Circulaba por una carretera muy
transitada, con una densidad superior a lo habitual y los constantes percances
y retenciones. Lo que no evitaba el exceso de velocidad.
Richard era un hombre más bien
nervioso y muy activo, siempre con prisa, criticando todo y no conforme con
casi nada. Creyéndose asimismo ser el ombligo del mundo y todo lo que no se
ajustaba a sus conveniencias, ¡no valía!
De repente un adelantamiento
ajustado y bastante comprometido, le hizo sujetar con fuerza el volante y
frenar de sopetón. Un coche de esos que son tan flexibles el Dyane 6 de Citroën,
de un color amarillento febril le obstruyó el paso en la calzada de forma inesperada,
llegando y alojándose delante de su marcha. El único carril de aquella angosta
carretera.
Súbitamente tuvo que maniobrar y ya
no, por pericia suya, sino por suerte pudo controlar su vehículo para evitar
salir de su camino.
Los insultos expelidos por la boca
de Richard fueron de transgresión. Los excesos con el claxon de su coche
hicieron mirar por el espejo retrovisor al conductor del Dyane que vio como
Richard le mentaba a su madre y propiciaba calificativos amenazantes con sus
puños cerrados, mientras apretaba instintivamente el acelerador como para darle
caza y decirle a su cara el nombre del puerco.
El conductor del Citroën sin hacer
gestos continúo en su marcha sin menoscabo. Sentado en aquel vehículo con
aquella amortiguación semejante a un colchón de agua, y su toldilla enrollable desplegada
para suplir de forma permanente, ese aire acondicionado veraniego. Solo se le
divisaba su calvicie y sus lentes correctores, que teñidos los cristales
evitaban verle el tono de sus pupilas.
_ Hijo de…: Tu mama, será una bendita,
pero tú aún eres infame_. Profería Richard gesticulando desencajado, mientras
perseguía sin precisar al autor del que le ganó la vez_. Si te alcanzo te rompo
la crisma, chulo putas.
El invasor de su tranquilidad, ni
gesticuló, continuando su marcha, sin pretender excusarse por la acción
realizada en último extremo, para evitar la colisión frontal de su Dyane con
otro que le cortaba el paso y que venía en sentido contrario, por su derecha
cumpliendo las reglas de circulación. Sin embargo si escuchaba y veía las
frases de ofensa y los gestos iracundos del irritado y valiente ocupante del
BMW.
_ No te detendrás, si no, verías lo
que iba a hacer contigo: desgraciado_. Así prosiguió por espacio de un buen
trecho, mientras el Citroën no aminoraba la marcha y Richard con su gran coche
pretendía darle alcance y quedarse descansado al desalojar su fiereza.
Los kilómetros se sucedieron uno
tras otro, y aquellos dos automóviles parecía se habían imantado, puesto que
sin llevar la separación necesaria entre vehículos circulaban por aquella
carretera comarcal, uno: insultando y el otro escuchando, hasta que apareció la
señal disminución de velocidad por entrada en una población.
Un gran semáforo pendía sobre la
carretera, justo en el cruce de caminos. En el acceso a la ciudad, que
jugueteando el color ámbar se prendía y se apagaba hasta que el radar detectaba
la inadecuada velocidad a la que se aproximaban aquellos atrevidos pilotos.
El disco cambió a rojo, un rojo
crudo y sangriento que hizo detener en la línea a ambos conductores. Quedando
ordenados uno tras del otro, a tan poca distancia, y en tan brusca frenada. Precediendo
en el orden de espera aquel Dyan6, que aún se balanceaba de adelante hacia atrás
y de derecha a izquierda, por la brusca interrupción de su marcha.
En el momento que el tráfico se abría
para los que circulaban en el sentido de la intersección del cruce de caminos:
se abría la puerta del coche amarillo, aprovechando el stop que le indicaba
aquella luz semafórica y comenzó a salir cuerpo de aquel fuelle acordeónico con
motor, dejando el coche detenido con el motor en marcha y el freno de mano
echado, que estaba situado en la parte frontal derecha del salpicadero.
Cuando acabó de salir todo el
organismo quedó la puerta abierta, portilla
que tiene las bisagras colocadas en el lado opuesto a las normalizadas en otros
modelos de automóviles. Saliendo un corpachón con unas dimensiones exageradas,
tanto que bien se hubiese confundido por un gorila del zoo. ¡Eso sí! Un orangután
calvo con gafas tintadas que iba en busca del enfervorizado conductor
agraviado.
No le costó su maniobra de desalojo
del Dyane mucho esfuerzo, a pesar de su corpulencia y miga, presentándose frente
a Richard, que después de tanto insulto e improperio, igual estaba agotado y se
diría que arrepentido al ver al hermosísimo y robusto pelado acercarse al
plateado BMW.
_ ¡Aquí me tienes, impaciente!
Repite tus palabras groseras y perdona por no detener la marcha antes, no me lo
permitía la circulación._ Richard en ese instante y viéndolas venir, solo
exclamó unas excusas baratas que no convencieron al rapado de gafas oscuras.
_ Yo no he querido decir nada que te
molestara, ¡sabes! lo que me indigna fue que me abordaras de la forma que lo
hiciste, que casi…
Ya no pudo continuar con su
insostenible perorata y sus evasivas de espantadizo.
Cuando el semáforo retornó en su
color verde el conductor del Dyan6, prosiguió su camino igual que Richard el
suyo.
En el salpicadero del BMW, quedaron
esparcidos un colmillo y un molar. Del labio de Richard brotaba sangre, la que manchó
su camisa y su orgullo.
1 comentarios:
ESTUPENDA HISTORIA,ESO SIEMPRE PUEDE PASAR. NIKITTA.
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