura de su firme estómago, sin rechistar esperando que aquella mujer le devolviera algún descaro.

¿No vas a ir hoy a la farmacia? ¿A buscar las medicinas de los crónicos?—inquirió graciosa Romina, llevando sus ojos a la ajamonada tripa de Donald. 

¡Sí! He de ir pero para ver que me pasa, he perdido el quicio y no se a que se debe. Igual estoy desequilibrado por tanta pastilla.

Debes estar flojo, ¿No crees Donald? Le insinuó con mucha enjundia Romina, invitándole a que comenzara a desayunar. No sin antes advertirle, que una vez estuviera en la farmacia, le dijera a Lorraine, que lo pesara, que posiblemente esos desequilibrios fueran por exceso de grasa.

Tan grueso me notas querida—preguntó asustado el bueno de Donald. 

Haciendo recordar a Romina, con aquella pregunta, el por qué, se reían, hace unos años los dos, en cuanto Donald se situaba frente a una balanza.

No me contestas, ¿En que piensas?, ¡Vamos dímelo.

Reaccionando la empleada, con un —no te lo tomarás a mal y acosó—Si te digo que me has llevado hacia atrás en el tiempo. ¡Que fuerte!
Igual ni lo crees —Suspiró y se relamió los labios antes de decir: Lo recuerdas cuando intentabas pesarte en la balanza de la farmacia, tenías que saltar, para que las agujas se movieran ¿Recuerdas Donald? Que delgado que estabas y que guapo.

¡Claro que lo recuerdo! Ya ves, antes tenía que bailar, para que marcara mi peso y se movieran las agujas de la báscula.
Ahora, en cuanto me dispongo frente a esas máquinas electrónicas del control de la masa corporal, de la estatura y del peso, se disparan a lo loco esos dígitos diabólicos para hacerme reaccionar y como el que no quiere la cosa, insultarme en la cara.









0 comentarios:

Publicar un comentario