Aquel
Ateneo se atiborraba de tiernas muchachas, y por supuesto de apuestos
y avispados chaveas, que iban a cuando menos oler de cerca a una
señorita, conversar con ellas, bailar y reír todo lo que se podía
y mas. Lo complementario, si llegaba era por añadidura, en aquel
tiempo no era tan fácil.
Standley
siempre esperaba a la misma mujer, que solía sentarse en la esquina
del bar de la pista de verano, junto a la salida a los jardines
helicoidales. La mejor vista del local. Leslye, simulaba a una
temprana pelirroja, muy recatada, que sabía lo que quería y lo que
buscaba, sin que nadie tuviera que ayudarla a tomar decisiones ni
consejos. Mujer que cuidada su pulcritud y sus poses, miradas,
ademanes y fingimientos, que eran más de los que disimulaba. Sus
manos siempre anónimas, envueltas por unos guantes blancos,
ocultaban unas manos muy pequeñas con unos dedos muy largos y finos
que jamás tropezaban con objeto alguno, que pudiera marcarlos.
Tocada con una chapela femenina de color tierno, a juego con su
cabellera y unas lentes que disimulaban sus iris. Sonrisa perenne,
nerviosa y no bailaba más, que con Standley, un emigrante venido de
Belmopán, la capital de Belice, entre Guatemala y México, y que le
había presentado hacia seis meses, su mejor amiga y acompañante al
baile; Joana. A los demás caballeros, los escudriñaba y analizaba
desde el fondo de aquellos ojos claros, disimulados por sus anteojos.
Aquel
joven se dedicaba a recibir clases en la Universidad, para volver a
su país con la carrera de Diplomático finalizada, tan solo para
realizar las practicas en su suelo patrio. Dominaba perfectamente el
idioma, y se le notaba cuando llegaba por su porte y por su color
endrino y brillante, nítido y caprichoso.
Actuaba
en la pista Central aquel domingo de junio, un tal Bruno Lomas,
interpretando la canción: América, América, compuesta para Nino
Bravo, por los españoles Armenteros y Herreros, que en aquella
ocasión cantaba otro artista, acompañado por la Orquesta Ciudadana.
A
media tarde Leslye le preguntó a Standley interesada—He de saber
que planes tienes al respecto de lo nuestro—Inquirió de buenas a
primeras la señorita. Mientras Standley, se la miraba rendido y
marcando los pasos del romántico ritmo que estaban bailando—Te
refieres a si te voy a pedir ¿matrimonio en pocas fechas?—Adujo el
americano.
—Se
que te marchas a Belmopán en breve—asintió muy sexy Leslye—y no
sé que pensamientos tienes en cuanto a nosotros dos, igual esta
noche podríamos ir juntos a mi apartamento y disfrutar desnudos toda
la noche, en un amor sosegado y limpio hasta que nos descubra la
madrugada ¿No crees?—Apuntó la damisela.
Standley
se la miró muy amartelado, y después de robarle un beso en los
labios le dijo muy sereno—Desde luego ir a tu departamento y
casarme contigo no son mis planes cariño mio—Indicó el mulato,
sin inmutarse. Respondiendo de inmediato la gatita de los manoplas
níveas—Entonces has estado ¿jugando conmigo estos meses? ¡Serás
caradura! Haciéndome creer que me amas y tirándome los tejos.
No,
amiga Leslye Carol, o debería llamarte Clarisa, la «ratera de los
guantes nevados»
Soy
del FBI, y tu amiga Joana, me puso al corriente cuando nos presentó,
hace un tiempo. Me informó de tus correrías en el país, en este y
en otros tres de donde venías huyendo, y de tus robos en hoteles y
domicilios. Hurtos a tus conquistas nocturnas, por lo que te voy a
repatriar a tu país, que es el mio Belice. Estás buscada por la
Interpol de medio mundo. La melodía dio fin y agarrados salieron
hasta la puerta, donde un coche celular de la pasma les esperaba.
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