Arrancó
el automóvil, después de disponer la dirección en el nuevo
orientador vial, que le habían regalado para su onomástica. Ni tan
siquiera lo había desencintado desde que lo recibió como regalo,
para que no se perdiera, y de aquello, habían pasado muy bien, más
de dos años.
No
le costo nada colocarlo en la guantera del auto y darle corriente, al
ser nuevo, el propio cacharro, se iba auto alimentando y gestionando
hasta el momento que fuese, dar el servicio que debía prestar.
Todo
dispuesto antes de la marcha, con un vistazo a los retrovisores y
salpicadero, supo que no dejaba nada a la casualidad y dejó que
aquella tecnología fuese activando desde el satélite, la situación
de donde se encontraba y pusiera en marcha su funcionamiento.
Abandonando su confianza en el accesorio inteligente.
Anduvo
por la carretera de la costa y en un momento preciso, se escuchó una
voz que le decía—, gire a la izquierda, sentido contrario al mar.
Y no se detenga hasta encontrar el stop final de esta vía.
El
conductor no hizo ni caso, tan siquiera pensó, ya comenzaba a dar
instrucciones de llegada el nuevo navegador y Nestor, sin quitar la
vista de la carretera dio por buena la activación de la aplicación,
que a medida que transcurría el tiempo, se auto generaba, con la
versión final recibida por la red.
No
habían recorrido trescientos metros, cuando aquella voz volvía a
apercibirle, con aquel agrado—reduzca la velocidad y a cien metros
encontrará el desvío que busca, el que le llevará directamente a
su destino.
Fue
entonces cuando Nestor se alertó, ya que en ningún momento había
indicado al navegador punto inicial, ni tan siquiera final de
trayecto. Ya que aquel artilugio, que se estaba instalando era de
reciente uso y no tenía parámetros de ninguna clase donde
cobijarse. Además, se percató que le estaba llevando por un camino
rupestre, que jamás lo había recorrido, ni conocía.
Miró
al “Tom-Tom” y estaba parado. No se había instalado, aún estaba
esperando la clase del idioma que usaría aquella aplicación y
Nestor, el usuario, no le había indicado absolutamente nada. Echó
un vistazo al asiento trasero y vio una especie de brillo conocido
por él. Un albor que asimilaba y que hacía muchos años, dejó de
visitarle con aquella frecuencia tan familiar. Sin detener la marcha
del vehículo y con mucha confianza preguntó—¿Que quieres
recriminarme, después de tanto tiempo? He dejado de incumplir alguna
de las promesas hechas—dijo Nestor con agrado. La Voz del
Navegador, que usada por aquel «ampo» que pululaba tras los
asientos vacíos, le indicó— ¡Tienes muy mala memoria, cuando
quieres!, pero el que promete ha de cumplir y tú lo sabes.
Al
llegar al numero quince, aquella ingeniería indicó «Ha llegado a
su destino», y Nestor, detuvo el sedan, esperando alguna indicación,
de aquel angelical blancor, que levitaba en el asiento del copiloto;
mientras el mensaje se repitió por tres veces, hasta que intentó
desconectarlo, sin poder. Aquella dirección correspondía con un
desconocido y lujoso Geriátrico, que le refrescó la memoria y que
volviéndose a disparar el sonido, se escuchó «Tome la próxima
salida y a cien metros, la carretera comarcal hasta llegar a la
población donde pararás para…... »
0 comentarios:
Publicar un comentario