La música comenzó
atrayendo a los bailongos,
sonaba una
melodía romántica atrayente
que hizo
vibrar a más de una bella señora, guapa.
Esperando que
algún caballero presente fuera
a solicitarle
trenzara la danza preciosa,
de un bolero
cadencioso, amable y muy rotundo.
El meneo
comenzó en el quicio de la gran sala,
los pasos
estaban estudiados, siendo precisos,
y los
instructores de la línea les corregían
una y mil
veces, para poner el rigor perfecto,
A la vez que
hacían recordar todos los deseos,
inmersos de
muchos de los amables danzarines.
Más féminas
que varones en pista disfrutaban
del bolero
amarradito, que sonaba feliz
Se acercó y;
ella lo vio llegar muy apresurado
con ganas de
encantar y respetar toda cadencia,
sin intimidar,
solo con deseos de agradar.
No supo expresar
con palabras, hablaron los gestos
Enséñame a
marcar estos pasos del gran bolero,
manifestó de
forma imperceptible, mirándole
a los ojos, sonriendo
claramente emocionado.
Ella no
podía negar aquella pieza al prendado
galán que la
citaba para bailar en la pista.
Al entrelazarse,
¡Despertó ¡, y vio que soñaba.
Imaginó
tener entre sus brazos a su amada,
aquella flor
difusa, que sin notar se esfumó,
Dejándole muerto
todas las tardes de domingo,
Todas las
mañanas, días y noches de su vida,
Recordando entre
bambalinas aquella canción
Tendido como
un viejo, con la pena y su abandono.
Que será;
que será … ¡Qué será!