El título de
aquella canción, que marcó mi adolescencia y mis pretensiones ilusionadas era
la que ahora vuelve a deleitarme: “Sentado en el muelle de la bahía”. Que la estoy percibiendo mientras vuelan mis pecados
alrededor de mí.
En este
instante ¡Ahora!, precisamente ya, sosegado después de la rabieta que embargó
mi cuerpo por no dejarme volver a pasar mis días de Pascua en el lugar de mis
preferencias, finaliza esa melodía y mientras comienza otra.
Puedo
descubrir, mi necesidad por retornar a Valderrobres, ese lugar que ya lo hago
mío, por tantas y tantas pujantes ilusiones, que suelo atesorar. Otra frase
escrita en otra canción de mis preferencias, “El arroyo de la
sierra me complace más que el mar” (Guantanamera)
Son ya dos años, que por un motivo u otro me impiden viajar en Semana Santa, al lugar donde deseo, y con emoción dejarme disfrutar de todo lo que allí me rodea. “Y por tanto yo no; te dejaré de amar. Cuando no puedas yo te daré calor” La letra de la canción: “C’est pourquoi”, del inolvidable Charles Aznavour.
Quizás tú te preguntarás, sin
poder hilar mis motivos ¿Quién me impide volver?, ¿No estamos en una
democracia? ¡Eso dicen!, pero anteponen una excusa que denominan “Pandemia” y
que no han sabido dirigir ni contrarrestar.
Sereno me despido con otra
letra de mi concertista predilecto, José Feliciano, y no es otra que comparto
con vosotros a continuación: “pueblo mío que estás
en la colina.
¡Qué será!
¡Qué será de mi
vida que será!
¡Qué será de mi vida que será!
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