Cuando
se trata de soportar
al
vecino, al socio confesor,
a
veces has de hacer mucho esfuerzo
para
mitigar la gran pesadez
que
conlleva ese padecimiento.
¿Es
necesario dar más servidumbre?
Ir
siempre de “pringaos” sin pretenderlo
tener
las ganas de decir y hacerlo,
en
lugar de tragar cómo es costumbre.
¿Nos
puede la prudencia y el deslumbre?
El
arte de callarnos y entenderlo
esperar
el momento y deponerlo,
sin
soportarlos aunque el sol alumbre.
Nos
da miedo enfrentarnos a estos vivos
sus
represalias pueden afectarnos,
y
por nuestro temor, resultan divos.
Hasta
que de aguantar y, revelarnos
¡Nos
aparecen los imperativos!
Diciéndoles
verdades hasta hartarnos.
Y
que bien se nos queda el cuerpo
al
enviar a los tóxicos
donde
deben estar ¡Al pairo !
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