Propaganda de lo explicitado.
Novela_ Me bajo en Triunfo
Autor: Emilio Moreno
Cuando
advirtió estaba en el andén del metropolitano en dirección al
Supremo, el intervalo le atosigaba, aunque sabía de antemano que él
no era el encausado, no vislumbraba ni remotamente, que se iba a
relacionar con la diversidad y amalgama mas variada de proscritos,
acreditados artesanos de la delincuencia, prototipos deleznables e
irracionales, que ciertamente viven fuera de la ley y que ni en los
letargos más hostiles hubiera soñado, clases sociales marginadas
que están ahí, que circundando la humanidad, violentan a los
profanos cuando la casuística y el azar les cruza el camino.
El
quejido de las vías del tren le hizo volver a la realidad, cavilaba,
que no podía equivocarse y llegar más tarde de la hora en que
estaba citado, hizo transbordo para tomar la línea más aproximada
al lugar donde estaba su destino.
Concentrado
en sus argumentos, no atendía a la muchedumbre que le rodeaba en el
itinerario, cuando llegó a su terminal se apeó y andando con paso
firme y audaz, llegó a las escaleras mecánicas. Al ascender a la
calle observó la mañana tan fantástica que hacía, lucía el sol
como si de un día de pleno verano se tratase, de repente volvió a
notarse vivo y se fijó en los transeúntes, una auténtica
revolución, gentes de toda condición; en caterva, sin coincidir
entre ellos, sin saludarse ni tampoco atender el gran alborozo que
emitían, aletargados, aseados, desgreñados, indigentes,
irrespetuosos. Afluencia terrenal, unos; con más celeridad, sin
turbarse, directos a sus penurias, como si el mundo tuviera las horas
contadas y de pronto todo concluyera. Otros haciendo de su camino un
regodeo, un contento, mirando de no tropezar con aquellos
precipitados; y todos sumergidos en sus infortunios.
Mientras
caminaba, procuraba de forma particular el estar alerta, generándose
en su cerebro, las respuestas a las posibles preguntas del
interrogatorio. Los destellos del sol le tocaban suavemente la cara y
casi cegaban su vista por el influjo de la luz contra la graduación
de los cristales de sus gafas.
Su
maquinal le estaba sometiendo a un examen de los incidentes, y se
iban presuponiendo las evidencias, quedando muy registradas por si
hubiere caso, su convicción estaba conducente y aplomada, y su
fonética debía ser templada y con tono comedido, sin ponderaciones,
ni teatros, simple y llanamente lo que acaeció.
A
fin de cuentas._ seguía reflexionando
_ le sacaron de la cama, aquella amanecida del mes de mayo, cuando
sonó el teléfono, no eran las cinco de la madrugada todavía, lo
despertó la policía, no tenía ni idea de lo que ocurría, hasta
que hicieron las preguntas de rigor, y quedó sobrecogido por la
noticia.
_
¿Y ahora qué debo hacer? Era su
última duda antes de aterrizar de su vuelo imaginativo.
Había
hecho el trayecto necesario, en un breve espacio de tiempo,
transitando las calles de la ciudad. Sin reparar subía la escalinata
de los juzgados fijándose en los diferentes carteles indicativos que
impávidos, inertes e inviolables mostraban en dos idiomas los
diversos departamentos y orientaban a los no habituales.
El
vetusto edificio, de una antigüedad no muy lejana, posible
construcción mediados del siglo XIX, elegante y señorial visto
desde la distancia. Permanecía de puertas abiertas, frente al acceso
de entrada los encargados de la protección con ojos cautelosos
escudriñaban a todo el que pasaba delante de ellos, al ingresar en
el edificio, el servicio de seguridad le hizo desocupar los bolsillos
y acceder por la pasarela detectora de metales, el corazón irrumpió
en una carrera irrefrenable de pálpitos taquicárdicos, notó que la
sangre aceleró su velocidad de sedimentación a niveles
extraordinarios. Recogió los objetos personales que habían pasado
mediante la cinta transportadora entre las estaciones de control, a
la vez que servidumbre especializada lo revisaba desde las pantallas
de sondeo. Comenzó a escalar los peldaños, debía subir cuatro
pisos, umbrosos, lúgubres y tiznados. Los descansillos anchurosos
muy foscos, escasamente un luminoso con el tubo cuasi exhausto pendía
del techo con un parpadeo latoso; antagónico con el día tan
impoluto que lucía, y que instantes antes había deleitado.
