Esta entrega viene de una narración anterior
titulada: Le subió las faldas
Nueva entrega: Padre ¿Nos abandonas?
No habían pasado diez minutos, y poco antes de que
comenzara a ponerse nervioso, después de examinar y fijarse en el ornato de la estancia, y del
gusto de la decoración, cuando apareció Caterina, con su camisón afranelado de
dormir y unos ojos legañosos, cabello revuelto como de haber participado en una
pelea de gallos y una sonrisa humedecida por el placer que le comenzaba a ganar
mientras una alegría rara e insondable le sobrevenía de su alma.
titulada: Le subió las faldas
Nueva entrega: Padre ¿Nos abandonas?
_ Papá, como vienes tan temprano. ¿Es que has venido a
despedirte?¿Te vas a España…? ¡No me asustes, vale!
Antes de responder, Javier la abrazó con
mucho cariño y besó en la mejilla sin
prisa, notando la premura que contenía su hija, que esperaba una respuesta
inmediata.
El padre muy adrede y, posponiendo las
respuestas hizo un descanso para proseguir mirando alrededor por si ya, venía
Cecilia, y poder confesar las dos preguntas que le exigía Caterina, para que fueran recogidas a la vez por las dos
mujeres que más interesadas pudieran estar _ ¿Dónde está tu madre?
Caterina esperaba unas contestaciones antes de
informar a su padre, del paradero de la mamá y calló sin informar de inmediato,
viendo que su padre, ya tenía una decisión tomada y posiblemente dentro de su
arrepentimiento, pretendiera hacerla efecto cuando todas ellas, estuvieran
juntas, y antes de que su papá, se sintiera más incómodo y hablara sin acomodo,
le dejó disfrutar de su propia hija que él, sin más opinara lo que le
conviniera en aquel minuto
_ ¿Quién le ha
hablado de mí a la señora que me abrió la puerta? _ preguntó Javier a su
Caterina, con un sentido coloquial y muy cercano.
Su hija, tras mirarle con agrado, le respondió con
soltura. Iniciando las respuestas en orden inverso.
_ Mi abuela materna lo sabe todo, ¿y hablarle de
ti,... preguntas? _ siguió confesando
Caterina, con aquel desparpajo de una señorita preparada, con el conocimiento
de todo el affaire que mantenían sus padres, y de los consejos que escuchaba
por parte de sus abuelos.
_ Ni te lo imaginas, ni puedes llegar a
intuir nada; ella siempre te defendió. Mi nana, Fredesbinda, siempre te escudó
de todas las responsabilidades a las que mi mamá, no quiso tener en cuenta, ni
tan siquiera participarte la noticia de que iba a ser madre y la abuela,
siempre creyó que su hija hizo mal.
Hemos dicho perrerías sobre ti, todas
nosotras_, volvió a certificar Caterina, con una sonrisa en los labios_, siendo
Blinda, la que siempre acusó a su hija de cobarde y puso en duda la forma tan
mezquina que mi madre, escondió la realidad de lo sucedido para dejarlo todo, y
venirse para acá _sin pausa siguió Caterina razonando y presentando a su yaya,
para que su papá conociera algo de ella_ La llamamos por su nombre,
Fredesbinda_, Blinda es más corto, añadió con una mueca de placer y de amor _:
y es una abuela maravillosa, que nos cuida de vez en cuando, si mamá ha de
ausentarse o salir de urgencia.
Frenó su cháchara
aquella jovencita alegre y charlatana, para responder a la segunda
pregunta. Mientras a su padre le caía la baba de felicidad.
_ Cecilia, ...mamá; no tardará en salir a saludarte; se está
acabando de acicalar y despertando a la peque. ¡No tarda nada!
La niña, volvió a intentar por segunda vez, saber antes que nadie, sobre la decisión que
Javier, su padre había determinado y volvió a preguntar, ahora con más
impaciencia.
_ Papá, ¡¿has decidido verdad?! ¡No irás a asustarme y a abandonarnos de
nuevo! ¡Los españoles tenéis fama de gallitos acobardados!
_ Esperarás a que estén tus hermanas y
tu madre, para que os enteréis todas al mismo tiempo.
No es nada fácil para mí; como comprenderás y no debes
ponerte nerviosa, que con lo que se decida deberemos adaptarnos ¿no crees,
princesita?
_ ¡Si pero, tú has de saber muy bien, lo
que haces! ¡¿No?! _ Abrazada a su padre,
casi le sujetaba para que no pretendiera escapar por aquella puerta, que
cerrada con dos llaves permanecía tan
afianzada.
