Nadie
lo sabía a ciencia cierta, pero le quedaban tres días para parir.
En aquel tiempo tampoco conocías el sexo del hijo que llegaba. Todo
era como muy raro comparado con la actualidad.
Debías
trasbordar un par de veces en los autobuses, andar un trecho para
llegar al hospital mas cercano, o tomar el transporte de algún
conocido, que voluntario se ofrecía a llevarte.
El
embarazo a la muchacha le había ido perfecto, con sus respectivos
análisis, y con la prudencia de saber en todo momento que es lo que
procedía.
Aquella
noche, el padre de la criatura y compañero de Gladys, Preston, llegó
del trabajo, harto de prisas de exigencias y como tenía unas horas
acumuladas, no volvía a la oficina hasta pasada la navidad, con lo
cual estaba al lado de su mujer, en el ínterin de dar a luz.
Preston
no tenía vehículo, sin embargo lo tenia todo atado, para el
nacimiento de su bebé y había quedado resuelto el transporte, desde
hacia unas fechas, en que llegado el momento, el joven papá,
avisaría para trasladar a Gladys a la Clínica.
Así
que en el instante de las prisas, Preston actuaría.
Míster
Franki, padre de Preston, vivía unas calles mas abajo, en el mismo
barrio, con lo cual nada sería demasiado premeditado, tenia un
vehículo utilitario de los chiquitos, tipo Chincochento, con el que
trasladaría a la partera al hospital.
El
día seis de diciembre no era tan festivo en el país, pero como cayó
en sábado solo se trabajaba media jornada.
No
había finalizado aún el año 1975, y todavía en la España amplia,
estábamos en un régimen completamente diferente al que se vive
ahora, en muchas casas aun faltaba el teléfono, la calefacción, el
microondas, la alegría y la libertad.
En
cambio existía, la estufa de butano, el televisor de blanco y negro,
el brasero, el jabón lagarto y el “mejor te callas que estás más
guapo” y los payasos de la tele, Gaby, Miliki y Fofó, sin
olvidarnos del programa Concurso la Noche del Sábado.
No
había más, por lo que la gente consumía lo que estaba al alcance
de sus manos.
Aquel
fin de semana Preston debía estar al quite, puesto que Gladys, en
cualquier momento, podía dejarse venir.
El
lunes día 8 se celebraba la Festividad de la Purísima, con lo que
la pareja se retiró a sus aposentos a descansar, habiendo decido que
iban a hacer en esa festividad, sin imaginar, que su sueño sería
interrumpido.
Todo
fue como un rompecabezas, pero con las piezas previstas y los lugares
reservados para no perder ni un minuto.
Fue
hembra, y además preciosa, rubeta y la alegría de la familia.
Ahora, pasado el tiempo, Doña Anita, es madre. No es tan rubia, pero
muy emprendedora y el domingo día 8, cumple cuarenta y cuatro años.
¡Que edad más bonita! 44, ¡Como lo es ella!
Motivo
para que la felicite y le mande millón de besos y mis deseos de que
cumpla muchos años más, alrededor de su familia que la quieren.
Firmado:
Preston
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