Le
costaba cada vez más ascender por aquella vía, en la que se cruzaba
con nacidos del más amplio trasgo, cada zona tenía su indicación,
no había pérdida ni posibilidad de error. En la cuarta planta se
encontraba delimitado el distrito de tribunales que buscaba, el
público se agolpaba bajo los dinteles de madera, el ruido era
ensordecedor, unos por aquí otros por allá, dentro del desorden, se
detuvo por unos instantes, observando in
situ lo que se le ofrecía, queriendo
descubrir alguna salvedad o pretendiendo distinguir algo que le fuese
doméstico, se dirigió a uno de los bufetes que estaban con las
puertas de par en par, preguntando si era allí, donde estaba
convocado, mostrando un despacho, que había recibido hacia ya poco
más de un mes y medio.
_
¿Perdone, sería tan amable de informarme si estoy en el lugar
adecuado? _ Mostrando la misiva con
educación y donaire.
Contestó
una empleada, de mediana edad, después de hacer una pausa y
oteándolo de arriba abajo, exhibiendo unas descuidadas manos y un
cabello muy roñoso _
-
Pregunte al oficial Judicial, está en ese departamento, lo
identificará, lleva gafas y tiene muy mala leche.-
indicándole con un gesto hacia la izquierda (?)
Tomó
otra vez el sobado telefonema y acechó justo al lado de la
embocadura de la Sala de Vistas, allí había un colectivo de
personajes bastante llamativo, entre ellos se encontraba una fémina
joven de color. Cabello a modo de coleta corta anudada con una cinta
elástica, muy aseada y vestida con sencillez, sobresalían unos ojos
profundos y diáfanos, una boca con los labios grandes, la dentadura
blanca nacarada, extremadamente pulcra e higiénica.
Razonaba
con otra hembra más adulta, de tez cobriza, que por su acento debía
ser hispana, predicaba en guisa plañidera y desolada, como queriendo
enviar su mensaje a alguno de los que allí se encontraba, el resto
eran hombres de edades comprendidas entre los treinta y los sesenta
años, pero a todos se les presuponía, que se dedicaban; A la tan
famosa protección del orden público.
En
especial uno de ellos, tenía los bíceps tatuados con la "
Romana de la Ley ", que mostraba con el máximo orgullo. Su
persona ofrecía todo un espectáculo narcisista.
Regodeaba
su presencia y se embelesaba él mismo, al verse reflejado en los
cristales de una ventana. La jerga que tenían entre camaradas era
propia de un sainete, presumiendo de actos y de historias un tanto
increíbles.
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Novela_ El Váter Cósmico
Autor: Emilio Moreno
En
tres vuelos diferentes de la compañía Spanweby Airlines que salen
hoy desde el aeropuerto de Barajas, se encuentran tres hombres:
Javier, Manolo y Ángel, compañeros de trabajo y asesores de venta
de productos sanitarios.
Todos
ellos provienen de una gran empresa alemana que está radicada en
Zaragoza y necesita dividendos, mejores ventas, cash y resultados,
intentando abrir frontera en varios puntos de la geografía mundial.
El
Departamento de Ingeniería idea una opción para la venta de sus
sutilezas fuera del país y en sus agendas tiene previsto preparar a
equipos de vendedores para que trabajen en distintos puntos del
globo, con el motivo único de engordar su facturación y llevando su
producto líder, que consiste en un váter automático que ayuda en
los esfuerzos, tira solo de la cadena y limpia perfectamente los
esfínteres del usuario aseándolos con higiene pulcra, sin dejar
rastro de mugre y sin hacer heridas.
