Veo
llover tras los cristales claros
de
la ventana de mi vida breve,
que
con el agua cae y aun se atreve,
a
encharcar mis desdichas y descaros.
Lluvia
que sin razón podré contaros
por
hechos a los que nadie conmueve,
ni
por la duda ardua menos leve.
Con
aquello que debo confesaros.
Fui
por mi convicción muy duro, un roble.
Sin
dejarme llevar por los consejos.
Así
se fue mi amor con un redoble,
de
los tambores oídos a lo lejos
que
no impidieron fuera un tipo innoble,
descubriendo
secretos sin complejos.
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