Aquella noche, me
vi en la tiniebla.
El miedo esparció
su nimbo imperfecto,
que me obligó,
rotundo sin afecto,
a confundirme
dentro de su niebla.
Furioso, intenté,
¡ya todo me tiembla!,
perdiendo toda
fe, por mi defecto.
Me habló con un
idioma, que es dialecto,
fingiendo un
personaje de novela.
La he visto
disfrazada de gacela,
inconfundible hechura,
indeseada,
marcando muy
tangible mi parcela.
Sufrí con mi
recelo, en la alborada.
Soportando la luz
de mi candela,
sin perder el enfoque
en madrugada.
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