domingo, 3 de junio de 2018

Sueña...





Se las veía venir en la consulta de la doctora Beatriz Presumido. Sabía que le iba a propinar la regañina más bullanguera del cosmos por no haber obedecido a sus advertencias, de conducta en cuanto al régimen nutritivo ¡Pa que te cuento! “, como vulgarmente se dice.

Ni siquiera había llevado a la praxis el segundo precepto médico a cabo.
El siempre asistido y mal entendido consejo de caminar. ¡Hasta la saciedad!




Ahora son términos costumbristas que no vienen mal ordenar en las esferas facultativas. A los que adulterados de peso y de simpatía se sientan esperando clemencia médica en las revisiones periódicas de control de salud.

Andar, caminar, deambular, marchar, peregrinar, circular. Todo son términos y verbos, que muy medicinales, son la puerta de la salud.
La vitalidad andante que por prescripción facultativa nos ha de entrar por los pies.
El otro punto filipino del estoico paciente es la llamada obesidad veleidosa y hostil”, esa premura engañosa, que en cuanto te pasas un pelo en las comidas, en las meriendas y en las cenas; la “balanza de la ley” gravitatoria te acusa de estar rechoncho. Ahora para ser más finos los determinan como si estuvieran más estilizados llamándoles obesos.

La consulta estaba repleta y como aquél distraído que, muy confiado y benévolo espera la visita de control, fue llamado al orden y se escucho al fondo del pasillo la voz de la licenciada, que observó el patio y a las personas que les daría su vademécum.
ahora entra Pancrudo, luego Morcillo y después usted señor Delgado—refirió la doctora Presumido, sin sonreír apenas en la misma puerta del consultorio.
Los dos primeros fueron hallados de salud regular—Jamás lo sabremos. Es secreto profesional y deontológico.
la cara que llevaban al salir del macelo, no daba para optimas conjeturas— Consideró el señor Delgado, poco antes de ponerse en pie para acceder a la visita con su galeno.

¿Da usted su permiso doctora? — Pasa, adelante Delgado, y ponte cómodo, que ahora mismo estoy contigo— Refirió Beatriz la doctora, antes de mirarle a los ojos y escudriñarle lo que temía.

Bueno, pues quítate los zapatos, la camisa y los pantalones. Súbete a la báscula, iniciaré por ahí la ronda de cómputos, antes de tomarte la tensión y practicarte el cardiograma. Al final verificaré la próstata, que ya te vuelve a ser hora y procuraré ser sutil, al socavar el dedo por el esfínter y, no te hagamos demasiado daño.

En la balanza la doctora, hizo un gesto y soltó una onomatopeya—¡Uy... qué chasco, no lo entiendo !
En el cardio, no pudo reprimir la poca consistencia de los apósitos en el pecho que no se aguantaban, y al final por la mini impresora, fue saliendo aquella receta horizontal y traslúcida con rayas idénticas a las del IBEX35 de la bolsa española. El tensiómetro no podía dar un repertorio tipificado, sabiendo que le faltaba el acceso plastificado por donde amargan los pepinos.

Después de toda la aventura, el señor Delgado se vistió, la doctora tomó asiento en la silla del escritorio y frente a frente médica y enfermo, se miraron sin mediar palabra hasta que Doña Beatriz dijo—: Estás pasado de peso, ¡Estas gordo, señor Delgado!

Ya me dirás en que estás pensando y sobre todo en que sueñas; porque siguiendo mis instrucciones, deberías estar más estilizado, ¿No crees?

Doctora, antes; cuando no venía a revisiones, yo soñaba con artistas de cine, las más guapas. Sobre todo con Nickole Kidman, Angelina Jolie; pero ahora, desde que estoy todo el día bajo el yugo que me impone, caminando, comiendo como un pájaro, sin alimento apenas. He dejado de soñar con bellas damas para que mis alucinaciones sean aperitivos suculentos, con esos grandes bocadillos que hacen en el McDonald ¿Será esa la razón de mi enjundia?
No me vengas con socarronerías—le dijo la doctora Presumido— come menos, anda más, bebe solo agua y sueña con quien te de la gana. ¡Eso no engorda!





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