Por
tanto, el producto ha de ser conocido en el mundo entero por su
versatilidad. Ahorra cantidad de agua y detergentes, y se auto friega
perfectamente, aportando un mantenimiento sumamente barato, higiénico
y desinfectado. Cada cinco segundos se autogestiona activando una
tarea de asepsia muy pulcra, y sin dejar enzimas ni bacterias, debido
a esa tecnología tan de vanguardia.
Quieren
expandirlo a la vez en países que, por razones de mercado, estos
inventos innovadores llegan algo más tarde. A lugares donde tengan
salida y puedan distribuirse sin demasiados problemas.
Enviando
como prueba piloto a tres noveles y selectos vendedores con cierta
experiencia pero con unas dotes extravagantes, según los test
probatorios de profesionalidad de cada uno de los comerciales, que
sin duda les confieren unas capacidades excepcionales para el trato
con la gente, la venta y el encanto.
Además,
¡claro!, no tener vergüenza para hacer la demostración en
cualquier situación. Bajarse los pantalones en escenarios
impensables para demostrar lo fácil y sencillo que es el acto de
“hacer caca” en público, sin el menor indicio de vergüenza.
Dirigido a los humanos en general y más a esos pobres y sufridores
estreñidos que les resuelve el problema con el disfrute del mejor
sanitario inventado.
Han
de abrir mercado donde les asigne la dirección de la conocida
empresa Schissen Lecker, que, traducido al castellano, sería algo
así como “Defecar Gustoso”, líder en el mundo de los sanitarios
higiénicos.
Ahora
que las ventas han bajado por la crisis y que fuera de las fronteras
parece verse mejor la luz de los negocios y los tratos comerciales,
es el mejor momento para lanzar el maravilloso sanitario.
Javier
lleva boleto para Costa Rica, Manolo ha de desembarcar en Nicaragua y
Ángel tiene que afianzar sus ventas entre Chile y Perú, para dar
cobertura a los dos países. Con lo cual la salida de sus respectivos
vuelos difiere en unas horas.
Mientras,
los tres vendedores se encuentran en el aeropuerto de partida y se
alegran al poder departir experiencias, hacer apuestas de quien sería
el que vendería más retretes, casuística y forma de venderlo,
doctrinas en las demostraciones y ganas de triunfar. Y, al mismo
tiempo cambiar opiniones al respecto del producto.
Idea
que han tenido los sabios del Departamento de Expansión, al intentar
distribuir el producto estrella de la empresa: el auténtico e
irreemplazable: Kosmische Wasser, en español conocido por Váter
Cósmico.
Javier
lleva destino y ha de aterrizar en el aeropuerto de Juan Santamaría,
a 18 km de la ciudad de San José, capital de Costa Rica. En Coronado
le espera un departamento chiquito donde pernoctará y desde donde
viajará por todo el país y reportará las ventas a la Sede Central
en Zaragoza.
Manolo
hará lo propio en la terminal de Augusto C. Sandino, a tan solo 11
km de Managua. Destinado en Nicaragua, con el propósito de vender en
todos los centros comerciales y con la indicación de proclamar a los
cuatro vientos ese magnífico retrete, tan ergonómico y tan perfecto
para llevarlo incluso a poblaciones cercanas a la selva, por sus
prestaciones y salubridad.
Ángel
tomará tierra en el aeropuerto de Tacna, el famoso y aclamado Carlos
Ciriani, en Santa Rosa, no demasiado lejos de la ciudad peruana,
frontera con Chile. Este mercader prefiere alojarse cerca de la
ciudad del comercio tacneño y se hospedará en el hotel Princess,
que se encuentra a la vuelta de la feria "Caplina", desde
donde desplegará toda su idea e ingeniería para el cometido que lo
ha llevado a esa ciudad fronteriza, desde la cual servirá a dos
países con su producto estrella.
