Sé que en cualquier momento, se dará
que nos encontremos, porque tú debes saber que las personas son las únicas que
se hallan, las montañas a pesar de querer, les es imposible.
Es
bastante difícil, reencontrarse con el destino o el futuro, sin embargo a veces
sin proponerlo, se dan circunstancias que te acercan a recuerdos tan propios y
tan personales, que ni siquiera lo entendería el gran público, aunque
hiciésemos el intento de explicarlo.
Cierras todas las entradas de la
retaguardia para proteger nuestra privacidad, para que no haya filtraciones ajenas, para
evitar el dolor que en un momento sufrimos y ya no queremos volver a tolerarlo.
Aunque tengo la certeza que mis escritos, los lees cuando te es posible, y eso
me alegra en lo profundo de mi esencia.
La tarde de ayer, estaba dando un paseo inconsciente y me hizo muchísima gracia. Recordé aquellos años de alegría, y los disfruté. El banquito de la plaza, estaba ocupado por una parejita_ para no molestar me retiré un poco_ y pude acomodarme en otro, que en diagonal queda dando una visión preciosa del lugar.
No pretendía incomodarles para nada, aunque
confieso que de vez en cuando les miraba a hurtadillas, no lo pretendía, sin
pensar y sin malicia mis ojos reincidían en el lugar, el banco y el recuerdo.
Recreaban aquella estampa que resonaba en mí,
de hace una friolera de tiempo. Cuarenta y muchos años.
Sin precisar estuve un buen rato renegando,
otorgándome el oficio de espía bueno, haciendo de cómplice de una historia
caducada que sucedió y que tan solo puedo recordar vagamente, si me lo propongo.
¡Que gusto ¡ parecía una secuencia matemática de las
vivencias y de los sueños que aun retengo, ¡ fenomenal ¡
Al acercárseles el heladero, disfruté pleno
de alegría, en ver que las cosas se repiten y suceden en diversos sitios, y
lugares, y se representan tan sencillas y simples como lo son en
realidad.
Estaba viendo la película, la mía propia.
Una comedia de las más vulgares y sencillas, con personajes repetidos, tantas
veces interpretados por las gentes. El film o mejor dicho el insomnio que
normalmente soporto y que me visita con frecuencia en los paraísos de Morfeo.
Dejando marca, que me tienta y no me
toca, pero que deja signo de presencia, que me dice y no me habla a la vez.
Dejando el lastre del recuerdo para que no se olvide, y lo ubique en el momento
que no espero, representado por artistas, que como estos chavales que están
sentados en ese banco de la plaza, y que veía ahora, bajo los árboles frondosos.
Sentados en mi banco_ que iluso, mi banco_,
en la butaca de mi juventud. Saboreando lo que entonces yo mismo pensaba ¡Que
estampa tan bonita!
¡Sí! de fresa tomó la dama el helado_
pensaba recordando_, y el caballero, mostró preferencia por la vainilla,
quedaron degustando el cucurucho cuando observé que el vendedor de esas
delicias ya me había divisado a lo lejos, y se me acercaba, la sonrisa que
portaba era de mucha alegría, y su cojera es el paso exacto de antes. Un poco
más relajado, y más cansino, pero no cabía la mínima duda. Es Pixin y, venía a
por mí.
_Buenas tardes Hugo, hoy llegaste tarde ¿eh?_
Le miré y sonreí, pero con agrado, y él lo detectó diciéndome_: Tu banco está
ocupado, ¿sabes quienes son verdad?
_ ¡No! no les conozco, de nada_ Aduje.
_ ¿No te traslada en el tiempo?_. Siguió charlando_:
antes de la desbandada de españoles hacia ultramar, que sería… ¡Bueno tú debías ser muy jovencito!,
igual no lo recuerdas, sobre los años sesenta, a mediados, igual tú habrías acabado
los estudios primarios, y estrenaste los pantalones largos.
