Fue como aquel cuento que escuchábamos de chiquitos, de boca de nuestros abuelos. Con sus refranes y nombradías, fueron esculpiendo en Milton, una especie de historia imborrable, que llegado el momento sale y se desparrama de forma abrupta, para el deleite de sus recuerdos. Tantos le llegaban aquel día al padre del homenajeado, que mezclaba sucesos de uno y otro tiempo.
El famoso invitado desconocido, el que se sumaba a las merendolas y cumpleaños. «según contaba el abuelo» El amigo del traje marrón, el tío más simpático de cuantos hayan estado en una fiesta de chiquillos, el que departía con todos, de forma familiar, como si perteneciera a la familia.
Nadie le conocía, pero como regalaba tanta simpatía y tanta alegría, sin disimular el ruido todos lo soportaban, con agrado y le daban la merienda, dejaban que contara sus chistes y después se despedía cual payaso de la tele.
Las celebraciones de entonces no se parecen a las de ahora y aunque todo pasa, Milton seguía, recordando aquel tiempo como si fuese ayer. El nacimiento de su hijo, que ahora cumplía la estupenda edad de diez cuatrienios.
Viendo a todos los protagonistas del tiempo, actores y tramoyistas, con el semblante y la edad que tenían en aquellos momentos, y lo seguía disfrutando, gracias a fotos y recuerdos imborrables que quedan para siempre dentro de cada cual.
Cuarenta años cumple, hoy día de la Guadalupe, y nos remontamos a la friolera de finales de los setenta y principios de los ochenta. Aquella noche, su madre molesta y muy avanzada, se quejaba de dolores de parto, aunque según los cálculos del pediatra, no se esperaba aquel nacimiento tan pronto. No dándole aquella atención por la falta de fecha imaginada.
A las ocho de la mañana, ya había nacido y de que manera se hacía escuchar, no entraré en todo el «pilfostio que se pasa» ya que quien más o quien menos ha pasado por uno de estos trances nerviosos, pero a la vez alegres, .... y el tiempo pasó...
y un día de verano en la playa, se nos escapó, no tenía más de cuatro años y no se fue demasiado lejos, recuerdo que comenzaba el tiempo del destape y en la zona playera, estaban un grupo de mujeres jóvenes haciendo el ya permitido striptease. Vista la suya, la del niño cual a la de un lince, que a ellas se sumó intentando permanecer con ellas el tiempo que le dejasen. Ellas viendo que era tan pequeño, pensaron se le había extraviado a sus padres. Nosotros desde la distancia le veíamos y queríamos saber que clase de decisión tomaría. Tuvimos que rescatarlo de aquella buena compañía, pronto y sin dilación, porque el ya comenzaba a explicar con su lengua atrevida, todo aquello con que se hacía entender.
Así podría mi amigo Milton, contar miles de detalles, que conciernen a las vivencias filiales con sus hijos, que imagino él prefiere, dejarlas dentro de su corazón para que se enquisten con él, a medida que van llegando esas bonitas fechas de Cumpleaños.
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