lunes, 4 de junio de 2018

Virtud y amistad







Cuando un amigo se va”… como dice la canción del genial Alberto Cortez. Se nota ese vacío grande y se genera una yaga profunda pero, cuando se tiene ese aliado, esa sombra benefactora justo a tu lado. Muchas veces pasa desapercibido y normalmente infravalorado y no debería ser jamás así.


Cuando tienes al amigo tan cerca, sin hacer ruido sin decir ni palabra, sin amañar influencia, sin ningún tipo de celos dolosos para llamar la atención. ¡Ha de valorarse y de qué manera!
Es por ese motivo que aquí hoy quiero resaltar el rasgo de mi buen amigo Eduardo. Esa persona que lo asume todo, que jamás se le pasan los detalles valiosos por alto, ese que tienes justo a tu vera y siempre tiene un apelativo potencial para servirte.


Hace muchísimos años, le conocí en las filas del ejército, ambos nos presentamos al examen de aptitud para voluntarios al cuerpo de Automóviles. Pasamos aquellas pruebas técnicas y el destino quiso que nos colocaran muy “cercanos” en el quinto Batallón de la Quince compañía(Blln nºV - XV Cía).
También la casualidad de la primera letra de nuestros apellidos es idéntica, lo que jugó para que en las literas del barracón tres, que era dónde pernoctábamos y custodiábamos el armamento, quedaran ligados nuestros envites, alegrías, tristezas y penurias; en el mismo palmo de terreno.

Nació ahí la amistad, entre las carencias del tiempo, entre los racionamientos del avituallamiento militar, entre las cartas a nuestras chicas que confiaban a lo lejos.
Mezcladas con las maniobras castrenses, las ausencias gratificantes, la falta de nuestra seguridad y el miedo a lo que nos sucedía.
Luego llegó el cuartel, el mismo enclave para los dos, las pruebas de capacitación dándonos el mismo color de los galones a ambos.
Eduardo con sus días y su vida y yo claro está con la mía, pero siempre en el perímetro del mismo radar.

El que cada minuto nos detectaba con su influencia de amparo y sosiego. Siempre soportados y conectados por el rigor de aquel cordón umbilical que de una u otra forma nos diferenciaba y hasta quizás nos iluminara en alguna de las acciones complicadas que se generan dentro de la tropa.


El tiempo pasó”…. como suena en otra canciónMi árbol y yodel cantautor dilecto antes referido.
Llegó la licencia y cada cual se marchó con su vida a buscárselas para sobrevivir en este mundo tan alado, tan efímero que cuando te quieres dar cuenta ha pasado ni más ni menos que medio siglo.

La colocación en el trabajo, los turnos, las hipotecas, las idas y venidas al pueblo de origen, el encuentro certero con aquella novia que dejaste esperando al marchar a cumplir con tus deberes patrios.

Más tarde, los hijos queridos con sus alegrías y sus penas, las ausencias de tanta gente querida, las advertencias, las dudas, los ideales incumplidos, los deseos por llegar, los principios, la jubilación y los nietos.

Siempre supimos de nuestros quehaceres, con más distancia que menos, el tiempo fue reencontrándonos en el barbecho, en tantas ocasiones que ha sido una completa vida la que ha dibujado nuestros perfiles.

Tantos momentos buenos, y otros quizás, ausentes que no lo fueron tanto.
A cada cual les llegó con la puntualidad consabida de aquel destino que nombrábamos antes y que inexorable, llega para que se cumpla.

Cómo ha llegado el día de hoy en que Eduardo cumple los sesenta y siete años, cuando el recuerdo se hace letra y queda impreso para ser indeleble, para recordarme la suerte que poseo por seguir siendo buenos amigos.
Ayer, como aquella bala del “Cetme” que se escapó sin esperar, del fusil ametrallador del colega que disparaba, en la misma fila que nosotros.

Burlando a todos los soldados que confiábamos en la trinchera. Se escapó un quejido de recuerdo exhumando todas aquellas argucias que pasamos cuando aún éramos tan imberbes.
Dejando las prisas del momento, recordé que te debía este recuerdo en el día de tu cumpleaños y ahí o dejo para el recuerdo.



Virtud y amistad



Mañana cumples los sesenta y siete,
naciste en el cincuenta mas el uno.
Eres mi amigo, como tú ninguno.
¡Te felicito con mi gallardete!

Esperando disfrutes del ramillete
que brindan los años tan oportuno,
andando siempre con salud y alguno,
de los tantos amigos del sainete.

Este soneto lleva mi seseo,
para que sigas tan feliz cumpliendo
todos los años y son mis deseos.

Así quiero mandarlo disponiendo
del disfrute, por ser lo que poseo.
Mis abrazos y, nos seguimos viendo.





Para Eduardo, mi amigo de siempre
con mi mejor recuerdo.














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