Vosotros fuisteis los primeros. Estrenaste
las tendencias por la rambla, por el banquito, y por venir a comer tu helado cada tarde con
aquella rubita tan flaca_, rió con picardía el viejito del casquete blanco.
_ ¡Claro que lo recuerdo! Sin embargo prefiero olvidarlo y no puedo_
dije con nostalgia.
_También ocupasteis ese banquillo. Puedo
verte comiendo el de sabor a vainilla ¿Seguro, que no recuerdas? Después; como
son los destinos y las cosas que pasan en la vida, y las prohibiciones
familiares, que antaño, perjudicaban a los siempre menos favorecidos_, siguió
contando Pixin, reclinándose en un saliente, hasta que se le acabó el suspiro.
Sin pausa, prosiguió levantando el recuerdo dormido o estacionado que llevaba
en el zurrón.
_ Como
entonces, ella viene de la familia ¡bien! de los Mendoza_, haciendo un gesto, y
refiriéndose a la señorita que estaba sentada con el mozo, en ese instante
ocupando el banco de madera y se refería
a una familia de mecenas de la ciudad_ y él_, asentó con complacencia_, pues
hijo de mecánico y de costurera, de la casa del señor Pablo y de Catey que viven en la bajada de San Lucas_. ¿No lo sabes?_,
aducía mirando a uno y otro lado.
Pregunté sin dilación y con interés_ ¿y eso
que tiene que ver conmigo?, ¿qué les ves
parecido a nosotros?_, acabé la frase, advirtiendo que había pluralizado, volviéndoles
a mirar.
El heladero Pixin prosiguió_: ¿sabes lo que
son los intereses?_, sin esperar la contestación continuó_ ¡Sé que lo sabes!_, me miró a los ojos
directamente, y dejó su languidez dentro de mí_, o es que no recuerdas, no me
dirás que a los cincuenta y pico de años te has despintado, ¡que no lo creo! ¡Tú
no, eres de esos! _ Sonrió y volvió a hacer el tic nervioso con sus cejas que toda
la vida ha hecho.
Ella, se casó con Don_ Hizo un gesto
preocupante de falta de memoria ¡Como se llamaba aquel señorito barato!_, expelió
una palabrota al aire.
_Roque_, le apunté yo, muy serio.
_ ¡Eso es!_ dijo al pronto_ mira a mi niño,
como no se le olvidan las cosas.
Arrancó una sonrisa falsa de mi boca, sabía que no me hacía ninguna gracia, pero
continuó_: y ambos, se marcharon a Julia, creo que es, un pueblo del
extranjero, que no sé donde está
_
¿Qué sitio? _ ¡Le respondí! Con
seguridad_ ¿No será Zulia?, una ciudad que está junto al lago de Maracaibo, en
Venezuela.
_ ¡Eso
sí; ahí!, ni idea, por ahí, tan lejos como puedas imaginar.
Sabía dónde estaba ese lugar. Roque, lo
había comentado cuando se instaló con ella, hace años. Presumió delante de
todos los amigos y compadres un día en el Casino de forma jactanciosa y quedé en
la memoria con el nombre de Zulia.
Con el tiempo y gracias al baile esa
ciudad, famosa por el turismo y por sus festivales de “Salsa”
_ Han estado un montón de años, ahora está
jubilado y creo que volvió solo y divorciado con su familia a Barcelona. Ella,
quedó en Venezuela_, puso fin a su charla el vendedor ambulante_. He de irme a vender estos heladitos tan
ricos_. Se elevó de la posición de descansado en aquel árbol junto a bancada y
se despidió arrastrando su carrito de ruedas con radios metálicos. El mismo carro
frigorífico que llevaba antaño.
Al
poco hice lo propio, me retiré pasando frente a la pareja que festejaban su ternura
en el banquito. Mirándoles con curiosidad,
al cruzarme frente a ellos, ambos me
saludaron vergonzosos, en sus manos sendos helados de vainilla y fresa, que se
derretían excitados de cariño e ilusión.
1 comentarios:
líndo este escrito amigo E
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