El
primer llamado a embarque es Javier, por los altavoces del aeropuerto
Internacional de Barajas, es el vuelo SJO502 de la compañía aérea
de bajo costo Spanweby, que tiene su admisión por la puerta C14 de
vuelos internacionales, con destino al geográficamente país mejor
situado, Costa Rica, donde dicen los entendidos y financieros que se
explotan cinco fuentes de energía, en orden de importancia: hídrica,
térmica, geotérmica, eólica y solar, siendo destacable el gran
potencial de la energía hidráulica en el país. Una de las
originarias plantas hidroeléctricas de Centroamérica y la primera
del país, ubicada en la ciudad de Aranjuez, muy céntrica a la
capital San José, y que entró en activo en el siglo XIX. Por tanto,
y fijándose en esos parámetros, cabía en ese lugar conocieran el
váter más higiénico del globo, pretendiendo con ello abrir sendero
comercial.
Los
dos amigos que aún esperaban la partida de sus vuelos quedaron en
amigable conversación disertaron que Javier tenía una buena
predisposición para las ventas, que además era capaz y gracioso, y
que posiblemente consiguiera novia antes que una acción. Con sus
artes para el baile, era capaz de encandilar a las Ticas con corazón.
Contando además que, si perseguía a sus clientes como lo hacía en
su zona de origen, tendría pingües beneficios por la cuantía de
las comisiones.
El
minutero del reloj caminó corto espacio, al ser llamados los
pasajeros con destino a Nicaragua, y Manolo, que se las tenía todas
consigo, se precipitó a ser uno de los primeros en embarcar. El más
sincero y el mejor dispuesto a llevar a cabo su cometido, el menos
embaucador. No mentía jamás a ningún cliente, ya que en su persona
coincidían varios factores que le ayudarían a ir por el sendero más
adecuado para sus conveniencias.
Un
abrazo de categoría le ofreció a modo de despedida a su amigo
Ángel, quedando en que se llamaran vía teléfono y WhatsApp,
y además se cartearan por mail cada vez que fuera necesario y
sobre todo al principio para poder departir sobre cifras, tecnología
y quehaceres normales de la propia empresa. Manolo es un mercader
nato, siendo capaz de venderle un helado a un esquimal.
Había
finalizado su preparación de forma imponente, con unas cifras de
mercado excelentes, lo cual tampoco significa que no le costara su
trabajo, ya que el mundo de las ventas está muy complicado. La
elección de Managua no era por casualidad: es un país que está
bendecido con dos largas costas, dos grandes lagos, volcanes,
montañas, selvas y ríos, las que están poco descubiertas y
desarrolladas. Lugar extraordinario para promocionar el Váter
Cósmico de la empresa, siendo el diminuto país de la América
Central el lugar perfecto para los trotamundos comerciales en busca
de, además del ecosistema, la captación del mundo del turismo en
tantos hoteles como albergan veraneantes de todos los países.
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Novela_ Crimen Dudoso
Autor: Emilio Moreno
—¿Qué
noticias tenéis de Irene?, ¿Sabéis algo sobre si ha hecho un viaje
estas Navidades? ¿Alguien puede decirme de su paradero o si ha
hablado últimamente con ella? Hace ya muchos días que no viene por
el gimnasio y ni siquiera ha recogido la papeleta del sorteo de
Reyes, que le dejé en recepción—preguntó Nayim al grupo de
usuarios que permanecía en el vestuario.
—Pues
no lo sé, pero ahora que lo dices, ¡Es verdad! Cómo no darnos
cuenta antes. Hace bastante que no la vemos—respondió Erick,
monitor del gimnasio de la Travesera de Gracia, donde Irene pasaba
gran parte de su tiempo, dándole bamboleo a su cuerpo.
—Siempre,
o casi siempre venía, muy de mañana. Al comienzo de cada jornada,
que es cuando ella frecuentaba las barras de pesas y la cinta de
paseo, para después tomar una ducha y marchar a sus cuestiones
habituales, a las que ella se dedicaba. Siguiendo esta tónica
incluso en los festivos—Finalizó su argumento Erick, esperando
respuesta general.
—Jamás
se duchaba en su casa. Al vivir tan cerca, aprovechaba las
instalaciones del pabellón y ahorraba de la factura del agua todo lo
que podía. Saliendo a diario predispuesta a la gran ciudad, para
comerse el mundo por los pies—Añadió Celina que subía al ring.
