viernes, 12 de julio de 2013

Salud y estrella


Debía salvar el examen de salud, ese que cada año se practicaba después de haber pasado por aquel susto monumental, cuando la providencia le sirvió la parálisis sufrida y que casi no cuenta. Gracias pudo dar al cielo que lo atendió un colega en los vestuarios del trabajo, cuando se le presentaron los primeros síntomas y le llevaron directamente al hospital.

Perdió temporalmente el habla y la fuerza motriz. Sin embargo con su esfuerzo y los desvelos del logopeda pudo ir recuperándose cuando nadie daba por esta mejoría ni un céntimo.

Ahora le tocaba comprobar la próstata, análisis que cada año la Seguridad Social hace  a los varones mayores de cincuenta y cinco años. Todo obedeciendo a unos cálculos del riñón que le daban la lata desde ya hacía unos años.

Eustaquio, había acabado de pasar una infección renal y urinaria debido a estas piedrecitas del tamaño de una semilla que se le alojaban en las vísceras y que solía desprenderse de ellas con paciencia, dolor y fármacos.

Aquel día el médico, le suministro la receta y a las pocas fechas debía presentarse sin ingerir alimento alguno en la consulta de visitas externas del hospital. Detalle que tuvo en cuenta y no dejó se le olvidara, concluyendo aquellos análisis que debía presentar a su médico de cabecera.

En aquel tiempo a un amigo de la infancia le habían diagnosticado una arterioesclerosis  múltiple, y la verdad no tenía el cuerpo para zarandajas, él mismo tenia síntomas de que incubaba algo y no sabía a qué atenerse o, quizás fuera el miedo que se le presentaba cuando pensaba en lo que había pasado, en el poco ánimo que tenía para hacer el severísimo régimen que el doctor le había prescrito y las pocas fuerzas que ya le van quedando a las personas, cuando se van encontrando con una complicación tras otra.

_ ¿Qué me  pasa?_ se decía Eustaquio para sus adentros_, no sé que es, me encuentro raro, tengo miedo veo que me cambia la noche y el día, creo que no estoy bien, me da miedo pensar que otra vez estoy perdiendo salud. ¿A quién se lo digo que no le preocupe y me escuche?

La navidad de aquel año se precipitaba sobre el calendario, el tiempo no era demasiado crudo, el frío no atacaba de pleno y la lluvia, tampoco se establecía como demasiado caudalosa. De ningún modo se imaginaba lo que le caería encima sin derroche.

Con urgencia le llamaron desde el ambulatorio, para que imperioso se presentara, ya que el resultado de la analítica no era demasiado correcto. Un nivel de PSA alto le había sido asociado con un incremento en la probabilidad de tener cáncer de próstata. Un PSA de 4 nanogramos por mililitro para la mayoría de los hombres es lo normalizado, aunque va por edades y dentro de su franja lo normal hubiese sido estar por encima de 3.5 ng/mL. Lejos de aquellos guarismos, fue lo que asustó al cuadro clínico, ya que superaba con creces los 250 nanogramos.

Cuando llegó Eustaquio a la consulta, le dieron toda clase de facilidades para que fuese atendido por el urólogo que lo llevaba normalmente, y fuera de las esperas tan dramáticas habidas en los enfermos, por la crisis y el estado de la Medicina en el  país, le dieron visita ese mismo día. Con ello daba imagen de la premura con la que se estaban desarrollando los hechos.

Cuando el doctor Céspedes le visitó, le dijo que no había nada que ya se pudiera hacer, que es una enfermedad que puede tocarle a cualquier hombre y que el propio Eustaquio, llevaba todos los números en aquella ocasión. Le recetó un tratamiento de choque mucho más poderoso y brutal y que volviera pasadas las fiestas navideñas.

_ Como me lo monto yo ahora, para hacer buena cara con toda la gente que conozco, amigos, familia y demás. En Navidad, que todo el mundo está tan contento y feliz_ pensaba de retorno a su domicilio, sin perder la hechura y las formas y deshecho por otro nuevo achaque.

 

Sin dejar de darle vueltas toda la noche, amaneció aquella mañana, y se volvió a dirigir a su galeno de cabecera, el mismo que dos meses antes le había enviado medicación para deshacer sus piedras de riñón. No fuera que toda aquella poderosa química, tuviera que ver, con los niveles prostáticos dados en el resultado.

_ ¡Qué tal Eustaquio! ¿Cómo lo llevas? – le preguntó el doctor, al verle de nuevo y compadeciéndose de una forma educada con el paciente, que no entendía como tenía aquellos niveles tan altísimos de PSA, más altos incluso que los que pudiera tener un cadáver.

_ Mira doctor, yo no entiendo nada, pero recuerdas que me recetaste enmienda para deshacer aquellas piedras que no había forma de derretir y de echar. No tendrá que ver con todo este jodido episodio. Mira que no me fío de vosotros, a la vez que no puedo dejar de estar en vuestras manos y quisiera tener la seguridad de despedirme de todos mis allegados siendo realmente contrastado el diagnostico de cáncer y de fin de la vida.

Aquel doctor, no le costaba nada hacer un esfuerzo por complacer a Eustaquio, que llevaba en la cara, un padecer fuera de norma y decidido quiso adelantar por otras vías, para asegurar todo aquel expediente.

_ Voy a enviarte de nuevo a un ensayo más completo y certero, donde analizaran todas las variantes, además de una biopsia, para tener constancia y realidad de los hechos_ dijo aquel matasanos, que tenía sus dudas por cómo había ido todo el proceso y en la forma que se había sobrevenido.

Con presteza y sin pérdida de tiempo, se realizaron aquellos exámenes, con la premura que lleva el agobio y el trance para dejar de padecer, o de centrarte en las últimas voluntades, dado lo acuciante que son estas enfermedades concluyentes, que se te llevan al otro barrio, mas pronto de lo que imaginamos.

 

Todo había sido un mal sueño, un error, un padecimiento para Eustaquio, que se tragó unas navidades de padecimiento como nadie puede llegar a comprender, en silencio, con la certeza que eran ya las ultimas, que ya no habrían más villancicos, ni mas historias.

Los resultados del PSA, habían bajado ipso facto, dejando los niveles en lo normal y habitual para un hombre de su edad. ¿Fueron los analgésicos que le recetaron? para desintegrar las piedras, los causantes del episodio. ¿Fue la incompetencia de los laboratorios, que se equivocaron? y que los doctores no supieron leer. ¿Fue la nulidad de su facultativo? no recordar que le había prescrito para erradicar aquella infección renal.  

Fue una Navidad, inolvidable para Eustaquio. ¡Irrepetible!

Ojalá que cuando nos visiten según que matasanos, les prendamos en buena forma,  y completamente instruidos, sin errores.

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