Cuando iba a tomar de nuevo la palabra Javier,
apareció Blinda con una bandeja mediana y blanca tan nítida como el camisón de
la niña, en la que llevaba una cafetera y una taza, para servirle algo
calentito, reprochando la intolerante interrogación de Caterina.
_ ¡Óigame señorita fresca! ¡¿Dejarás que
tus padres decidan libres y sin presión?! O usted va a ser el clásico pendejo
que se va a adelantar a los ¡¿acontecimientos de los mayores?!
Tras el inciso y lo inesperado de las palabras de
Blinda, se pronunció Javier, que asumió el papel de padre, que aquella mujer ya
le daba por descontado.
_ No nos pongamos tensos, tengo las cosas muy claras,
sin embargo, en primer término he de saber si Cecilia_, dijo mirando a Blinda;
y dirigiéndose a su hija_, ¿tu madre, me sigue deseando, como yo la quiero a
ella? _ apuntó Javier, cabizbajo y preocupado, para continuar hablando del
asunto que le llevaba frente a ellas, casi entre dientes.
_ Aceptará de buenas a primeras como yo lo acepto y lo
digo con todo el amor de mi corazón, nuevos hijos inesperados, para educarles,
quererles, protegerlos, ¿Tendremos el suficiente amor para ir despejando
cuantas incógnitas y desamparos nos presente la vida en familia?. Todas esas
respuestas han de ser contestadas y admitidas por Cecilia, sin remedio alguno_
Lo comprendes ahora, hija, te das cuenta de que muchas veces las personas
hacemos cosas que nos impiden ser felices durante toda la vida_ Dejó abierta la
posibilidad de preguntas y cerró los ojos para continuar departiendo con su
hija.
_ Has de ser paciente Caterina, y
debemos esperar a mamá _ adujo Javier mirando de reojo a Blinda y abrazando
nuevamente y de forma muy tierna a su hija que ya le resbalaban dos lagrimas
pronunciadas por la mejilla.
Blinda que había visto un reflejo entre
los cristales moteados de la puerta que separaba el recibidor del salón se hizo
a un lado cerrando la boca y dejando que apareciera su hija Cecilia, con un moñito
que le recogía su cabello en la nuca, y un salto de cama totalmente
transparente, que le reflejaba todo el itinerario de los desniveles de su
cuerpo, desde el cuello hasta un poco más arriba de sus rodillas; descalza y
dándole una mano a Soraya, y la otra a Natalia. Sus otras dos hijas que unidas
aparecían en aquel saloncito haciendo las veces de antesala del gran salón del
apartamento.
El silencio triunfó en aquellos dos
segundos de duda, que se estableció cuando se miraron a los ojos Cecilia y
Javier, quedando éste perplejo y recordándole un tiempo pasado que jamás tuvo
que extinguirse.
La silueta de Cecilia produjo en él un sofoco
desmedido que tuvo que retener por caballerosidad y principios.
Fredesbinda, miró a Cecilia y la vio
radiante, como a ella le gustaba que fuera y le hizo una señal como pidiendo
permiso para dejar entrar a Javier en los aposentos del apartamento y no seguir
de ninguna forma la conversación desde donde estaban.
Cecilia al darse cuenta preguntó_ ¡Que
haces aquí Javier!, ¿cómo no has pasado?
En aquel entretanto, fue Blinda la que habló
justificando_: He sido yo, la que lo ha retenido en la antecámara_ siguió
diciendo apenada.
_ No sabía si tú accederías a dejarlo entrar. ¡Perdona
hija, estoy segura; viendo y escuchando lo que he presenciado, que me he
equivocado! y te pido perdón por ser tan desconfiada.
_ No pasa nada mamá, nos acomodamos en el salón y que
nos explique a que se debe su visita a estas horas tempranas de la mañana. En
día de fiesta y sin haber reservado ni alertado de su presencia.
Las niñas que iban de la mano de su
mamá, se echaron en brazos de Javier, sin que nadie les dijera absolutamente
nada, como si ellas supieran que sus vidas estarían sustentadas a partir de ese
instante de ese señor, que ya conocían y que admitían ampliamente.
Javier se levantó de la butaca y se acercó a Cecilia,
la que no huyó a la solicitud de un beso por parte de él, que la estrechó en
sus brazos y ella no hizo el más mínimo gesto de rechazo. Se besaron y Cecilia
se estremeció como la mujer que espera del cielo aún atisbos de felicidad.
Esta historia continuará
to be continued
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