—Pasaré
por su casa, a ver qué ocurre. Tampoco me toma el teléfono—apuntó
Nayim mintiendo descaradamente, porque él sabía muy bien que le
había sucedido a Irene y donde se encontraba en aquellos precisos
momentos.
Preguntaba
por la falta de Irene, por si alguien más la echaba de menos. Notara
su falta de asistencia y se hubiera alertado viendo la ausencia. A la
vez que notaba el escaso interés que le prestaba Erick ya embobado
en otra cosa, con la joven Celina, que boxeaba con unos guantes
demasiado pesados para su musculatura y a la que perseguía con sus
miradas y su imaginación.
El
polideportivo de la Travesera, abría sus puertas en la madrugada,
para dar servicio a clientes, que por razones varias solo podían
recurrir a la puesta a punto de su cuerpo a primerísima hora.
Es
uno de los pabellones que permanecen abiertos casi las veinticuatro
horas al día.
Puede
permitírselo por la gran cantidad de clientes que tiene y porque su
oferta es amplia. Interesando a gran número de abonados.
En
su buzón particular, el que está en la recepción de la entidad, se
acumulaban los avisos dirigidos a Irene, que no daba atención ni por
supuesto recogía desde poco antes de final de año, amontonándose
en espera de ser leídos.
Nayim
el amigo de Irene, un veterano fibroso, aposentado y usuario del
mismo club, se había encaprichado de ella, desde hacía algunos
años. Manteniendo una relación difusa, sin que nadie se hubiese
percatado realmente de ello, por llevarlo en el secreto íntimo del
que no lo sepa nadie.
Elucubrando
en sus imaginaciones lo pensaba con gracia
<o
lo digas, no sea que se entere mi mujer y la jodamos>>.
Era
la máxima de Nayim. Eso creía para esconder su infidelidad. Aunque
él sabía que su mujer estaba al tanto de cuanto hacía
permitiéndolo porque a ella le beneficiaba.
Unos
seres extraños y metódicos. En sus ejercicios de puesta a punto del
cuerpo fingían su intimidad. Manteniendo una relación caliente sin
que ningún usuario, ni siquiera los compañeros del gimnasio,
imaginasen su adulterio.
Simulaban
ser dos témpanos de hielo entre ellos, para evitar les relacionaran.
Nadie hubiese sospechado de su affaire amoroso, por lo discreto que
lo mantenían.
Excluyendo
a su amiga Milagros, tan apegada a Irene, con muchos secretos
compartidos y al cabo, de todas las miserias de la pareja.
Milagros
una empleada del pabellón de atletismo, que precisamente Irene
ayudó, a que consiguiera un puesto vacante de trabajo en la galería
del propio polideportivo.
Empleada
en principio en su guardarropía, para pasar en poco tiempo, a llevar
con el administrador, tareas contables y el balance de clientes.
Desempeño
que lleva con donaire, al igual que los líos, “dimes y diretes”
de la gran familia de la asociación deportiva.
Estando
normalmente muy pendiente de las noticias de aquella gran muchedumbre
de personas y llevando vida y prodigios de la pareja.
Respetando
siempre a Irene que era la única que la amparaba como si fuera
familia.
Recordaba
las palabras que su amiga le decía a menudo, cuando venía a cuento
el hablar de aquella relación
<<Nosotros
nos entendemos, nos vemos, salimos y follamos cuando nos apetece y
viene en gusto, sale y entra de casa, con la llave que le presto y
aquí nadie sospecha nada, porque nuestro hechizo es solo para
nosotros y nunca se sabe lo que durará>>
Desde
hacia unos meses Narciso estaba jubilado de sus ocupaciones laborales
y frecuentaba más a menudo la compañía de Irene, teniendo menos
relaciones de salidas esporádicas y de sexo, con otras amigas.
Alguna “Cana al aire” que otra, cuando se terciaba.
Usando
una frecuencia menos constante y mas controlada, para no levantar las
dudas y preguntas a las mujeres que debía.
Los
éxodos de placer extraordinarios los hacían coincidir, con viajes
chocantes que ambos disfrutaban desde la organización infinita de su
equipo de fútbol.
