lunes, 22 de julio de 2019

Estaba en Bavia y desperté, en la Luna.




Ahora en estas fechas, se habla mucho y bien; de la llegada del hombre a la Luna, y según exhuman y dicen aquellos, que apuntan y todo lo recuerdan, que justo ahora es el aniversario.

¡Tan solo ha pasado medio siglo! ¡Se dice fácil!

Mi memoria me lleva de nuevo, al advertir tantos comentarios, a revivir aquella época, un tanto caducada. Remontándonos media centena de años atrás. Fue un mes de julio del año 1969, cuando comenzaron, a publicitar con orgullo y éxito, que unos americanos pisarían la Luna por primera vez.

Una hazaña, casi increíble, que sería uno de los comienzos del gran cambio que la sociedad iba a emprender.
Creo que cuando el cohete se posó en la superficie lunar, fue el 21 de un caluroso julio, del año sensual del sesenta y nueve. Cuando sonaba la popular canción de los The Archies: Sugar Sugar
Cuando medio mundo quedó anonadado por la noticia y, a muchos de nosotros, nos costaba creerlo, por la inmensidad de limitaciones que teníamos en este país. «¡Han llegado a la luja!»
Comenzando por la tan añorada «democracia», que de momento aún, no la conocíamos muchos de nosotros. Ese era uno de los retrasos de nuestro pueblo, cuando otros ya pisaban la Luna.
Realmente y es penoso decirlo. No sabíamos que era ese vocablo. “democracia”, que significaba, y en que medida a nosotros nos afectaba.
Aquí todo era más cuadrado, más pecado y menos sincero.
La mitad de los habitantes de la nación, entre las muchas privaciones, que soportaban, carecían de teléfono y televisor en sus hogares, y tan solo unos pocos podían darse el lujo de poseer un modesto automóvil utilitario.
Otros sin remedio; abandonaban sus pueblos, a sus familias y sus casas; muy a la fuerza, para ir a buscarse la vida fuera de nuestras fronteras, para poder comer. Encontrar un puesto de trabajo.

¡No lo invento! Es realidad.

Es por ese motivo, que a muchos de nosotros, nos «chocara», tanto la “Hazaña”. Esa de llegar a pisar la luna y que nuestras vidas siguieran tan grises como antes.
«En este tiempo y, en ese caso», comenzaban a despuntar, tantos jóvenes, como el que suscribe este relato, y a entender; lo que es en «Sí» el propio Rock and Roll, —por llamarlo de alguna manera—que nos venía encima, para no poder frenar a partir de ahí, todo el ritmo de cambio que se avecinaba.
Se iniciaba, una etapa preciosa. ¡La juventud!
A suspirar por sus momentos y ambiciones, «muy pequeñas en aquel tiempo», pero agradables.
Comenzaba, despacio pero soterradamente la libertad. Para nosotros; casi todo estaba prohibido o, era pecado mortal.
De ahí, que me dejara una huella tan marcada, esa efemérides. Por lo que tenía de sobrenatural en aquellos momentos y más; por la repercusión que tuvo.
Aún recuerdo con agrado, la cara y los gestos de mis abuelos, que lo encontraban como un mal presagio, un atrevimiento, una barbaridad, y repetían que «seríamos nosotros, los que provocaríamos el fin del mundo»
En mi pensamiento profundo, he de reconocer que, imaginé en mi ilusión y no; en pocos momentos, que era yo el astronauta.
El que pilotaba aquel Apolo XI, y que hubiese cambiado mi vida por la de Neil Armstrong.

¡Bendita ilusión!

Que osada y agalluda, era la muy ingenua fantasía. La propia, la personal, la del soñador incipiente, que fui.
Dada nuestra juventud, quedamos anonadados con el logro, considerando héroes a los tres hombres que pisaron el satélite femenino por antonomasia.

Mi Luna.

« ¡Bien; lo sé!»

Fueron tan sólo dos humanos, los únicos que pisotearon aquel suelo lunar.
El señor Michael Collins, se quedó en la nave por si no pasaba ningún taxi para la vuelta.
Después han pasado muchas cosas, que repercutieron también en nuestros destinos, pero quizás, no con tanto encanto, como el dejar «Como dice el refrán» —de estar en «Bavia, completamente despistados; para llegar a la Luna de Valencia»


Un abrazo para todos los lunáticos, que creo; somos muchos.






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