viernes, 5 de julio de 2019

Marilyn sueño, inagotable.


Me senté frente al acceso principal, recuerdo, que era una tarde bastante calurosa y me dejé llevar por la complacencia. Al pronto se abrió la puerta, por cierto una batiente muy rara, tanto que parecía un telón y apareció una señorita, joven, bien parecida, muy perfumada, teñida de rubio, despampanante, y sin ningún recato, me miró a los ojos y preguntó—¡Oye tú!, has visto a Charly.

¡Es a mí. Te diriges a mi!—pregunté—A quien me voy a dirigir, estás memo, o quieres parecerlo, ¿A quien podría preguntar, si tan solo estás tú, o es que esperas a Dorothy Saw. ¡Me dirás que tampoco la conoces! ¿Sabes por lo menos quien soy yo?—esperó a que saliera de aquel encanto y le contestara, sin entender que sucedía.

Me quedé difuso, yo no sabía nada, justo estaba recién acomodado en aquella butaca y la verdad, no me había fijado en nada más que en desconectar.
Tanto es así que procuré ser auténtico y le dije—Intentaré complacerte desde el inicio, pero ni conozco a Charly, ni tampoco a Dorothy y a ti, te he visto en alguna parte y ahora no sabría decirte. ¡Ya me acordaré!
En cuanto a Charly igual te refieres a ¿Chaplin, quizás?, muy bueno, y gracioso, pero creo que no viene a cuento y no se perdería por Cuenca.
Por este contorno, no hay empadronado ningún americano y me huele, que te refieres a ellos—,con lo que seguí alegando—A no ser que Carlos Santo, el que está en la puerta, limpiando zapatos, se haya cambiado el nombre para intentar agradarte y te haya regalado dos entradas como a mi.

Ella, se quitó el pañuelo que le abrazaba el cuello, muy despacio, tanto que parecía que aquella prenda fuera más larga de lo que aparentaba, y tapaba más cuerpo del que a él le apetecía.
Con un meneo reclinatorio de ojos, me concedió una sonrisa, nada vulgar, que me llegó a lo más profundo de mis sentimientos y se descalzó, tirando los zapatos a “tomar viento”.
Se sentó frente a mi, no demasiado retirada, pero más de lo que a mi me hubiese agradado.
Entendí que igual Charly, era su pareja y la venía a recoger de un momento a otro. Por ello, mantuve la calma desde mi lugar y fui de lo más exquisito. Siendo un caballero, sin preguntar vulgaridades, ni pretender con extrañas seducciones.
No tuvo bochorno ni decoro, en tomar asiento de la manera en que se sentó frente a mi persona, sin importarle que le mirara furtivamente como lo hacía.

Le veía las piernas perfectamente desde el comienzo del muslo, en el inicio de las ingles, hasta los pies, y ella se daba cuenta, que mis ojos lo agradecían por dejar de pestañear de momento.
Noté que le agradaba, ser comprobada y revisada con ese cariño placentero y que no se cortaba ni un pelo, que me provocaba, sin hacer el mínimo ademán para taparse.
No hubo recriminación por su parte, en incitar mi atención y distinguirla de la forma tan agresiva como lo hacía.
No sabes nada—, por cierto—¿Cuál es tu nombre?—preguntó la señora y esperó la respuesta—mientras se encendía un Marlboro al que le había arrancado el filtro de la boquilla.
le respondí—Me llamo Tesifonte Marquina y soy de Cuenca, y usted, con quien tengo el gusto de hablar.
Ella me miró desde la distancia y rio, sin ganas, pensando que igual era, una nueva traba que le ponía su destino, dentro de su película. Aquella que promocionaba recién estrenada.
Me siguió la corriente y se dejó caer sobre la fianza de la butaca, apoyando la espalda sobre el reclinatorio, abriendo las piernas estilo salto del armario.
Al pronto me entró una tos seca, que se cortó a la voz de ¡ya!, por casi, muerte natural y deliciosa.
Ya no sabía que hacer, ni a quien preguntar. ¡Cómo ponerme!, para saber más de lo que me ocurría.

Me llaman, Lorelei Lee, en la película. Mi verdadero nombre es Marilyn Monroe y mi amiga es Dorothy Shaw, y la bautizaron como Jane Rusell.
Somos actrices americanas de Hollywood, y cantantes en el film, y hemos venido embarcadas en este lujoso crucero. Contratadas por la Fox, para deleite de los personajes millonarios que vienen en el viaje.
Sabiendo que los «Caballeros las prefieren rubias». Yo; como siempre, me he saltado el guión y he salido tras las cortinas del escenario y ahí estabas tu. Entre bambalinas, en la butaca del cine medio dormido, esperándome para conocerme.


Que fácil es para ti Marilyn, ser tan original, pero yo ahora, cómo hago saber al mundo. Cómo presumo que, tú viniste hacia mi, y casi me traes hasta la mismísima Jane Rusell, para que pudiera conocerla.
Conversando conmigo, sentada frente a mi, viendo que has lanzado los zapatos por ahí y que me has confundido en un instante con alguien que te importa mucho, al que has llamado Charly ¡Cómo lo demuestro!

No lo sé, Tesifonte, pero cuidado, que estás en una sala de cine, el Montecarlo, el de tu pueblo, que la gente ha pagado su entrada.
No ha hecho como tú, que no te ha costado ni un eurin, gracias a tu amigo Carlos el limpiabotas, regalándote dos entradas, para que las aprovecharas conmigo. Estando cerca de un Tesifonte, soñador y muy cariñoso. Detalle que me llevo allá dónde vaya.
¡Un placer haber coincidido! En mi próxima película, en mi próxima ilusión, te buscaré por el mundo y si no te hallo, vendré a Cuenca.






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