La
primera entidad deportiva de la ciudad, recorriendo Europa y
excusando con esos desplazamientos sus relaciones y amoríos en
tantas capitales distintas del mundo.
El
distinguido jerarca e Irene, llevaban una relación larguísima en el
tiempo, haciendo vida de casi matrimonio.
Solapando
esa segunda vivencia, con su mujer, que esperaba sin rechisto, en su
mundo y con sus cosas, distraída también en la forma que a ella le
convenía.
Divertida
con su gente y muy al margen de su propio marido, Narciso, que a
pesar de todo cumplía; de cara a la chusma y amigos con sus
obligaciones de cónyuge.
A
Irene, se lo había ofrecido todo, la llevaba donde ella quisiera.
Era en sí, una “Musa” que amaba desde que la conoció. Amor que
no era equidistante en ambos sentidos.
Una
privilegiada que aquel arquitecto encumbró y que recibió además de
amor, grandes ventajas y dispendios en dinero, ropa, viajes y
prebendas procedente de la cuenta de su benefactor.
Solía
ser siempre pactado, cuando apetecía y venía bien por las
casuísticas. No era una norma, se veían con frecuencia, en la
propia casa de Irene, sita en el barrio de Gracia.
Otro
de los lugares de concentración fue desde siempre el Ritz en el
centro de la capital catalana, hasta que se construyó el bonito
hotel Arts, que por cercanía con la playa, lo fijaron como punto de
envite definitivo.
Un
lugar íntimo y muy moderno de reciente construcción, cercano al
parque de la Ciudadela y a la playa de la Barceloneta. Un paraje
enormemente celestial con vistas al mar y que no levantaba ruido ni
sospechas de nadie.
Nayim.
Con esa abreviatura llamaban a: Narciso Yates Imperial, un arquitecto
de mucho prestigio y fama.
Acaudalado
y engreído “gentleman” un hombre de aspecto elegante y
presumido, con modales apacibles y exquisita educación. Procedente
de una familia adinerada valenciana, radicada desde hacía cinco
generaciones en Barcelona.
Una
gente de alto copete y cuna de millonarios, que meaban porque podían
permitírselo, más arriba de donde le correspondía.
Adictos
a la misa de doce, todos los domingos en la Catedral del Mar y pastel
de nata, todas las fiestas señaladas, siempre adquiridos en la
famosa pastelería Escribá.
Familia
relamida, farsante e hipócrita del Opus, con amistades y allegados
muy cercanos al clero tradicional y ligadísimos a la banca mas
combativa y posicionada del ranking económico nacional.
Narciso
es un hombre clásico, medido y poco transparente, con una esposa
metódica y moderna, aunque ella sabía disfrazar esa imagen. Dando
el perfil de una sufridora ama de casa. De las que por norma visita
al Sagrario a diario.
Tendencias
un tanto engañosas, con aficiones sexuales ocultas que en privado
demostraba. Gustando disfrutar de la diversidad más abyecta y de la
extrema ilusión de los actos apasionados en secreto.
Practicas
con personas, ajenas a su marido, familia y amistades leales que
pudieran comprometerla.
Usuaria
del sexo sin medida, con amistades seductoras como ella misma. De ahí
tanta <<vista gorda>> con su marido que solo le
aguanta por pura conveniencia.
Voluntaria
de la parroquia del Sagrado Corazón y ayudante en las labores de
vicaría. La mano derecha del reverendo. Actuando como una mujer muy
orgullosa, cobarde y humillada que no había reaccionado a la vulgar
modernidad a ojos de terceros. Ni siquiera a los de la familia con
los que disimulaba mientras ella participaba secretamente de todas
las libertades que se daban. Siempre en privado para fingir ser el
tipo de persona que no era.
Con
una fortuna materno parental de las que sirven para engreírte como
una deidad. Agregando además el patrimonio heredado desde hace unas
generaciones y lo que se sumaba por legado de matrimonio con el padre
de sus cuatro hijos.
Por
la vertiente del esposo tampoco andaban descalzos, ya que los Yates
Imperial, estaban también muy colocados; untados de capitales y
posesiones a repartir entre descendientes.
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