Buscaban unos actuantes que fueran en sí, bastante desafortunados en sus manifestaciones y en sus hechos, por su mal carácter o quizás por su poca empatía. Gente mal educada y despiadada, que no supiera estar a la altura, y sembrara cierto desencanto, en los momentos más electrizantes. Instantes ya irrepetibles, donde el daño, jamás pudiera ser reparado y que, de un modo u otro, el pueblo los tuviera ya encasillados, como gentuza indigna, que representaban en la inmediatez su propia mezquindad. Esa falsedad o hipocresía, que abrigaban de tapadillo.
El jurado escogido por los guionistas, y los responsables del
Departamento de Producción, fue algo parecido a una chapuza. Resultando designados
los más ineptos del gremio.
Cinco profesionales del mundo de la farándula, que atesoraban en sus carreras, escándalos, fraudes, abusos y exigencias para detener cualquier proyecto. Abyectos, que en el último tiempo se paseaban con sus inmundicias y cuchicheos por las cadenas más exageradas del país, sentando cátedra con ilegalidades nada contrastadas. Aunados por unos reporteros que tan solo averiguan entre las pudriciones de secretos personales. Sea quien fuere el protagonista.
Tres personas quedaron finalistas, una dama y dos caballeros, ella, un pibón de mujer, encantadora, sublime y con un don de gentes de pronóstico. Capaz de embaucar al más pintado, en el escenario y bajo cualquier atmósfera, para después, ser lo contrario. Cuando se quitaba el maquillaje. Despreciativa, envidiosa, y tóxica, contigo y amable, sensual, y dulce con tu amigo. Los dos actores restantes, eran varones. Con un bagaje amplio y acostumbrados a rozarse por los diversos locales de lenocinio, y escenarios faltos de honestidad.
Protagonizando sin resultados, ser de buena sangre, en la intimidad. Descubriéndose como entes amables, cariñosas y honradas. Falsedad que demostraban en el primer flirteo, sin llegar incluso a las primeras de cambio.
Driblando sus posturas a menudo, para que jamás pudiesen catalogarles,
como ciudadanos desequilibrados. Resultando ser en la cruda realidad, bastante
deleznables.
Gente pretenciosa y engreída sin humanidad, que les costaba muy
poco descalificar a cualquier compañero de profesión, por el mero hecho de
creer que les superaba en la interpretación o, imaginar que pudieran llegar con
el paso del tiempo, en ser actores de valía superior a las de ellos.
Se
presentaban sin más al proceso de elección, porque estaban en la vía muerta de
la interpretación. Nadie, ningún productor se fijaba en los mismos para engrosar
las listas del reparto de personajes que defender en cualquier película u obra
escenificada desde el entarimado de una sala de proyección.
Todos ellos presos del pago inapelable, que les abonó la providencia, por su comportamiento con sus congéneres. El jurado falló, de forma fraudulenta por uno de los caballeros. El primero de los entrevistados. El más miserable y cabrón del trío, el que menos escrúpulos poseía y el más lenguaraz.
El no elegido, fue el menos baqueteado, el más joven y con menos prestancia. No se supo vender por su falta de picardía y por no desnudar a la joven, revelando sus más íntimos secretos, de la que fue su pareja, aquella, la misma sufridora que lo abandonó por su egocentrismo e indecencia.
A la preciosa
actriz, la señorita cañón. La descartaron en cuanto vieron que no le iban a
sacar por las buenas ni la mascarilla de la cara. Pretendiendo conseguir el
papel de la obra en cuestión, tan solo por su calidad interpretativa.
Dejando los secretos de su intimidad escondidos como se hallaban,
y en lugar personal, para que nadie pudiera discutirlos.
Según afirmó, con rotundidad, la bella actriz, diciendo __En el confesionario, con el padre Tarcisio. El cura de mi parroquia.
El actor trasnochado que ganó el concurso, tuvo que vender en seis programas las mamadas y maldades escondidas de su propia madre y aquellas que vivió en sus cuatro matrimonios. Antes de que lo denunciaran por inclemente
¡Hay que
ver! Lo que han de hacer ciertos vocingleros, para comer
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