Aquel hombre no sabía cómo decir que tenía sueños reales. Si lo hubiese comentado, hubieran creído los que lo rodeaban, que se trataba de un iluso, de un perturbado que quería sobresalir para darse pisto y fama en su ciudad, entre amigos y familia.
Sus imaginaciones no eran
nada fantasiosas y estaban teñidas de la pura realidad. Ya que aquello que
entre duermevelas entendía, y vivía entre sus sábanas, se cumplía a pies
juntilla, al cabo de las pocas jornadas, con la precisión que las soñaba y en
el lugar exacto donde se establecía. Tampoco podía demostrarlo, con antelación
y meramente imposible futurizar en asuntos tan delicados.
Por otra parte, no era
frecuente, que aquellas elucubraciones se dieran muy a menudo, pero cuando surtían
llegaban a término de forma irremediable y exacta.
Aquella madrugada, soportó
los rigores de una tragedia y se desveló en cuanto se sucedieron los hechos,
que llevaban a la desdicha. Desde una población tan alejada, del punto donde aquel
vidente completó las consecuencias de la masacre que se le avecinaba al planeta.
Se trataba del deterioro sistemático
en una central nuclear, que afectaba a media Europa. Provocando una catástrofe inimaginable
para el desarrollo normal de la vida entre humanos y que afectaría tarde o
temprano a todos los pueblos. Impidiendo el desarrollo de la vida tal y como la
entendemos en la actualidad.
Degenerando y provocando
consecuencias nefastas por los acontecimientos acaecidos, que llegarían a ser irresolubles
para la normalidad, en este globo terráqueo.
Trató de alertar al mundo, con
el apoyo de un amigo que le tendió su mano desde el periódico local, desde donde
trabajaba. La noticia no tuvo eco y a pesar de que fue difundida, quedó entre
el cúmulo de lo más imponderable, sin que nadie hiciera caso a cuantos detalles
se manifestaron.
En aquel sueño del individuo
vidente, no se estipulaba con exactitud la fecha del suceso, ni cuando se
darían los efectos, igual ahora estamos en ese periodo, y nadie se da cuenta.
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